jueves, 28 de octubre de 2010

NUEVOS ESCRITORES


Una de las cosas que no podremos dejar a nuestros descendientes es la forma de escribir que conocemos hasta ahora, heredada de nuestros antepasados. El lenguaje es comunicación y ha ido cambiando con los avances tecnológicos. Pero nunca como hasta ahora la tecnología se ha convertido en el propio lenguaje. Los profes, otra vez los sufridos profes, se están temiendo que en breve los exámenes se hagan en lenguaje abreviado o texting. Al parecer, ya hay diccionarios al respecto en diversas lenguas.

Texting es el lenguaje máquina que se usa en las redes sociales, móbiles y demás cacharrería. Como solo admiten un limitado número de caracteres el mensaje se ha de someter a ese imperativo, y el pensamiemto que lo sustenta también. Pequeño, muy pequeño, para que todo vuele rápido, muy rápido.

Una de las características de este nuevo lenguaje es la eliminación progresiva de las vocales, dejando todo el hueco y el aire a las consonantes. Como bien sabe las vocales se encargan de las emociones, son las primeras letras que utilizan los niños en su afan porque los quieran en el mundo que los rodea. Las consonantes se ocupan de los sonidos prácticos, mecánicos, que llevan a la acción directa.

El problema no es esa deriva lingüistica, sino saber hacia donde va y si nos conviene. Todo cambia y todo viene al mundo para desaparecer, pero una de los pactos tácitos de la especie humana, transmitidos de padres a hijos mediante su empeño reproductor, es justamente contradecir ese imperativo. Durar y mejorar, para siempre y hacia adelante, ha sido una consigna incuestionable desde las cavernas. Y las formas cada vez mas sofisticadas de comunicarnos desde el primer aullido, sobre todo por escrito, han acompañado siempre a ese anhelo.

Lo que introduce el texting rompe radicalmente con esa tradición milenaria y, por tanto, con el estilo de humanidad a la que ha dado forma. Las mentes afectadas por estos impactos rápidos se mueven en recintos mas estrechos que, por ejemplo, las del genero epistolar de siempre. ¿Que piensan menos?, no. Sencillamente parece que ya tienen todas las palabras pensadas, ya que la rapidez y lo pequeño les exige ir ligeros de equipaje. A un pensamiento así reducido le vale con frases cortas, lo cual aumenta las posibilidades de que se pongan en contacto tipos que no hablan o hablan poco. Les valdrá con pensar, grabarlo y darle al botón. Algunas universidades norteamericanas están investigando su uso en personas afectadas de infarto cerebral, trauma o esclerosis lateral amiotrófica, para que puedan decir algo elemental. Algo es algo.

miércoles, 27 de octubre de 2010

LA UTILIDAD SAGRADA DE LO INÚTIL



¿Se parecen en algo un dolmen y una catedral gótica? Hoy inicio el texto con una pregunta sospechosamente estúpida. De esta manera quiero abrir la puerta a todo lo que viene a continuación, que no me parece tanto, y que si le presta algo de su atención le pude parecer incluso pertinente.

A fuerza de prestarle la mía a lo que me rodea me he dado cuenta de que lo que acaba por subsistir, digamos a los rigores de la intemperie, es aquello que durante el tiempo al que perteneció fue de una utilidad invisible, por no decir directamente que fue inútil. Dicho de otra manera, la utilidad de las cosas tiene que ver con el aspecto profano que acompaña al mantenimiento de la vida, y su inutilidad, digámoslo así para diferenciarlo, tiene que ver con su lado sagrado. Carne y alma. Mente y cuerpo. Y toda esa tradición de opuestos complementarios. Usted ya sabe.

Las catedrales que el mundo de la cristiandad medieval construyó a partir del siglo XII son un lugar sagrado. Las Black Hills lo son igualmente para los sioux lakotas. Los dólmens para nuestros antepasados del neolítico. Ellos ya no están, pero se conserva lo que sin saber por qué más les importaba. El lugar donde podían de verdad alcanzar la paz con su Dios.

En aquellas épocas se mantenía un equilibrio entre los expertos y los chamanes o sacerdotes. Cada uno tenía su cometido en la comunidad. Pero a partir de un momento los expertos decidieron que ellos solos se encargarían de organizar el mundo. Se cambió esa manera individual y secreta de alcanzar la paz, por una más tecnificada y pública, llevada a cabo por los ejecutores de la paz.

Expertos y ejecutores dominan desde entonces el cotarro donde ya no tienen cabida los lugares inútiles, es decir, sagrados. Todo ha de tener una utilidad contante y sonante, deslumbrando al personal con meros estilos de expresión. Eso empobrece y lo pobre achica los espacios llenándolos de reglas y de posturas diversas pero invariables, asfixia. Si seguimos así no dejaremos nada que pueda ser reconocible dentro de mil años, como testimonio de la manera inutil de alcanzar nuestra paz. Sin ningún interés por dejar muestras de esa inutilidad en la época de mayor pasión de utilidad derrochadora, y enrocados en los confines de la arrogancia de nuestro intelecto, estamos condenando a nuestros descendientes a creerse que son los primeros habitantes del planeta. Es lo que ya está pasando. Lo cual corta en seco, en este mundo globalizado, cualquier aspiración de abandonar las lindes del territorio que previamente hemos acotado.

martes, 26 de octubre de 2010

CUANDO EL PODER LLORA




Ver llorar a un señor ministro en el banco gubernamental del parlamento me produjo semejante efecto que al ver de nuevo el cuadro de "El grito", de Edvard Munch. ¿Es el personaje del cuadro quien grita con pavor por algo que está viendo?, o bien, ¿se tapa los oídos para no oír un grito del que trata de defenderse? Como la máscara del cuadro de Munch, la cara enmascarada del señor ministro, detrás de la que oculta su rostro como hace todo profesional del poder, ¿llora porque al fin se va o porque no quiere irse?, ¿llora por la satisfacción del deber cumplido o porque siente que ha fracasado? O llora, tal vez, ¿porque se da cuenta mientras lo dimiten, que debajo de la máscara que se ha construido durante tantos años de ejercicio del poder, no le queda rostro alguno con el que seguir viviendo? Entonces, ¿de dónde le vienen las lágrimas? ¿Debemos convenir, que en la máscara del poder se resume la quintaesencia de todas nuestras emociones?

viernes, 22 de octubre de 2010

LA RED SOCIAL, de David Fincher


SALVEMOS A LA ESPECIE HUMANA

Como esas modelos de belleza éterea, que es imposible imaginárselas yendo al cuarto de baño a dar cumplida cuenta de una diarrea, así mucha gente utiliza el lenguaje cuando se trata de hablar de la que nos está cayendo o de escribir su opinión sobre una peli o de hablar sobre un libro o de escribir sobre un cuadro, en fin, cuando se trata de escribir y hablar sobre lo que sea. Me refiero a esa manía de seguir haciendo un mito del glorioso asunto de fijar las palabras y todo el séquito que lo acompaña. Efectivamente hablar y escribir forman un hito en la evolución de nuestra especie, pero no es para usar el lenguaje como si el mundo hubiese llegado al climax evolutivo simbolizado en la geometría de una una pasarela de moda. Con sus medidas y todo, talla 38 y punto.

Ahí mucha gente por ahí que piensa que escribir es lo mismo que hablar. Y que escribir por escribir es lo mismo que hablar por hablar. Y al revés. Su cerebro es mas complejo, pero se apuntan a un modelo de expresión standard, limpio o sucio, que les hace mostrar siempre esa levedad con la que se encuentran tan orgullosos. Va un político cesado y dice: los ciudadanos siempre han sido mi guia y lo seguirán siendo. Va un opinador profesional y escribe: lo que nos pasa es un problema de falta de conciencia. Va un moralista y habla y escribe y escribe y habla: lo que ocurre es que se han perdido los valores. Va un interno de la casa del Gran Hermano y le ladra a una interna: yo es que estoy con la berrea y lo que quiero es follarte. Va Mark Zuckerberg (en la peli la red social) y larga la mejor contestación, en un momento de la sesión judicial, a la pregunta de si robó o no la idea a los gemelos que le han puesto un pleito: “Si vosotros hubiérais creado Facebook habríais creado Facebook”.

Todavía muy en plan Gutemberg, y teniendo en cuenta el auge de lo anterior, hay quien sigue pensando que la escritura es superior en conocimiento y consciencia de los hechos que el habla. Y que por lo tanto, escribir, aunque sea por escribir, es un indicador de progreso social. A lo que rapidamente añaden, antes que los ingenieros le partan la cara, que la tecnología de los de letras es superior a cualquier otro sistema de notación, por ejemplo, que el númerico de los de ciencias. Y acaban sentenciando, con redoble jubiloso del diccionario, que la cultura escrita supone un desarrollo cognitivo del individuo y un acceso garantizado al pensamiento abstracto. Y tal y tal.

El otro día le dije a un maestro, yo quiero mucho a la gente de la enseñanza, que le echara un ojo a la peli de David Fincher (a usted si no lo ha hecho, se lo ruego encarecidamente, aprovechando el anonimato) para entender el mundo que se nos viene encima. Creo que es de letras, y me contestó: lo de los ordenadores y la educación es un problema de la ausencia de ideología, yo con los ordenadores lo justo, conservando la distancia.

Le juro que mi invitación a ver la peli no tenía bala en la recámara. Es excelente en su construcción. Hay que tener mucho talento para fijar en imágenes y con palabras un mundo que va la velocidad de la luz, donde la materia y los sentimientos tienden a nada. Einstein quedaría estupefacto con la representación que ha hecho Fincher de su famosa fórmula. Invité al maestro, y se lo vuelvo a hacer a usted, porque hay dos frases de esas que sacan el habla y la escritura de la levedad insulsa de la pasarela y los lanzan al roze con todas las esquinas del mundo, de donde nunca deberían salir, porque es allí donde se cuece el cotarro de la comunicación humana que es para lo que sirve hablar y escribir. Son las que siguen.

El guionista Aaron Sorkin - autor de los dialogos de la peli, que hacen grande a este artefacto narrativo incluso cuando no dicen nada, pero que estan creados al servicio del poder de significación que se levanta como una torre de hércules en medio del más absoluto vacío emocional - ha dicho en una entrevista que: “facebook puede desaparecer por falta de sinceridad”. Y en unos de esos luminosos diálogos Sean Parker, ex de Napster, le dice a Zuckerberg: “Tú has de ser el presidente. No dejes que te digan que es la hora de los mayores”.

Yo que el maestro haría “amigos” a todos sus alumnos para educarlos en la escuela de facebook. No veo otra manera de empezar a salvar la enseñanza de la indiferencia, por falta de sinceridad, en que se esta metiendo, ya que unos adolescentes, por primera vez en la historia de la humanidad, dominan algo que no saben hacer los adultos. No veo otra manera de salvar el hablar y el escribir, que es lo mismo que salvar a la especie. Humana, por supuesto.

lunes, 18 de octubre de 2010

SOUL KITCHEN, de Fatih Akin


BAILANDO EN EL BORDE DEL FOGÓN DE LA COCINA

Entre las comedias de trazo estilizado y las de trazo grueso hay todo un campo de acción y sentimientos en algunos de cuyos rincones o avenidas, ha ido a ratos, me he enccontrado con esta delicia de Fatih Akin. Si ha estado en Hamburgo (y sino, pille un low cost y plántese allí el próximo fin de semana) sabrá a que me refiero. Entre pedalear por la ciudad hanseática alemana del norte y ver esta peli existe una asociación que tiene que ver únicamente con la percepción del ciclista y el espectador.

No es solo porque la acción narrativa se desarrolla allí, sino porque la peli recoge y se cubre con una de las caras de Hamburgo, bajo cuya protección viven estos personajes, y que el ciclista respiró al tener que esforzarse en cada pedalada. Es esta atmósfera que atrapa la película la que es equiparable a la que quedó fijada en mi memoria. Dicho de otra manera, a medida que callejeaba por el puerto hamburgués y sus barrios aledaños me iba imaginando lo que aquello podía dar de sí sentado delante de la pantalla. La sensación sobre el sillín de una bicicleta se me antoja algo semejante. Como delante de la pantalla, la ciudad y sus habitantes se me echaban encima con la misma parsimonia, o aceleración, que le imprimen el montaje de las escenas o la cadencia del pedaleo. Yo creo que no se viaja a la ciudad soñada, sino que se sueña mientras se está viajando y, sobre todo, después cuando se ha terminado el viaje. Antes uno recoge datos históricos y estadísticos para meter en las alforjas, junto a la ropa, el dentífrico, la cámara de fotos, las cámaras de las ruedas, los parches y demás objetos personales y de la bici.

Evidentemente no vi a Zinos ni a su novia ni a Illias ni a su banda ni al extravagante cocinero ni al viejo inquilino alemán. Pero le puedo asegurar que estaban allí. No vi un restaurante que se llamara Soul Kitchen pero delante del plano general que nos ofrece la peli supe que había pasado a su lado y no entré por miedo a dejar la bicicleta fuera sin candado. Por miedo a que me la robara alguno de la banda de Illias. Y ahora, después de ver la peli me arrepiento, porque Zinos seguro que me hubiera dejado meterla dentro, con permiso del camarero y su cara de perdonavidas. Yo, a cambio, jamás se me hubiera ocurrido pedirle un gazpacho caliente. Es más le hubiera felicitado públicamente por la calidad de su arte culinario. No los vi porque no existen pero le aseguro que estaban allí, vivos en su esplendorosa existencia poética, mezclados entre la cantidad de restaurantes parecidos que me iba encontrando en el recorrido, vivos en el roce permanente con su clientela.

Si se ha fijado el mestizaje produce mucho ruido en las calles de las ciudades mestizas. Hamburgo talmente. Debe ser debido a que las migraciones modernas se mueven del sur al norte, del calor al frio, de la vida a la intemperie a la vida entre cuatro paredes, en fin, de comer una vez al día de vez en cuando a comer tres y una de ellas, porque no, en Soul Kitchen. La dificultad para la adaptación da lugar a un permanente estrépito de muy diferentes tonalidades. Nunca llega a ser como la acomodaticia compañía del hilo musical ni necesitas para escucharlo la pose intelectual y el envaramiento campanudo de los conciertos en la salas sinfónicos, y tal. Del ruido del puerto fuí al del barrio más canalla de Hamburgo, Sant George, y de aquí al colindante, poético y sensual barrio arcoiris. Todos eran diferentes, se sostenían vivos mientras los escuchaba y se ligaban en mi mente mientras pedaleaba. Igualmente en la película de Akin un tono musical salta al siguiente, que es justo lo que reclama el presente vivo y ruidoso de los encuentros y desencuentros que tienen cada miembro de esa fauna estrámbotica. Aunque en esto me pongo al lado de la exigencia del cocinero perdonavidas, para mi gusto algunas escenas están aderezadas con demasiada sal y pimienta de grano gordo.

jueves, 14 de octubre de 2010

AL SALIR DE LOS SOTANOS DE “LA VILLE LOUVRE”

Antes de que le eche un ojo y un oido al video que le cuelgo conviene que juntos no olvidemos una antigua norma de la expresividad: el primer hombre que va comparar a la mujer con una rosa era un genio, el segundo un mediocre y el tercero un ignorante.



En la experiencia creativa pocas cosas hay peores que los tópicos. Implican falta de originalidad y de imaginación. Un tópico es un lugar común, una palabra, una frase, una situación o asunto muy utilizados y conocidos por todo el mundo. Un tópico es decir, por ejemplo, “blanco como la nieve” o “azul como el mar”, expresiones que habrá escuchado millones de veces. O describir una situación donde un niño que ve a una mujer mayor e indigente pidiendo en la calle, se saca del bolsillo los dineros que tenia para comprar caramelos y se los da. Tópicos son los indios de las películas del oeste, que siempre son los malos. Los instructores de los marines, que siempre maltratan a los reclutas. La chica rubia y simple, que siempre se pone a chillar cuando ve una rata. Hay tópicos más refinados, que incluso pasan por ser muy interesantes, donde los hechos tienen que seguir inexorablemente a las palabras o las imágenes. Por ejemplo, la creencia en una fuente sobrenatural de la maldad (y de la fealdad ) que hace ver el mundo con un inquebrantable optimismo hacia el progreso (y la belleza), ya que cree que es portadora de la semilla de una próxima civilización que acabarà sembrando en el solar de una humanidad desasistida de bondad y de armonía. Un tópico es la imagen que adquieren nuestros prejuicios delante de la realidad. Es, también, una forma de protección de los mordiscos de tan incómoda y inevitable acompañante.

Para poner en marcha una experiencia creativa, se tienen que buscar nuevas y potentes formas de expresión, situaciones que descubran algo mas que lo ya conocido, por inesperado y deseado que sea. Se tienen que investigar zonas poco transitadas de la realidad. No es un problema del espacio: de arriba o abajo, de interior o exterior, sino de aprender a sentir como fluye el tiempo. La manera más eficaz de hacerlo és evitando el lenguaje y las expresiones más comunes, profundizando en los personajes y en las escenas, yendo más allá de lo que se ve a primera vista, tratar de ligarlo con lo que permanece oculto o ya no existe. A veces no es bueno elegir la primera idea que a uno se le ocurra, sino la segunda o la tercera. A veces es que no se ve nada. No es fácil.

viernes, 8 de octubre de 2010

UN DIOS SALVAJE, de Yasmina Reza


MAS BIEN UN DIOS A LA CARTA

Las tinieblas del ser humano son oscuras solo por desconocidas, eso que no se admite en público pero que se conocen. Se conocen bien, aunque no sabes la forma que tienen. Bastaría con volver a repetir una vez más semejante aserto, para desmentir al cuarteto de personajes que ocuparon el escenario durante noventa minutos, tratando de convencernos de lo contrario, para al final acabar como una jauría de hienas pegandose dentalladas a mansalva. Lo dejaría aquí si no fuera por el efecto contagio que tuvo sobre el respetable esa forma de presentar y representar las tinieblas.

El cuarteto de Reza se reune en casa de una de las parejas para dirimir, y tomar alguna medida, sobre el hecho de que el hijo de once años de la pareja anfitriona le ha partido dos dientes al de la pareja visitante en un pelea en el patio de la escuela. Todo lo cual indujo a un creciente número de espectadores, no me pregunte el por qué ni el cómo, a partirse el culo de la risa a medida que son los protagonistas quienes cogen el relevo de los críos y empiezan a cascarse verbalmente de lo lindo. No llegaron a las manos porque queda poco lucido en directo, y porque sabían que tampoco son John Wayne, pero tal y como evolucionó el trato que se brindaron entre ellos, aquello pedía que los puños, y lo que pudiera caber entre ellos, dejaran su huella en el rostro y las costillas de los contrincantes.

El mundo del cuarteto de Reza me debería haber transmitido el miedo y la angustia que producen quienes han borrado los límites en el horizonte de sus vidas. Siento de verdad que al final ganara la risotada fácil (ese ruido tan molesto allí donde no tiene competencias) a favor de una labor de ocultamiento de aquellas cosas que sólo podemos advertir si prestamos un poco más de atención, descubriendo matices y sutilezas donde nunca nos paramos a mirar.

Cuídese de invitar a gente así al salon de su casa. Pero me dirá, ¿con quien me relaciono si la mayoría de mis amigos son así?. También tiene usted razón. Pruebe a quedar solo con sus conocidos utilizando el diez por ciento de su tiempo libre. Para el otro noventa por ciento le estan esperando excelentes novelas, mágnificas películas, insuperables grabaciones de las mejores orquestas, lugares hermosos donde se calma el malestar y el dolor que produce todo esto, y a donde lo mejor es ir solo antes que mal acompañado, etc. Y no pierda mas el tiempo culpándose por ser un eremita. Lo que le quiero decir es que bajo el sombrajo de las buenas maneras y los códigos de convivencia saludable tan de moda, se encuentra un mundo de gestos abúlicos, de acompañamientos miserables y soledades que parecen sacadas del cubo de la basura, de tipos atiborrados de lo que no necesitan, de parecidos y repetitivos jolgorios callejeros. Un mundo habitado por un número cada vez mayor de adultos que no escuchan y que solo se fian de sí mismos, de muchachos desalmados que empiezan rompiéndole dos dientes al colega de la escuela, y acaban poniéndole la faca en el cuello al desconfiado de su padre para que les de la paga del mes. Un profe me dijo el otro día que lo del primer martir de la docencia en acto de servicio está al caer. Es un mundo de tipos que incan las raices de su corazón en la nada, mostrando como se va haciendo cáscara hueca la concabidad del cráneo. Un mundo que se envilece aún más cuando la pasta se retira a sus cuarteles de invierno, como es el momento actual. Es el mundo que hay detrás del cuarteto de Reza, pero que yo no alcancé a ver ni a sentir cuando cayó el telón. Vi lo que ya veo o he visto en la vida de cada día. Exacto en su literalidad. Que quiere que le diga, a mí no me hizo ni puñetera gracia.

Hay un frase de la directora artística, Tamzin Townsend, que explica hasta donde llega su responsabilidad en esa deriva de la obra hacia la fácil risotada, en lugar de haber estimulado, como mucho, la tirante y congelada sonrisa, dado que lo que estaba poniéndo sobre las tablas del escenario requería que el pensamiento no fuera molestado, dice así: “Sonrisas y felicitaciones, al principio; dolor que huele a derrota, al final. Y un secreto inconfesable: eso no ha ocurrido nunca. Me quedo con los niños y con su manera más inmediata i sincera de resolver las cosas”.

Justamente eso es lo que consigue transmitir a los de las risotadas, que eso solo pasa en el teatro o en las películas, pero no en sus vidas. Liberados de tan onerosa carga, inmersos en el poderío que le otorga su irreponsabilidad, muchos espectadores se sintieron como en casa para dar rienda suelta a las carcajadas que le estimularon las patochadas de aquel cuarteto de simpáticos y entrañables payasos. Y lo hicieron a mandíbula batiente. Ya se que hay muchas forma de reirse, pero éstas se parecían a las de las pelis de Torrente o las de de un partido de fútbol del sabado por la noche.

Le dejo un cabo suelto a beneficio de la duda. O se le fue de las manos o la puesta en escena de la diretora fue perfectamente intencionada al servicio de esa simpleza, de esa estupidez tan dominante de que pase lo que pase aquí nunca pasa nada. Esa forma irresistible de seducir al contribuyente, que es quien en definitiva aguanta el espectáculo con el pago previo de su entrada en taquilla. Pero el texto de la obra de Yasmina Reza no se merece que, al final, se nos inivite a quedarnos con los niños y su manera mas inmediata y sincera de resover las cosas. La señora Townsend no aclara en su escrito, si son los del cuarteto protagonista o unos bebés idealizados para la ocasión.

martes, 5 de octubre de 2010

SENTIDO Y SENSIBILIDAD, de Ang Lee


QUEDARSE EN PAZ

Antes de nada quisiera resaltar dos perogrulladas, que no está de más recordar de vez en cuando. Una, la insistencia, de un tiempo a esta parte, de adaptar al cine sólidas novelas anglosajonas que permiten lucir en la pantalla la decoración de la época, tiene un primordial y fuerte componente económico-mediático que transciende lo estrictamente artístico del asunto. Dos, las novelas que dan mejor resultado en el cine son aquellas que parecen un guión de cine. Ya he dicho en otra ocasión que, en términos exclusivamente creativos, lo mejor para la novela y para la película es que no tuviesen el mismo título. Todo lo más un paréntesis al lado del guión que mencione el texto en el que se inspira. A la novela lo que es de la novela y al cine lo que es del cine. Pero, ¿quién es el guapo que le pone el cascabel a los tiburones del cotarro financiero cinematográfico y a su pléyade de consumidores?

Otra cuestión es trabajar sobre algo que me parece sumamente interesante, y que es estudiar cómo se traducen el lenguaje y los materiales literarios a lenguaje y materiales cinematográficos. A eso nos hemos dedicado quienes leímos el libro y hemos visto la película.

La novela de Jane Austen si permite, en su adaptación cinematográfica, lucirse con la ambientación de la época, pero no es un guión de cine. Por tanto, tenía un especial interés en comprobar cómo había leído Emma Thomson a Jane Austen para después escribir el guión de la película, y, también, cómo había leído Ang Lee el guión de Emma Thomson, para después realizar su trabajo de filmación. De otra manera, la cuestión era ver y sentir si la penetración, sensibilidad e inteligencia de una mirada como la de Jane Austen en la novela, encontraba su equivalente, o lo que encontrara, en la película homónima que ha dirigido Ang Lee.

Dentro de esta operación de trasplante, que en definitiva es toda adaptación de una novela a una película, lo primero que hay que tener en cuenta es que cualquier matiz, pliegue o ambigüedad que tenga la voz narradora del texto, no digo ya si es un problema como tal voz, se volatiliza de inmediato en el cine y convierte sus historias en la narración firme, autoritaria (a la vista le cuesta admitir intromisiones de otros sentidos) e indubitativa de la cámara.

¿Qué ha visto y sentido Emma Thomson en la lectura de la novela de Austen, que le permita escribir su guión para los espectadores de hoy? La determinación inequívoca se sacar a la luz la pasión amorosa de las dos hermanas a partir de la meticulosa observación exterior de los cambios y efectos que aquella les va produciendo, y, sobre todo, la potencia con que lo hace, para que quede engancharla para siempre en la pizarra del mundo. ¿Qué ha visto Ang Lee? Que la observación exterior de esas pasiones le sientan muy bien al cine, y pueden quedar bien reflejadas en el repertorio eficaz de imágenes que él se ha imaginado, leyendo el guión, sobre la pantalla. Otra forma de pizarra, que no tiene porqué ser caduca en sus pretensiones.

Es verdad que la cámara no puede ir más allá de esa exterioridad, pero al espectador le es suficiente, con su experiencia acumulada, para entrar en el mundo interior de Elionor y Marianne. No vemos los vaivenes emocionales de la conciencia de Elionor en su relación con el pusilánime e indeciso Eduard, pero no dejamos de observar los cambios, como en un mapa de isobaras, del rostro y el cuerpo de Emma Thomson. Vemos y oímos el ruido de las exageraciones y aspavientos de la enamoradiza Marianne, pero también nos llega, como contrapunto, la iluminación de su rostro y la quietud de sus manos, cuando el ánimo se le atempera ante el sosiego que le proporciona el amor honrado y sincero del capitán Brandon.

Lo del paisaje, claro que es el lugar donde se adapta la vida de esas mujeres y su modo de estar en el mundo. Pero no es solo eso. La visión aguda de Lee sabe contagiarlo, sin estridencias, del punto de melancolía y nostalgia necesario que se desprende de las alegrías y sufrimientos de las protagonistas, evitando con esta alianza que caigan en la deformación del abismo. Muestra los contornos y las formas de las cosas mediante luces y sombras que los alejan del papel de meras comparsas decorativas. No traiciona el espíritu de Austen, pero tampoco cae en la ingenuidad y la torpeza de intentar copiarlo. Más bien lo reinventa de nuevo. Thomson y Lee consiguen que la película interpele directamente al espectador de hoy, no prejuicioso con el determinismo histórico de otras épocas, con lo único que pueden hacerlo. Es decir, que desde la época de las cavernas el sentimiento amoroso humano conjuga a la vez, y con parecida imprevisibilidad y descontrol, la exaltación más liberadora y la prisión más asfixiante e incomunicada. También que son inexplicables en el momento de su máxima combustión. Y, lo más importante, que solo podemos saber lo que nos pasa, cuando dejemos de arder y si logramos no consumirnos del todo, si aprendemos a sentir el sentido que seamos capaces de dar a todo lo que nos ha ocurrido. Una excelente película como ésta ayuda lo suyo.

Y una excelente película como ésta y una poderosa novela como la de Austen, vista y leída con ese ánimo entendedor, le ponen a uno en paz con dios o con el más rico de los financieros. No es poca cosa, ahora que no sabemos a dónde vamos.

lunes, 4 de octubre de 2010

SENTIDO Y SENSIBILIDAD, de Jane Austen


HUYENDO DEL ABISMO

Que no veamos a nadie no quiere decir que no haya nadie. Esta definición del punto ciego, que todo ciudadano sensato debe tener en cuenta en cada una de las maniobras que realice a la hora de conducirse por la vida, tiene su aplicabilidad cabal en el momento de tratar con la literatura o cualquiera de las otras prácticas creativas.

La vida nos da sorpresas porque tenemos unos cerebros muy complicados. Pero eso al mundo se la pela. Fíjese con que absoluta indiferencia se manifiesta quien quiera que sea el que esté al frente en la cabina de mandos, si es que hay alguien. Abducido por su eterna y jodida ociosidad lo único que hace es cuidar una pizarra donde se van reflejando las pasiones humanas y todos sus efectos colaterales. Ni caos ni confusión ni destino transcendente ni cualquier zarandaja de ese tipo, ya le digo, todo son obsesiones de nuestros cerebros complicados y cada vez más averiados. Unicamente tenemos esa pizarra. La literatura, y las otras actividades creativas, son eso, una sucesión interminables de rostros y caras que quedan grabadas, unas mejor que otras porque unas tienen mas adherencia y pegada que otras, en la gran pizarra del mundo. Leer es ponerse con una tiza delante de esa pizarra y escribir debajo de lo escrito el camino a la inversa. También vale la imagen de una página web y un teclado de ordenador, faltaría más, que los lectores alfabetizados digitalmente tienen su corazonzito y sus cerebros complicados y tal.

Sentido y sensibilidad, la novela escrita por Jane Austen, a caballo entre los siglos XVIII y XIX, es una de esas caras que ofrece el mundo en su pizarra mundial. Es una novela con mucha adherencia y pegada, tanta que ha conseguido atravesar los doscientos años que nos separan desde su publicación con inusitada capacidad expresiva debido, sin duda, a su sólida potencia literaria. Desde las primeras páginas la voz narradora coge la batuta y no la suelta hasta el precipitado final. Fue entonces, debate literario mediante con otros lectores, cuando me di cuenta lo que significaba todo lo que acababa de leer. Su próposito no había sido guiar al lector a lo que describen las palabras, las frases y las historias que había dejado escritas en el libro, mucho menos proporcionarle algún tipo de información sobre ello. A modo de la telaraña kantiana unas palabras apuntan a otras que antes se ignoraban o van a la busca de algo que no tienen, al igual que las frases y las historias. Así se van tejiendo una red de regularidades, repeticiones, normas, con sus idas y venidas, sus encuentros y desencuentros que van dando forma a la atmósfera que la voz narradora quiere mostrar. Porque lo que la narradora de Austen quiere enganchar con fuerza en esa pizarra transversal es todo el poderío que pueda dar de sí la pasión amorosa que soportan las dos hermanas protagonistas. Deja claro, sin lugar a la duda, con fuerza, intensidad y reiteración (como si tuviese miedo de no conseguirlo, de ahí el largo aliento de sus mas de 400 páginas) que lo que les ocurre les ocurre a ellas en su interior. Es entonces cuando también le queda claro al lector, por si había tenido alguna tentación de desviar su lectura hacia el costumbrismo historicista, que el paisaje y el paisanaje que ha elegido para que Elionor y Marianne manifiesten lo que así sienten, son intercambiables con otros. Es sencillamente donde ocurre y con quienes tienen su experiencia más importante. Y lo hace de una manera hermosa, con una belleza y armonía que parece buscar la complicidad de la otra gran telaraña que forma la bóveda cósmica del exterior. Evitando las deformidades grotescas que acarrea la pasión amorosa. Huyendo del abismo. Con sensibilidad, haciéndote sentir ese forma de sentido.