martes, 23 de abril de 2024

ANTONIO GAMONEDA

 EXISTÍAN TUS LABIOS



DIANE DI PALMA

 CANCIÓN REVOLUCIONARIA Nº 44



YANNICK

 Tardó lo suyo pero al final la película “Yannick”, de Quentin Dupieux, me evocó una imagen remota, que me pareció del todo convincente como espectador de la película francesa. Tiene que ver con el asalto a las Tullerias de los sans culottes parisinos, el día 14 de julio de 1789. Lo que se conoce, según todo el mundo sabe, como el inicio de la revolución francesa o también como el inicio de la Edad Moderna. Si el asalto a las Tullerias de antaño tenía que ver con el hartazgo de pasar hambre y penalidades, el asalto al escenario durante la representación de una obra de teatro de hogaño, que representa Yannick, tiene que ver con el hartazgo de sufrir la banalidad de la abundancia. Si aquel asalto inauguraba las promesas de la modernidad, este de Yannick las daba por concluido en el mejor sitio posible, sobre el patio de butacas y el escenario de un teatro. Los dos momentos se parecen en lo mismo: la apertura de la caja de los truenos frente a una situación que se ha hecho insostenible. Las Tullerías relacionada con el hambre. El teatro relacionado con la abundancia de todo. Lo que vino después del tumulto de las Tullerias fue el mundo en el que todavía existimos. Lo que vendrá después del tumulto del teatro, con Yannick a la cabeza, es imposible saberlo. Cuando azuza el hambre por escasez de alimentos sabemos lo que hay hacer. Pero cuando ahoga la abundancia por exceso de todo no tenemos ni idea. Lo único que sabemos, después de 235 años desde el asalto a las Tullerias, es que nuestro deseo es insaciable y se puede comer el planeta. Fin de la historia de la humanidad. De momento, la película de Yannick acaba con la policía punto de entrar en el teatro para poner fin a la representación y detener a Yannick.

Sin embargo, me vino a la cabeza una idea que lleva rondando desde que soy coordinador de club de lectura y de cine forum. A saber, darle al lector y al espectador el lugar y la voz que se merecen en la República de las Letras. Es bien sabido que una de las consecuencias del tumulto de las Tullerias fue la regulación de los saberes por parte de la clase emergente y luego dominante tras la Revolución Francesa. La burguesía industrial. Academias, museos, estéticas, críticos,… se ocuparán de ordenar y catalogar lo que hay que ver y leer, y lo que no. Lo que son obras maestras y lo que no. Fuera de este nuevo orden burgués industrial quedaron los miles y millones de lectores y espectadores que se iban alfabetizando y accediendo a la cultura a través de los cada vez más sofisticados medios de comunicación. La forma de pensar y de percibir del individuo espectador y lector (no la del crítico profesional) respecto a lo que ve, oye o lee ha sido silenciada totalmente. Como mucho, queda relegada a un plano marginal, el de la conversación privada. La manera de pensar y percibir de espectadores y lectores queda sepultada ante las múltiples perspectivas y ruidos mediáticos con que se acoge hoy a cualquier acontecimiento narrativo. Solo adquiere formas de dato: la audiencia o el público. Hasta hoy en que Yannick ha dicho Basta ya, como lo dijeron los sans coulottes parisinos muertos de hambre y de calamidades. Basta ya de ser consumidores de cultura sin ton ni son, y cuando a ustedes editores, productores, directores o escritores les pete y como les pete. Basta ya de estar siempre disponibles a comernos lo que a ustedes editores, productores, directores o escritores les pete y cuando les pete. Basta ya de ser meros consumidores pasivos de sus culturas, como las vacas llenan el buche en el establo el pienso que les pone el ganadero. Lo que nos echen, cuando nos lo echen y donde nos lo echen. De eso es de lo se harta Yannick pistola en mano, para subrayar a la antigua su hartura. Pero como los sans culottes parisinos, Yannick no está en condiciones de responder a las preguntas fundacionales de todo acto creativo: para qué y por qué accedo a la cultura. Cuyo epítome no es otro que para qué y por qué leo un libro o veo una película o un cuadro u oigo una sinfonía.


La cuestión es para qué y por qué sale Yannick a la palestra pistola en mano. Los sans coulottes sabemos que hicieron lo que hicieron sin saberlo, para inventar la revolución, contra la opinión del monarca que pensaba era una rebelión más de desarrapados. Para convencerse y demostrar al mundo que el hambre es un arma cargada de futuro. Ahora parece fácil darse cuenta, pero entonces era inimaginable. ¿Puede Yannick, pistola en mano, abrir la grieta en la muralla del colosal acomodamiento actual de la clase media dominante, más torpe e inculta que aquella burguesía fundacional, para demostrar que la cultura de los mandarines de la cultura es un arma cargada de aburrimiento, indicando de paso cual es el futuro de la cultura de quienes hoy se la comen. Yo pienso, a tenor de los espectadores que lo jalearon en el teatro, que no. Yannick montó una nueva performance titulada Basta ya tíos listos, yo también puedo hacerlo. Y lo hizo, con faltas de ortografía incluidas. Hizo valer aquello tan propio del hartazgo de la abundancia: lo puedo hacer y lo hago. Pero no es eso, no es eso. Algo que nunca se les pasó por la cabeza a los sans culottes de las Tullerias.


viernes, 19 de abril de 2024

LORD BYRON

 


LAURA MONTES

 UN ALTAR CALIENTE



LA GALLINA CIEGA 13

 EL MUNDO SIGUE SIENDO INFINITAMENTE GRANDE PARA QUIEN VIAJA CONSIGO MISMO.

¿De quien es tu experiencia de exiliado? Le pregunto a Maxaub mientras bajamos las escaleras de la estación de metro de Ventas. No se esperaba la pregunta y menos su contigüidad con la visita a la plaza de toros y aledaños. Por decirlo con otras palabras, lo que se esperaba, me dijo, es que le preguntara como veía esa superposición en el mismo espacio de dos modos de entender la fiesta que obedecen, al menos por razones históricas, a dos momentos existenciales y políticos diferentes. Que los días de gloria de la tauromaquia, que el régimen franquista utilizó en beneficio propio, hubieran ocupado el mismo espacio que los días de gloria de la movida madrileña, santo y seña de la vuelta de la democracia española. Para entendernos, insistí, desde el punto de vista de la biografía de todos y cada uno de esos protagonistas, incluida la tuya propia en el exilio, son distintas entre sí y todas, a su vez, intransitivas. Es decir, incomunicadas e incomunicables. 


Ahora bien, si entiendes la primera pregunta como impulso para salir de la jaula - en que se ha convertido tu biografía de exiliado entendido solo así - y como punto de arranque de tu aprendizaje fuera de aquella, tu experiencia de exiliado es básicamente delegada. Es decir, la vivida por otros exiliados y también la vivida por los que después de la guerra se quedaron y organizaron la vida aquí. Y no cuesta nada deducir que lo que nos impresiona y percibimos de tal experiencia lo hace también por relación con nuestro aprendizaje, que tiene que ver exactamente con lo que le sucedió a los otros. Me puede impresionar lo que le ha sucedido a alguien - tu exilio, talmente, le comento a Maxaub - con más fuerza que si me hubiera sucedido a mi. Por tanto forma parte de mi todo lo que experimento. Creo entender entonces, que este paseo peripatético a mi lado, no deja de ser experiencia conjunta asumida, me contesta el exiliado mayor. 


Estamos acabando el paseo que menciona Maxaub y quería que visitásemos juntos un puñado de lugares que tienen que ver con esa combinación: testamento y herencia, que forma parte de la larga travesía existencial que ha sido, al fin y al cabo, la postguerra española. Vale que el no reclamar el testamento de ese largo periodo, vaya a cuenta del saludable olvido que nos hemos dado para poder construir juntos un futuro democrático dentro del continente europeo al que pertenecemos. Pero lo que ya es menos justificable es hacer caso omiso de la herencia recibida, que es lo mismo que admitir que no ha pasado nada. Es decir, que comenzamos con la hoja de servicios en blanco, como si el mundo y nosotros mismos empezáramos a rodar el mismo día en que se murió Franco. Punto pelota. 


Vayamos por partes. Si nos metemos en el caserón que ocupa hoy la Fundación Ortega y Gasset-Marañon nos hablará de actualidad. Pero si le metemos imaginación al asunto, comprobaremos que en ese mismo caserón estuvo, antes de que todo se fuera al garete, el primer centro de estudios universitarios para señoritas, y que el significado de esas mismas piedras que dan forma al edificio y el excelente jardín que lo rodea se hace nuestra herencia ante la mirada del visitante más despistado. En la órbita de la Institución Libre de Enseñanza la Residencia para señoritas tuvo como primera directora a María de Maeztu. Estuvo funcionado hasta 1939.Tras la minuciosa depuración de funcionarios y profesionales de la educación fieles a la República la Residencia inició de nuevo su actividad el 15 de febrero de 1940 y bajo la dirección de la antigua residente Matilde Marquina García.


Cerca de la Fundación Ortega y Gasset-Gregorio Marañón está la sede de la Fundación Giner de los Ríos, que custodia el legado de la Institución Libre de Enseñanza. De repente, en un kilómetro a la redonda se le ha echado encima al exiliado mayor el testamento no escrito del gran proyecto educativo de la segunda República. La joya de la corona de laurel que no pudo llevarse cabo por razones conocidas. Me doy cuenta que Maxaub pone mohines en su cara. Y esta vez no tengo nada para salirle al paso y mitigar su nostalgia resentida. La imaginación que desplegó sobre el erial español educativo la Institución Libre de Enseñanza, a finales del siglo XIX, no se ha cumplido todavía, casi cincuenta años después del inicio de la vida democrática, en pleno siglo XXI. En ese sentido, le digo con gesto de humildad cómplice, somos todos exiliados de los saberes que hacen a los seres verdaderamente humanos.


Dejé para el final del paseo peripatético el barrio de Lavapies por dos motivos, que me parecían de interés para mi querido exiliado mayor pudiera volver sobre sus pasos con la sensación del deber cumplido y la honra y el honor recuperados. Uno es que el barrio de Lavapies es una representación popular de lo que la ONU representa a nivel del aristocratismo político y económico en Nueva York, lo cual dice mucho de lo que ha cambiado la España republicana que Maxaub abandonó después de la guerra. Y dos, que dentro del término del barrio hay testimonios y ruinas de esas dos Españas que nunca se ponen de acuerdo, pero que hoy conviven en ese espacio, dando ejemplo de lo que debe ser una ciudad en paz. El edificio que mejor representa esta síntesis son las ruinas que produjeron los bombardeos de la guerra civil de las antiguas Escuelas Pías, una parte de las cuales ha sido habilitada como sede social de la Biblioteca de la UNED. Ruinas de un pasado ominoso del que emergen, como en el olmo viejo hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluviosa de la nueva democracia algunas hojas verdes le han salido. Cerca de aquí la estatua de Agustin Lara, el flaco, compositor mejicano del chotis en honor a Madrid y de la canción Granada en honor a Franco, pone al contrapunto o la correspondencia a las ruinas y las hojas verdes. Con parecida significación cumplen su papel de estar donde hoy están la taberna de Antonio Sánchez, la más antigua de Madrid sin remodelar de la que eran clientes asiduos el pintor Zuloaga y el rey Alfonso XIII; igualmente la casa donde fueron vecinos durante unos años Pepe Isbert y Picasso. Al final todo lo que hay más quienes habitan el barrio apuntalan la unidad de sentido de la diversidad y heterogeneidad que hoy caracteriza la personalidad de la capital. 


martes, 16 de abril de 2024

DISTROFIA INTELECTUAL

 Desde que se proscribió el concepto del alma, y de Dios como ente no humano, vivimos en un mundo cada vez más deshumanizado, ya que solo pensamos en ser como dioses desalmados. O dicho de otro modo: un mundo donde la razón instrumental, siempre con una perspectiva de corto alcance es indiferente al sentido último de las cosas, ha eclipsado a las razones sensibles del corazón, olvidando la vieja advertencia de Pascal, según el cual la verdad no es un dato empírico, sino un acto de recíproca comprensión asociado a la esperanza. Entre los otros y con los otros.

miércoles, 10 de abril de 2024

WILLIAM CARLOS WILLIAMS

 CANCIÓN 



ROBERTO CONTRERAS

 PEDAZOS DE AGUA



LA GALLINA CIEGA 12

LA PRÓRROGA DE AQUELLA FIESTA HA IDO REBAJANDO LA COMUNICACIÓN SOCIAL Y LA CULTURA POPULAR A NIVEL DE DESPERDICIO

La fiesta no puede ser otra que la que vino después de la muerte de Franco, para celebrar precisamente su desaparición física definitiva. En términos generales a ese acontecimiento se lo conoce como La Movida. A Maxaub le parece que toda esa fanfarria está durando más de lo necesario, todavía. Esta bien celebrar que el dictador pasase al lado oscuro del infierno, dice con sorna nuestro exiliado mayor, pero lo que había que celebrar de verdad era la oportunidad de poner en marcha la vida democrática de todos los ciudadanos que le sobrevivieron. La razón instrumental que impuso aquella fiesta, siempre con una perspectiva de corto alcance saltando de sarao en sarao, fue indiferente al sentido último de esa oportunidad que afectaba a las personas y las cosas, no tanto a los fragmentos sobre los que postulaban sus intereses las ideologías e iglesias que acudieron a la cita de la fiesta. Eclipsando las razones del corazón y olvidando la vieja advertencia de Pascal, insiste Maxaub, según el cual podemos decir que la verdad democrática no es un dato empírico, sino un acto de recíproca comprensión asociado a la esperanza de vivir en paz juntos. 


Del barrio de San Blas nos encaminamos hacia la plaza de las Ventas y aledaños. Quizá, le dije a Maxaub, una visita a la “catedral” de la otra fiesta, que también dura y dura, nos podría ayudar a entender mejor estos efectos de conquista y duración festiva que se han apoderado de la vida cotidiana de los individuos, que forman parte de la sociedad española desde hace ya casi 50 años desde que se murió el gran dictador. Lo que no hay duda es que hoy la metafísica del asunto, por así decirlo, no la podemos encontrar en las universidades, respondió el exiliado mayor, sino en la superficie banal de las ciudades, tal y como voy viendo, y tal vez sea aquí donde haya que venir, como hacía Sócrates en su deambular por Atenas. 


Si te fijas, le dije a Maxaub, cuando apareció en el horizonte el coso taurino, hay una relación no solo espacial, sino temporal entre, pongamos, las ferias de las Ventas y los festivales de la Movida. Espacial porque la plaza de toros fue lugar de encuentro de no pocos de los conciertos más reconocidos de la Movida madrileña. El albero de la plaza no hacía mohines al recibir a Bruning o a Manzanares, por poner dos ejemplos del quehacer musical o taurino de aquellos años. Por la tarde o por la noche, con la cárcel de mujeres enfrente todavía en pie o ya desaparecida, las Ventas se nos aparece con toda la fuerza de su estampa de estilo neomudéjar en ladrillo visto sobre una estructura metálica. La decoración se realizó a base de azulejo cerámico, obras del ceramista Alfonso Romero Mesa, en el que figuran los escudos de todas las provincias españolas y otros motivos ornamentales. Vale decir, si nos atenemos a los alrededores, que las Ventas es también un símbolo de universal y plena humanidad. Aquí se dan cita la vida y la muerte sin aspavientos. El monumento al doctor Fleming, que le han dedicado las asociaciones taurinas agradeciéndole el descubrimiento de la penicilina, testimonia ese carácter genuinamente humano que tiene todo lo que allí dentro se manifiesta. Humano demasiado humano, valdría decir con Nietzsche, si tenemos en cuenta que la muerte es parte inseparable de esa viva humanidad que se dirime cada tarde que haya feria. Y, por qué no decirlo, cada noche que hay festival.

viernes, 5 de abril de 2024

ELIZABETH BISHOP

 EL ICEBERG IMAGINARIO (fragmento)



DENISE DUHAMEL


 

LA GALLINA CIEGA 11

 YO NO QUIERO QUE ME COJA EL HOMBRE ROTO. SIEMPRE CREÍ QUE ESA FRASE ME DABA TODO EL PODER

Ya nos lo advirtió Goethe hace más de 100 años: “el mayor arte de la vida teórica y práctica consiste en suplantar un problema por un postulado.” Ahora que me traes a tu barrio de infancia, me dice el exiliado mayor, me doy cuenta por primera vez de la verdad profunda de la cita del escritor alemán y que ha organizado toda la mía. Uno de los pilares en que se fundamentaron los primeros años de la postguerra fue el de dar un techo a quien no lo tenía. La situación después de la contienda era realmente inaceptable, incluso para las autoridades bombardeadoras y vencedoras, que empezaron a imaginar como solucionarla. Los corredores de infraviviendas iban sitiando la almendra de la ciudad de Madrid, a punto de asalto en cualquier momento. A modo de caballo de troya algunos de estos campamentos de refugiados del hambre y de la miseria se establecieron peligrosamente al otro lado del Manza, el río de Madrid, aspirante eterno a ser el Sena de Paris. Me estoy refiriendo al barrio de las Injuirias. Véalo usted mismo, entre en internet y fíjese con atención en las fotos que allí aparecen. Cualquier rico del barrio de Salamanca, o cualquier rico a medias del barrio de los Autrias empezó a género por su seguridad. Cundió por la ciudad, le dije al exiliado mayor, la idea de que un fantasma espera su oportunidad en los arrabales matritenses, el hombre roto, sí, no el hombre del saco. Los niños y niñas de la época adquierieron pronto la nueva imagen del miedo. Un hombre roto es más peligroso que un hombre del saco. Efectivamente la,propaganda del régimen supo con persuasión utilizar la nueva imagen popular en beneficio de los intereses de su cruzada. El hombre roto es aquel que todavía resiste de forma oculta en las cloacas de la ciudad. O en barrios de infraviviendas como el mencionado de las Injurias. Los vencidos en la contienda civil le llamaban el Maquis. 


Sea como fuere, el caso fue que las autoridades vencedoras empezaron a otear el municipio aupados en las almenas de las. destruidas murallas de la ciudad, para ver cuál era el terreno de que disponían para acometer la empresa de construir nuevas viviendas que dieran la nueva imagen al país de la victoria. Y al mismo tiempo ir desmantelando las infraviviendas que amenazaban el bienestar de los barrios de mayor poder económico. Uno de estos nuevos barrios se llamó el Gran San Blas, le digo a Maxaub, y está situado en lado este de la ciudad, entre los antiguos pueblos de Canillejas y Vicálvaro. Allí recaló mi familia en el año de 1959, el mismo año que visitó Madrid Ike Eisenhower para dar la bendición definitiva al régimen de Franco. Antes, como ya he dicho en otras entradas, hicieron lo propio la Santa Sede y la ONU.


La llegada de mi familia al Gran San Blas lo experimenté, esto me lo explique mas tarde claro está, inscrito dentro de la época de los grandes pioneros del Far West, que tanto han estimulado mi imaginación a lo largo de mi vida juvenil y adulta. Llegamos a principios de septiembre de 1960 a una casa a la que accedimos entre montones de escombros flanqueando la entrada, pues el barrio de absorción, así lo llamaron las autoridades vencedoras, estaba todavía en obras. Mi padre no tuvo la suficiente paciencia de esperars a su terminación Dentro de la casa corría el agua, pero no la luz, y el fin del verano era inminente. Así vivimos hasta el día de la lotería de ese mismos año, 22 de diciembre, en el que las autoridades tuvieron a bien que nos tocara la luz como premio a nuestro tesón y nuestras fe en su capacidad de levantar al país de las ruinas. No se si amañaron los bombos, pero lo si fue cierto que esa noche pudimos meter las velas en un armario y vernos las caras por primera vez alrededor de la mesa de la cocina, gracias a una bombilla de 60 watios. La felicidad entró en nuestra a casa y, con sus altos y bajos, ya no nos abandonó nunca. Palabra de niño feliz. Hoy el barrio del Gran San Blas es como lo ves, le señalé con la mano al exiliado mayor. No ha perdido su carácter menestral original, de lo cual me siento orgulloso, lo cual no le impedido dejarse acariciar  por todas las mejoras que fue incorporando el desarrollismo franquista primero, y la llegada de la democracia y la entrada en Europa después. Aquí lo tienes. Me parece un buen barrio. Al igual que este han crecido a lo largo de los años en distintos puntos de la geografía municipal. Destacan por su importancia equivalente a éste, el barrio de Usera y el barrio de Moratalaz.


Ni que decir tiene que la figura del Hombre Roto se fue diluyendo en mi imaginación y en la de toda la sociedad que, al igual que los nuevos barrios, iba creciendo sin el espantajo de esa amenaza, pues los corredores de las infraviviendas que sitiaban a la ciudad y la amenazaban con una invasión inminente, iban desapareciendo poco a poco. La figura del Hombre Roto, sin embargo, se renovó y acabó alojándose en el rencor y el resentimiento de quienes no aceptaban como iban evolucionando las cosas, le digo a Maxaub. Y eso, por lo que observo, no ha dejado de crecer desde que se instauró la democracia, me contesta el exiliado mayor. El Hombre Roto de hoy, a diferencia del de la guerra y la post guerra, lo está entre un presente que dice que no es el suyo y un pasado que desea encarnar a toda costa por ideas tan peregrinas, pongamos, como tener un abuelo republicano que luchó y murió en la batalla del Ebro. Y no hay plan de olvido y concordia que lo haga desistir de la misión que se autoimpuesto de encarnar, como un gesto de transustantación, el legado de su antepasado. Aunque sea a costa del recuerdo obsesivo y de vuelta al enfrentamiento guerra civilista, ochenta años después. Por más que se le diga que el pasado se puede estudiar, analizar y recordar, pero nunca se puede volver a vivir y experimentar. Y menos ochenta años después Hombre Roto. Entiéndelo de una vez por todas, no eres ningún dios que pueda hacer milagros con la ocupación y el uso del tiempo. Eres solo un Hombre Roto que puede romper todo lo que toque o se le acerque.


miércoles, 3 de abril de 2024

ITZIAR MÍNGUEZ ARNAIZ

 


VLADIMIR NOLAN


 

SPOTLIGHT

 Puestos a averiguar de qué va la peli “Spotlight”, del director Thomas McCarthy, cual es su tema, lo primero que yo diría es que es una película sobre el oficio de los periodistas, no tanto sobre el vicio de los pederastas (Es como querer ver en “Todos los hombres del presidente” la megalomanía psicótica de Richard Nixon). Por más que el buen hacer del oficio de aquellos dejen con el culo al aire, nunca mejor dicho, a los abusos del vicio de estos. Por más que las víctimas fueran menores de edad en la época en que se cometieron los delitos. En fin, por más que casi todo el mundo miró para otro lado en el momento en que se produjeron los hechos. Si el argumento de la peli va sobre el oficio de los periodistas, el tema, como no podía ser de otra manera, va de la búsqueda incondicional de la verdad, caiga quien caiga, aunque sea éste el cardenal de la archidiócesis de Boston. Una búsqueda que es condición de posibilidad de ponerse a investigar, de ponerse a pensar. Es comienzo y a priori. Insisto en la búsqueda incondicional de la verdad, porque algunos espectadores de la tertulia en la que conversamos sobre la peli confundieron la verdad con la búsqueda de la verdad (al igual que confundimos habitualmente el movimiento con la medición del movimiento), por lo que las lineas de fuerza de la peli las desplazaron hacia los verdugos y las víctimas de los abusos sexuales perpetrados impunemente durante aquellos años. Hacia el hecho morboso de la pederastia. 

La búsqueda de la verdad por parte de los periodistas del Boston Globe es lo que hace a la película universal y perdurable, mientras que la verdad de los pederastas y sus víctimas es algo contingente y gremial. Lo primero tiene que ver con el arte. Lo segundo con la justicia. La búsqueda de la verdad y, como no, su cómplice mayor, a saber, la pusilanimidad con la que el ser humano de toda laya y condición afronta eso de la verdad, no evita que sigue estando ahí fuera, esperando a que alguien la cuente. ¿Cuántas veces, deliberadamente, no hacemos caso a los atisbos que de esa verdad surgen dentro de uno mismo? Para no tener que ir muy lejos en esa investigación. Lo dice Walter “Robby” Robinson sin pelos en la lengua y con un primer plano de su rostro que dice más que sus palabras inculpatorias, casi al final de la peli y ante sus colegas del Boston Globe, después de la reunión en el colegio donde aquel había estudiado de joven: “Es como si todo el mundo supiese ya la noticia menos nosotros que trabajamos aquí enfrente.” Se da la circunstancia de que el Boston Globe está, en la actualidad de la película, frente por frente del antiguo colegio de Robby. Valga decir, pensando en los formalistas, que también es una película sobre la importancia de la prensa libre y responsable para que sea viable una sociedad democrática. Y todo lo demás. 


Vayamos a la puesta en escena que ha elegido McCarthy para construir su película y que, al fin y a la postre, justifica todo lo que he dicho anteriormente. Hay dos pilares fundamentales sobre los que levanta la arquitectura de aquella puesta en escena. Por un lado los pasillos y despachos de la redacción del Boston Globe y, por otro, el callejeo de los periodistas buscando la localización y confesión de sus fuentes, como se llama en su argot profesional. Que quede claro, no son víctimas y verdugos, para los periodistas son fuentes. Ambos espacios, pasillos y calles, son la metáfora cabal de esa búsqueda de la verdad, que se encarnan en una construcción del tiempo a tientas y en la oscuridad, llena de atisbos, titubeos y tartamudeos,  como dice en una reunión con su equipo el nuevo director editor del Boston Globe, Martin Baron. En esos pasillos y en esas calles cada periodista del grupo de investigación Spotlight tiene su ritmo y dibuja una línea de investigación con sus movimientos que lo acercan a los rincones oscuros donde creen se esconde la verdad que buscan. En su conjunto dan un dinamismo a la puesta en escena que trasmite toda la verosimilitud que acapara la misma: estos tipos, piensa el espectador más bien incrédulo, saben lo que se traen entre manos, y saben también, aupados sobre su olfato de sabuesos experimentados, donde se encuentra lo que buscan con tanto empeño. Con una mezcla de intuición y deducción, heredada de sus buenas lecturas de su pareja de maestros, Holmes y el doctor Watson, y el espíritu de “la carta robada” guiando en todo momentos sus pasos y pesquisas: “lo hemos tenido delante y no le hemos visto, ¿cómo hemos,podido llegar hasta aquí?”


Llamo la atención de los espectadores mas propensos a desplegar sus prejuicios tipo Domund o aledaños. Pues haberlos los hubo y no pudieron evitar dejar oír su voz prejuiciosa en la tertulia arriba mencionada (ponga un niño abusado por un cura pederasta en su pantalla, o queremos más emoción que es lo mismo que decir: más madera). Observen los susodichos, digo, que las escenas en que aparecen los antiguos niños acosados, hoy adultos hechos y un poco torcidos y retorcidos, lo hacen a beneficio de la investigación del periodista que los entrevista y de la forma de la verdad que busca, no tanto para hablar de sus lesiones íntimas o para estimular las emociones básicas, lagrimeo incluido, de aquellos espectadores y sus prejuicios siempre fácilmente escandalizables. Observen con detalle esas escenas y las comparen, por ejemplo, con las de los primeros planos de Robbyn, como he dicho antes, y las de los rostros de los otros miembros del equipo de investigación Spotlight y del equipo directivo del Boston Globe, a medida que la verdad del asunto va adquiriendo la forma que le va otorgando sentido a la mirada atenta de todos estos periodistas, que siguen creyendo en la validez de su profesión. Es esta Fe - conviene hacer un énfasis especial en ello, dado el panorama actual gobernado por las falsas noticias y la mugre que se acumulando día a día en las redes sociales - un tesoro que no debería perderse nunca, si queremos conservar en nuestra especie ese humanismo singular que la ha caracterizado hasta ahora, frente al maquinismo androide que pugna por quedarse con el mayor trozo de la tarta. O con todo si lo dejan.




jueves, 28 de marzo de 2024

LOUISE GLÜCK

 ITACA 




JOSÉ MARTÍ

 YO SOY UN HOMBRE SINCERO (fragmento)



CLUB DE LECTORES 12

CONVERSACIONES ESPECULATIVAS

 1 Lo que aparece sin ser convocado: atisbos, titubeos y tartamudeos.

2 Desde la actualidad pero Más allá de la actualidad 

3 La conversación propia del lenguaje creativo.


4 Diálogo con los muertos o con los que no son de tu actualidad de iguales: tribus, gremios, etc.


5 Los objetos cotidianos no son cosas en sí, sino cosas respecto a nuestras formas de indagación empírica.


Pensando así en nuestro club de lectores acaso tengamos una visión de nuestra realidad menos razonada y plausible, menos pulida o académica, pero seguro qué más comprensiva de nuestras contradicciones y las de quienes amamos, en fin, de las contradicciones de nuestro tiempo. 

lunes, 25 de marzo de 2024

CHARLOTTE BRONTË

 PLACER (fragmento)



INTERLUDIO DE. AMOR

Como espectador me costó saber a qué viene a Europa Helen Banning, protagonista principal de la película “Interludio de Amor”, dirigida por Douglas Sirk. Porque supongo que ese saber es lo que da el sentido que me permite comprender la historia. Siempre es así. De hecho, no lo empecé a comprender hasta casi dos horas después, mientras me tomaba una caña en compañía de  unos colegas. Esto que digo no es baladí a la hora de saber por qué un personaje se mueve en el espacio y el tiempo como parte de su peripecia argumental. Me vino a la cabeza, mientras cavilaba sobre el asunto, el personaje de Marylee Hadley, en la película “Escrito sobre el viento”, dirigida también por Sirk, y que había visto tres semanas antes dentro del ciclo sobre el melodrama americano que han puesto en el cineclub de mi barrio. Hadley sabe lo que quiere y a quien quiere desde niña, sabe quien es, por eso no necesita viajar. Banning parece, según la conocemos, que ha entrado en la edad adulta sin saber muy bien lo que quiere y a quien querer, por eso viaja a Europa, según la tradición todavía vigente en Norteamérica que afirma que Europa es la fuente del conocimiento que importa. Oficialmente, de cara a las apariencias, viaja para conocer el continente. Pero a medida que pasan los días de estancia en Múnich, el espectador se da cuenta que Banning viaja para conocerse a si misma. Eso lo sabrá ella y lo sabrá el espectador en la parte final de la película, cuando Banning decide salvar a la mujer demente de su amante Tonyo Fisher. Antes ha tenido que tomar una decisión, unirse al médico Morley Dwyer, norteamericano como ella, que la pretende desde el inicio de la película, o unir su destino con el músico italiano que hace lo propio pocas secuencias después. Eligió a Fisher. Esta es la diferencia con Hadley que nunca tuvo que decidir, ni tuvo que iniciar un camino, no otra cosa es viajar. Decidir sobre lo que nos sale al camino, así es como se aprende lo que pensamos que nos falta. Eso también lo vamos aprendiendo juntos, Banning y el espectador. A estas alturas el espectador comienza a darse cuenta que el punto de vista de la historia que está viendo es el de Banning. Me pregunto, entonces, ¿qué nos quiere contar la protagonista? Que se haga el espectador esta pregunta, es fundamental para comprender el sentido de las escenas finales y, por ende, el sentido íntimo de la película. Es decir, el sentimiento que mueve y conmueve a la protagonista que nos cuenta su historia. Dicho sin más demora, Banning nos cuenta el descubrimiento de la corrupción moral con que teme se acabe cubriendo su amor hacia Fisher, una vez que se entera, al mismo tiempo que el espectador, de la existencia de la mujer demente de éste, y la lucha que tiene emprender para no caer en aquella, encarnada en la escena en la que no dejar morir a Reni, la mujer demente de Tonyo, en el lago donde se ha lanzado para suicidarse. Nos cuenta eso y su posición ante el amor, una vez que ha descubierto y aprendido sus posibilidades. Volver a casa, como dice textualmente, con el médico Morley Dwyer, no es una renuncia al amor de Fisher, el tipo de Amor romántico que puede ser destructivo para ella, sino es aceptar la benevolencia del Amor adulto de larga duración. Dos amores perfectamente gozosos,  legítimos y creativos, por más en en el Occidente moderno solo quepa el amor romántico con tintes tormentosos y destructivos. No está nada mal, todo lo que hemos aprendido Banning y un servidor en un viaje de dos semanas por la ciudad de Munich.

Viendo que uno de mis colegas de cañas, en medio de la tertulia posterior a la visión de la peli, se entregó al amor romántico de Banning por Fisher, calificando la decisión de irse al final con Dwyer como una cobardía pequeñoburguesa (sic) propia del amor acomodaticio burgués del siglo XIX, otra vez la cantinela, ¿es lícito pensar como espectador, interpelé alzando la caña al colega románticón, que Banning se preguntara por qué Reni se había vuelto loca? ¿Tenía algo que ver ese relación con el carácter y el trabajo de Fisher? A mi modo de ver, las posibles respuestas a tales cuestiones están implícitas en la decisión que al final Banning toma de irse con Dwyer, sin importarle demasiado la corrección ideológica contemporánea que puedan tener esas respuestas, ya que Banning ha aprendido, y yo en su compañía, que esos modales de vanguardia de última hora no la harán feliz. Todo lo cual se lo agradezco vivamente, le digo al colega romanticón antes de despedirnos..


jueves, 21 de marzo de 2024

JULIA PRILUTZKY

 NO ES EL AMOR, LO SÉ, PERO ES DE NOCHE (fragmento)



ŠTEFAN STRAZAY


 

PAULA CIGLIO


 

LA GALLINA CIEGA 10

 LA VIDA CAMBIA DEPRISA. LA VIDA CAMBIA EN UN INSTANTE. EL INSTANTE NORMAL. 

Un día de julio de 1936 te sientas a cenar y la vida republicana que conocías se acaba. Fue el instante normal de todo lo que sucedió entonces. Fue la naturaleza normal de todo lo que no sucedió y debería haber sucedido. Fue lo que le impedía creer de verdad que había sucedido, asimilarlo, dejarlo atrás. Luego vino la cuestión de la autocompasión del exilio. En esas está todavía. Aunque menos, me dice, subidos ya al autobús que nos lleva al cementerio de Mingorrubio, en el pueblo de El Pardo. Allí están enterrados Francisco Franco y su señora, Carmen Polo. 


Después de desalojar la tumba del Valle de los Caídos, hoy Valle de Cuelgamuros, lo llevaron a Mingorrubio. Allí volvió a encontrase con el amor de su vida. Y ahí yacen juntos por los siglos de los siglos. Nuestro Exiliado Mayor me comunicó por carta - pues no tiene teléfono inteligente, ni teléfono lerdo, Nuestro Exiliado Mayor no lleva consigo teléfono alguno - que antes de llegar a España quería visitar la tumba de Antonio Machado en Colliure. Fue entonces cuando imaginé la vista al cementerio de Mingorrubio. La denominé: “Entre tumbas.” Me pareció la mejor locución para entender el periodo de la postguerra o guerra civil prolongada. Todo ocurrió entre Colliure y Mingorrubio-El Pardo. Entre la tumba donde reposa Antonio Machado y la tumba donde reposa Francisco Franco. Maxaub conocía la peripecia del poeta sevillano para huir de España tratando de evitar ser capturado por los militares sublevados. Conoció a Corpus Barga en Paris el gran valedor del exilio de Machado y su familia. Contra todos mis recelos le pareció muy acertada la visita a Mingorruibo y el nombre de la vista, Entre tumbas. Yo me esperaba que sacara a colación toda la beatería ideológica que se tiene a mano para ocasiones como ésta o parecida a ésta. Pero no. Tampoco le parece adecuado el empeño de las autoridades actuales por ocultar a la mirada de las nuevas generaciones democráticas los testigos y testimonios del pasado franquista. Solo es posible, me dice Maxaub delante de la tumba de Franco y su mujer, que se cumpla aquello de “para que no se vuelva a repetir la Historia”, si se tiene a la vista de todo lo de aquellos que convirtieron a la historia, mientras pudieron, en algo ominoso. Como de verdad puede volver a repetirse la Historia y las historias es si quienes no vivieron aquellas atrocidades no tienen referencia alguna visual de sus autores. 


No le había dicho todavía que la siguiente visita de ese segundo día de su estancia en Madrid iba a ser el Palacio del Pardo. Aunque ahora es sede oficial de los altos mandatarios de estado cuando visitan nuestro país, Nuestro Exiliado Exterior no ignora que fue la residencia oficial de Francisco Franco durante el largo periodo que estuvo al frente de la dictadura que lleva su nombre. Así que, dada la hora, pensé que los más conveniente era irnos a comer en un restaurante de El Pardo, que los hay muy sugerentes para esto del yantar y el bebercio. Y el esperar. Fue a los postres cuando me preguntó, un tanto animado por el menú que nos habíamos metido entre pecho y espalda, cómo íbamos a pasar la tarde. De repente me vino a la cabeza por primera vez la respuesta: Entre Palacios, le contesté levantado la copa para brindar. Si la mañana la hemos pasado EntreTumbas, la tarde bien podía ser Entre Palacios. Entre el Palacio del Pardo y el Palacio de Liria. Entre los Franco y los Duques de Alba. Como ves, todo muy de otra época y, al mismo tiempo, muy de la nuestra. No pienses que te quiero engañar, ya sé que a un exiliado exterior no hay quien lo engañe. ¿Pero estando allí estabas aquí cuando sucedió todo eso? No lo sé, que quieres que te diga, me respondió mientras apuraba el chupito que amablemente le ofreció la camarera del restaurante donde comíamos. Desde que me fui, tampoco tuve la oportunidad de no hacerlo, como Machado y tantos otros, tengo la sensación que se apoderó de mi la perspectiva del corto alcance, la que es propia del miedo, el rencor y la bilis, así por este orden. Esa que te va haciendo indiferente al sentido último de las cosas, eclipsando las razones del corazón que nacieron aquel 14 de abril, olvidándome  de la advertencia de Pascal según el cual la verdad no es un dato empírico, sino un acto de comprensión asociado a la esperanza de seguir formando parte de la misma humanidad.


Tenemos hora a las tres, le dije. A esa hora en domingo, la entrada al Palacio del Pardo es gratuita. Vamos, respondió sin dilación alguna, como si fuera un turista de veinte años nacido en Arizona. El Palacio del Pardo forma parte del patrimonio del Estado y su visita está sujeta a los protocolos estipulados por la normativa vigente para este tipo de construcciones. Del hecho de lo que fuera la residencia del dictador Franco, solo queda como testimonio la sala del Consejo de Ministros, que tantas veces durante tantos años salió en el No-Do, para ilustrar la actividad política de aquel y sus cuates. Lo que falta queda a cuenta de la imaginación del visitante. Además de por sus valores arquitectónicos, el palacio destaca por su decoración interior, representativa de diferentes épocas y estilos. Destacan los frescos, que abarcan desde el renacimiento tardío de Felipe II hasta el neoclasicismo de Fernando VII pasando por el tardobarroco de época de Carlos III. Asimismo, es especialmente relevante su colección de tapices, del siglo XVIII, en la que figuran cinco de las series más conocidas de Francisco de Goya.


Decirle al Exiliado Mayor Republicano Palacio de Liria, es como decirle a un ateo Basílica de San Pedro. Con los Alba hemos topado es sinónimo de con el Papa nos las tenemos que ver. Cuando llegamos a la puerta del Palacio de Liria, noté que Maxaub estaba entregado, en el buen sentido de la palabra, que quiere decir que no estaba resignado, sino asombrado por la nueva perspectiva que se iba incorporando a su condición de exiliado. Muchos años después. Los Alba son mejores que Los Borbones, me dice mientras recogemos los billetes de la visita que había reservado con antelación. Seguramente con ellos como dinastía reinante, en España no hubiera habido tantas guerras civiles, continúa su ensoñación aristocrática, mientras esperamos en la cola nuestro turno y a nuestra guía para realizar la visita. Que estas palabras vengan de un republicano convencido, da que pensar sobre esa dualidad aparentemente irreconciliable respecto si la cabeza del estado debe estar coronada o laureada. Bien es cierto que Los Alba con su doble alma aristocrática e ilustrada, recogen en su larga tradición la respuesta a ese dilema, que su pertinaz ausencia ha costado cuatros guerras civiles durante los últimos 200 años. Una respuesta que no ha tenido la oportunidad, o no han querido dársela los propios integrantes de la Aristocrática Casa, al asentarse en una forma política concreta. A sabiendas de que Internet tenga para el lector la última palabra, solo añadir lo siguiente, para concluir así nuestro paseo antes de llevar a cenar al Nuestro Exiliado Mayor al Círculo Catalán, por expresa petición suya.


Aunque llamado por algún experto «el hermano menor del Palacio Real», el palacio de Liria difiere bastante de aquel, pues fue diseñado de acuerdo a los nuevos gustos en boga en París, en lugar de imitar la arquitectura de raíz italiana implantada en los Reales Sitios por arquitectos como Juan Bautista Sacchetti y Francesco Sabatini. Al margen de sus tesoros artísticos, Liria es seguramente el mejor edificio civil del siglo XVIII que subsiste en el centro de Madrid, solo superado por la citada residencia real; ya en origen era el palacio más confortable y moderno, y en siglos posteriores casi todas las grandes mansiones de su época han resultado demolidas o muy alteradas.

La actual residencia de los Alba es un ejemplo típico del naciente neoclasicismo del siglo XVIII, que dejaba atrás la exuberancia del rococó y del estilo churrigueresco español para adoptar recetas de los palacios urbanos parisinos. Dentro de una simetría rigurosa, recupera las pilastras y columnas de tradición clásica en un afán de grandeza que evita la monotonía gracias al contraste de formas y materiales.

sábado, 16 de marzo de 2024

FRANCISCO DE QUEVEDO

 DESDE LA TORRE

Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.

Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.

Las grandes almas, que la muerte ausenta,
de injurias de los años vengadoras,
libra, ¡oh gran don Joseph!, docta la emprenta.

En fuga irrevocable huye la hora;
pero aquélla el mejor cálculo cuenta
que en la lección y estudios nos mejora.

JASÚS MUÑÁRRIZ


 

LA GALLINA CIEGA 9

 ¿QUÉ TIENE ESTE PAÍS QUE ES MÁS OSCURO QUE LOS DEMAS, Y DONDE TANTA GENTE SE SIENTE CADA VEZ MÁS OFENDIDA POR CADA VEZ MÁS COSAS?

¿Será por falta de luz? En un país donde el sol brilla con todo su esplendor la mayor parte de los días del año? ¿Será por falta de luces de la ilustración? En un país en el que siempre hemos llegado tarde y mal a los enchufes modernizadores que se habían instalado en Europa con mucha antelación. ¿Será por qué a nosotros sólo nos ha llegado la ilustración oscura? Será.

Son preguntas que me susurra Maxaub al oído, mientras descendemos las escaleras del metro de Noviciado. Justo en el momento en que un señor, con pintas de buenista de última generación, se ofende de forma explícita, gestos exaltados mediante, porque Nuestro Exiliado Mayor reprende a un chico con pintas de extranjero por subir la escalera por el lado que no le corresponde, que en este caso debería ser en línea recta y por su derecha, no dando brincos de cualquier manera y dirección entorpeciendo el paso de los demás viandantes, tanto de los que bajan como de los que suben. El señor buenista se ofende porque, dice en voz muy alta, que Maxaub ha perjudicado la libertad de expresión del viandante extranjero, que además tiene el color de la piel negra. 

Después de una cuántas estaciones y un transbordo, subimos por las escaleras de la estación de metro de Núñez de Balboa. Esta vez sin ninguna alteración reseñable, según el orden viario de Maxaub, que me parece el educado. Nuestro primer destino en este barrio de ricos, como me imagino está pensando Nuestro Exiliado, no es otro que volver a recorrer a pie el último recorrido que hizo en su coche oficial el presidente Luis Carrero Blanco, antes del atentado que le costó la vida el día 20 de  diciembre de 1973. El quinto magnicidio de la historia de España moderna, pongamos, desde la constitución de 1812. El primero fue en la calle del Turco, hoy calle marqués de Cubas, cien años antes del asesinato del almirante Carrero, como no, me estoy refiriendo al asesinato de Prim, cuya pregunta esencial todavía colea, ¿quien mató a Prim? Una pregunta que acompaña como una herencia fatídica a todos los otros: Canovas del Castillo, Canalejas, Dato. Incluido el de Carrero, por supuesto. El caso fue que - comenzamos el recorrido, le digo a Maxaub - el presidente del gobierno español de 1973 salió, como cada mañana, de su casa en la calle Hermanos Bécquer, 6, en dirección a la cercana parroquia de San Francisco de Borja, sita en la calle Serrano, para oír misa. Al acabar el oficio religioso, se subió de nuevo al coche oficial blindado para volver a su casa a desayunar, e incorporarse después a trabajar a su despacho en el palacete de Presidencia del Gobierno. Rutina de cada día. Mala conducta para un funcionario del Estado de tan alto rango. Al salir de misa, desde la calle Serrano el coche dobló a su izquierda por la calle Maldonado y al llegar a la esquina con la calle Claudio Coello volvió a doblar también a la izquierda. Fue a la altura del número 104 de esta calle, cuando explotó la potente bomba que habían colocado los etarras bajo el asfalto. 

¿Hubo conspiración en el atentado?, me pregunta Maxaub, mientras observa la placa conmemorativa del atentado y alza la mirada hacia la cornisa del edificio por donde “saltó” el coche oficial del presidente Carrero, al estallar la bomba bajo sus ruedas. Los magnicidios, sean de la orientación política que sean, suelen estar revestidos de esta aureola conspirativa, que no solo no se resuelve sino que no deja de crecer con el paso del tiempo. Y, como no podía ser de otra manera, el atentado del presidente Carrero Blanco sigue estando envuelto en el misterio respecto a la autoría del mismo. Por supuesto, que siempre hay un chivo expiatorio o brazo ejecutor, ETA en este caso, pero todos los indicios de las investigaciones llevadas a cabo desde entonces apuntan a que el cerebro pensante y favorecedor del atentado, que siempre es colectivo, todavía no se sabe quién fue, ni se sabrá nunca, pues cuanto los investigadores más intentan desenrollar la madeja más se oscurece el objeto de investigación, algo, por otra parte, consustancial a la naturaleza de lo conspirativo. ¿Quien mató a Prim? ¿Quien mató a Martín Luther King? ¿Quien mató a Kennedy? Pues eso.


Nunca sabremos quien mató a Carrero Blanco, pero lo que sí sabemos con toda seguridad, le digo a Maxaub, es que ese mismo día se suspendió el juicio 1001, contra la cúpula dirigente del sindicato clandestino de CC OO, detenida al completo un año antes en el convento de los Oblatos en Pozuelo de Alarcón. Dos acontecimientos el mismo día 20 de diciembre de 1973, aparentemente inconexos, pero que ponían el foco de atención hacia el futuro inmediato, como casi todo lo que ocurría por aquellos años. Nunca sabremos quien mató a Prim, o a Kennedy, o Martín Luther King, o a Carrero Blanco, pero si sabemos cual fue ese futuro inmediato que se quería abrir paso aquel día de diciembre. Nuestro presente, tal y como allí estamos el Exiliado Mayor y un servidor, delante de la placa atornillada y la cornisa restaurada en la fachada del edificio de los jesuitas de la calle Claudio Coello, enfrente del número 104.


Cerca del lugar del atentado, en la calle Castelló 56, se debió oír el estallido de una forma estridente, con rotura de los cristales de las ventanas incluidos. Una rotura de una cañería del gas, fue la primera causa de la explosión que corrió como la pólvora, nunca mejor dicho, entre los alumnos que se incorporaban a sus aulas para iniciar una jornada escolar más. Estamos frente al colegio de Nuestra Señora del Pilar, más conocido por Los Pilaristas. El Harvard español, para entendernos. Por este colegio han pasado algunos de los líderes políticos, sociales y económicos, de las diferentes tendencias ideológicas, que han protagonizado la vida política, social y económica de los últimos sesenta años. Un espacio de convivencia democrática ejemplar, le digo a Maxaub. El sigue todavía bajo los efectos de la explosión de la calle Claudio Coello. Yo soy de bombardeos diarios y masivos, de explosiones sin ton ni son, pero sin pausa. Es inimaginable para quien no lo ha vivido, apunta sin rencor, como puede ser la respiración diaria dentro de esa atmósfera de bombas, humos y edificios en ruinas. Es la primera vez, desde de estamos paseando juntos, que le noto un tono de reconciliación, es decir, que deja la comodidad de su irreversible pasado republicano y se incorpora a la incertidumbre de un futuro democrático indefinible e indefinido. El mismo que señala la bomba, los humos y los escombros de la calle de Claudio Coello, 104, aquel 20 de diciembre de 1973.


En la misma calle Castelló, pero en el número 77, le invito a entrar en la Fundación Juan March, La March, como se conoce en el argot cultural madrileño. Otra contradicción más, le digo. Ya sé, ya sé, responde entre resignado y lúcido. No hace falta que me confiese lo que esta pensando. Juan March fue uno de los banqueros que financió el golpe de estado de los militares republicanos sublevados contra el gobierno legítimo de la Segunda República. De aquellos polvos estos lodos, le digo, tirando de casticismo para desengrasar, al tiempo que le muestro la fachada principal de la Fundación Marchiana, donde consta la variada oferta cultural que se puede visitar gratuitamente en el interior, cuyo presidente es uno de mis filósofos de cabecera. Javier Gomá, el Ortega y Gasset del siglo XXI. Esto último se lo digo, henchido de orgullo, en voz alta. 


A lo mejor es un espejismo, pero según nos acercamos a la cárcel de Torrijos, calle Conde de Peñalver 53, tengo la impresión de que la oscuridad que señalaba en la primera línea de este escrito retrocede, y que la indignación por cualquier cosa cada vez afecta a la misma gente. No a más, ni por más cosas distintas. Otra rutina indeseable. Cada vez tengo la impresión de que todo lo expresable es como una gran y belicosa frase hecha. A eso sí somos todos muy aficionados, paradójicamente, en el mejor momento de nuestra historia. ¿Debo negarle mérito al Exiliado Mayor porque piense así? ¿Porque al final del franquismo, no otro es el significado postrero del atentado contra el presidente Carrero Blanco, sea capaz en mi compañía de ver el túnel de salida de la guerra civil prolongada? ¿Debo negarle la mayor al colegio privado de Los Pilaristas por ser un epítome de la concordia cívico educativa, solo porque la educación pública no es capaz de hacer lo mismo, sino todo lo contrario?  Allí estudiaron tipos como Juan Luis Cebrián, Jose María Aznar, Luis María Ansón, y algún preboste del antiguo régimen que ahora no me acuerdo (mírese Internet para saber la verdad toda la verdad sobre el asunto) ¿Debo mirar para otro lado ante la brillantez filosófica de Javier Gomá, solo porque es el albacea del banquero franquista Juan March?


Me doy cuenta que le gusta mucho, pero mucho, a mi querido Exiliado Exterior las instalaciones interiores de La March. Casi lo tengo que sacar a empellones para continuar nuestros paseo al siguiente hito que teníamos programado, la Prisión de Torrijos, en la calle Conde Peñalver, 53. Estuve a punto de suspender, sin decirle nada, la visita a ese edificio, ya que era volver a meterlo de coz y hoz en sus recuerdos republicanos de entonces, sobre todo después de comprobar que la realidad democrática del presente, La March mediante, lo había cautivado sin miramientos hacia atrás. Mi fijé con atención en su rostro y en la mirada transparente de sus ojos, que así lo delataban. Se lo comenté y me contestó que él era un exiliado con pase pernocta y que, por tanto, su obligación era dejarse llevar, dijo sonriendo con sorna, hacia donde yo lo condujera. Vamos pues, le respondí. En la Prisión de Torrijos, que hoy es una institución sanitaria y de beneficiencia, estuvieron como inquilinos ilustres Miguel Hernández y Miguel Gila, ambos mígueles  republicanos y milicianos del Quinto Regimiento. Durante su estancia en esta cárcel el poeta de Orihuela escribió sus famosas “nanas de la cebolla” en honor de su hijo pequeño. Algo de esto llegó a mis oídos a través de la radio y la prensa del exilio, dijo en voz alta mientras miraba la placa conmemorativa de la estancia de Miguel Hernández en la antigua cárcel. Fue muy triste el destino de este muchacho, concluyó sin sentimiento de ofensa perceptible, antes de emprender la marcha a la busca de un restaurante para picar algo.


miércoles, 13 de marzo de 2024

SYLVIA PLATH

 


CLLUB DE LECTORES 11

Conversar sobre los temas que sostienen las películas o los cuentos y novelas sobre los que conversamos en un club de lectores, antes que nada es un acto de respeto a la dignidad del moderador y, por ende, a la de quien ha decidido asistir. Nada como una tertulia pone a prueba, a mi entender, ese respeto a la dignidad humana. La del moderador porque se ha esforzado para que la conversación llegue al buen puerto de la comprensión y el entendimiento de todos, y la de los asistentes porque reman junto al moderador en la dirección de que ese propósito sea posible. Una tertulia es, por decirlo así, un bien común donde ponemos a prueba el estado de nuestra dignidad humana, siempre asediada, como sabemos, por las fuerzas que la quieren hacer desparecer, y ponerla a los pies de los caballos. En esas estamos.

¿Por qué, sin darnos cuenta, a mi entender, se vulnera este respeto? Porque confundimos constantemente muestras creencias con nuestras ideas. UN CLUB DE LECTORES ES EL LUGAR Y EL TIEMPO QUE SIRVE PARA APRENDER A TENER IDEAS Y A INTERCAMBIARLAS, NO PARA AUTOAFIRMARNOS EN NUESTRAS CREENCIAS. Por ello confundimos constantemente “el me gusta o no me gusta” con “el me interesa o no me interesa”. La creencia es algo que pertenece al ámbito de la intimidad humana. Sabemos que es verdadera y se encuentra ahí, dentro de cada uno de nosotros, como si fuera una segunda naturaleza. Es intransitiva y no sabemos la forma que tiene, por lo que para que pueda llegar a los otros de una manera inteligible se necesita tener ideas. Y que los otros también las tengan. A nadie se le ocurre discutir sobre la forma de andar o de respirar que tenemos. Una creencia, para entendemos, es como nuestro sistema motriz o respiratorio. Ahora bien, podemos cambiar el andar hasta que nos interese (es lo que hacen los modelos y los actores) o la respiración para aprender a meditar con eficacia (es lo que hacen los yoguis), pero para hacer esos cambios se requiere también tener ideas. Sin embargo, las ideas son todas discutibles en el ágora de la Polis, el lugar donde se reúnen los hombres y las mujeres libres, dignos de serlo, como decían los antiguos griegos. Las ideas son la manera de hacer discutible, con los otros y entre los otros, lo que de suyo, íntimamente, no lo es, las creencias. Las creencias son innatas, son la parte invisible que sustenta lo material. La ideas o las ideologías son culturales, son la parte invisible que vertebra lo político.


martes, 12 de marzo de 2024

VALERIA CANELAS

 


CLUB DE LECTORES 10

 ESCRIBE FRANCISCO FERRER LERIN:

REALISMUS

“Sí, quizá tendría que abandonar, y para siempre, esa tontería de que ‘sin lectores no hay autores’, de que es necesario saber que te leen, latiguillos que antes no empleaba, todo lo contrario, me erigía en autor y lector, puede que único, de mis escritos, una postura ejercida, consciente o inconscientemente, durante buena parte de mi primera etapa como escritor, autosuficiente, autofagocitaria, masturbatoria, que despreciaba la posible complacencia, participación, de otros lectores que no fueran yo mismo. Ahora, y en este periodo incluyo los últimos quince o veinte años, me dio por declarar, para la galería, para congraciarme, que no tenía sentido escribir si detrás no estaba una, nutrida quizá, cohorte de lectores entusiasmados con mi literatura, y ahí quedaba, más o menos confusamente explicitada, que esta debía ser realista, comprensible, que no requiriera esfuerzo por parte del lector, apoyada en la cotidianidad, en lo normal, en la norma sintáctica, en lo que sucede entre gente como nosotros, sobre todo en cómo hablan, en cómo se expresan, lineal, diáfanamente, una literatura que retratara el mundo tangible, alejada, en suma, de cualquier atisbo de ficcionalidad. Ese libro de Ben Marcus y Rubén Martín Giráldez Por qué la literatura experimental amenaza con destruir la edición, a Jonathan Frazer y la vida tal y como la conocemos (Jekyll & Jill, Zaragoza, 2018), describe, con precisión, la cruzada no inocua a favor de la literatura amable y, yo mismo, en este blog, El Boomeran(g), en el artículo “Lectores, espectadores” (16.12.15), hablé del ansia de realidad en el consumidor moderno de narrativa, en el consumidor de cine, de series televisivas, formato este último que se ennoblece cuando tranquiliza al espectador colocando, en lugar bien visible, la advertencia de que la historia está basada en hechos reales. ¿Para qué comprensión lectora? La vida misma en escena. Contada como Dios manda. El Orden. La muerte de la Imaginación. La muerte del Artista.”

lunes, 11 de marzo de 2024

CLUB DE LECTORES 9

 La pregunta y su correspondiente respuesta forman parte de la entrevista que hacen al filósofo y escritor GABRIEL ALBIAC, en el periódico digital El Debate.



viernes, 8 de marzo de 2024

BRUNO MESA

 PRONTO SERÁ TU CASA



LA TAPADERA

La viabilidad de la democracia liberal, para entendernos, resumida en la frase de Georg Gadamer: “cabe la posibilidad de que él otro tenga razón”, siempre está amenazada por el acoso y derribo de los totalitarismos de toda laya y condición, que vigilantes esperan las debilidades de aquella para urdir el momento propicio que les permita tirarse al cuello de su víctima. La caza de brujas que, con el consentimiento de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos de América, inició y llevó a cabo el senador republicano Joseph McCarthy entre 1950 y 1956, es uno de los episodios más conocidos dentro de este apartado que forma parte inseparable, a su vez, de la historia universal de la infamia. Uno de los blancos de semejante inquisición política fue el mundo del cine porque, entre otras razones, los interrogatorios a directores y actores famosos proporcionaron una extraordinaria publicidad a los miembros del Comité de Senado estadounidense, instigador de de la caza de brujas, que estaba presidido, como no, por el senador McCarthy. Hasta aquí, de forma resumida, los hechos reales.

Ahora bien, ¿cómo se hace una película basada en estos hechos reales, en la que los protagonistas secundarios en los hechos de la película son los protagonistas principales en aquellos hechos que entonces sucedieron en la vida real? ¿Cómo se cuenta esa historia en una época donde han desaparecido las causas que las provocaron? En fin, ¿cómo ha filmado Martín Ritt su película, 

“La Tapadera”. Aparentemente el mundo es otro, pero lo que no cabe ninguna duda es que los espectadores en este mundo de ahora perciben las cosas que en él aparecen de otra manera, aunque después de ver la película el espectador tenga la sospecha de que pocas cosas han cambiado desde la época del senador Joseph McCarthy. ¿Cómo filmar ese cúmulo de contradicciones? Allen, Woody Allen es la respuesta y la solución que ha elegido Martín Ritt. El testaferro y el amigo. Woody Allen, el actor-personaje de la historia del cine que acumula más contradicciones por centímetro lineal de estatura del mundo. Howard Pierce, así se llama el nuevo protagonista en el que se encarna Allen, mediante el que nos va a persuadir que el mundo, a pesar de sus infinitos desatinos, merece la pena entenderlo y, por ende, vivirlo. ¡Cuidado con los profetas de la perfección del mundo!, nos previene al paso de sus idas y venidas por la ciudad entre sus esquinas y alcantarillas.


Testaferro es un término usado en la literatura, en leyes y psicología, para señalar a la persona que suplanta, encubre o se disfraza legalmente, prestando su nombre e identidad, firma, o bien su persona ya sea física o jurídicamente, emulando el papel social de la persona mandante a la que en el fondo representa. Encastrar un testaferro de la vida, no otra cosa es un actor, en una trama que se inspira en hechos reales, y está protagonizada por quienes experimentaron en sus propias carnes aquellos hechos, es la manera más acertada y lúcida para que el espectador de hoy vea y comprenda lo que ocurrió en ese pasado cercano y remoto a la vez de la caza de brujas. Si nos fijamos con atención, el arte narrativo siempre se basa en los hechos reales de la vida estén estos documentados, o no, pues sino estaríamos hablando con marcianos al no haber realidad compartida entre personajes y espectadores. La presencia de Howard Prince superpuesta y entremezclada a la trama de los personajes reales hace, debido a la distancia que pone entre esos y el espectador, que este traiga hasta su presente lo que ocurrió entonces no como un documento histórico, sino como un acontecimientos creativo. Ese que, al contrario que el documento histórico que solo habla de los años en que ocurrió la caza de brujas, habla de la caza y de las brujas que sucede y sucederán siempre, respectivamente. 


Por eso las peripecias de Howard Prince en la película, suplantado la personalidad y el oficio de guionista de su amigo, son también las nuestras, en tanto en cuanto son las propias y las apropiadas de la eterna condición de las conductas de los seres humanos, actúen donde actúen y se escondan detrás de las máscaras mediante las que ocultan sus vidas, mientras actúan.