viernes, 30 de diciembre de 2016

LENTITUD

A estas altura de nuestra vida adulta tú y yo sabemos, lo digamos o no, lo reconozcamos o no, que las cosas importantes de esa nuestra vida necesitan tiempo. Lo que resulta incomprensible es que todavía nuestra conciencia sea reacia, muy reacia, a ocupar espacios donde predomine la lentitud. Eso también lo sabemos, y lo comprobamos y padecemos cada día con la gente que nos rodea y con nosotros mismos. Las tertulias o los club o los cafés de lectores adultos - llámese como a cada cual le convenga, y se lea lo que a cada cual más le interese en cada momento (prosa, poesía, filosofía, matemáticas,...) siempre en cuando, eso sí, se mantenga el adjetivo de adultos en el rótulo anunciador - deberían ser esos espacios que de forma inaplazable tendríamos que crear y mantener con nuestra decidida presencia adulta. O lo que es lo mismo, crear y mantener bajo el influjo de la lentitud a que me refería antes. Sin embargo, muchos de los lectores "adultos" que hoy los frecuentan lo hacen con prisa por obtener el karma definitivo, o buscando la lectura definitiva, en lugar de atenerse al predominio de la paciencia de su corazón. Amigotes de la vanidad y del palmito evidente del cuerpo frente a los Amigos de la humildad y la honestidad del alma oscura e intranquila. De eso se trata y ahí nos la jugamos.

jueves, 29 de diciembre de 2016

CULTURA

En un contexto, cada vez cuesta más llamarlo polis o sociedad, cruzado de intereses espúreos donde brillan por su ausencia, la mayoría de las veces, la excelencia y el talento, o mejor dicho, donde la corrosión del carácter y la corrupción de la conciencia de quienes lo ocupan de forma privada o pública hacen imposible que brote la excelencia y el talento - ahora si podemos llamar a ese contexto selva, pero no referida a la de los animales salvajes, sino la selva de nuestra propia animalidad, que nada tiene que ver con la de los animales salvajes - tratar de construir ahí, digo, espacios pequeños de creación me parece un auténtico milagro. Por eso no apelo a tu ilusión, que es deudora más bien de la razón totalitaria y totalizante, sino que apelo a tu fe en tus propios milagros, es decir, en la capacidad que tú puedas tener de dialogar entre los otros, delante todos o rodeados todos por un mundo cambiante, con rigor y lucidez. Eso es ser culto.

miércoles, 28 de diciembre de 2016

CONFUSIÓN

No me acuerdo si ya te lo he dicho, sea como fuere te lo digo o te lo repito ahora: la desaparición de Dios o su asesinato perpetrado por nosotros mismos, no nos trajo la luz de la razón, tal y como diagnosticaron los padres fundadores de la ilustración y, por ende, de la modernidad, sino que, hecho el balance doscientos años después, nos ha traído la invasión de sus monstruos hechos realidad cotidiana y una inmensa nube de confusión. Todo ello ha sido y es posible mediante el uso de un lenguaje distante y distanciador, ese que más conviene a la conciencia moderna reacia a cualquier compromiso con las palabras próximas y aproximadoras. Un lenguaje jovial que, sin embargo, apegado a la corrosión del carácter y a la corrupción de la conciencia de sus propietarios, no tiene empacho en seguir predicando las buenas nuevas de los diferentes paraísos de temporada. No lo dudes, y esto si te lo digo por primera vez, solo nos queda, si no queremos sucumbir a esa hecatombe, resistir y pensar. En espacios pequeños de creación, no tanto de reacción cómo tú defiendes incansablemente.

martes, 27 de diciembre de 2016

CONVERSACIÓN

El que no te preocupe, o que veas incluso que a nadie le preocupa, la importancia de una conversación o de un diálogo, prueba la falta de preocupación respecto a cómo estás en el mundo o qué lugar ocupas en el mundo. O dicho de otra manera, lo único que te preocupa - porque piensas que es lo que le preocupa la mayoría, que es, según dices, el mejor punto de referencia - es el lugar que ocupas y que los demás ocupan en la sociedad. Con eso te das por satisfecho. Que es la misma satisfacción que hay detrás de una conversación del tipo hablar por hablar, que es la que predomina en la sociedad. Pues en una sociedad se entra siguiendo los signos que están repartidos de forma explícita e implícita por la ciudad donde esta sociedad se asienta, junto con otras sociedades. La ciudad es, desde esta perspectiva, un mercado variado y cambiante de sociedades públicas y privadas. Mientras que para entrar en el mundo solo se puede hacer desde la intimidad y mediante el lenguaje, es decir, mediante el sentido que este proporciona a quien siente algo que evoca o suena o sabe en el ámbito de su intimidad.

viernes, 23 de diciembre de 2016

VERDAD Y VIDA EN LA CIUDAD

¿Cual es el contrapeso al libre albedrío humano una vez que desaparece la omnipotencia y la omnisciencia de Dios? ¿Cómo acepta el ser humano, ante la pérdida de tal oposición, la precariedad de su existencia? Al parecer, tal y como han ido las cosas desde entonces: convirtiéndose el mismo en Dios. Fueros estas algunas de las preguntas que me surgieron en la lectura y del "Cuento de Navidad" de Charles Dickens y del visionado de la película homónima de Desmond Hurt.

Lo que es diferente, yo diría que va en la dirección contraria, es la reivindicación de nuestro derecho a enfrentarnos - ponernos enfrente de - a aquello que es superior a nosotros mismos. Para saber cuál es la naturaleza de nuestra pertenencia, es decir, a quien o de qué formamos parte. Esta desaparición, que nosotros pomposamente lo calificamos de asesinato, ¿lo es literalmente o más bien Dios se ha ido de nuestra imaginación harto de las estupideces que produce el libre albedrío que nos concedió? Sea como fuere la muerte o desaparición de Dios, supone la muerte o desaparición de la Verdad y la Vida, eso era lo que representaba Dios, tal y como lo hemos entendido hasta entonces. Lo que significa que con la muerte o desaparición de Dios desaparece también una idea de verdad y de vida. ¿Cómo afecta eso a nuestra visión del mundo? Por ejemplo, al leer y escribir afecta a como el lector y el escritor se enfrentan a la búsqueda de la verdad y la vida o a su falta de necesidad, para llevar a cabo la actividad lectora y escritora. Es decir, si nos conformamos con que nuestras lecturas y escrituras sean más sugerentes, más inteligentes, más originales que las de los otros, o que sean incluso la más sugerentes, las más inteligentes, las más originales, pero a sabiendas que ese plus nunca tendrá que ver, en nuestras aspiraciones, con obtener más verdad ni más vida. 

En la ciudad, donde ha desaparecido o donde hemos matado a Dios, y la verdad y la vida que el representaba, ya nada es verdad ni mentira, sino que todo es del color con que cada cual lo mira, pues lo único que cuenta y guía es la subjetividad del yo de cada ciudadano subscrito a ese relativismo dogmático. Entonces, ¿con que asuntos hay que tratar en la ciudad para saber qué es la verdad y la vida, o donde hay más verdad y vida, una vez asesinado o desaparecido Dios? Sobre todo si tenemos en cuenta que todos los asuntos son igualmente verdaderos, en tanto en cuanto los ciudadanos que tienen que tratar con ellos los son de plenos derechos y deberes ante la ley, que es la que marca y define el ritmo de la vida de la ciudad. 

lunes, 19 de diciembre de 2016

CUENTO DE NAVIDAD, película de Brian Desmond Hurst

No está demás a los lectores y lectoras actuales que pensemos, no digo que creamos, con más frecuencia de lo que lo hacemos en la Idea de Dios. Lo cual significa aceptar, no que Dios está muerto o que no existe, sino que está desaparecido o más ausente que nunca antes en la historia de la humanidad o que nos es imposible demostrar su no existencia. En fin, que es un vacío que está ahí y que no es igual a la Nada. Dios es innecesario si podemos explicar el mundo sin Él, cierto, pero el caso es que, doscientos años de su muerte oficial con la decapitación del rey, su delegado oficial en la tierra, el mundo es cada vez más inexplicable, excepción hecha de su explicación en cash, que es la que defiende el señor Strooge.

La película que vimos y debatimos con interés el sábado  pasado, tiene su valor de uso precisamente para comprobar cómo está en cada espectador el estado de lo que acabo de plantear, a saber, en qué medida la idea de Dios se abre un hueco en nuestro pensamiento cash habitual. Traduzco. Más que la idea del mito de la salvación cómo dije en la tertulia, pienso que es más acertado decir que a lo que nos tenemos enfrentar, o a lo que tenemos que dar cabida en nuestra sensibilidad actual es a la imposibilidad ancestral de resolver - y que estuvo presente, de forma más o menos explícita, en las intervenciones de todos los participantes en la tertulia, durante las tres horas que estuvimos dialogando - el conflicto entre la omnisciencia, la omnipotencia y la infinita misericordia divina, y el libre albedrío humano. Dicho de otra manera, que Dios no ordena ni prohíbe porque algo sea bueno o malo por si mismo, sino que nuestros actos se vuelven buenos o malos porque Dios los ordena o los prohíbe (Guillermo de Occam). Es decir, que el ljbre albedrío está por debajo o es inferior o tiene su limite y su freno en la omnipotencia, la omnisciencia y la infinita misericordia de Dios (como nuestros sueños son inferiores a nuestra codicia). Los que todavía creen en Dios no les queda más remedio, entonces, que atenerse a la revelación, a sabiendas de que las verdades reveladas nunca son evidentes. De eso, pienso yo, va la película. Pues es lo que le pasa al señor Strooge, un convencido codicioso que todavía no ha perdido o, mejor dicho, no quiere dar la imagen ante sus conciudadanos de que puede que haya perdido o esté perdiendo la fe en Dios. La película se ordena, por tanto, alrededor del ajuste de cuentas o del tirón de orejas, que la omnipotencia, la omnisciencia y la infinita misericordia de Dios, que es desde donde está filmada, le propinan al libre albedrío con el que pretende dominar el mundo la codicia de aquel. 

Se puede decir que así como la Biblia, y sus múltiples y variadas emulaciones, es el Libro de Dios, este Cuento de Navidad es la película que Dios necesitó filmar en el mundo audiovisual emergente de hace sesenta años. Lo que acredita que Dios no está muerto o no existe, como gusta decir a los ateos. Vamos que Dios, no estando, siempre está al loro. Pero, como ya sabemos por la Biblia, Dios no da nunca explicaciones de como narra, ni de como filma. Ni tampoco comparece en sus relatos. Solo sabemos que está ahí, que es El quien maneja el cotarro, por su punto de vista, cenital, alto, muy alto, inalcanzable para los humanos. Escribe y filma solo a través de sus narradores en la tierra, pero tampoco da explicaciones del por qué de su elección. Es así como la Natividad de Su Hijo Muy Amado es para los creyentes la principal muestra - su segundo gran relato, después del Génesis - de Su Omnisciencia, Su Omnipotencia y Su Infinita Misericordia. Así va el mundo de Strooge, hasta que éste con un par, los que le dan alas al pensamiento cash de su libre albedrío (el mismo que hemos heredado nosotros) se quiere saltar a la torera el cumplimiento de toda este Poderío Divino y Milenario. Sin darse cuenta que en el intento pierde lo más valioso de ese mundo en el que vive, la Gracia De Dios, que todavía ilumina sus trapicheos y la voluntad y los deseos de sus clientes. Ante la soberbia y arrogancia del señor Strooge, los tres fantasmas se le revelan, como los emisarios ocultos que Dios envía a la Tierra a modo de otras tantas secuencias temporales, - la eternidad y omnipresencia de Dios hacen imposible su aparición en el tiempo y en el espacio humano, finito y limitado por naturaleza - para que recapacite y entienda que Dios le ordena que celebre la Navidad, no porque sea buena por si misma, sino que la celebración de la Navidad es buena porque Dios se lo ordena. ¡¡Te queda claro, tío, si no quieres que el Divino te corte la cresta!! ¡¡ Te queda claro, capullo, lo que tienes que hacer, si quieres recuperar la gracia de Dios que has perdido, si quieres que todo vuelva a ser como siempre ha sido, que da la casualidad, ya ves, es lo que más le conviene a tus oscuros negocios!! ¡¡A Dios, nos han dicho allí arriba, que no le jodas!!

Pero, si al señor Strooge no le queda más remedio que atenerse a la revelación de los fantasmas, a sabiendas - ¡quien se lo iba a decir! -, de que las verdades reveladas por ellos nunca son evidentes, ¿a que nos atenemos nosotros? ¿Cómo nos interpela ese mundo de la revelación divina, un vacío que no es igual a la Nada, a quienes creemos fervientemente en el libre albedrío como inmejorable motor de nuestro propio mundo, pues - ¡que remedio! -  es lo único que nos queda después de desentendernos unilateralmente de los beneficios reveladores de La Gracia de Dios? ¿Si ya no podemos acceder a la revelación divina, lo podemos intentar nosotros mismos mediante el desocultamiento de nuestras apariencias? ¿Cómo se hace eso? ¿Contra quien enfrentamos o al lado de quien ponemos, nuestra libre disposición a hacer siempre lo que nos de la gana? ¿Doscientos años después, podemos decir que lo estamos haciendo bien? No sé si podemos, pero, al menos, pensemos. Los cuentos entre las cuentas y las cuitas de Navidad, pienso yo, son un buen comienzo, y no necesariamente intercambiable con otro cualquiera relacionado con otra época del año (eso es pensamiento cash), de esos relatos que siempre tenemos pendientes, pero que nunca los contamos porque no sabemos qué contar, o cómo comenzar, o para qué hacerlo, o a quien dirigirnos. 

viernes, 16 de diciembre de 2016

DIVORCIO ENTRE LA VIDA Y SUS CUENTOS

Es lo que ocurre en el interior de esas existencias que se ufanan en calificarse de modernas o urbanas o incluso civilizadas. Sea lo que fuere lo que ocurre ahí dentro, lo cierto es que al propietario de esa vida le resulta muy difícil, por no decir  imposible, hablar de lo que es más importante en su vida, que no tiene que ver con la enumeración de alguno de los datos con que la cronometra, sino con la manera de pensarlos, de descifrar cómo los siente, imposibilidad que tan bien ejemplifican expresiones dominantes en nuestro presente convulso como "no me cuentes tu vida" o "no me vengas con historias" o "vete a un psicólogo" o "has de ir a un profesional", etc. Es decir, no me molestes con lo tuyo, que ya tengo bastante con lo mío. Yo y tu, el uno y el otro, existen así como categorías separadas e incomunicadas, ajenas por completo al hecho de pertenecer y compartir el mismo lenguaje. Todo lo cual, no obstante, produce en el propietario una apetencia y una apariencia de humanidad que, sin embargo, no tiene porque, aunque no lo sepa, la ha perdido, pues con esas locuciones está más cerca de su animalidad originaria. No pudiendo contar como siente la vida que vive, acaba por sentir apego al hilo musical al se ha subscrito para transitar por cada momento del día, huyendo así de cualquier interferencia o disonancia exterior.

Llegado hasta aquí, el propietario de esa vida no sabe distinguir si lo que le pasa tiene que ver con la insuficiencia del sistema o con su extralimitación personal. O si es al revés. Una complejidad a la que no está acostumbrado. Sin embargo, la falta de costumbre no le exime de responsabilidad, como al infractor de la ley no le exime penalmente su desconocimiento. Alfabetización y modernidad, es decir, mayoría de edad obligan. Por tanto, es aquel un dilema, insuficiencia o extralimitación, que cae enteramente dentro de las competencias propias del individuo alfabetizado y moderno, quien está obligado a diagnosticar a qué obedece su enfermedad o malestar crónico. 

Ante su indecisión la anomia se ha instalado en el ambiente, lo que han aprovechan los sofistas y los socráticos para entrar de lleno en el escenario tratando de atraer, como en la Grecia antigua, la atención de esa vida individual extralimitada en esa sociedad insuficiente. O al revés. Los sofistas harán incapié en las carencias del sistema. Lo socráticos en los excesos personales. Los sofistas nos volverán a ofrecer las venturas del Ideal, cerrado, redondo, perfecto, para combatir los sinsabores y dolores de la realidad inacabada por ser injusta. Los socráticos invocaran el principio de realidad a través de las preguntas de lo que no se ve, de la ficción. Los sofistas nos ofrecerán la hoja de ruta hacia esa sociedad sin malestar en un Libro. El libro de la Historia. Los socráticos nos darán a conocer a un narrador, o a dos, o a tres, que nos exhortaran a admitir que la vida pueda que tenga sentido, aunque también nos dirán que necesitamos buenas dosis de confianza y de paciencia que nos impida caer en la tentación de pensar que más nos valiera que no tuviera sentido ninguno. Nos advertirán: ¡no confundáis vuestra necesidad de consuelo, con la de refugio o con vuestra falta de carácter! 

La batalla, como siempre ha sucedido, la ganarán, la están ganando los sofistas. El Ideal adquiere sentido suministrado directamente en vena. No entiende de paciencia ni de confianza. La pregunta, sin embargo, como socrático, no se hace esperar, ¿aunque los tiempos cambien, aunque ahora estemos todos alfabetizados, lo intravenoso del Ideal se tiene que comportar siempre de la misma manera? ¿No cambia su pulsión extralimitadora, ni su insuficiencia una vez que se ha hecho aditivo, una vez que ha fracasado estrepitosamente en todos sus intentos de hacerse realidad habitable? Y los muertos, el número de muertos que cuesta tal obcecación, ¿no cuentan? Contando que cada vez son más numerosos, hasta hacerse, como en el siglo XX, un número indigerible por la imaginación humana. Stalin dejó dicho para las próximas generaciones, o sea nosotros,  su mejor legado: un muerto es una desgracia, un millón de muertos es una estadística. Como la morfina que no entiende de demoras, ni de bucles, hoy como ayer, el Ideal vuelca directamente en la sangre todo su poder anestesiante. Es una constante que da alas, siglo a siglo, a nuestra precariedad existencial. 

jueves, 15 de diciembre de 2016

SULLY, película de Clint Eastwood

El ser de Sully, lo que es realmente Sully como persona o como ser humano, se encuentra oculto bajo el velo de la utilidad y de la verdad científica que constituye a su profesión de piloto. Sin embargo, la vida, es decir, el vuelo imprevisto de unos pájaros se topa con la técnica, es decir, con el vuelo previsto del  avión. Aunque, para ser más preciso, lo debo decir al revés, desde el punto de vista de los pájaros, o de la vida: el vuelo que desde siempre han hecho los pájaros se topa con el vuelo programado en el tiempo presente por la técnica - pues los pájaros o la vida no prevén, los pájaros o la vida se despliegan y viven - que mueve al avión que pilota Sully.

Al piloto Sully le dicen, cuando comunica a la torre de control el accidente que ha sufrido debido al vuelo de los pájaros, que vuelva al aeropuerto de La Guardia. El piloto Sully comprueba que los dos motores están incendiados y no cree que pueda superar la barrera de rascacielos que obstaculizan la vuelta al aeropuerto de La Guardia, donde la utilidad científica del controlador dice que tiene que volver. Sin embargo, el impacto con la vida, es decir, con el vuelo de los pájaros, ha dejado al descubierto la habilidad poética que esconde todo adiestramiento técnico, ha dejado al descubierto al ser de Sully. Y cuando recibe desde la torre de control la orden de volver al aeropuerto de La Guardia, Sully se da cuenta de que el río Hudson es una pista de aterrizaje, o afluviaje, con mejores garantías que la que le ofrece el controlador aéreo desde la torre de aquel. No fue un choque arbitrario, vino a decir en la comisión de investigación, fue un afluviaje perfectamente imaginado por la condición de ser humano que hay oculta en mi profesión de piloto. La exactitud técnica se apartó y dejó paso al instinto poético, a eso poderoso que todos llevamos dentro, y Sully construye una arriesgada "obra de arte", una "perfomance", una "intervención", un acto poético en medio del Hudson, haciendo del avión algo más que una máquina o una cosa o un útil, sino un protagonista más, en fin, una obra, como muestran los planos generales con los 155 pasajeros congelados pero salvados, devueltos a la vida, pero también reconciliados plenamente con ella al haber estado, seguro que como nunca antes, tan cerca de la muerte. Ser, vida, muerte, avión, Hudson, un cuadro existencial impagable.

Seguramente Eastwood no ha leído a Heidegger, y éste seguro que nunca visitó Nueva York,  es igual, yo voy leyendo al alemán a trompicones y muchas veces de forma indirecta, y tampoco he estado en la capital norteamericana. Pero los tres sabemos lo que da de sí la mirada de los ingenieros. Ello ha posibilitado que hayamos coincidido en la ciudad más tecnologizada del mundo que, como todo lo que cae bajo esa influencia, oculta debajo de semejante apariencia el poder de su misterio, a orillas de una río también de fuerte atracción imaginaria en su papel de pista improvisada de afluviaje.

Sully tuvo que desobedecer las órdenes de los ingenieros, cierto, ¡qué escándalo, señores comisionados!,  pero es que, como dice el mismo en la comisión de investigación, un ingeniero no es un piloto. Haciendo así irrelevante e inservible toda la impedimenta técnica de la Torre de control del aeropuerto de La Guardia, tal y como lo muestra la cara de desolación y derrota del técnico de la misma cuando se entera - después de perder la señal del avión en pantalla, lo que a su manera técnica de entender significa que no ha habido supervivientes - que todo ha ido bien fuera de pantalla, es decir en el río, ese lugar inexistente y, por tanto, no previsto por la pantalla, sobre cuya superficie los pasajeros flotan sanos y salvos.

Para todo esto Eastwood ha desplegado una puesta en escena que por imperativos de la industria hace un poco larga la película - una película corta, no un corto, equiparable a una novela corta o una nouvelle en literatura, es un metraje que le hubiera sentado mejor a esta historia - en la que me parecen destacables las carreras de Sully por las calles de Nueva York, las frecuentes conversaciones telefónica con su mujer diciéndole, una y otra vez, que la quiere, la cantidad de planos cortos que muestran su rostro demudado y demediado, mediante lo cual Tom Hanks pone a prueba su talento interpretativo: la modulación de la voz, el desafío corporal, la mirada elocuente, etc., para liberar al ser humano Sully de la armadura del piloto que lo tiene aprisionado y que, casualmente, se llama también Sully.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

CUENTO DE NAVIDAD 2, de Charles Dickens

Mientras que las personas que tenemos dinero en cantidad suficiente - el espíritu navideño tiene esta facultad desveladora de las apariencias - como para no tener que padecer las penurias derivadas de no poder satisfacer nuestras necesidades inaplazables, continuemos empeñadas en no otorgarle a ese dinero la inteligencia que, como toda construcción humana, tiene y se merece, nuestra vida, teniéndolo todo a nuestro alcance, tendrá la importancia única y excluyente de una mercancía, al igual que todo lo que leamos o miremos. Lo que quiero decir es que si continuamos viendo al dinero solo como un simple cómplice de nuestra codicia, más o menos explícita, de nada servirán las representaciones sociales de tipo depresivo, alicaído, indignado, nihilista, resentido, o de cualquiera de las jovialidades solidarias vigentes, que inventamos contra la mancha culpable de esa colosal irresponsabilidad, que hemos heredado cristianamente. Pues lo peor, con todo, no será la hipocresía de esos fastos que, al fin y al cabo, se valen por sí mismos para reproducirse, lo peor se encuentra en el exterior de las murallas de la ciudad que nos protegen. Extramuros sabemos que existe, pues lo delatan esas representaciones sociales que practicamos a título exculpatorio, lo simplemente insoportable. A saber, la falta de dinero para ver satisfechas las necesidades inaplazables ahí fuera, y la sobre determinación de la codicia que adquieren sus víctimas para tratar de obtenerlo todo, como sea y a costa de lo que sea. Entonces, si sabemos que la inteligencia nunca ha acompañado al dinero desde su momento fundacional como pretendido elemento civilizador de la especie humana, sí sólo lo ha movido la codicia y la deslealtad, parece pertinente preguntarnos de forma inteligente, sí es que ello es todavía posible, ¿son las mismas necesidades inaplazables las de un lado y otro de las murallas de la ciudad? Dicho en cach: sí, al fin y al cabo, todos sabemos que la inteligencia no ha medido nunca el valor de los seres humanos dentro del ámbito capitalista cristiano, pues no se ha cumplido el precepto marxista (no olvidemos tampoco que su afán comunitarista es también de matriz cristiana): "de cada uno según sus capacidades", ¿cual es, por ejemplo, el precio de la codicia de un profesor de instituto o de universidad en comparación con el de un emigrante camerunés que ha llegado en patera? ¿Tiene que ser forzosamente distinto, aunque la codicia sea diferente? ¿No vamos a dejar que se cumpla en nuestra sociedad avara la segunda parte del precepto marxista?: "a cada uno según sus necesidades". Visto así, codicia por codicia, que sea ella, aunque lo sea de forma nunca imaginada por nuestra bondad, quien derrumbe las murallas que separan nuestras avaricias. Marx tampoco dijo nada en contra. 

Desde la época de Scrooge, el capitalismo se ha hecho ilimitado en su codicia, cierto, pero, ¿sólo a costa de la codicia de tipos como Scrooge? ¿O también por causa de la nuestra, cuyo desarrollo lo ha permitido el desentendimiento de nuestra inteligencia, que solo la hemos desplegado para imaginar futuros inmateriales e inaccesibles, que en su representación parece que funcionan sin la inteligencia del dinero? Talmente como sigue sucediendo con la Navidad y sus secuelas laicas. Como si el dinero fuese únicamente un asunto de tipos estúpidos porque son avaros, como Scrooge, y los beneficios de su presencia en el mundo de tipos inteligentes porque soñamos mundos mejores desde donde habitamos a intramuros de la ciudad. Puestos, como estamos, a seguir ahí dentro y con los mismos mimbres, ¿es sostenible todo ello para nuestros bolsillos y para el mantenimiento de nuestros sueños?

martes, 13 de diciembre de 2016

POBRES ALMAS

Pensamos mal y peligrosamente. Sobre todo peligrosamente. Llevamos más de trescientos años haciéndolo y en los últimos cien de forma apabullante y a toda velocidad. Somos megalómanos, pretenciosos y arrogantes. Como nunca antes lo fue el ser humano. Nos creemos capaces de poder hacer todo lo que se nos antoje, porque hemos perdido el miedo a estampanarnos. Hasta ahora. Salimos a la calle y únicamente nos encontramos con la imagen de nosotros mismos. ¡Qué tremendo error! ¡Qué encanallado horror!. Hasta ahora. Pero la vida, de repente, nos hace daño. Mucho daño. No porque no lo haya hecho siempre, sino porque nosotros hemos llegado a creernos inmortales, ajenos a toda perplejidad. Inmunes al dolor propio y ajeno. Y resulta que el daño está ahí, como siempre. Por todas partes. Nuestra visión del mundo creemos que es el mundo. Y las convicciones que la sustentan nunca tienen escisiones, son siempre inquebrantables. Caiga quien caiga. Miramos hacia adelante sin preocuparnos de los huecos que dejan atrás los puntos ciegos de nuestra mirada. Y sin que nos importa una higa quien habita dentro. No se por qué, pero siendo como somos aun valiosos, no puedo menos de exclamar, ¡pobres almas!.

lunes, 12 de diciembre de 2016

UN LIBRERO

Mientras que el dinero - al que muchas personas que lo poseen en cantidad suficiente como para no tener que padecer las penurias de no ver satisfechas necesidades inaplazables, pero que se encuentran deprimidas, alicaídas, indignadas,... continúan, a pesar de ello, empeñadas en no otorgarle la inteligencia que se merece - siga optando, tal vez debido al despecho, por darle la espalda o ir contra los libros serios y exhaustivos, el librero de mi barrio dice que se encierra en su despacho con la calculadora, para buscar remedios a los estropicios que le está causando a su pequeña librería.

viernes, 9 de diciembre de 2016

CUENTO DE NAVIDAD 1, de Charles Dickens

Les propongo que vean este vídeo, porque pienso que puede ser de utilidad para reflexionar, 2016 años después del primer evento navideño, sobre su influencia en el alma o en la conciencia o en la mente de quienes hemos nacido en una sociedad como la nuestra, oficialmente laica, plenamente alfabetizada, que atraviesa una etapa de encantamiento nihilista, valga el oximeron, en la que seguimos soñando con utopías, sin pensar, como dice le vídeo, en las consecuencias distópicas de esos sueños (o el sueño de la razón produce monstruos de Goya), al mismo tiempo que en nuestra vigilia está dominada por la codicia, no siendo la más importante la económica, aunque sí la más publicitada. Todo ello me lleva a preguntarme, si el personaje de Dickens, Scrooge, pudiera ser uno de los nuestros, o uno como nosotros. Un adelantado, entonces, de nuestro aquí y ahora.

El debate es interesante hasta el punto de que vale la pena preguntarnos, si somos nuestros sueños o nuestra codicia. Pues no hemos de olvidar que la Navidad celebra también la utopía más duradera que han inventado los hombres y las mujeres, con Jesucristo y la Virgen María al frente: podernos sentar algún día a la diestra de Dios padre. O dicho de otra manera, volver al paraíso del que fueron expulsados nuestros primeros padres por sus sueños y su codicia, causa del pescado original y efecto en el sentimiento de culpa con el que vivimos cada día. Ni que decir tiene, cualquier lector aficionado a la antropología o la etnología lo sabe, que todas las demás utopías que han imaginado los hombres y mujeres a lo largo de estos dos milenios largos tienen su matriz en ésta, repito: el nacimiento de Jesucristo, que viene al mundo para salvar a todos los hombres y mujeres de sus pecados y desvaríos, guiándolos hasta la diestra del Dios Padre en el paraíso.

A la escasa luz que queda entre las tinieblas que producen la enorme confusión ambiente, ¿cómo podemos hoy entender, y renovar, el mensaje del acto fundacional de nuestra civilización, la Navidad: como sueño o como codicia? Scrooge, hace 170 años, en el inicio de nuestra modernidad ¿ya lo tenía claro? Como inmediato antepasado nuestro, ¿hemos sido fieles a su legado? Y si creemos que le hemos traicionado, mediante el sueño de nuestras propias utopias, ¿en que nos hemos convertido? El nacimiento de Jesucristo es la herencia de hace 2016 años. La codicia de Scrooge es la herencia de hace 170 años. Con esos mimbres, ¿que somos capaces de hacer?, ¿cual es nuestro legado para las próximas generaciones?

jueves, 8 de diciembre de 2016

LA SONRISA

Con paso decidido y aderezándose las ropas, puso rumbo a su clandestinidad, fue lo que leyó su madre en el libro que, al taparla con el edredón, vio que tenía entre las manos. El subrayado brillaba como una luciérnaga. Puso el libro con cuidado sobre la mesilla, apagó la luz y salió de la habitación. Le pareció raro. No sabía que leyera, ya que desde pequeña le tenía miedo a la lectura. Al oír cerrarse la puerta desde la cama, se sonrió. Volvió a destaparse y abrió los ojos. Luego los cerró de nuevo.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

¿PARA QUÉ?

Una multitud coloreada y alegre bailaba a su alrededor oculta tras sus disfraces. Llevaba toda la semana despertándome en mitad de la noche agitado, preso de una excitación inusitada, poniéndome a recordar aquel sueño y esperando a que amaneciera con una incontrolable impaciencia. Era el sólido vigor de sus movimientos lo que me impedía volver a dormirme. Levantarme, entonces, ¿para qué?, me repetía sin parar. Para ver los rostros pálidos de cada uno de mis compañeros de oficina. Para tener que aguantar la exactitud gaseosa de sus palabras y sus andares. Libertad, ¿para qué?, continuaba, cuando ya empezaba a clarear. Prefería el ámbito vigilado de su reserva, donde aquella multitud danzaba sin desmayo.

martes, 6 de diciembre de 2016

FELICIDAD DELATORA

En el sosiego del atardecer ambos se prometían mutuamente no cambiar nada pero los dos también llevaban disfraces. Poco después, de forma imprevista, llamaron a la puerta. No cambiar nada no equivalía, únicamente, a no salir de la habitación. Cualquier roce con el exterior significaría un atentado a lo que habían conseguido, entonces nada de eso podría evitar que no entrara lo intolerable. Les había costado lo suyo llegar hasta allí. Los golpes contra la puerta no procedían del picaporte, daba la impresión de que los producían los nudillos de la mano de quien estaba fuera. Eran flojos y espaciados. Eso aumentaba su malestar. Cuando se hizo de noche, aquel ruido se había atravesado entre sus firmes promesas.

lunes, 5 de diciembre de 2016

BIBLIOTECA

Hay una voluntad decidida por muchas de las autoridades que hoy tienen a su cargo el destino de las bibliotecas públicas, en dejar colonizar estos espacios por la complacencia reduccionista y simplificadora de la chatarra verbal, icónica y sonora, que, sin filtro alguno, acompaña a las nuevas tecnologías de la información. Todo lo cual hace que la biblioteca pública no pueda llegar a desarrollar toda la potencia imaginativa que la constituye, que le permita atravesar, razonablemente indemne, la dictadura del tiempo y del espacio que impone la actualidad moderna, de la que son parteras indiscutibles y dominantes esos medios de comunicación que tratan de apoderarse, digamos, de su alma. Un tiempo y un espacio que nadie siente y a nadie le suena porque ha sido vaciado de toda la quincalla simbólica o significativa de otros tiempos, que impedían a esa actualidad y sus medios llevar a cabo su principal y único cometido, que no es otro que el de publicitar una y mil veces, hasta que adquiera la categoría de verdad indiscutible, la definición del presente, donde la una y los otros hacen nido indesalojable. Es desde ahí desde donde se trata de hacer dogma sobre un pasado que se pretende superado, porque la una y los otros se sienten autorizados y capacitados para visitarlo cuantas veces les venga en gana, contraviniendo las leyes fundamentales del tiempo de la física, que lo es también de la historia y, en última instancia, es el tiempo de la actualidad global y mediática. Es desde este claustro materno desde donde los actualistas mediáticos sentencian que no vale la pena volver al pasado porque no hay nada que valga la pena que nos puede ofrecer. Solo al futuro, como el ámbito espacial que hemos de conquistar porque nosotros lo valemos ya que somos los únicos que estamos vivos, es a donde merece la pena poner toda nuestra atención y energía. 

De lo anterior se deduce que el uso o el consumo del lenguaje verbal, y por ende de cualquier lenguaje, que la mayoría de las personas hacen tiene que ver con el fortalecimiento o ensanchamiento o revalidación de la categoría o categorías a las que creen que pertenecen por méritos propios, los cuáles son ajenos, por supuesto, a ese uso o consumo del lenguaje o lenguajes mismos. Lo que le da estos un carácter de agrupamiento impositivo alrededor de las diferentes categorías y, consecuentemente, de enfrentamiento dialéctico entre ellas. En raras ocasiones, por no decir en ninguna, los seres hablantes subscritos a la imperante e imperiosa actualidad usan el lenguaje conscientes de que es en él donde realmente habitan y, por tanto, donde son alguien realmente. Lo que le da a ese lenguaje, visto y sentido así, un carácter interpretativo y de reconocimiento dialógico hacia los otros seres hablantes, pues lo que tienen en común es pertenecer a esa misma racionalidad lingüística.

Metido ya en esta improbable aventura dialógica, no se trata de decidir no leer un libro o de no escuchar a un lector, eso es fácil. Se trata de saber porque no debemos cambiar de narrador, ni de compañías lectoras. Nuestros antepasados no tenían más remedio que enfrentarse a lo que no sabían, nosotros no deberíamos traicionar su legado. La biblioteca es parte irrenunciable de ese legado. Es, por tanto, un relato, un gran relato, la madre que acoge a todos los relatos. La biblioteca es un relato para fomentar la Conversación entre distintos, aunque existentes y habitantes todos en un mismo lenguaje, que es el espíritu de las voces que en su seno se conservan; no es el lugar para la Comunión de las palabras de los idénticos, porque se encuentran agrupados previamente alrededor de una misma categoría. La Biblioteca no es un espacio ni un tiempo neutros, no es un almacén de piezas catalogadas según criterios de un diccionario temático o alfabético, ni un espacio ni un tiempo para todo y para todos, cuyos fondos se ofrecen, o se alquilan, a los lectores según las categorías a las que dicen que pertenecen, esas mediante las que se organiza jerárquicamente en el orden social, económico y político vigente, que existe en el exterior de la biblioteca, y que es de donde vienen todos los lectores al entrar en la biblioteca. No es, para entendernos, un espacio y un tiempo más de los que ofrece la dinámica social, económica y política en la ciudad, un espacio y un tiempo donde nadie siente ni se siente, sino que solo compra y vende, manda y obedece, es decir, consume. Muy al contrario de esa dinámica dominante en la ciudad, la Biblioteca es un lugar sagrado. Un espacio y un tiempo, no para el consumo de las palabras o de las imágenes o de los sonidos, sino para aprender a sentir su sentido, a saber, para no reforzar con ellas la categoría a la que pertenecemos y si es de primera o segunda división, sino para saber cuál es nuestro lugar en el mundo, a través del lenguaje común al que pertenecemos y donde existimos, y mediante los diferentes relatos que lleven incorporados las diferentes actividades que se propongan en su seno. Entrar en la biblioteca es, por fin, aprender a ser alguien, hartos de no ser nadie en la ciudad democrática y actual. Y esta labor le corresponde a la Biblioteca porque es la que custodia el saber acumulado de la humanidad, su espacio y su tiempo, a lo largo de la historia y de las historias que los seres humanos han ido creando. Lo que la hace ser más sensible que el resto de los espacios de su exterioridad con los que coexiste, en los que domina, como he dicho, de forma autoritaria y excluyente, pero con maneras democráticas, el tiempo presente. Una convivencia que es marca, santo y seña, al fin y al cabo, de nuestra modernidad, dícese de origen ilustrado: la urgencia y uniformidad democrática y la dictadura de la actualidad. 

viernes, 2 de diciembre de 2016

DUELO VERBAL

Se volvieron a mirar de soslayo mientras agarraban sus pistolas con fuerza.
-Guardemos las pistolas, yo te diré lo que tenemos que hacer.
-Empuñando una pistola es como mejor me entiendo con la gente.
-Siempre le recomiendo a mi hijo que cuando empuñe la pistola sea para usarla.
-Yo no soy tu hijo.
-Con las ratas de ahí dentro vale más andarse con cuidado.
-Si es preciso se las hace desaparecer.
-Ahora ya se que tipo realmente eres.
-No te preocupes, en cuanto tenga la pasta te aseguro que seré otro.
-Ese dinero te llenará de resentimientos.
-Resentido lo soy desde siempre, lo que nunca he tenido ha sido dinero.

jueves, 1 de diciembre de 2016

SOBRE EL MOSTRADOR

Vamos, que hoy me tocan los niños, dijo el que estaba a mi derecha, apoyado sobre el mostrador, al que estaba sentado en la mesa de la izquierda. La frase sonó ronca, como una consigna que debería dar paso a algo desconocido que vendría a continuación. Lo que no sabía era si eso iba a suceder cuando el de la mesa se levantara, o cuando los dos hombres abandonaran el bar. Al fin, el de la mesa se puso de pie. Luego se metió la mano en el bolsillo de la gabardina y me dio la impresión de que señaló al camarero. En la calle continuaba lloviendo.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

ENCUENTRO DOMÉSTICO

"Claro, como siempre" - respondió con desprecio a su padre y, a continuación, se encerró en su habitación dándole con la puerta en las narices. La contestación fue el punto final de una violenta discusión, zarandeos y bofetadas recíprocas incluidas, a cuenta de las molestias que le estaba ocasionando a aquel, y a los vecinos, la música que tenía puesta a todo trapo. Cuando dejaron de estar uno frente al otro, desearon aniquilarse mutuamente con esa calculada eficacia que llevan a cabo las bestias impunes. La madre, mientras tanto, después de haberlo escucharlo todo, se hizo la dormida en la habitación contigua.

martes, 29 de noviembre de 2016

CHARADAS, cuento de Lorrie Moore

Nota: Charadas forma parte del libro de cuentos de Lorrie Moore titulado, Pájaros de América, ed. Narrativa Salamandra, Barcelona 2003

Tengo la impresión de que quien haya leído con atención el cuento de Lorrie Moore, puede que le sea mas difícil celebrar la próxima Navidad con la aparente naturalidad o confianza o malestar con las que lo ha venido haciendo hasta ahora. Y es que este año tendrá un invitado imprevisto, la figura del narrador de Charadas. Esa portentosa voz, que nos cuenta la historia de la familia de Therese, es la que siempre falta en toda reunión navideña que se precie. También en las nuestras. Mejor dicho, está siempre presente pero, al mismo tiempo, siempre está oculta para que según sus palabras, nada más comenzar el cuento, se acabe celebrando lo inevitable, verificar un año más que estamos todos juntos, es decir, que estamos todos vivos como cuando empezamos la andadura de la vida (lo que vale también para los que lo odian, pues no hay nada que más una que el odio), por lo que "probablemente sea apropiado que una fiesta que es un juego haya aparecido y se haya introducido literalmente bajo el disfraz de una tradición festiva (que no lo es). Resumiendo, lo normal es que nadie en la familia de Therese exprese sentimientos muy genuinos; todo el mundo quiere, en cambio (¡aunque sea un juego!), hacer una buena representación".

Dicho de otra manera, no podría haber fiesta de Navidad, ni de ningún otro tipo, en fin, no podría haber vida familiar, ni de ningún otro tipo, si las palabras del narrador se hicieran explícitas en la boca de cada uno de los actores que participan en el juego o en la fiesta o en la vida. Por tanto, ese es, pienso yo, el valor de uso del cuento de Moore. Darnos una visión plena y panorámica de lo que sucede realmente, de lo que hay, en este tipo de ceremonias, de lo que sucede y de lo que hay en la vida que vivimos, sin oscurecerlo o tergiversarlo con disquisiciones de tipo psicologistas o sociológicas o economicistas o historicistas, etc. La familia cambia y la vida cambia según los ámbitos y costumbres que demanda quien mueve los hilos de la psicología o la sociología o la economía o la historia, etc., pero en todo tiempo y lugar "es propio de la Navidad (y de la vida) que se reduzca a esto, a sus propios huesos pelados".

Esa condición de huesos pelados en que la Navidad (y por extensión cualquier celebración de la vida) convierte, o hace sentir, a los que participan en sus fastos - bien estén a favor o en contra o simplemente por estar sobreviviendo ahí bajo su influencia  (a tales efectos os recomiendo que la próxima Navidad veáis la peli "Christmas, Again", de Charles Poekel) - a base de encarnar paradójicamente sobre ellos una sobredosis de ilusión, nos deja ver la intención del narrador. A saber, que nos concentremos y prestemos atención, porque el ajetreo de la vida nos lo impide, en lo que la propia fiesta o el propio juego o la propia representación del cuento (que lo es de la propia vida) ocultan o desechan bajo esa encarnadura o encantamiento. Nuestro invitado no lo hace, pienso yo, para amargar la vida a nadie o para ser un aguafiestas, sino para advertir a los lectores contra, por un lado, el exceso de encarnadura encantada e ilusionante con que rebozamos nuestras fiestas o nuestros juegos (y nuestras vidas) y, por otro y al mismo tiempo, contra el peligroso abandono de nuestros huesos pelados ante ese horizonte de tristeza y mortalidad que siempre aparece en estas fiestas o en estos juegos o en las cosas buenas que hacemos en la vida. Una intemperie pelada a la no hay porque enfrentarse con más encantamiento o ilusión si cabe, ni acabar cayendo ante tal desengaño en un resentimiento tan nihilista como destructor. Habiendo llegados vivos hasta aquí, tanto da que lo hayamos hecho juntos o por separado, es a otra forma de pensar a la que nos convocan estos juegos o estas representaciones o estas fiestas , y esos horizontes que siempre aparecen. Es decir, es a otra forma de mirar y de comprender y de encarnar nuestro origen, a la que el narrador de Charadas nos invita.

Respecto al simbolismo que tiene la elección de la Navidad como "madre" de todas las fiestas, o de todos los juegos, o de todas las representaciones, teniendo en cuenta su raíz religiosa y medieval inequívoca, reconocer la audacia de nuestro imprevisto invitado, el narrador, al enfrentar a los lectores actuales a la dudosa e incierta posición que mantiene la modernidad laica a la que estamos subscritos - cuyo principio fundacional de progreso ilimitado muestra claros síntomas de agotamiento -, en relación con nuestro pasado medieval teocrático, cada vez más reconocido como un pasado esplendoroso, al que tal vez convendría empezar a volver nuestra mirada. Es decir, un pasado al que convendría, no dar por concluido, sino aprender a escuchar de forma distinta a la que hemos hecho hasta ahora.


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lunes, 28 de noviembre de 2016

EL ALMA AISLADA

"Asi el Alma Humana, ciega y lánguida, torpe y deshonesta, quiere estar oculta, no obstante querer que nada le esté oculto. Y más lo que le sucederá es que se quedará descubierta a la verdad sin que ésta se le descubra a ella". (Agustín de Hipona). Este es el peligro de toda edad provecta. Que creyendo que lo controla todo desde el interior de esa fortaleza impenetrable de los muchos años, acaba por no enterarse de nada. No quiero yo forzar a nadie a hacer lo que no quiera hacer, salir de la fortaleza a comunicarse con el mundo de los menos años. Pues, siguiendo al de Hipona, diferencio muy bien entre hablar poco y ser un hermético. Una estatua. Pero, por la misma razón, se debe comprender que no se puede pedir a nadie que haga lo que tampoco quiere hacer, que sus palabras estén ahí, a la puerta de la fortaleza, cuando a la estatua le venga en gana que estén. 

sábado, 26 de noviembre de 2016

PRESENTIMIENTOS Y RESENTIMIENTOS

Aventurarse a decir que una determinada actitud vital tiene que ver más con estar muerto que vivo, o al revés, es una insolencia que solo se pueden permitir los seres perfectamente inmortales. Que yo sepa sólo conozco a dos tipos de estos seres: los animales que no tienen el atributo del lenguaje y los dioses que tienen la virtud de escaquearse siempre de los asuntos humanos y, por tanto, siempre dicen que están ahí, pero nunca comparecen cuando de verdad los necesitamos. Los seres mortales bastante tenemos con ir aprendiendo a serlo. Toda una vida. Esos que les gusta dar fe de vida como de defunción, no es que estén muertos o vivos, es que no saben dónde están, algo que si es consustancial y muy frecuente en los seres mortales. Semejante despiste puede llegar a sucederle, también, durante toda su vida.

A estas alturas sonroja comprobar que la Peña Acelerada sigue sin aceptar que eso que llamamos enfáticamente la visión del mundo no es otra cosa que la visión del mundo de cada cual. Que eso que llamamos más enfáticamente todavía  "si mismo" o "tenerse a sí mismo" no es absolutamente nadie, ni tiene absolutamente nada, sino es a través de la presencia comprensiva y compasiva del Otro. Que miramos el mundo bajo la influencia de una cosmovisión o paradigma, que sus patrocinadores tratan de venderla como jovial, objetiva e inmutable, cosa que consiguen si convencen de ello a muchos sujetos de forma duradera, que se creen tenerse así mismos y por si mismos. Así funcionan las Corporaciones Mediáticas, El Corte Inglés, Coca Cola, Hollywood, etc. Pero sigue siendo El Vaticano, matriz de todas las anteriores, la empresa de publicidad y propaganda que mejor ha logrado esta conjunción cósmica, acercándose casi hasta la perfección, no en balde tiene línea directa con Dios. También es la que sigue dando la matriz al formateado de los nuevos cerebros neopositivistas y empíricos que, aunque su velocidad les impida darse cuenta de ello, siguen, como Teresa de Ávila, sin vivir en ellos: el mundo tiene un propósito (estar enteramente a su servicio), un fin (lo quieren ahora), un Dios glorificador (el dinero), y un eslogan que como una oración rezarán hasta la tumba: 
"tengo veinte años, siempre tendré veinte años, y si un sábado por la noche me quedo en casa a leer soy un aburrido y viejo, estoy muerto; si salgo de marcha y mi simpatía seduce mucho, soy muy joven y diver, estoy vivo; si el día está soleado y tengo la sonrisa de oreja a oreja soy un tipo alegre y estoy vivo, cuidado con que el rictus de la seriedad cruce mi cara como una cicatriz pues el cielo estará nublado y yo seré un tipo triste, y estaré medio muerto". Y tal y tal. 

Todos esos aspectos son otros tantos rostros de la cosmovisión narrativa dominante desde el siglo XIX, impulsada por la Burguesía revolucionaria triunfante, que cogió el relevo del Vaticano reaccionario en el manejo de los asuntos terrenales. Ilusión por El Progreso Ilimitado, ahora aquí en la tierra, es su santo y seña. Todo ello forma parte del canon de lo que los ciudadanos deben considerar como visible y creíble y deseable y, por tanto, inteligible, y lo que debe ser considerado invisible e increíble e indeseable y, por tanto, ininteligible. Por ejemplo, el corolario final de esa ilusión de progreso: las dos carnicerías mundiales que asolaron al continente europeo. Thomas Mann lo dejó estremecedoramente escrito en "Doctor Faustus", pero hay que leerlo y llenarse las venas con el líquido que destila de ese monumento. Pero esta gente va demasiado deprisa. Y también parece claro que seguirá siendo así durante mucho tiempo, educación y cultura imperativa y reaccionaria mediante. Ya que sea bajo los auspicios del Vaticano reaccionario o de la Burguesía Revolucionaria triunfante, sea con el Pony Express o manejando a pleno rendimiento Internet, "el Alma Humana, ciega y lánguida, torpe e indecente, quiere estar oculta, no obstante querer que nada le esté oculto. Y más lo que le sucederá es que se quedará descubierta a la verdad sin que ésta se le descubra a ella". (Agustín de Hipona) Y es que el alma humana va ligada a ese lado de la existencia que no trabaja con planes ni por objetivos, ni con métodos, ni metas, ni eslóganes, en fin, el alma humana no puede ser enmarcada dentro de un sistema. El alma humana se mueve más bien con presentimientos, a los que solo puede acercarse con cautela, por lo que la Peña Acelerada  acaba siembre enjaulada entre las cuatro padres negras del resentimiento, debido a las ilusiones perdidas o no cumplidas. Tratar de discernir, de una vez por todas, si hay vida después de la muerte o antes de la muerte, es una tarea en vano. Es nuestra condición de seres pensantes la que nos mete en esos líos y es el pensamiento, y sus aliadas incondicionales la lectura y la escritura, el único que nos puede sacar de ese totalitarismo existencial, y ponernos en la senda lúcida de la mortalidad: nada antes de nacer y nada después de morir. Sin embargo, y al mismo tiempo, todo se puede entender si bajamos hacia abajo y toda luz puede acontecer si subimos luego hacia arriba. Eso es todo, y nunca lo es de una vez por todas. Así es el Oriente implícito, que ha habitado desde siempre en los sótanos de la arrogancia del  Occidente explícito: "La insignificancia humana -el hecho de que las cosas no giran en torno a nosotros y nuestro destino- es la buena noticia" (Tito Lucrecio). 

Si las Corporaciones Mediáticas, El Corte Inglés, Coca Cola, Hollywood, etc, asumieran este eslogan en sus editoriales y campañas publicitarias....,si lo asumieran los nacidos después de 1980, los que tendrán que manejar la cita de Lucrecio, una vez que se lo hayan "comido" todo, pues sin casa, sin coche, sin trabajo son los que más gastan, tanto lo fungible como lo espiritual, como si fuera una misma tarta. Después del monumental ágape, después de esa colosal indigestión, ¿serán estos últimos héroes de la sociedad del bienestar los que darán por concluido el plano secuencia que comienza con el Imperio Romano, Cristianismo, Renacimiento, Ilustración, Revolución Francesa, Revolución Industrial, Revolución Soviética, dos Guerras Mundiales, y acaba con el Terror nuclear, variantes todos del alma del Occidente, que ha conseguido con la ilusión de todos los días un mundo de ciegos, y el arma perfecta de "aniquilación" masiva. Y, sobre ese acabamiento del bienestar, del que esos benditos empiezan a ser sus principales víctimas propiciatorias, sobre ese agotamiento, ¿serán capaces de darnos otra buena noticia?: la vuelta a la forma de pensar del alma de la Grecia antigua, exenta de ilusiones porque no se lo permite el incansable compromiso con las preguntas. No puede haber ilusión cuando domina el asombro sobre lo que acontece en el mundo. La ilusión es para los que lo saben todo, antes que el común de los mortales, sobre el porvenir que nos espera

viernes, 25 de noviembre de 2016

LOS OTROS

Deberíamos reconocer que, como seres de palabra y de razón, lo que más nos cuesta es expresar lo que sentimos a "los otros". Tenemos que seguir esforzándonos para superar esa parálisis que se apodera de nosotros, y que hace que, con frecuencia, se nos congelen en la boca las palabras que imaginamos a partir de lo que leemos o miramos, al intentar darles forma para explicar a "los otros" la experiencia de nuestra alma o nuestro espíritu, Entendiendo por "los otros" esos que son unos "desconocidos". Esos que no forman parte de nuestro círculo de seguridad de amigos, de familiares, de afinidad profesional, ideológica o deportiva, etc. En fin, entendiendo por "los otros" esos con los que nos reunimos para compartir dudas y perplejidades, mediante un lenguaje que no es el habitual. Un lenguaje que en la mayoría de los casos nos fomenta la inseguridad, a lo que solemos responder con desdén o recelo. Un lenguaje que da forma, o proviene de unos relatos a veces muy cortos, a veces muy largos. Casi siempre tirando a extraños y sospechosos. Y por ello, nunca de lectura y discusión plenamente cómoda y satisfactoria. 

jueves, 24 de noviembre de 2016

NO EN LÍNEA RECTA

Quizás hubiera que dar la vuelta al reloj y contar al revés. A veces se me ocurren estas distorsiones para tratar de conseguir lo que no puedo por la vía ordinaria de contar uno, después dos y después tres. Imagino que así le tuerzo el brazo al tiempo, para ver si soy capaz de enderezarme con los pies en el suelo. Vano intento. Ella se ha ido para no volver. Todo lo que ocurra a partir de ahora será igual a lo que quiera mi alma congelada. Ni siquiera podré escribir lo que debería dictarme el sentido común. Seré un estúpido si acabo creyéndome que podré contar algo en línea recta.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

ALEGRIAS

Mañana el mundo los olvidará sin hacer ruido, me susurró al oído mi hermano. Luego se hizo el silencio absoluto y el cura comenzó su discurso delante de los dos ataúdes, en la pequeña iglesia a la entrada del cementerio. Según caminábamos hacia las tumbas, detrás de los coches fúnebres, me volvió a decir: disfrutamos de dos tipos de alegrías, la que tuvimos antes de la pérdida de nuestra inocencia, y la que nos inventamos después de que ellos nos abandonaron; hoy, cuando los enterremos, ya no nos quedará ninguna. Al salir del cementerio, antes de despedirse, concluyó: no sé si deberíamos evitar dejarnos arrastrar por el rencor.

lunes, 21 de noviembre de 2016

HISTORIAS Y LECTORES & HISTORIAS DE LECTORES

La palabra “historia” designa en nuestras latitudes semánticas tanto el relato de hechos verdaderos como el relato de hechos falsos. Esa doble acepción convoca a dos tipos de lectores. 
1 El lector que lee para saber lo que dice la historia, es un lector de noticias. Si nos fijamos, su actitud es la misma que leer un periódico o ver el telediario: a ver que me dicen. Es un lector que se mueve dentro de la seguridad que le proporciona la calma chicha inherente a toda esa ortodoxia en la que alguien es el único que habla porque hay otro alguien que ha decidido sólo escuchar.
2 El lector que lee para saber lo que dice de él la historia, es un lector sensible al sentido que pueda ir adquiriendo su experiencia. Es un lector que se aventura en los procelosos mares de esa imprevisible inestabilidad, en la que alguien habla pero él no se resigna sólo a la escucha. Entonces responde: quiero saber por qué, y a continuación se pregunta de forma intempestiva y heterodoxa: ¿a ver qué hago yo con lo que me dicen, o que hace conmigo eso que me dicen, en fin, a ver que hago yo con lo que escucho? 

Asistir, por tanto, a una tertulia literaria o a un club de lectura puede servir para: 
1 intercambiar esas noticias con los otros lectores; es una tertulia dentro del ámbito propio de toda la ortodoxia informacional.
2 comunicar ese-algo-hecho por cada lector a los otros-altos-hechos por los demás lectores; es una tertulia donde tiene lugar, y al mismo tiempo, el momento fundacional de la heterodoxia individual y colectiva, esa en la que no hay resignación ante la escucha. Esa en la que el lector individual, entre y en complicidad con los otros lectores, se encarga, al fin, de la responsabilidad de su palabra. 

Como historia, es la única realmente ni verdadera ni falsa, sencillamente verosímil y, por tanto, creíble.

viernes, 18 de noviembre de 2016

8 DE JUNIO

Sin embargo, hoy hace sol, en contra de los peores augurios que anunció ayer el hombre del tiempo. Ni un rastro de nubes. Tal vez por eso, mi madre se ha ido temprano a reponer las flores en la tumba de mi hermana. En la radio anuncian con insistencia la subida no prevista del paro. La que fue mi novia se estrena hoy como actriz principal en el teatro municipal de la ciudad. Espero que actúe por encima de mi desdicha. Esta noche he dormido sin sobresaltos, casi de un tirón. Después de desayunar, regaré el jardín. Luego me iré a nadar a la piscina.

jueves, 17 de noviembre de 2016

EL ESPEJO

Se dio cuenta de que estaba despierto cuando la pantalla televisiva empezó a reflejar noticias como si fuera un espejo. Hasta ese momento estaba convencido de que estaba en otro sitio. La sucesión de interferencias que iban apareciendo en la pantalla se parecían mucho a las que acababa de ver en ese otro sitio. No sé, llámalo sueño si quieres, me dijo. Sin embargo - continuó - este otro sitio y la pantalla televisiva no se parecían en nada. Esta última me doy cuenta que está ahí fuera, pero aquel sitio he empezado a sospechar que no está aquí dentro, dijo poniendo su dedo índice entre ceja y ceja. Yo quiero seguir a su lado, pero no sé dónde colocarme.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

AMOR TERMINAL

Tu tristeza nunca te dejó verlo, dices en tu última carta, ahora que se ha ido con su tormento, y que a tu soledad empieza a morderle el vacío. Dices tristeza, cuando te has dado cuenta de que dedicarte tanto tiempo a tu carrera no te ha servido para obtener mayor reconocimiento. Pienso que tiene más que ver con lo que yo llamo olvido. Olvido de quien era él de verdad, de que había detrás de esas apariencias construidas como un teatro de arlequín a tu servicio y en tu honor. Olvido de que no era un mueble. Simplemente pudiste hacerlo y lo hiciste. Lo abandonaste.

viernes, 11 de noviembre de 2016

TEATRO

Se fue lejos pero nos llevó siempre con ella en su corazón, es tu forma invariable de hablar cuando brota su ausencia en nuestras conversaciones. No quieres dejar de verlo así. No es tanto por ella, como por ti. Como si viéndola tal y como a vuestra madre le gustaba aparentar ser, te protegieras de lo que fue tu relación con ella. Así formas parte de su teatro. Tu manera de ver las cosas es la que mejor las oculta, distrayendo el curso de los acontecimientos venideros, ahora que ha dicho que no piensa volver a casa. En su corazón guarda de todo, también lo peor. No lo dudes.

jueves, 10 de noviembre de 2016

EN EL QUIRÓFANO

"¿Por qué le iban a molestar una muleta y una pata de palo?", creí entender a la enfermera que hablaba al otro lado del teléfono. La verdad es que no había prestado demasiada atención a lo que me decía. Era mi antigua novia. La volví a encontrar cuando ingresaron a mi mujer para ponerle una prótesis en la rodilla derecha. La vi de lejos y pensé que me había equivocado. Luego desapareció del hospital. Pero cuando tuvieron que amputarle la pierna a mi mujer, ella estuvo todo el tiempo en el quirófano, el mismo donde la conocí cuando me hicieron la operación del corazón. Al salir de allí nos fuimos a la cama.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

UNA BROMA INNECESARIA

No podemos matar el tiempo sin herir la eternidad, sin anular, por tanto, el horizonte de nuestros anhelos. Lo mejor de este terrible abismo es que nunca deja ver la verdad de su misterio. Lo peor, es que quedamos sujetos, como el brocal respecto a su pozo, a la hondura de esa ocultación, cavada insistentemente a lo largo de nuestra vida. El precio a pagar - porque vivir es un valor, pero también tiene un precio, como bien saben los traficantes de todo lo que se mueve -, en cualquier caso es siempre el mismo. Por eso entiendo cuando me dice, que alargar su vida es una broma innecesaria.

martes, 8 de noviembre de 2016

UNA ACTITUD ANTE LAS PALABRAS Y LAS COSAS

Hay en nuestras vidas una desproporcionada y desordenada acumulación de sucesos incompatibles con la tarea instrumental con que nos ganamos el sueldo cada día, debido a su valor de cambio. ¿Donde van todos esos sucesos? ¿Donde desembocan? ¿Qué hacemos con ellos? ¿Que hacen ellos con nosotros? ¿En que se nota en el transcurso de nuestros días?

Los cuentos encadenados pueden ser (como leer y escribir en general) una representación de esos sucesos, que son además una fuente inagotable de inspiración. Un cuento encadenado no es el inicio de una historia en marcha, ni el nudo de esa misma historia. No es una historia a punto de acabar, ni el final de esa misma historia. Es una imagen razonable. No racional, razonable, como ya he dicho en otro escrito. Las imágenes razonables son artefactos narrativos que resuelven, a mi entender, el acto de escribir un cuento encadenado de 100-120 palabras de forma más expresiva que los conatos de contar historias que todos tenemos, que en la práctica se quedan en conatos. Ya que debido a lo característico de su enfoque y su encuadre, mediante esas imágenes la voz narradora puede construir un ámbito, o una atmósfera, donde el lector despliegue al leerlos algunas de las posibilidades de su razonamiento. Tal aprendizaje no comienza por la transmisión de una serie de conocimientos o preceptos, o por un repertorio de técnicas o de estrategias para producir un resultado satisfactorio inmediato, sino por una confrontación directa e integral con la forma en que pensamos el mundo de aquellos sucesos que nos rodean, por la manera en que lo pensamos nosotros. Nada de esto, si nos fijamos, se opone a esos conocimientos o técnicas. Al contrario, más bien los refuerza, los hace más perentorios, una vez que hemos experimentado esa confrontación directa con la forma en que pensamos el mundo, que es el primer esfuerzo que hay hacer al escribir un cuento encadenado (y al leer y escribir en general). De ahí debe surgir la satisfacción por el esfuerzo realizado de quién lo ha escrito, que se concretará en esa imagen razonable que propongo. 

Marcar como prioridad, antes que nada, escribir el cuento buscando una satisfacción inmediata en el resultado del tipo escribirlo bien o escribirlo claro o simplemente escribirlo, es arriesgarse a escribir sin decir nada o a repetir lo ya sabido. Escribir bien no es sinónimo de bien escrito, como escribir con claridad no lo es de hacerlo con ausencia total de obscuridad, como simplemente escribir no significa haber escrito. Por ejemplo, el cuento puede estar bien escrito pero estar rodeado, al mismo tiempo, por un océano de tinieblas, teniendo el lector que atravesar esas tinieblas para llegar a esa luz. Este suele ser, aunque no siempre con acierto, mi forma de enfocar y encuadrar mis cuentos encadenados. Dicho de otra manera, para tratar de llegar a la luz de lo que nos es desconocido - en definitiva, así es como se aprende - no se puede hacer guiándonos con la luz de las palabras ya  conocidas. Correr el riesgo de perderse escribiendo (o leyendo) puede ser un acierto narrativo nada despreciable. Más conveniente, pienso yo, es iniciar el recorrido diciéndonos algo así como, "este mes me he parado, al fin me he parado, o el estar en esta tertulia ha hecho que inopinadamente me haya parado, no sé, lo que si es cierto es que me he parado y he pensado un rato cada noche, o durante el fin de semana, con algo o con mucha atención y confianza sobre los sucesos del mundo en el que existo cada día, no sobre los visibles sino los que no lo son tanto, o nada, y tengo una imagen provisional, o dos, o tres, que creo que representan con cautela, o más o menos, o un poco, esta experiencia. Y todavía tengo tiempo para afinarlas o pulirlas, para decidir la imagen que ofreceré a mis amigos lectores de la tertulia". Es el inicio de un recorrido que es reflejo no del todo consciente, o del todo inconsciente, del carácter íntimo del autor, ese que bulle temblorosamente bajo la solidez indiscutible de su carácter oficial en el trabajo o en la familia o con los amigos, pues se ajusta al uso de la palabra poética a la que todo ser humano, por estar constituido de palabra y de razón, está adscrito, lo sepa o no. Lo quiera o no. Lo exprese por escrito o no. Lo exprese oralmente o no. 

Ningún ser humano puede prescindir de la condición poética intrínseca al sonido y al sabor de las palabras, las suyas y las ajenas, pues sería lo mismo que prescindir de su intimidad o de su alma. No podemos no querer sentir, para entendernos, esa resonancia de las palabras dichas o oídas, leídas o escritas, que nos suenan y nos saben en nuestro interior, sencillamente por el hecho de seguir vivos, ocupando un lugar en el mundo. La mayoría de las veces esa resonancia no repercute fuera y se queda en silencio, pero, a veces, necesita querer expresarse con formas y en momentos y en lugares inesperados. Escribir un cuento encadenado (como leer y escribir en general) es una actividad que fundamenta su seriedad y elementalidad en saber estar a la espera. 

viernes, 4 de noviembre de 2016

LO IMPORTANTE

Apaga el ordenador, retira la silla que la mantenía pegada a la mesa y se dirige a la cocina. Abre el armario y coge una botella de whisky . Luego coge un vaso de culo gordo y lo llena hasta arriba. Bibiana Kaulestia sabe que "su estado de bienestar" no da para más. Lo delata que ya no se enfada. Cuando sale a la calle con los suyos, sólo se ríe. O encoge los hombros cuando alguien le hace una pregunta, que ella siempre considera insustancial. ¿Lo importante? De repente, a su edad, se ha dado cuenta que no sabe lo que es.

jueves, 3 de noviembre de 2016

EL PUNTO CIEGO

De repente, a su edad, se ha dado cuenta que no sabe lo que es el punto ciego. Bueno, Julius si sabe lo que significa: que hay muchas cosas que uno no puede ver aunque sean visibles. Lo que no sabe, certeramente, es cual es el suyo. Mientras pasa el dia en el hospital psiquiátrico, no tiene mas remedio que estar sometido a la perfección y exhaustividad de su mirada. Lo tiene que ver todo. Pero cuando regresa a casa caminando, nota un temblor en la verruga derecha de la cara que le nubla la vista por ese lado. Siempre teme que el temblor continúe cuando regrese al hospital. Por eso hoy ha decidido quemarla.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

ANTE LA CRISIS

Lo que todo ser humano descubre estupefacto cuando entra en crisis es el vacío como elemento constituyente de la existencia. La angustia que viene a continuación es la respuesta inexorable a ese vacío. Si acude a un experto, pues ya está. Pero si decide contarlo narrativamente corre el peligro de que todo ese embrollo en que se encuentra metido se desborde o se desparrame e inunde todo lo que su fuerza imparable alcance. La voz narradora, entonces, se habrá desahogado a gusto, pero el lector que pretenda comprenderla no podrá ver nada. Podrá hacerse cargo, pero no lo podrá hacer suyo lo que cuenta. Sin embargo, cuando controla el embrollo de manera razonable, no racional, con razonable vacilación o incertidumbre o ambigüedad, en el sentido de que actúe como un dique, produce en el lector una lúcida melancolía que le permite acceder a ese oscuro confín en el que se aloja la existencia humana cuando la abraza el vacío. Un confín que, a su vez, no deja de ser para ambos, la voz narradora y los protagonistas, una presencia como si fuera un pesado y lacerante fardo. Produce en la intimidad del lector el sentir de aquel sentido. Los comprende aunque no los conozca. Es decir, hace suyo el embrollo que ha disparado esa crisis.

sábado, 29 de octubre de 2016

POR SI SE VA LA LUZ, novela de Lara Moreno

La novela de Lara Moreno se desarrolla dentro de un triángulo equilátero cuyos lados son las tres frases que me han acompañado en su lectura: "por si se va La Luz"; "el lugar donde las cosas no ocurrirán jamás"; "no hay ningún sitio a donde ir". Como la ética de Spinoza pareciera estar construida bajo los auspicios del imperativo geométrico. Sin embargo, no es inexacto imaginarlo así. Lo que si queda claro es que fuera de ahí, o sea en el mundo del lector que se sugiere con autopistas y coches y los de la organización, todas las palabras están ordenadas al servicio de la  propaganda oficial, ya sea pública o privada. Esa que consigue que uno se levante cada mañana y, antes de zambullirse en el jaleo, se vea en la trastienda de la intimidad como un escarabajo, mientras que los demás, por puro cinismo egoísta, te siguen viendo y te saludan con total rutina e indiferencia. Y que a nadie se le ocurra romper ese guión, pues será visto entonces, no como un asqueroso insecto, sino como un peligroso delincuente.

Después de una lenta y costosa digestión puedo decir que el relato de la autora andaluza transita por estos oscuros y, al mismo tiempo, alentadores caminos. Digamos que sus partes, lentamente, empiezan a formar un todo roto, pero denso y estropajoso, que se adhiere con fuerza en mis entrañas. Es como esa bola que producen los escarabajos, que con enorme esfuerzo empujan y empujan hacia no se sabe dónde (me parece una imagen útil para ilustrar ese derecho que tenemos a luchar contra lo que es más grande y más fuerte que nosotros, la única lucha que vale la pena emprender, aunque siempre está abocada al fracaso, pues es una metáfora cabal de nuestros destino final), aguantando la desproporción manifiesta que hay entre el que empuja y lo empujado. Simplemente empuja y empuja. Hasta la muerte. "Por si se va La Luz" es una novela que va al encuentro con la muerte, la única certeza realmente existente. Sin dejar por ello de luchar por la vida. De esa decisión saldrá o brotará, tiempo después, toda su sabiduría, pues tiene vocación de acabar cuajando en la intimidad del lector, allí donde no es posible la mentira ni el autoengaño.

Siguiendo la técnica del collage, Lara Moreno ha construido un relato a base de ir uniendo partes reconocibles, pero separadas de su contexto narrativo habitual donde las reconocemos, introduciendo en cada parte elementos de distorsión, más o menos ostensibles, a base de asociaciones o metáforas o series imprevistas, fragmentos que son los que, a la larga y después de una costosa digestión en el estómago, en el alma y en el cerebro, va proporcionando coherencia y concordancia al conjunto, que los reclama sin que desaparezcan. Pero eso solo sucede, si el lector aguanta las embestidas de las palabras, y de las escenas, lo cual no es nada fácil. Es muy difícil vivir sintiéndote un escarabajo, pero lo es más saber poner el GPS en dirección hacia la muerte, como línea de fuerza que indica el camino hacia todo lo que vale conocer en la vida de uno que se siente íntimamente, alguna vez, como un escarabajo. Después de tal descubrimiento, este es el principal aprendizaje, pienso yo, de esa experiencia. Muy al contrario, en esos casos siempre buscamos con desesperación que nos salven, que no es lo mismo que lo que dice Spinoza cuando habla de nuestro instinto de perduración. Esa es la tragedia y la grandeza de toda vida humana. Pero la narradora es indulgente y, al final, nos deja la esperanza de una nueva vida en la barriga de Nadia, el personaje donde todos lo demás personajes se fijan, a los que da la luz y el que los sumerge en las sombras. Nadia, la que no en balde es el único personaje  que confiesa ante el lector: "Yo necesito que me comprendan y sobre todo necesito que me hablen" (Pg 17). Nadia la urbanita, la que tenía miles de amigos en la ciudad, la que estaba conectada de forma virtual las veinticuatros horas del día, la artista conceptual, imaginativa y talentosa. Nadia la que renovará, al fin y al cabo, el ciclo de la vida y de la muerte, cuidando al moribundo Damián y teniendo un hijo con Martín. Nadia.

La pieza artística que entrega Nadia a Enrique, para que la cuelgue en el bar, bien podría ser la representación y el resumen de esto que digo. Y de paso de la novela.
Es decir, un cuadro de costumbres de caza - que se asemeja al simple argumento de la novela, las estampas de un pueblo medio abandonado, en plena fase de repoblación, al que acude una pareja de urbanistas a ejercer de neorurales - cuyo significado queda radicalmente alterado por la distorsión permanente de las formas de presentarlo, o rasgarlo, o añadiendo algún esqueleto, debido a la intervención de la artista Nadia sobre el hueco del lienzo. Lo que si me pareció difícil de digerir en el momento de la lectura es que estos nuevos significados, al intervenir sobre el significado convencional, retardan la aparición del sentido del relato. Por lo que acabé leyendo a tientas, como casi siempre. Es solo, como ya dije, cuando la acabé de leer, cuando empezó a bullir en mi conciencia algo parecido a un sentimiento -  o lo que es lo mismo, empecé a sentir el sentido del relato - de acercamiento y complicidad con lo que había leído. A todo ello me ayudó el, para mí, momento culminante de la novela. Ese con el que empecé a darme cuenta, después de atravesar un proceloso "desierto narrativo", aguantando a la intemperie las embestidas de su frío y de su calor, que la novela estaba escrita desde algo parecido a la conciencia de la autora del artilugio (así denomina a la pieza artística de Nadia el nihilista y, por tanto, romántico Enrique, que lleva media vida ejerciendo de tal en el pueblo), y que lo ha titulado "el lugar donde las cosas no ocurrirán jamás" (pág 224 y 225). Este artilugio no necesita el sentido, dice Enrique, porque no es sobre el sentimiento de miedo, sino que el artilugio es La idea del miedo. Este artilugio, empecé a comprender al leerlo, es como el corazón desde donde "late" todo el libro. El que irradia la presencia del ser de su autora sobre todo lo demás, transformando, al igual que hizo con su pieza artística, las escenas más habituales en algo que dejan de serlo mediante el uso continuo de asociaciones, metáforas o series imprevistas o intempestivas, que no ofrecen continuidad, sino ruptura y una pregunta constante, ¿ahora qué? Discontinuidades y rupturas, cuyo realismo desconcertante no acaba de acoplarse bien o del todo, a mi entender, al reguero de heridas y esperanzas que va dejando abiertas. Para entendernos, las he sentido con frecuencia como tics almodovarianos.

Enrique habla así del artilugio, en ese momento que he calificado de culminante:
"Consta de una marco enorme y hueco, de madera, seguramente antes hubo una tela pintada con motivos de caza que ella arrancó. Del extremos superior, al centro, cuelga una cuerda fina hasta el  extremo inferior, y en ella hay ensartado un esqueleto móvil que no puedo describir, con alambres oxidados las vértebras del artilugio forman huesos extraños, objetos llenos de locura: si uno mira detenidamente cada cosa, cada rama retorcida (espina dorsal o brazo), ese collage al aire (unas tijeras viejas, una probeta, el pequeño cráneo de un roedor), siente miedo o la idea del miedo; pero desde más lejos, observando el total, queda iluminado por la concha de una visita que es indudablemente el corazón del artilugio, y se embriaga de paz. En el borde del cuadro hay una palabra dibujada con pintura negra: kolymá. La he leído antes en alguna parte. Hasta que Nadia me trajo aquello no supe cuanto echaba de menos la abstracción. Eso es Nadia: lo abstracto. Por eso me atrae, por eso intercambio libros con ella, porque está alejada de la tierra y aquí todo es arena, hasta el sexo de Ivana por dentro es arena, arena mojada por la noche, pero arena polvorienta al amanecer. Nadia trajo de nuevo lo inservible a mi vida y yo solo supe servirle más ron, ofrecerle un cigarro y preguntarle donde creía que podíamos colocarlo."

viernes, 28 de octubre de 2016

VOLVER ES NO HABERSE IDO

Quiere regresar pronto a casa para cortar amarras con su padre, que, según ella, vive conmigo desde que me eligió poco después de la muerte de su madre. No porque tuviera necesidad de tener compañía, ya que desde el principio no dejó de consolarlo a todas las horas que le dejaba libre su trabajo de maestra en la escuela, aunque su padre fue indiferente a la atención que le dedicaba, pues no paraba de asediarla reprochándole que se encontraba muy solo. Ahora me previene que quiere regresar a casa, porque desde que se marchó hace dos años no se ha ido todavía.

jueves, 27 de octubre de 2016

EL HEREDERO

Desde que se marchó hace dos años no se ha ido todavía, porque todo lo que dejó aquí le pesa - incluso más - como si lo llevara cargado encima como un fardo. Le debe pesar como le estará pesando lo que me dijo, igual que un aullido, sentado en el borde de la cama, aquella noche antes de marcharse: ¿qué quiere mi padre de mi? Nunca le perdonó que hubiera renunciado a hacerse cargo de la empresa, que con tanto ahínco había construido en los últimos treinta años. Cuando me levanté encontré una nota suya en la cocina. En ella me decía que yo soportaría mejor el papel de heredero del viejo.

miércoles, 26 de octubre de 2016

EMILY JANE

Todo era una ilusión, un solo recuerdo, llámalo si quieres una manera de sobrevivir. He comprendido el sentido de los viajes largos, una vez que lo fui dejando todo atrás. La nueva perspectiva de la mirada me impedía retroceder, sólo avanzar hacia un destino lleno de genialidad. Como si la genialidad fuera algo que perteneciera sólo al horizonte distante, pero a mi alcance. Como si la genialidad fuese una parte de mi que se hubiera separado, como un hijo lo hace de su madre al nacer. Como si la genialidad fuese yo mismo. Hoy que he regresado, no obstante, siempre supe que volvería a verte, Emily Jane.

martes, 25 de octubre de 2016

EXPERIENCIA BOOK

No hay ningún sitio donde ir. El descubrimiento de nuestro destino nos sumerge en un sentimiento  de pérdida, que creemos injusto e inmerecido, por eso revalidamos, una y otra vez, nuestra fe laica (semejante a la fe de los creyentes religiosos) en un mundo que tiene propósitos que cumplir y metas a donde llegar con el deber cumplido. Con estas turbulencias en el alma y en el cerebro, si no es demasiado tarde, acabamos por aceptar con serenidad que en la vida no hemos hecho otra cosa que perdemos y encontrarnos, para volvernos a perdernos y encontrarnos. Nos damos cuenta, al fin y al cabo, que uno nace solo, se pierde solo y se encuentra solo y se acaba muriendo solo. No se debe tomar esto como un signo de derrota o de envejecimiento prematuro, sino de máxima lucidez propia de la edad adulta.

De todos los artefactos que hemos inventado para sobrellevar esta colosal estupefacción, el nuevo dispositivo de conocimiento bio-óptico organizado, que les adjunto (2016-10-24-VIDEO-00001919), es el que mejor se ajusta a los instantes de silencio y soledad que acompañan a esa pérdida constante que es nuestra vida. Porque es el que mejor nos ayuda a volver a encontrarnos, es decir, a cómo saber cual es nuestro lugar en el mundo, la verdadera forma de conocimiento. Espero que les sea útil.

sábado, 22 de octubre de 2016

SENTIMENTALES

Olvidaba los cuadernos manuscritos de su pequeña escuela sobre la mesa de la cocina, cada noche después de cenar, pues sabía que yo era quien se encargaba de recoger. Era todo lo que hacía. Sin hablar nada, de nada. Un silencio que me atravesaba como miedo y dolor. Junto a los cuadernos dejaba también un libro de Salinger que le había regalado por su cuarenta cumpleaños. Pasadas dos semanas, en lugar de preguntarle por qué se comportaba así le di una ojeada al libro. En la página noventa había subrayado lo siguiente: "Qué terrible es cuando digo te quiero y en la otra punta la persona grita: ¿qué?"

viernes, 21 de octubre de 2016

AÚN NOS QUEDA LA PALABRA

Después de muchos años moderando clubs de lectura y tertulias literarias varias, he de reconocer que ha crecido dentro de mí un "orgullo profesional" que ha acabado por traicionar el espíritu de esas citas literarias. Me explico. Por un lado he convocado a los lectores con el deseo de que se comporten como los tres grandes maestros occidentales, Sócrates, Platón y Aristóteles, nos vienen enseñando desde hace más de dos mil años. Que vengan pensados, preguntados, razonados, que se dejen la mochila del día a día en su casa. Pero, por otro lado, también quiero que vengan muchos lectores al club de lectura, que vengan todos, lo cual va en contra de lo que he dicho en primer lugar y de lo que nos sugieren aquellos maestros. Un moderador quiere hacer llegar a los más, lo que solo son capaces de entender y comprender los menos. Construir ese raro oximeron que se llamaría democracia aristocrática. Vano intento. Aunque haya que seguir insistiendo en que la educación o la paideia nos harán mejores ciudadanos, sé la falacia que esconde, dicho a secas, ese imperativo ilustrado.

Puede que la historia del pensamiento occidental más reciente empieza con un alemán que nos anuncia que Dios ha muerto; después un francés que es el Hombre el que ha muerto; un vienés dice que es el lenguaje el que ha muerto; otro alemán anuncia la muerte de la metafísica... en fin, ¿qué nos queda en Occidente? Nos queda el coche, y la bici, y el AVE, y las enfermedades y sus remedios, y las vacaciones, y el despido laboral, y que los hijos se casen, y el optimismo social, y el nihilismo total, y las ideologías irreconciliables, y las ideologías sin distinciones contrapuestas. También nos quedan la diversidad de pantallas para ver todo eso. En fin, nos queda la vida con su apabullante y constante misterio. Como siempre. Desde la caída del Imperio Romano hasta la hora siguiente a la caída de las bombas en Hirhosima. Desde Cristo hasta Mahoma pasando por Confucio. Y, sobre todo, lo que nos queda porque nunca se ha ido es la posibilidad de que las personas sigan pensando, es decir, imaginando la vida hasta que la muerte dicte que se acabaron las posibilidades. Lo que en términos del continente europeo quiere decir que Occidente tiene ante sí la inmensa tarea de volver a pensar, sin restricciones ni prejuicios, sin imperialismos ni colonizaciones, el diverso e inmenso patrimonio intelectual y cultural que nos ha hecho como somos. Desde Parmenides hasta Han. Desde Altamira hasta Picasso. Desde las carreras de cuádrigas hasta las de Fórmula 1. Incluyendo en esa apasionante conversación, como no podría ser de otra manera a estas alturas, a  nihilistas, islamistas, cristianos, orientales, optimistas, pesimistas, negros, blancos, hombres, mujeres, etc.

Será en las pantallas y fuera de ellas. Será con moderadores mediáticos y con los de las catacumbas. El terror nuclear y la globalización económica e informativa, los nuevos Dioses que nos hemos inventado - uno demoníaco y otro dionisíaco, uno obscuro y otro luminoso, uno pasivo y otro dinámico, en justa condición de igualdad y como reflejo cabal de nuestra auténtica naturaleza - después de matar al omnipresente, único y unívoco Dios celestial que nunca hizo caso de nuestros ruegos y temores, harán que la Tierra siga girando hasta que el sol nos abandone. Serán, además, una mejor matriz para las aspiraciones irrenunciables ilustradas de Libertad, Justicia y Fraternidad, que lo que fueron con las matrices que las albergaron hasta ahora: la Nación, el Estado, el Imperio, la Clase, el Partido. En última instancia es lo que tiene pertenecer a una especie constituida por seres de razón y de palabra. Hay posibilidad de enmienda. Es decir, de imaginación. Por tanto, el suicidio colectivo total e irreversible es inimaginable. Alguien tiene que quedar para contarlo. O dicho de otra manera, en la vida la fuerza por contar es más poderosa que la de desaparecer. O como decía Baruch Spinoza en su Ética, demostrada según el método geométrico, "cada cosa se esfuerza en cuanto está en ella por perseverar en su ser". 

Además de todo lo anterior, que está muy bien y es fácil enumerado, sin embargo nos queda lo peor. La soledad y la incomprensión que produce vivir entre los otros en la sociedad actual, llena de tipos normales, que le pasan cosas normales, que han ayudado a construir, mediante su estilo de vida, una inane normalidad con su manera de hablar por hablar, sin ton ni son y sin pena ni gloria. Una normalidad televisiva o pantallista que debido a su matriz banal, como nos enseñó Hannah Arendt, es por donde aquellos enseñan su pezuña totalitaria, siendo a la larga fuente de la mayor parte de la malignidad que hoy padecemos en las sociedades del bienestar. Pues lo cubre todo, mediante su obsesiva perseverancia y omnipresencia, con un espesa capa de aburrimiento, cansancio y desánimo que se ha convertido en la atmósfera que respiramos. Y es que Arendt también nos sugirió que el totalitarismo no siempre se nos iba a aparecer con bigotito o bigotazos y vestido con andrajos castrenses, sino que bien podía aparecer disfrazado de plañidera víctima propiciatoria gesticulando con modales de gacela. Y, ciertamente, hoy el verdugo ha mutado en víctima, hoy el totalitario no quiere dar miedo sino lástima, o todo lo más grima.

Este nuevo totalitarismo victimista está construyendo un desierto que no viene de Africa, sino de la infantilización de los mayores para burlar a la muerte y de quienes tienen que coger el relevo que, en justa correspondencia, no quieren ser adultos para eludir a la vida. Un desierto donde todos quieren mandar y tener la última palabra moral y estética sobre los asuntos comunes que no aparecen, pues nadie logra convocarlos, ocultos bajo sus arenas movedizas. Un desierto donde solo existe lo que se ve, nada, y solo se ve lo que se mide y se contabiliza, todo. Ningún ser humano vivo puede desplegar su existencia entre la nada (atributo propio de los muertos) y el todo (atributo propio de los dioses).

jueves, 20 de octubre de 2016

EN BLANCO

Mi tía consiguió su anhelada peluca, pero no impidió que todo el pueblo la siguiera culpando de la muerte de su marido, es una mujer egoísta, sin compasión hacia sus hijos. Donde vivo ocurren cosas así. Vivo en el campo. El otro día escuché lo de la señora de la peluca al vecino de al lado. Al llegar a casa un saltamontes se puso encima de mi ordenador. Le grité y no me hizo caso. Como la señora de la peluca a sus hijos. Como la historia que intento escribir desde hace un año. Ocurren muchas cosas, sí, y palabras que viajan a donde no llego.

miércoles, 19 de octubre de 2016

¿QUÉ ES UN RELATO?

Es la prueba que ofrecemos a los otros de la continuidad de nuestro tiempo y de nuestro sentido, es decir, de la forma del estado de nuestros sentimientos, de la desgracia y de la esperanza que acompañan al transcurrir de la vida (ya sea la propia o la ajena), del consuelo que requieren, de la inutilidad y miseria de tener aquello que de tan temible no es lícito tenerlo, de distinguir entre lo que podemos llegar a saber y lo que ofrecemos no como garantía de nada, sino como iluminación de nuestro humilde lugar en el mundo. De otra manera, un relato es la iTV que verifica como nos relacionamos con las palabras (las propias y las ajenas), qué hacemos con ellas y qué hacen ellas con nosotros. Una experiencia que es casi imposible tener en el trajín y ruido de nuestros días. Pues no olvidemos que somos seres hablantes que, como no puede ser de otra manera, no dejamos de hablar. Y que de tanto uso las palabras se gastan y se oxidan, y acaban por no decir nada, incluso en las tribunas más prestigiosos y honorables. Y entonces aparece el ruido y la incomunicación. Y todos los malestares que de ellos se derivan. Pero eso es otra historia.

Lo anterior es una definición seria y elemental, como lo es la vida misma. Y no hace falta ir a la universidad para entenderla, ni para ponerla en práctica. Ninguna conversación familiar, profesional o social nos proporcionará de forma íntima (no confundir con privada) tanta lucidez como las palabras de un relato. Piénsenlo. Porque el arte de contar nuestra vida, de darse cuenta de  ella, de tenerla en cuenta, de ver cómo nos sentimos, no es más que el arte de vivir. "Vivir con arte es vivir contando la vida, cantándola, paladeando sus gustos y sinsabores" (José Luis Pardo). Y ofrecerla a los demás. Así ni nuestros hijos, ni nuestro cónyuge, ni nuestros padres, ni nuestros amigos, ni nuestros compañeros de trabajo..., en fin, así nadie podrá reprocharnos que pasamos por este mundo viviendo, es decir, hablando sin pena ni gloria (excepción hecha del hablar para ganarnos el sueldo), ya que sí lo hacemos con honestidad y humildad. Convengamos, si les parece, que todo lo importante que podemos ofrecer a los otros procede del manejo que hagamos de estas dos palabras. También que ellas son la mejor prueba de que aquella definición y nuestras vidas no son exactas, pero si son, además de serias y elementales, verdaderas. 

martes, 18 de octubre de 2016

BUENAS RECOMENDACIONES

Lo conmovedor de las reflexiones que ha hecho un amigo mío sobre la novela "La impaciencia del corazón", de Stefan Zweig (en el sentido de moverme a acompañarlo, de acompañar sus palabras con mis palabras; este debería ser, a mi entender, el toma y daca de toda conversación, en el que unas palabras llevan a otras, y de unas reflexiones surgen otras. Y no tanto atrincherarnos detrás de las etiquetas "yo estoy totalmente de acuerdo contigo", o "yo no pienso del todo así", o "yo no estoy en nada de acuerdo contigo", etc.) es comprobar cómo ha puesto en práctica la recomendación de las artes básicas antiguas y de siempre, a saber, hablar, leer, escribir, pensar, en fin, imaginar. Ellas nos dicen que el lenguaje es la puerta por la cual uno ingresa en el  mundo, y que uno no sabe exactamente lo que está pensando hasta que no lo expresa, y que cuando lo expresa no solamente ocurre que uno comprueba que lo está expresando, sino que hay otro que te escucha y otro que te tiene que entender. No me refiero a un pensar, un expresar, un escuchar y un entender tal y como se utilizan en las aulas de las escuelas, los institutos y la universidad, o en las empresas, o en las familias, o en las reuniones sociales, o en las diferentes terapias o teorías psicosociales, o en las variopintas tabernas. No me refiero a ese apego, o a esa forma de estar pegados a las palabras en el ámbito de esas instituciones. Sino a un pensar, expresar, escuchar y entender que nos haga mostrar la inclinación y nos despierte el interés con que deberíamos utilizar las palabras cuando hablamos, leemos, escribimos, pensamos e imaginamos fuera de aquellas instituciones. Que nos capacite para imaginar que ello es posible, porque entendemos que es necesario e inaplazable. Cuando estamos, por ejemplo, solos frente un relato. Que es lo mismo que estar solos frente a su mundo. Cuando escuchamos las palabras de Otro, que, al fin, no son las del sacrosanto e intocable YO, ese pequeño dios pegado a aquellas instituciones como lo está la uña a la carne. Un Yo Institucionalizado, por tanto, cuyas palabras valen y dan de sí lo mismo que las instituciones a las que pertenezca.