martes, 24 de diciembre de 2019

CHANDLER HARRIS

La importancia de los cuentos del Tío Remus es doble: de una parte, es un esfuerzo compilatorio de los relatos y leyendas de los esclavos negros del sur, historias que se contaban entre ellos y que no trascendían al ámbito blanco, por lo que su aparición en forma de libro (este libro) fue una sorpresa y una sensación para los lectores de la época. Eran relatos hablados en una lengua mezcla de muchos dialectos que la hacían poco menos que ininteligible a la que el recopilador dio forma sin perder nada de su originalidad y singularidad. La existencia de un mundo imaginativo tan rico fue una sorpresa que alimentó la curiosidad de muchos lectores y hombres de letras americanos, pues, teniendo en cuenta la consideración que el mundo negro ofrecía a los blancos, resultaba casi increíble semejante exhibición de ingenio.”

viernes, 20 de diciembre de 2019

INICIADOS Y POPULISTAS

Cuando el profesor de instituto se enfadó porque quien estaba a su lado le pidió que dejara de hacer alarde de lo que sabía, debido a la razón que le otorgaba la función que le habían encomendado, o había el elegido, de docente, no pudo por menos de pedir a continuación la palabra, lleno de ese buen derecho que menciona Tesson en la obra mencionada ayer, para reclamar a su interlocutor que no hacia falta que le dijera en público, o en voz alta, lo que él ya sabía desde hacía muchos años en privado. Esta anécdota, que me la contó un amigo que es coordinador de un club de lectura, me parece representativa de esa tensión que preside la vida cultural en general, que unos llaman enfáticamente democrática, pero que en la práctica no deja de ser lo único que puede ser, dada la experiencia de sus actores, a saber, cultura populista. Una cultura populista que, en su rancia inoperancia, no solo no evita, sino que enaltece su también rancia némesis, la cultura aristocrática o de los iniciados, tipo la del profesor de instituto de marras. Así que bajo el rótulo, vacío de significado aunque que apunte una salida o un destino, de cultura democrática, operan los dos significados añejos de toda la vida, cultura populista o baja cultura versus cultura aristocrática o alta cultura. Y de esa toponimia no salimos, más ahora, si cabe, aupados como estamos a la banda continua de era digital presente. Es como si lo digital (o lo tecnológico) y lo rancio se dieran la mano, contraviniendo por primera vez la dignidad humana que inauguró hace doscientos años la modernidad ilusionante y emancipadora. Si aceptamos que ese momento de la historia de la humanidad se fundó mediante la fusión ideal de educación, democracia y novela, cabe deducir que la autoridad en el aula, en la asamblea y en el relato es parte constitutiva de que se haga realidad. Es por ello, que la hybris rampante, o falta de esa autoridad en cada uno de los ámbitos mencionados, es igual a su decadencia y, en última instancia, a su acabamiento, para dar paso, como ya sabemos, a otra época, una más, de salvajismo y autodestrucción masiva que es de lo que estaba preñado originalmente aquel momento de la historia de la humanidad. ¿Hay que seguir contando en una sociedad democrática con los iniciados o con los populistas, como productores de saber de una función académica o de compra venta (¿relatos indignos, se le podían llamar? Un relato es democrático, o digno, no porque lo digan los iniciados o los populistas, sino porque el lector lo sabe habitar individualmente y compartir esa experiencia irreductible con los otros lectores, pues no admite estar de acuerdo, o no, con el iniciado o con la propaganda populista. Esa manera de leer es la que le otorga verdadera dignidad a la experiencia de quien la lleva a la práctica.

jueves, 19 de diciembre de 2019

HOMÉRICAS

Todos las actividades de la clase media occidental, si te fijas bien, son irrelevantes. Únicamente la arrogancia y la banalidad constante de las acciones de sus miembros entre 15 y 50 lo son (por nimias que sean las unas y por acotar a la población de los otros en plan sociológico, y tal), hasta afectar a todo lo que tocan y todo lo dicen. Lo relevante de sus vidas, una a una con número de DNI, nombre y apellido, es ver cómo abdican de su condición de Reyes y Reinas destronados o desposeídos de una herencia que les otorgó la misión de llevar a la humanidad al paraíso, y en la que han fracasado estrepitosamente. Lo relevante, por tanto, es ver como asimilan que su verdadera misión es ser los enterradores de esa ilusión y, al mismo tiempo, los iniciadores después del entierro y los funerales de otra nueva misión para la que son perfectamente incompetentes: de ahora en adelante, y como herencia para sus hijos, dejar de pensar la condición humana a partir de una plenitud o perfección pérdidas o todavía no alcanzadas. El auténtico cambio climático empieza en el enfriamiento de la mente calenturienta de todos y cada DNI censado dentro de esa masa que constituyen La Clase Media Occidental, que perfectamente ya no es Proletariado, ni puede ser Proletarizada a la antigua usanza del siglo XIX. 
Primer mensaje de la nueva misión: No todos los éxitos tecnológicos son convenientes para la existencia humana, aunque si pueden quedar absorbidos por el bullicio de sus propios consumidores. A ello se refiere Silvain Tesson en su libro, “Un verano con Homero”, el de la Ilíada y la Odisea.
“Homero describe a menudo su «molesto bullicio». Este cenáculo de marqueses nos resulta familiar, ¿no es cierto? Es la imagen universal de la ambición y la mediocridad. Están seguros, porque se lo merecen sin más, de su buen derecho. El bullicio es el eco de su villanía y la banalidad que la acompaña, y durante los últimos dos mil quinientos años todos los pueblos del mundo se han dado cuenta de que existe una relación directa entre lo nocivo de una comunidad y el nivel sonoro que alcanza para manifestar lo que cree que es su triunfo.” Se han dado cuenta, pero nunca lo han confesado abiertamente. Hoy, todavía, en esas estamos. Y con esas padecemos.

martes, 17 de diciembre de 2019

TÓMATE EN SERIO

Cuando escuché por primera la locución: hazme un favor, tómate en serio, no entendí nada. De quien me lo dijo no espera yo esa expresión. Días más tarde le pregunté qué significaba lo que me había dicho. 
-Las palabras, tómate en serio las palabras, me respondió. 
-Ya lo hago, me tengo a mi mismo por una persona juiciosa y responsable, insisto, que quieres decir.
-Cierto que eres muy responsable y mesurado en el uso de las palabras que tienen que ver con la función que cumples en tu trabajo, en tu familia, con tus amigos, etc., he comprobado que todos esas personas te tienen por un tipo ejemplar. Pero cuando te pones a leer las palabras de la literatura eres un perfecto irresponsable, no te tomas en serio.
Hay palabras para que la vida funcione, de ahí nuestra condición de funcionarios, y hay palabras para que la vida se entienda, de ahí nuestra condición de lectores.
-Ya, pero son las mismas palabras.
-Solo en su apariencia formal. Unas sirven, como ya he dicho,  para realizar bien la función que te han encomendado (o que has elegido) en la vida y las otras para saber qué lugar ocupas en el mundo. No olvides que te dan una vida en propiedad que se incorpora a un mundo heredado durante un puñado de años. Eso es todo. Las palabras son las mismas pero las distingue el análisis, es decir, la seriedad y el rigor con que sepas distinguir las que tiene que ver con tu propiedad individual y las que tiene que ver con la herencia común recibida. Resumiendo, las palabras de la vida humana son el precio que los seres hablantes han de pagar para acceder al valor de su dignidad como humanos. Mientras que las palabras de la literatura sólo se sujetan mediante el valor de la dignidad de quienes las leen con atención y concentración.

viernes, 13 de diciembre de 2019

ENTRE 50 Y 15

Cuando solo tienes 15 lo normal es fiesta, pero cuando tienes 50 y 15, al mismo tiempo, lo recomendable es que tengas 50 y no 15; la fiesta es algo excepcional, lo mportante es enfrentarte a la idea de que tienes 50. Con lo digital me creo la ilusión de que soy eterno, de que vuelvo a tener 15, de que vuelvo a empezar, de que soy inmortal.
(...)
Cómo manejamos una sociedad de 50 sin dios, sin visión de lo infinito, sin conciencia de nuestra mortalidad. Es imposible. De momento hay que infantilizar a la población, hay que volver a los 15 para poder manejarla. En este momento no hay otra salida y Lo Digital lo permite. 
(...)
Pues Lo Digital dice: “Por qué me tengo que convertir en uno de 50 si puedo evitarlo; por qué tengo que dejar de ser uno de 15 si tengo los medios para hacerlo; por qué tengo que hablar cara a cara como uno de 50 si lo puedo hacer a través de la pantalla como uno de 15; por qué tengo que ir a pie si puedo ir en coche; por qué tengo que ir despacio como uno de 50 si puedo ir rápido como si tuviera 15; por qué tengo que dejar de ser rico a los 50 porque haya pobres de 15; por qué tengo que dejar de ser yo únicamente porque exista el otro. Por qué.

jueves, 12 de diciembre de 2019

COINCIDENCIA

Cuando el tren entró en el andén de la estación de metro, me puse a su lado con la intención de estar cerca de ella, bien de pie o sentado. Afortunadamente cuando se sentó y yo lo puede hacer a su lado, aunque para ello tuve que dar un pequeño empujón a un anciano que quería sentarse también. Lo hice con el suficiente disimulo o con una descarada desvergüenza, no sé bien distinguirlos, sin que se produjera una altercado de esos que últimamente proliferan en el subterráneo a favor de la fraternidad humana, ya sea a favor de los refugiados o de cualquier tribu identitaria de las que cada vez más proliferan en el mercado variable de la moralidad pública. Valga decir, no me digas por qué, que cuando viajo en metro me vienen a la cabeza comparaciones de este tipo en el que moralidad pública, por ejemplo, la percibo  muy vinculada a la deuda pública, pues sus altos y sus bajos dependen de asuntos inesperados que nunca tenemos a la vista, ni están determinados por razones siempre explicables. Supongo que lo hago para sobreponerme a esa costra de cemento en qué consiste la realidad rampante, en la que no hay cabeza que sobresalta sobre las otras siguiendo el horroroso principio de igualdad que impone el hormigón. La explicación por la que quería estar al lado de aquella mujer tuvo que ver con el efecto de seducción que me produjo comprobar que estaba leyendo el mismo libro que yo. Nunca antes me había pasado. Habitualmente cuando veo a alguien leyendo en el metro intento sacarle una foto para incorporar a mi colección de instagram, que consisten en un único tema: una persona leyendo. Es una manera de reconocer ese instante de soledad, que visualmente es siempre el mismo para la mirada ajena, pero que la cámara lo bendice como un instante de intimidad irrepetible. Lo diferente de esta ocasión era que la lectora del asiento de al lado estaba leyendo, ya digo, el mismo libro que yo. No me interesó hacerle una foto, lo que me apeteció de manera irresistible fue conversar con ella sobre cómo llevaba su experiencia lectora. El que yo en ese momento llevara el libro en la mochila me produjo un malestar que no supe cómo aliviarlo. No quería dirigirme a ella preguntando por lo que estaba leyendo y que pensara que lo que de verdad quería era ligar. Tampoco me parecía una salida oportuna sacar el libro de la mochila y ponerme a leer, haciéndome luego el encontradizo al dirigirme a ella. Era una situación embarazosa por lo poco habitual de las salidas y además por el aroma rancio que despediría si las ponía en práctica. Yo estaba a punto de acabar la novela y ella estaba, por lo que comprobé al mirarla de reojo, por el primer capítulo. Mi intención no era contarle lo que le esperaba, sino hablarle de la pregunta que yo me hice justo en las páginas en donde ella se encontraba. La protagonista de la novela era una mujer y me dio apuro que pensara que, al ser un hombre, me metía donde no me habían llamado. Alcé la vista, para ver cómo se encontraba el anciano al que le había quitado el asiento unos minutos antes. Me tranquilizó comprobar que un chico joven de enfrente le había cedido el suyo. Volví a mirar de reojo a la lectora que tenía al lado y comprobé que seguí mirando fijamente la misma página. De repente, me entró un nerviosismo inesperado. Al final me arriesgué y el dije que en esas páginas se encontraba el momento decisivo del libro. Después de pronunciar mis palabras me sonaron pedantes e inoportunas. Pero las que primero se me ocurrieron eran más altisonantes todavía: “pienso que es justamente en esa escena donde el lector se enfrenta a algo decisivo para el porvenir de su lectura del libro, saber en qué lugar lo ha colocado el narrador para que lea la historia, al mostrarle el sentimiento que aguanta en pie a la protagonista.” Ella ni movió la cabeza, y siguió con la mirada fija sobre el libro. No supe interpretar su falta de reacción ante mis palabras, si como un gesto de indiferencia o de mudo agradecimiento o de desprecio contenido. En ese momento el tren entró en una nueva estación. Alzó la mirada del libro y puso el punto de lectura entre las páginas de donde no se había movido desde que me puse a su lado. Se levantó de su asiento poco antes de que el tren se parara y abrieran las puertas. El señor al que yo le había “robado” el asiento también hizo ademanes de ponerse en pie, pero quien estaba su lado le ayudó a hacerlo prestándole su brazo derecho. Cuando se disponía a salir ella se dio la vuelta y me miró con amable fijeza. “Nadie nos atiende lo suficiente, por eso hay volver a coger la medida al espacio y el tiempo, ambos se vuelven infinitos cuando hay que recorrerlos, ello nos obliga, como a nuestra protagonista, a adquirir una nueva mirada sobre nuestro cuerpo y nuestra alma. Gracias por el consejo.” Y salió al andén, detrás del anciano, que al final lo hizo con sus propios pies.

miércoles, 11 de diciembre de 2019

PETER HANDKE

Por Alejandro Gándara:
”Justo ganador del Premio Nobel de Literatura 2019, es el escritor que consiguió que el mundo, no los personajes ni sus conciencias, hablara en monólogo interior y que supiéramos lo que el mundo pensaba y cómo pensaba. El origen de este artefacto resulta relativamente simple: tras las miserias y descomposiciones de la última posguerra europea, donde la lengua y el discurso, el arte y el conocimiento se fueron por las letrinas de una civilización traicionada, el paisaje de la lengua y de la literatura no era más que un cráter frío y había que encontrar lava y fuegos nuevos. El hecho es que lo anterior ya no servía ni para entenderse ni para enfrentarse a los retos de la historia, en los que había fracasado estrepitosamente. Desde este punto de vista, sin ninguna especie de conciencia ni esperanza, era mejor que hablara el mundo y dejaran de hacerlo los individuos, las disciplinas, los ideales y las ideologías, y ese mundo mostrara su impotencia, trazando en la medida de lo posible los límites y los bordes del gran agujero que el fracaso de todo un continente y de una cultura histórica habían dejado en el centro de la experiencia humana.

La literatura no servía para explicar lo sucedido, como tampoco servía el arte o la ciencia. Nadie entendió esto mejor –inevitablemente- que los alemanes y, de entre los de lengua alemana, nadie mejor que Handke. Nuestra forma de contar los acontecimientos, de explicarnos unos a otros, los vehículos para buscar el conocimiento habría que inventarlos, puesto que los disponibles se habían vuelto inútiles. De modo que el lenguaje tenía que ser otro. De modo también que el lenguaje no tenía que ser trasparente ni lógico ni científico. Si toda esa basura no nos había llevado adonde entonces estábamos (si toda esa basura no nos ha llevado adonde estamos ahora), con toda seguridad había sido un colaborador imprescindible en la tarea. Como mínimo, la había acompañado en el trayecto.

El Gruppe 47, creado en septiembre del año que le da nombre por Alfred Andersch y Hans Werner Richter, y en el que participaron escritores como Ingeborg BachmannHeinrich BöllGünter Grass, Alexander Kluge o Hans Magnus Enzensberger, entre otros, marcó sin duda la atmósfera creativa e ideológica de lo que fue la literatura y la narrativa en lengua alemana desde ese año en adelante. Y de ahí bebe, pues le habría resultado tan imposible como no respirar el aire de las crestas austríacas, Peter HandkeEn conclusión, hay que inventarse una lengua que cuente las cosas de otra manera, así como hay que inventarse un discurso científico que no se traicione a sí mismo y, ya de paso, que no nos traicione a los demás. La Historia no puede volver a repetirse. La creación, con sus distintos rostros y empeños, tiene una misión, pero esta vez no será una misión redentora o explicativa –allí donde pueden distinguirse-, sino la de encontrar sus propias reglas fuera del espacio ideológico.

Los personajes se tornan no solo desconocidos para el mundo, sino también desconocidos para su propia conciencia y para su limitada capacidad de reflexión. De ahí que en las novelas, los relatos y los ensayos de Handke los elementos narrativos convencionales sean difíciles de descifrar y al final se acerquen al misterio y, en consecuencia, no puedan resolverse. Es decir, no sean del todo elementos narrativos. Uno de sus protagonistas, que no sabe cómo se llama, que no sabe cómo le llaman, y que ni siquiera sabe el aspecto que tiene –pues a fuerza de mirarse sin referencia alguna, acaba por adoptar la fisonomía que cualquier transeúnte le adjudica-, finalmente se reconoce (o más bien reconoce una verdad insoslayable) en la mirada de una persona que va a morir. Esa persona que va a morir la está matando él, que necesita esa muerte para agarrarse a una evidencia irrefutable. Todo lo demás es ilusión, fantasmagoría, delirio.

En cuanto al lenguaje, vuelve a una antigua oscuridad: la de los tiempos en que las palabras apuntaban a lo desconocido y no se habían convertido en un servomecanismo informativo. El paisaje de la perspectiva geométrica desaparece para dar paso a un arco cromático de sensaciones. El sueño desplaza a la vigilia. El lector regresa al centro del enigma y rechaza su papel de espectador. La lectura se orienta al riesgo y el significado sucumbe ante la ambigüedad. Eso es Handke. Entre otras cosas, claro.”

martes, 10 de diciembre de 2019

AMERICANAH 9

TODO UNO
¿Que es aquello que una vez perdido, al abandonar Nigeria, hace que Ifemelu se pierda para siempre? Es una pregunta inquietante para alguien como yo que primero abandoné mi lugar de nacimiento y luego el lugar de mi educación sentimental. ¿Hay que moverse, necesariamente, para perder algo? ¿Y hay que perder algo para que uno se pierda para siempre? Uno y Algo. Vivir y morir. ¿O vivir no es otra cosa que perder para siempre, independiente de lo que uno pierda en cada tiempo y lugar? ¿Encontrase a otro uno es, entonces, volver a coincidir con otro algo? Todo es uno. Todo uno. ¿Es lo que descubre Ifemelu? Que en Estados Unidos puede elegir cuando quiera y lo que quiera (como un acto de su voluntad), pero no puede querer lo que quiera (como un acto de sus otros afectos sometidos así por aquella). ¿Cómo entender, sino, ese grumo que la ahoga hecho a base de añoranza, dolor sordo de la pérdida, todo envuelto bajo la costra de cemento que ha puesto encima de su alma para sostenerse en pie con la ayuda inestimable de la grieta que abre el blog, que es justamente por donde ha respirado durante todos esos quince años que ha vivido como negra americanah. Así cobran sentido, con todo su esplendor de ser el epílogo del viaje homérico recorrido durante quince años, las últimas palabras de la novela pronunciadas por ella misma. “Techo - dijo por fin -. Entra.”

lunes, 9 de diciembre de 2019

AMERICANAH 8

MIL QUESOS
En la tertulia de lectura a la que asisto una vez al mes, hay una compañera que le gusta mucho el feminismo. Digo le gusta porque pienso que su experiencia con la palabra y lo que significa es gastronómica. Cada vez que habla del asunto literalmente se lo come. Y cuidadin con pedirle un trozo para catarlo. Me he acordado de ella al leer las peripecias de Ifemelu, pues mi compañera lectora, al igual que la protagonista de Americanah, sueña con la posibilidad de elegir entre todos los feminismos que en un momento concreto estén a su disposición. Yo siempre le canto la misma canción que el narrador de Americanah le canta a Ifemelu, Natalia  ¡no te pierdas, no te disfraces, no te olvides!, mira las distancias de medio palmo que hay en tu entorno. Lo mismo que el narrador de Americanah le sugiere a Ifemelu, aunque bien es verdad que el narrador habla, digamos, lo que Ifemelu le cuenta al oído. Esa otra forma de nombrar lo que se conoce como narrador apoyado. Toda la energía de Natalia, al igual que la de Ifemelu, ¿no estará destinada a hallar su lugar en un orden que ha sido alterado por la locura de poder elegirlo todo, de tenerlo todo al alcance de la mano? Da igual que sea el queso, los mil quesos franceses, o los movimientos transversales que proliferan en los últimos tiempos. Temo que Natalia, el día de la cita para comentar el libro de Chimamanda Adichie, venga a desahogarse porque no haya sido capaz de poder elegir todos los feminismos en el acto de su lectura, y le eche la culpa de ello a los masculinos que corren por la novela, Obinze será, con toda seguridad, el que recibirá más reproches por parte de Natalia, pues no admitirá que Ifemelu vuelva por Obinze, tal y como ella misma confiesa a los lectores en las páginas del capítulo primero de la novela. Yo no le diré a Natalia, por eso lo escribo, que tal vez lo que sus feminismos no alcancen a leer es lo que transporta el tándem femenino-masculino sobre el que pedalea Ifemelu, lo que convierte a aquella (persona de carne y hueso) en un ser más irreal que ésta (personaje de ficción indudable). No se lo diré para no recibir uno de sus reproches, y porque es más que probable que abriría una grieta en el sólido edificio de sus convicciones cuya reacción la imagino muy desagradable. Tengamos la fiesta en paz. Es evidente que Natalia no respetará las distancia de medio palmo que hay en el entorno de su existencia, y más en concreto no la respetará en ese momento especial de su existencia, como es el encuentro con otros lectores para compartir el mismo libro. Ya he dicho en alguna ocasión que las palabras del libro que leemos cada mes, mientras esperamos a compartirlo, deberían ser la más importantes de las que podamos decir o escuchar en nuestro trabajo, con nuestra familia o con nuestros amigos. Natalia, al contrario que Ifemelu, ha puesto las expectativas de su máxima elección a años luz de su existencia real. Natalia pone en marcha, en esa decisión de alejamiento, el principio masculino que la constituye, mientras que Ifemelu es, para entendernos, un personaje transexual pero no en su aspecto visible, corporal y corporativo, sino en el de ser un personaje de ficción de alma transversal. Todo los movimientos identitarios actuales, sean del signo o color o género que sean, activan para moverse, por tanto son activistas, el principio masculino de sus protagonistas. Su lenguaje es inequívoco, lógica determinista del poder, forma de mirar literalista, medible, contable, etc., por ello son tan queridos por los otros movimientos de las pantallas, que corren detrás de aquellos como la presa más preciada de la era digital. Sin embargo, aunque el impulso de abandonar Nigeria por parte de Ifemelu está determinado, también, por el atractivo de las promesas del principio masculino, no puede evitar que aparezca el principio femenino de vuelta a casa, de volver a recuperar el orden perdido por la ambición masculina de querer poder elegirlo todo, de desear conquistarlo todo. Ifemelu le viene a decir a Natalia que ha pensado su humanidad, esa es su experiencia, fuera de la categoría de la plenitud, un afuera que no ha supuesto una expulsión de Estados Unidos, pues Ifemelu recordemos que tiene el pasaporte norteamericano, sino el descubrimiento de la vuelta a Nigeria. Yo solo creo en la democracia de Chéjov, añadiría yo. La metáfora de los Mil quesos franceses, que he mencionado antes, me parece una imagen cabal de lo que le pasa a Ifemelu y de lo que la ceguera de Natalia le impide ver. El otro día me invitaron a un Buffett de comida en un restaurante francés. Como no podía ser de otra manera la máxima posibilidad de elección estaba en el escaparate de los quesos. Digo que había mil quesos porque me parecen una cifra de esas que, como el número los soldados en un ejército, paraliza o alienta al que tiene enfrente. Tener mil posibilidades de elegir quesos, literalmente me paralizó. Al final, tuve que pedir consejo al camarero para que me dijera por dónde empezar. Eligió seis quesos y me dijo el orden, de mas suave a más fuerte, en que era conveniente comerlos. Un clásico.

viernes, 6 de diciembre de 2019

AMERICANAH 7

NUEVAS NAVES
¿Que es aquello que una vez perdido nos pierde para siempre? Pienso que la pregunta anida en el corazón de Ifemelu y del relato que construye, Americanah, de la mano del narrador que “alquila” y del blog que ella misma escribe (con un seguimiento creciente de lectores) como un taladro de hierro que se abre paso en el cemento que se ha depositado sobre su alma, tal y como ella misma confiesa nada más comenzar el relato. Pienso que cualquier posibilidad de respuesta como lectores no la podemos obtener sentados en el butacón desde el que normalmente respondemos a lo que se nos echa encima. Pienso también que la pregunta no tiene respuesta, porque no es de este mundo, la pregunta, e Ifemelu esta muy apegada a las cosas de este mundo, por eso viaja a Estados Unidos, porque allí piensa que hay más mundo que en Nigeria del mundo que ella desea, ese donde se puede elegir todo. Así las cosas, ¿quiere ello decir que como lector no me tengo que levantar del butacón y esperar a ver qué pasa en el próximo capítulo, tal y como me dicen que tengo que hacer en las series. Las respuestas son las únicas que son de este mundo, pues el mundo es, en sí mismo, una respuesta en forma de conocimiento a ese engrudo de que esta hecha la ambigüedad que nos constituye. Sin embargo, la pregunta del principio aunque no es de este mundo tampoco lo es de ese engrudo ambiguo y primordial. El viaje de Ifemelu es una respuesta a lo que ha perdido para siempre cuando abandonó Nigeria, quince años antes. Pues la Ifemelu que pronuncia las últimas palabras del viaje, a saber, “Techo - dijo por fin - entra”, ya no es la misma que lo inició hace quince años. ¿Qué naves ha quemado en el viaje, que ya no podrá usar jamás? Las raíces se consideran algo sobrevalorado a estas alturas del siglo XXI. Ifemelu lo sabe, al igual que las más nobles raíces siempre arraigan en algún fango. Sin embargo, la añoranza por la tierra amada ha sido la que ha fundido en cemento los ambiguos presagios e ilusiones que imaginó cumplir en su viaje. Ha perdido lo que hay detrás de esa añoranza en el mismo instante que decide volver a Nigeria. Y, a cambio, ha ganado dos naves que serán su medio de transporte de ahora en adelante. Un pasaporte norteamericano, que le permite cruzar el charco entre Nigeria y Estados Unidos, y un blog que la mantiene en contacto con el universo. Como nave ocasional, el descubrimiento que hace de negritud en Estados Unidos, que también la acompañará para siempre, después de perder su neutralidad cutánea. Por todo ello recomendaría a Ifemelu incluir en su blog el siguiente párrafo de “Las variedades de la experiencia religiosa”, de Willian James. Además de dar satisfacción a su madre, mujer de fuertes convicciones religiosas, pienso que puede dar una respuesta acertada a la pregunta inicial de este escrito. También será una buena manera de iniciar el regreso a casa. El párrafo de James dice así: "La brillantez de la hora presente siempre es prestataria del fondo de posibilidades con las que va ligada; dejemos que nuestras experiencias comunes se envuelvan en un orden moral eterno, dejemos que nuestro sufrimiento alcance un significado inmortal, dejemos que el cielo sonría sobre la tierra y que las deidades nos visiten, dejemos que la fe y la esperanza sean la atmósfera donde el hombre respira y sus días transcurrirán con entusiasmo, interesados con perspectivas nuevas, se estremecerán con esperanzas remotas. Situar, por el contrario, a su alrededor, el frío, la tristeza y la ausencia de todo significado permanente, como pretende el naturalismo puro y el evolucionismo popular de nuestro tiempo, y el entusiasmo se detendrá o se convertirá en un temblor ansioso".

miércoles, 4 de diciembre de 2019

AMERICANAH 6

ELEGIRLO TODO
La posibilidad de elegirlo todo en Estados Unidos le había hecho descubrir a Ifemelu las limitaciones de su carácter como mujer. La posibilidad de elegir todo apuntaba más bien a una personalidad electora y elegible que necesitaba que se lo ofrecieran todo y, a la vez, mostrarlo todo, o casi todo. La ilusión de muchas vidas que no eran otra cosa que la prueba o el examen de su vida verdadera. Habían pasado quince años desde que llegó a Estados Unidos y no se reconocía dentro de ese juego de máscaras. ¿Desde que lugar escribe la narradora?, ¿desde el dolor sordo de la pérdida? ¿En que lugar nos colocamos, entonces, al leer la novela? ¿Lo aceptamos o nos resistimos a movernos, al leer, del lugar que ocupamos habitualmente? ¿Quiere ello decir que somos lectores inamovibles? En fin, como creo haber dicho, ¿y si no amáramos por lo que nos falta, sino para saber qué nos falta?
Son preguntas que interpelan al lector desde las primeras palabras de la novela Americanah, pues con ellas Ifemelu le abre su alma para invitarlo a su encuentro, desvistiéndola de suspense y cubriéndola de misterio. El misterio propio de toda existencia humana. Al leer de alma a alma o de misterio a misterio o de psique a psique (lo invisible, lo indeterminado, lo inmaterial) nos sobrepondremos a los tópicos o lugares comunes que nos imponen las diferencias de lo visible, lo determinado y lo material (raza, género, lugar de nacimiento, cultura). La comunión de almas, por decirlo así, se da en lo que tienen en común todas ellas de cazadoras solitarias y paseantes alertas, dicho de otra manera, lo que tienen en común en su particular prueba de vida al abrirse al mundo. Ya sea en Madrid o en Tombuctú o en Lagos o en Nueva York. Esas primeras palabras del capítulo 1, pag, 23 y 24, dicen así,
“Estaba gorda. No era curvilínea ni tenía los huesos grandes; estaba gorda: era la única palabra que le sabía a verdad. Y había cerrado los ojos, asimismo, al cemento depositado en su alma. Su blog iba sobre ruedas, con millares de visitantes únicos todos los meses, sus honorarios por charlas eran aceptables, y disfrutaba de una beca de investigación en Princeton y una relación con Blaine - , había escrito él en su última felicitación de cumpleaños - y a pesar de todo tenía cemento depositado en el alma. Eso llevaba ahí ya un tiempo, un trastorno de fatiga a primera hora de la mañana, una pesadumbre y una insularidad. Llegó acompañada de afanes amorfos, deseos indefinidos, breves, breves atisbos imaginarios de otras vidas que acaso podría estar viviendo, y con el transcurso de los meses todo eso se fundió en una desgarradora añoranza. Exploró páginas web nigerianas, perfiles nigerianos en Facebook, blogs nigerianos, y cada clic del ratón sacaba a la luz una historia de una persona joven que había vuelto recientemente al país (...)
Contempló fotografías de esos hombres y mujeres y sintió el dolor sordo de la pérdida, como si ellos le hubiesen abierto la mano por la fuerza y le hubiesen arrebatado algo que era suyo. Vivían la vida de ella. Nigeria se convirtió en el lugar donde debía estar, el único sitio donde podía hundir sus raíces sin el incesante anhelo de arrancarlas y sacudirles la tierra. Y estaba también Obinze, claro. Su primer amor, su primer amante, la única persona con quien nunca había sentido la necesidad de explicarse. Ahora él era 

marido y padre, y habían perdido el contacto hacia años; así y todo no podía engañarse pensando que él no formaba parte de su añoranza, o que ella no se acordaba de él con frecuencia, cuando en realidad examinaba su pasado juntos, buscaba augurios de algo que era incapaz de nombrar.”

martes, 3 de diciembre de 2019

AMERICANAH 5

FALTA DE ELECCIÓN 
Que fuera la falta de elección en Nigeria lo que motivó a Ifemelu y Obinze a emigrar a Estados Unidos e Inglaterra, respectivamente, es lo que más me ha costado entender de la novela Americanah. Tengo un vecino que le pasa lo mismo y vive bajo los auspicios de la oronda Europa. Todo debe tener que ver, después de escuchar a Ifemelu y Obinze en la novela, y a mi vecino en las reuniones de propietarios, con un fenómeno al que no nos acabamos de adaptar del todo, ni los personajes de ficción ni los de carne y hueso. Ese fenómeno o hecho no es otro que la mayoría de la realidad es invisible e indeterminada a los sentidos y la racionalidad matemática humanos. Y lo que se nos hace visible con el trato cotidiano se va convirtiendo poco a poco en algo opaco, indiferenciado, lo que quiero decir es que se convierte ante nuestros sentidos y nuestra inteligencia matemática en un bulto o, peor aún, si el bulto en cuestión busca con desasosiego reconocimiento ajeno, entonces los que nos acompañan en el deambular cotidiano por la ciudad son eso que en las películas de ciencia ficción llamamos los zombis. Queda claro que lo de ciencia ficción es un eufemismo o bulto de los de la industria del cine y el audiovisual para no asustar a su clientela, evitando que se den cuenta que los verdaderos zombis son los espectadores mismos, que, al parecer, son a su vez la parte visible de la realidad porque son los únicos que pagan impuestos contantes y sonantes. Mi vecino lo tiene claro, lo único visible para él es su piso y lo que tiene dentro, a saber, su mujer y sus tres hijos. Luego tiene una amante, a la que ha puesto un piso en el barrio opuesto de donde vive y cerca del trabajo, la cual forma la parte invisible de su vida. Ella, sin embargo, lucha y porfía porque deje al bulto grande de su casa y se vaya a vivir con ella con los bultos pequeños pues a ella le gustan mucho los niños. Mi vecino lo cuenta así, de forma desenfadada y graciosa, después de que acaban las aburridas reuniones de propietarios. Dada la hora, nadie le hace demasiado caso pues piensan que su intención es echarle algo de pimienta al tedio que nos embarga a todos después de discutir sobre lo único viable de nuestras tristes vidas, la casa donde vivimos con nuestras familias. Ser propietario, se ha de reconocer, es una de las funciones más visibles del mundo moderno, pero también la que con más rapidez convierte en bulto opaco a sus protagonistas. Yo, sin embargo, después de leer las peripecias de Ifemelu y Obinze, soy el único que si cree las palabras de mi vecino respecto a la parte invisible de su existencia. Y es que a todos los que vivimos por estos pagos nos afecta, de una manera u otra, eso que los protagonistas de Americanah llaman la falta de elección. Esta carencia es, a mi modo de ver, una manera comercial de nombrar la creencia en que como seres finitos e imperfectos que somos tenemos el derecho de elegir ilimitadamente como si fuéramos dioses. Ya ves. Yo pienso que el impulso original de Ifemelu y Obinze, que los hace abandonar Nigeria, lo que hay oculta verdaderamente es ese deseo insaciable que exportamos los blancos ricos hacia los negros que aspiran a serlo, hasta convertido en norma y normalidad de obligado cumplimiento en todo el planeta. Es la única explicación visible del cambio climático, que se resiste a aparecer como algo e evidente. Mi vecino, y muchos otros blancos, no puede llevar cabo el periplo norteamericano e inglés que si pueden los negros Ifemelu y Obinze, lo cual deja ver de paso que la desigualdad de clases condiciona más que la desigualdad de razas. Es por eso que se ha inventado la realidad invisible de una amante con piso incluido en el extrarradio de la ciudad, a la que puede ir a visitar en esas horas muertas que tiene el día, normalmente después de comer, que también son inviables para el resto y, por tanto, nadie le pedirá cuentas por su ausencia. Sin embargo, como Ifemelu y Obinze si se lo pueden permitir, antes de comprarse un piso en Lagos con sus bultos dentro, se hacen su periplo para satisfacer en los “supermercados” ingleses y norteamericanos esa necesidad inaplazable de poder elegir lo que quieran y cuando quieran. La lucha contra la opacidad de los bultos que te rodean, que está manía occidental de poder elegir a cualquier hora, a la larga, acaba produciendo, no tiene que ver ya ni con las clases ni con las razas, sino con que un día te levantes y no te mueras de ganas de perderlos de vista. Y a ver qué pasa, y a ver qué ves. Y a ver qué haces con lo que pasa y con lo que ves. 

lunes, 2 de diciembre de 2019

AMERICANAH 4

LO BIRRACIAL
De igual manera y con similar intensidad me molestan, como a Sócrates de quien lo aprendí, las opiniones generalistas sobre los asuntos del mundo, complejos por naturaleza, ahora ya lo sabemos no hay disculpa por tanto para la simplificación y la generalización. Tienen todas esa opiniones ese halo de falsedad que no ha dejado de producir a lo largo de la historia, al hacerlo pasar por verdadero, esos agujeros negros argumentales de la opinión pública en su conjunto (esa creencia moderna de que se pude decir lo que se quiera y elegir lo que a uno le pete y cuando le pete, como símbolo y sinónimo irrefutable de la libertad individual) por donde se cuela todo el pus que es capaz de destilar el corazón humano. Al igual que Ifemelu en su periplo norteamericano no se qué hacer con la opinión generalista de quien casualmente, o no, tenga delante. Al igual que ella yo también he confeccionado un blog, o como se llame, para tratar de navegar en el océano proceloso de las opiniones, que se me antojan algo tan peligroso como el mar al que tuvo que enfrentarse Ulises en su regreso a Itaca. Si tenemos en cuenta, tal y como aseveran los expertos, que las opiniones son como bultos o edemas o monstruos marinos que le salen a la realidad cuando Ifemelu, o yo o quien sea, intenta atravesarla sin preparación alguna. Mejor dicho, con esa preparación que aceptamos como suficiente por el simple hecho de que nos permite sobreponernos a la falta de elección que, de repente, un día sentimos que no tenemos en nuestro lugar de origen donde vivimos, lo cual hace que, acto seguido, nos lancemos a la mar. Ifemelu cuando llega a la costa este de los Estados Unidos de America, remedando a los pioneros ingleses del siglo XVII, que también padecían falta de elección aunque más severa en su tierra natal, se enfrenta a un problema inesperado, a saber, la apabullante oferta de opiniones y de todo lo demás tapa, hasta hacerla invisible, la realidad que tiene delante. Si tiene que elegir entre las múltiples opiniones, y sus concreciones materiales correspondiente, y la realidad no sabría qué decisión tomar. El blog, como un cuaderno de bitácora, la orienta en ese mar de los sargazos en el que se ha metido sin saberlo. Ifemelu, como yo a su lado, solo quería romper con ese maleficio, así lo entiende ella, que es el no tener la posibilidad de elegir en Nigeria. Lo que si me parece evidente es que en todo momento se refiere a la falta de elección material, o visible o determinada. Sin embargo, lo que si me parece también evidente es que la elección, digamos, espiritual o del alma ya la ha efectuado, y al parecer con acierto, antes de indicar su periplo americano. Obinze no deja de estar detrás de cada una de las elecciones que toma Ifemelu mientras navega de puerto en puerto, por decirlo así, en el mar de la sociedad opulenta americana. La realidad nigeriana, o la de donde sea, es dura, difícil de tragar cada día, incluso si formas parte del estamento de los privilegiados, como es el caso de Ifemelu. A mí también me pasa, y necesito como Ifemelu poner un poco de salsa de opiniones y posibilidades de elegir al estilo norteamericano, que es, a mi entender, las que hacen, de todas las salsas que se han inventado, más digerible la dureza y pastosidad de la realidad diaria. Por ejemplo, las salas rusas son muy desabridas y esteparias, hacen aún más indigesta, si cabe, la realidad misma, además tiene un alto índice de toxicidad, denunciado reiteradamente por la organización mundial de la salud, que las hace nada recomendables. El único problema que tienen las salsas norteamericanas es que sin darte cuenta engordan. Uno se atiborra cada día tanto de opiniones y posibilidades de elección, que cuando se quiere dar cuenta no cabe en los pantalones o en los vestidos de hace un mes. Ifemelu toma conciencia de su pérdida de esbeltez cuando vuelve a poner el pie en Nigeria y desea encontrase con Obinze. Al igual que tomó conciencia de que realmente volvía a casa, cuando recibió el primer correo electrónico de Obinze después de muchos años de no saber nada de él. Pero con anterioridad a la influencia de las múltiples opiniones y formas de elección sobre el cuerpo, Ifemelu se dio cuenta de lo pernicioso que todo ello era para la psique o el alma, en fin, para el pensamiento. Así me explico yo la decisión que toma de escribir en blog lo que piensa rodeada como se encuentra de lo que andaba buscando para elegir cuando decidió abandonar Nigeria. Y uno comprueba con interés que no hay correspondencia alguna entre lo que experimenta en la realidad embadurnada de salsas de la mano del narrador que, digamos, ha alquilado para que cuente su historia, y lo que ella escribe con las palabras del corazón en su blog. Sería más acertado decir que el enlace entre las palabras del narrador y las de Ifemelu está en esas palabras de esta última que aparecen con mucha frecuencia, mediante las que muestra su falta de sintonía y complacencia absoluta con la provisionalidad existencial con el mundo de las opiniones y salsas con que la clase media norteamericana enmascara la realidad en la que viven. Expresiones como “Se sintió extrañamente enojada con él”, pg 532, dichas para sí misma después de conocer a alguien, Don en este caso, o hablar con alguien o incluso de hacer el amor con alguien, Blaine en otro momento, son constantes y forman parte de esa composición angular en este caso, digamos, de la interioridad del personaje. Esa perspectiva múltiple con la que siempre construye Ifemelu su experiencia con el mundo, que luego le da forma en su blog.