martes, 23 de abril de 2024

ANTONIO GAMONEDA

 EXISTÍAN TUS LABIOS



DIANE DI PALMA

 CANCIÓN REVOLUCIONARIA Nº 44



YANNICK

 Tardó lo suyo pero al final la película “Yannick”, de Quentin Dupieux, me evocó una imagen remota, que me pareció del todo convincente como espectador de la película francesa. Tiene que ver con el asalto a las Tullerias de los sans culottes parisinos, el día 14 de julio de 1789. Lo que se conoce, según todo el mundo sabe, como el inicio de la revolución francesa o también como el inicio de la Edad Moderna. Si el asalto a las Tullerias de antaño tenía que ver con el hartazgo de pasar hambre y penalidades, el asalto al escenario durante la representación de una obra de teatro de hogaño, que representa Yannick, tiene que ver con el hartazgo de sufrir la banalidad de la abundancia. Si aquel asalto inauguraba las promesas de la modernidad, este de Yannick las daba por concluido en el mejor sitio posible, sobre el patio de butacas y el escenario de un teatro. Los dos momentos se parecen en lo mismo: la apertura de la caja de los truenos frente a una situación que se ha hecho insostenible. Las Tullerías relacionada con el hambre. El teatro relacionado con la abundancia de todo. Lo que vino después del tumulto de las Tullerias fue el mundo en el que todavía existimos. Lo que vendrá después del tumulto del teatro, con Yannick a la cabeza, es imposible saberlo. Cuando azuza el hambre por escasez de alimentos sabemos lo que hay hacer. Pero cuando ahoga la abundancia por exceso de todo no tenemos ni idea. Lo único que sabemos, después de 235 años desde el asalto a las Tullerias, es que nuestro deseo es insaciable y se puede comer el planeta. Fin de la historia de la humanidad. De momento, la película de Yannick acaba con la policía punto de entrar en el teatro para poner fin a la representación y detener a Yannick.

Sin embargo, me vino a la cabeza una idea que lleva rondando desde que soy coordinador de club de lectura y de cine forum. A saber, darle al lector y al espectador el lugar y la voz que se merecen en la República de las Letras. Es bien sabido que una de las consecuencias del tumulto de las Tullerias fue la regulación de los saberes por parte de la clase emergente y luego dominante tras la Revolución Francesa. La burguesía industrial. Academias, museos, estéticas, críticos,… se ocuparán de ordenar y catalogar lo que hay que ver y leer, y lo que no. Lo que son obras maestras y lo que no. Fuera de este nuevo orden burgués industrial quedaron los miles y millones de lectores y espectadores que se iban alfabetizando y accediendo a la cultura a través de los cada vez más sofisticados medios de comunicación. La forma de pensar y de percibir del individuo espectador y lector (no la del crítico profesional) respecto a lo que ve, oye o lee ha sido silenciada totalmente. Como mucho, queda relegada a un plano marginal, el de la conversación privada. La manera de pensar y percibir de espectadores y lectores queda sepultada ante las múltiples perspectivas y ruidos mediáticos con que se acoge hoy a cualquier acontecimiento narrativo. Solo adquiere formas de dato: la audiencia o el público. Hasta hoy en que Yannick ha dicho Basta ya, como lo dijeron los sans coulottes parisinos muertos de hambre y de calamidades. Basta ya de ser consumidores de cultura sin ton ni son, y cuando a ustedes editores, productores, directores o escritores les pete y como les pete. Basta ya de estar siempre disponibles a comernos lo que a ustedes editores, productores, directores o escritores les pete y cuando les pete. Basta ya de ser meros consumidores pasivos de sus culturas, como las vacas llenan el buche en el establo el pienso que les pone el ganadero. Lo que nos echen, cuando nos lo echen y donde nos lo echen. De eso es de lo se harta Yannick pistola en mano, para subrayar a la antigua su hartura. Pero como los sans culottes parisinos, Yannick no está en condiciones de responder a las preguntas fundacionales de todo acto creativo: para qué y por qué accedo a la cultura. Cuyo epítome no es otro que para qué y por qué leo un libro o veo una película o un cuadro u oigo una sinfonía.


La cuestión es para qué y por qué sale Yannick a la palestra pistola en mano. Los sans coulottes sabemos que hicieron lo que hicieron sin saberlo, para inventar la revolución, contra la opinión del monarca que pensaba era una rebelión más de desarrapados. Para convencerse y demostrar al mundo que el hambre es un arma cargada de futuro. Ahora parece fácil darse cuenta, pero entonces era inimaginable. ¿Puede Yannick, pistola en mano, abrir la grieta en la muralla del colosal acomodamiento actual de la clase media dominante, más torpe e inculta que aquella burguesía fundacional, para demostrar que la cultura de los mandarines de la cultura es un arma cargada de aburrimiento, indicando de paso cual es el futuro de la cultura de quienes hoy se la comen. Yo pienso, a tenor de los espectadores que lo jalearon en el teatro, que no. Yannick montó una nueva performance titulada Basta ya tíos listos, yo también puedo hacerlo. Y lo hizo, con faltas de ortografía incluidas. Hizo valer aquello tan propio del hartazgo de la abundancia: lo puedo hacer y lo hago. Pero no es eso, no es eso. Algo que nunca se les pasó por la cabeza a los sans culottes de las Tullerias.


viernes, 19 de abril de 2024

LORD BYRON

 


LAURA MONTES

 UN ALTAR CALIENTE



LA GALLINA CIEGA 13

 EL MUNDO SIGUE SIENDO INFINITAMENTE GRANDE PARA QUIEN VIAJA CONSIGO MISMO.

¿De quien es tu experiencia de exiliado? Le pregunto a Maxaub mientras bajamos las escaleras de la estación de metro de Ventas. No se esperaba la pregunta y menos su contigüidad con la visita a la plaza de toros y aledaños. Por decirlo con otras palabras, lo que se esperaba, me dijo, es que le preguntara como veía esa superposición en el mismo espacio de dos modos de entender la fiesta que obedecen, al menos por razones históricas, a dos momentos existenciales y políticos diferentes. Que los días de gloria de la tauromaquia, que el régimen franquista utilizó en beneficio propio, hubieran ocupado el mismo espacio que los días de gloria de la movida madrileña, santo y seña de la vuelta de la democracia española. Para entendernos, insistí, desde el punto de vista de la biografía de todos y cada uno de esos protagonistas, incluida la tuya propia en el exilio, son distintas entre sí y todas, a su vez, intransitivas. Es decir, incomunicadas e incomunicables. 


Ahora bien, si entiendes la primera pregunta como impulso para salir de la jaula - en que se ha convertido tu biografía de exiliado entendido solo así - y como punto de arranque de tu aprendizaje fuera de aquella, tu experiencia de exiliado es básicamente delegada. Es decir, la vivida por otros exiliados y también la vivida por los que después de la guerra se quedaron y organizaron la vida aquí. Y no cuesta nada deducir que lo que nos impresiona y percibimos de tal experiencia lo hace también por relación con nuestro aprendizaje, que tiene que ver exactamente con lo que le sucedió a los otros. Me puede impresionar lo que le ha sucedido a alguien - tu exilio, talmente, le comento a Maxaub - con más fuerza que si me hubiera sucedido a mi. Por tanto forma parte de mi todo lo que experimento. Creo entender entonces, que este paseo peripatético a mi lado, no deja de ser experiencia conjunta asumida, me contesta el exiliado mayor. 


Estamos acabando el paseo que menciona Maxaub y quería que visitásemos juntos un puñado de lugares que tienen que ver con esa combinación: testamento y herencia, que forma parte de la larga travesía existencial que ha sido, al fin y al cabo, la postguerra española. Vale que el no reclamar el testamento de ese largo periodo, vaya a cuenta del saludable olvido que nos hemos dado para poder construir juntos un futuro democrático dentro del continente europeo al que pertenecemos. Pero lo que ya es menos justificable es hacer caso omiso de la herencia recibida, que es lo mismo que admitir que no ha pasado nada. Es decir, que comenzamos con la hoja de servicios en blanco, como si el mundo y nosotros mismos empezáramos a rodar el mismo día en que se murió Franco. Punto pelota. 


Vayamos por partes. Si nos metemos en el caserón que ocupa hoy la Fundación Ortega y Gasset-Marañon nos hablará de actualidad. Pero si le metemos imaginación al asunto, comprobaremos que en ese mismo caserón estuvo, antes de que todo se fuera al garete, el primer centro de estudios universitarios para señoritas, y que el significado de esas mismas piedras que dan forma al edificio y el excelente jardín que lo rodea se hace nuestra herencia ante la mirada del visitante más despistado. En la órbita de la Institución Libre de Enseñanza la Residencia para señoritas tuvo como primera directora a María de Maeztu. Estuvo funcionado hasta 1939.Tras la minuciosa depuración de funcionarios y profesionales de la educación fieles a la República la Residencia inició de nuevo su actividad el 15 de febrero de 1940 y bajo la dirección de la antigua residente Matilde Marquina García.


Cerca de la Fundación Ortega y Gasset-Gregorio Marañón está la sede de la Fundación Giner de los Ríos, que custodia el legado de la Institución Libre de Enseñanza. De repente, en un kilómetro a la redonda se le ha echado encima al exiliado mayor el testamento no escrito del gran proyecto educativo de la segunda República. La joya de la corona de laurel que no pudo llevarse cabo por razones conocidas. Me doy cuenta que Maxaub pone mohines en su cara. Y esta vez no tengo nada para salirle al paso y mitigar su nostalgia resentida. La imaginación que desplegó sobre el erial español educativo la Institución Libre de Enseñanza, a finales del siglo XIX, no se ha cumplido todavía, casi cincuenta años después del inicio de la vida democrática, en pleno siglo XXI. En ese sentido, le digo con gesto de humildad cómplice, somos todos exiliados de los saberes que hacen a los seres verdaderamente humanos.


Dejé para el final del paseo peripatético el barrio de Lavapies por dos motivos, que me parecían de interés para mi querido exiliado mayor pudiera volver sobre sus pasos con la sensación del deber cumplido y la honra y el honor recuperados. Uno es que el barrio de Lavapies es una representación popular de lo que la ONU representa a nivel del aristocratismo político y económico en Nueva York, lo cual dice mucho de lo que ha cambiado la España republicana que Maxaub abandonó después de la guerra. Y dos, que dentro del término del barrio hay testimonios y ruinas de esas dos Españas que nunca se ponen de acuerdo, pero que hoy conviven en ese espacio, dando ejemplo de lo que debe ser una ciudad en paz. El edificio que mejor representa esta síntesis son las ruinas que produjeron los bombardeos de la guerra civil de las antiguas Escuelas Pías, una parte de las cuales ha sido habilitada como sede social de la Biblioteca de la UNED. Ruinas de un pasado ominoso del que emergen, como en el olmo viejo hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluviosa de la nueva democracia algunas hojas verdes le han salido. Cerca de aquí la estatua de Agustin Lara, el flaco, compositor mejicano del chotis en honor a Madrid y de la canción Granada en honor a Franco, pone al contrapunto o la correspondencia a las ruinas y las hojas verdes. Con parecida significación cumplen su papel de estar donde hoy están la taberna de Antonio Sánchez, la más antigua de Madrid sin remodelar de la que eran clientes asiduos el pintor Zuloaga y el rey Alfonso XIII; igualmente la casa donde fueron vecinos durante unos años Pepe Isbert y Picasso. Al final todo lo que hay más quienes habitan el barrio apuntalan la unidad de sentido de la diversidad y heterogeneidad que hoy caracteriza la personalidad de la capital. 


martes, 16 de abril de 2024

DISTROFIA INTELECTUAL

 Desde que se proscribió el concepto del alma, y de Dios como ente no humano, vivimos en un mundo cada vez más deshumanizado, ya que solo pensamos en ser como dioses desalmados. O dicho de otro modo: un mundo donde la razón instrumental, siempre con una perspectiva de corto alcance es indiferente al sentido último de las cosas, ha eclipsado a las razones sensibles del corazón, olvidando la vieja advertencia de Pascal, según el cual la verdad no es un dato empírico, sino un acto de recíproca comprensión asociado a la esperanza. Entre los otros y con los otros.