TODO UNO
¿Que es aquello que una vez perdido, al abandonar Nigeria, hace que Ifemelu se pierda para siempre? Es una pregunta inquietante para alguien como yo que primero abandoné mi lugar de nacimiento y luego el lugar de mi educación sentimental. ¿Hay que moverse, necesariamente, para perder algo? ¿Y hay que perder algo para que uno se pierda para siempre? Uno y Algo. Vivir y morir. ¿O vivir no es otra cosa que perder para siempre, independiente de lo que uno pierda en cada tiempo y lugar? ¿Encontrase a otro uno es, entonces, volver a coincidir con otro algo? Todo es uno. Todo uno. ¿Es lo que descubre Ifemelu? Que en Estados Unidos puede elegir cuando quiera y lo que quiera (como un acto de su voluntad), pero no puede querer lo que quiera (como un acto de sus otros afectos sometidos así por aquella). ¿Cómo entender, sino, ese grumo que la ahoga hecho a base de añoranza, dolor sordo de la pérdida, todo envuelto bajo la costra de cemento que ha puesto encima de su alma para sostenerse en pie con la ayuda inestimable de la grieta que abre el blog, que es justamente por donde ha respirado durante todos esos quince años que ha vivido como negra americanah. Así cobran sentido, con todo su esplendor de ser el epílogo del viaje homérico recorrido durante quince años, las últimas palabras de la novela pronunciadas por ella misma. “Techo - dijo por fin -. Entra.”