lunes, 27 de junio de 2022

MBE versus MBNA

 https://youtu.be/K_s4Xe336WI

Medicina basada en la evidencia, MBE: ¿evidencia o imprecisión científica?

El doctor Francisco Pérez Jiménez, escribe en el capítulo 5, página 5, de su artículo que versa sobre la Introducción a la investigación clínica.

“La Medicina basada en la evidencia es un nuevo paradigma que aparece en un momento en el que el desarrollo de la investigación clínica había proporcionado suficientes resultados científicos como para plantear un cambio en el modelo asistencial. Con la publicación del Evidence-Based Medicine Working Group, de la Universidad McMaster (Canadá) [5], se difunde este movimiento por todo el mundo, con la propuesta de que la decisión de manejo del paciente debería sustentarse en las evidencias científicas existentes, fruto de la investigación clínica. Así, la MBE sería la utilización racional, explícita y juiciosa de la mejor evidencia científica disponible para tomar decisiones sobre los pacientes. El movimiento tuvo gran éxito mundial, que llega hasta nuestros días, y tuvo gran acogida en nuestro país, en especial en la atención primaria. Era un momento en el que en España la investigación clínica era prácticamente inexistente y estaba poco considerada. Era una forma de hacer una medicina distinta de la que se había enseñado en las facultades de medicina y donde la ciencia es el eje de la clínica, lo que implicaba emplear nuevas habilidades, como la lectura crítica y eficiente de la literatura, el empleo de reglas establecidas para su interpretación y, por supuesto, quitando valor a la intuición, a la experiencia clínica no sistemática y al razonamiento fisiopatológico, elementos que habían predominado antes en la decisión del médico.”


Medicina basada en la noción de alma, MBNA
También me ha llamado la atención, en otro capitulo del articulo, la distancia insalvable que existe entre el laboratorio donde trabaja el investigador científico y la cama del paciente donde trabaja cada el día el médico residente. Distancia no sólo empírica sino, y esto es lo más preocupante, distancia entre sus almas. Es decir, mientras el enfermo en su cama está progresando de forma indudable hacia la intimidad oscura de si mismo (viviré o moriré) y el investigador en el laboratorio está cumpliendo el precepto implacable de la ciencia positiva, a saber, progresar exteriormente hacia la cima de la corporación médica (triunfaré o fracasaré), el médico residente progresa a trompicones y a la deriva (tendré o no tendré guardia para apañar el salario mensual), pues no tiene tiempo para investigar. Queda claro, por tanto, que el encuentro de estos tres progresos en condiciones de paridad es imposible. Vale decir que todo lo anterior queda bajo la influencia del paradigma dominante que viene a decir que lo moderno es la ciencia. Esa creencia popular de que la tecnología y los algoritmos lo solucionarán todo. Sin embargo, hay otra forma de entender lo moderno - no por minoritaria está carente de vigor y coraje entre sus pensadores - que apoya la vuelta a la noción del alma también en la forma de entender la medicina actual. Esta idea, puesto que es la más nueva y actual, es la verdaderamente «moderna», dicen quienes la piensan y apoyan, el filósofo y astrofísico Juan Arnau entre otros, que argumenta que “hay más ciencias que la dominante y hegemónica ciencia física-matemática”  (adjunto un vídeo sobre ciencia y espiritualidad donde participa Juan Arnau). Ya que es más moderno considerar que vivimos en un universo de naturaleza y de cultura, de física y de espíritu, que creer que vivimos dentro de un sistema mecánico que puede explicarse mediante leyes matemáticas, que son las únicas que legitiman y delatan, a mi entender, las palabras y, por tanto, la forma del lenguaje que utiliza el doctor Pérez Jiménez en su artículo.

P. D.
Ni que decir tiene que las reflexiones anteriores atañen igualmente a la educación, con sus alumnos-pacientes en el aula atendidos por los profesores y maestros residentes trabajando a trompicones y a la deriva y, como no, con los pedagogos y psicólogos investigando en sus laboratorios-despachos lo que mejor les conviene a los anteriores, padres y madres incluidos; lo que tienen que enseñar y lo que no, y,  llegado el caso, como tienen que vivir y como no. Entiendo la educación como la segunda columna que aguanta nuestro sistema de bienestar-felicidad, que nos seguimos empeñando en creer que es lo contrario del sistema de malestar-infelicidad, al igual que el egoísmo es lo contrario que la generosidad. Para disolver todas estas dicotomías estériles y violentas, y no pocas veces asesinas, tengo un plan relacionado con la cultura, tercera columna que aguanta todo el tinglado bajo el que vivimos, que ya os iré comentando,

viernes, 24 de junio de 2022

PIA TAFDRUF

 NIÑOS VIEJOS

Una cosa es ser madre de tus hijos,

y otra

ser madre de tu madre

y aun así sentir culpa

por no tener tiempo

de estar ahí cuando lo necesita,

pero se contenta

con dar buenos consejos que ella no

acepta

porque solo quiere que le den permiso

para ser ella.

Un día ser niña

y ser consolada —

el otro arreglárselas sola y ahora

preferir apoyarse en el viento

a usar bastón,

preferir ser atropellada

a hacerse con un andador,

preferir quedarse en casa

a llevar una alarma,

preferir caerse un día

por la escalera

y morir.

Preferir morir

a ser salvada

y volver a ver a su familia

y por tanto estar lista para vivir unos años más

FRANCISCO PETRARCA

 CANCIONERO 3


Fue el día en que del sol palidecieron 

los rayos, de su autor compadecido, 

cuando, hallándome yo desprevenido, 

vuestros ojos, señora, me prendieron.


En tal tiempo, los míos no entendieron 

defenderse de Amor: que protegido 

me juzgaba; y mi pena y mi gemido 

principio en el común dolor tuvieron.


Amor me halló del todo desarmado 

y abierto al corazón encontró el paso 

de mis ojos, del llanto puerta y barco:


pero, a mi parecer, no quedó honrado 

hiriéndome de flecha en aquel caso

y a vos, armada, no mostrando el arco.

RAINER M. RILKE

 SONETO XXII

Somos hombres inquietos.
Pero el paso del tiempo
no es más que pequeñez
en lo eternamente perdurable.

Todo lo que apremia
pronto habrá pasado;
pues sólo es capaz de consagrarnos
lo que permanece.

Oh, no pongáis, muchachos,
el valor en la urgencia
ni en el querer volar.

Está todo en reposo:
la sombra y también la claridad,
la escritura y la flor.

JORGE P. CEBRIÁN

 ALGUIEN (fragmento)

Se sientan a la mesa.

Lo tenue de la luz. La llama lenta.
El peso acostumbrado de la carne.

Está cansado.

Sobre sus manos duras,
sin víctima, verdugo y sin memoria,
el barro y el aliento de los dioses,
las ascuas que aún gobiernan su ventana.

Cansado
fatigó el alba, aprendió del frío.

Cansado del sigilo de su cuerpo,
como una llama nunca mengua al darse,
así esparció su sombra por el mundo.

JOSÉ LUIS MARTÍNEZ


 

MARÍA GONZÁLEZ


 

ES EL OTRO NO EL PARAÍSO

 A partir de una edad uno ya ha acumulado suficientes expresiones y experiencias para poder adentrarse en ese territorio donde poder preguntarse creativamente junto al Otro (no reactivamente o cínicamente o nihilistamente consigo mismo, que es como la mayoría se pregunta a partir de una cierta edad) qué es lo que ha entendido de aquellas, y que no, antes que hablar literalmente como si fuera una confesión apresurada a corazón abierto. Sin representación ni distancia estética, sin ficción. Valga decir “sinceros y auténticos.” No es que a partir de una edad te das cuenta de que la verdad no existe, es que si dejas de buscarla, repito con el Otro, tu destino es el infierno, aunque a cierta edad la mayoría se empeñe en insistir en que se sigue mereciendo el paraíso.


martes, 14 de junio de 2022

LA LIEBRE 6

 Una entrevista a Edmund de Waal https://elpais.com/elpais/2019/08/30/eps/1567163647_187568.html

Un vídeo en Inglés sobre su estudio de cerámica en Londres https://www.youtube.com/watch?v=0O996JUfyTI

Edmund de Whaal explica The Hare with Amber Eyes https://www.youtube.com/watch?v=pyUtRMgZLNI

REFLEXIONES DE EDMUND DE WAAL

¿Por qué nos cuesta dejar espacio para lo inesperado? Uno de los mayores privilegios de la vida es decidir lo que te gusta y tratar de hacerlo. No hablo de tener, hablo de hacer. Compartir ideas privadas en público es una oportunidad que exige mucho trabajo. Pero es arrogante describirlo así porque no lo percibes como trabajo. Atender a lo inesperado es un estado mental porque por definición uno no puede esperar lo inesperado. Pero puede estar receptivo. La verdad está en muchos sitios. A veces te asalta y a veces debes tratar de buscarla. Me siento privilegiado buscándola. 

¿Qué hace que los artesanos sean necesarios en el siglo XXI? Hacer cosas con las manos nos define como seres humanos. La humanidad empieza de nuevo con cada niño que coge algo y monta un desastre. La artesanía hace que el cuerpo defina lo que hacemos.

¿Cuál es el secreto de la porcelana? Es tremendamente seductor. Si tuviera un pedazo de porcelana húmeda en las manos, lo tocaría, lo amasaría, lo enrollaría, lo trabajaría hasta que al final se desmigara, pero justo antes, cuando fuera tan fino que estuviera a punto de romperse, sería translúcido: la luz lo atravesaría. En ese momento usted sabría el secreto, el milagro de convertir un cuerpo opaco en un cuerpo casi invisible con tus manos. Desaparecer es más mágico que llamar la atención. 

lunes, 13 de junio de 2022

EL ACEITE DE LA VIDA

 Escribe una colega de tertulia sobre la película “El aceite de la vida”, de George Miller:

“Esta peli podría verse como una historia de denuncia contra la falta de voluntad y presupuesto para la investigación de enfermedades que afectan a un % muy reducido de personas. 

Sin embargo, para mí eso es colateral, porque lo que realmente me sorprende es que los padres se nieguen tan contundentemente a aceptar la enfermedad y muerte de su hijo. ¿Le imponen al niño, que sufre terriblemente, su criterio sin tenerlo en cuenta? ¿Qué desea el niño? ¿Vivir? ¿Morir?

Todos actúan con una “normalidad” falsa… ¿es beneficiosa esa actitud?


La ciencia nos ha hecho soberbios, creemos que tenemos el derecho a vivir porque todo debe poder solucionarse, por supuesto que la enfermedad y la muerte. ¿Os parece relevante la actitud de los que llevan la asociación de afectados? A mí me parece otra forma de afrontar la tragedia y de sentir que uno está haciendo algo. 


Por último, a mí me afecta mucho una situación de este tipo cuando se trata de un niño. Pienso que, si Dios existe, ¿por qué lo permite? El mal, la imperfección, los desajustes causados por el hombre o por lo que sea que no alcanzamos a comprender me deja perpleja, vulnerable.”

🥥🍎🫒🥬🥦🍠🍈🥝

Quiero darle las gracias a M. por poner la exigencia de la tertulia de mañana domingo a la altura, o en el horizonte (dependiendo del estado de nuestra sensibilidad igualitaria), que marcan las palabras que nos ha anticipado con su escrito. Esas breves palabras lo sugieren todo, poniendo a los espectadores ante los grandes grandes dilemas de la existencia humana: la vida, la enfermedad, la muerte, la consternación social e individual, la esperanza, el desamparo, el sufrimiento propio y ajeno, y al fondo, la hornacina vacía donde la ausencia de Dios se hace más patente. Y también, como no, esas palabra nos ponen ante la forma visual   que George Miller, el director de la peli, elige para dar sentido a todos esos dilemas.


No es lo mismo que los médicos te digan, a secas, que tu hijo de tres años se va a morir, que te digan que tu hijo de tres años se va a morir porque su cerebro está envuelto co una capa de grasas fruto de una enfermedad degenerativa para la que de momento no hay cura. En una ámbito más picaresco de la vida, no es lo mismo decir a tu jefe que no vas a trabajar esa mañana porque te duele la cabeza, que no vas a trabajar esa mañana porque dos manos sarmentosas se aferran a tu cráneo y el mundo entero parece estar quebrándose allí dentro. Y en un ámbito más sentimental, no es lo mismo decir a alguien “te quiero” a los quince años, que decírselo a los cincuenta y cinco. 


La libertad de expresión, y de escucha, son dos derechos constitucionales que llevan aparejados los siguientes deberes éticos, sin el cumplimiento de los cuales aquellas libertades son un cascarón vacío. Por seguir con los ámbitos anteriores de expresión y escucha:

*quién dice las palabras,  

*quién las escucha 

*para qué se dicen y para qué se escuchan.

*en el ámbito de la peli, ¿la cámara está, por decirlo así, al loro de lo que se dice y de lo que se escucha?

El lenguaje humano no es una entidad autónoma ni aislada. No puede estudiarse ni pensarse como un animal (para entendernos, como el mujido de una vaca o el ladrido de un perro, o el pio pio de un pájaro, etc.) cuya vida depende únicamente de las vicisitudes de su organismo (o de las vicisitudes de la imaginación de su naturaleza). El lenguaje humano depende para su existencia de quienes lo animan y de las circunstancias en que esos se pronuncian. Y esas palabras (también vale para los colores y los sonidos) que proceden del tiempo interior o íntimo que sujetan al individuo que las pronuncia, en el caso de la peli que nos ocupa, la cámara debe saber traducirlas al tiempo de la exterioridad donde acontecen. Es decir, donde se dicen y se escuchan.


LA LIEBRE 5

https://youtu.be/_q8HxentQQw

Charles Ephrussi fue colega de Marcel Proust. Los dos tenían un hambre insaciable de la vida social parisina de finales del siglo XIX. Ephrussi, veintidós años más joven que Proust, acompañó a este por la traza y en los hitos que mejor podían calmar esa hambruna. Los dos intuyeron pronto que iban a morir en plena madurez. Charles Ephrussi tenía a los netsuke que había heredado de sus antepasados rusos, algunos de los cuales solía acariciar entre las manos por si acaso se perdía, como garantía del lugar que ocupaba en cada momento en el mundo. De Marcel Proust nos ha llegado la evocación que producía en su memoria, mientras escribía, el sabor de una magdalena recién horneada en su infancia. Lo esencial del asunto, a mi entender, reside en que tanto los netsuke como la magdalena funcionan, ante los narradores y por contagio ante los lectores, como objetos de conocimiento y, al mismo tiempo, como una percepción estética que funciona transformada en subjetividades, por decirlo así, intersubjetivas, carente ambas ya de una medida objetiva. 

Yo no he leído “En busca del tiempo perdido” (desde aquí lanzo la proclama para organizar una lectura colectiva por trozos, hasta que la muerte nos separe), pero si pienso que Edmund de Waal no habría podido construir la voz narradora de “la liebre con los ojos de ámbar”, sin haber tenido esa experiencia lectora del autor francés. 

Os adjunto un vídeo de 80 Segundos de Antonio Soler, donde explica a los seres mortales del siglo XXI (adictos al reloj o al tiempo histórico acelerado) el significado de la expresión “en busca del tiempo perdido”, que coincide con el título de la obra magna de Marcel Proust, escrita hace 100 años.

LA LIEBRE 4

El narrador de “La liebre con ojos de ámbar” escribe lo siguiente cuando visita el palacio de sus antepasados en la Ringstrasse de Viena:

“Todo está en su sitio, me doy cuenta; todo reluce. En las superficies de mármol no hay nada que asir. La falta de tangibilidad me da pánico: paso la mano por las paredes y las siento levemente pegajosas. Yo creía que ya había elaborado mis sentimientos sobre la arquitectura de la Belle Époque en París, alargando el cuello para ver los baudrys del techo de la Ópera. Pero aquí la experiencia es más íntima, más personal. Esto es agresivamente dorado, se niega agresivamente a que lo toquen. ¿Qué se había propuesto Ignace? ¿Asfixiar a los críticos? En el salón de baile, de ventanales que dan a la plaza y más allá a la Votivkirche, de repente Ignace deja deslizar algo. En el techo—allí donde en otros palacios de la Ringstrasse uno encontraría un tema elíseo—hay series de pinturas basadas en el libro bíblico de Ester.”


Resalto esa elaboración de los sentimientos del narrador, vinculados, supongo, a una época donde todavía era posible anticipar una unidad de sentido y de perfección tanto en la vida  como en la creación artística.


La primera pregunta que me viene a la cabeza es, ¿cómo elaboramos nuestros sentimientos en la democracia de masas, que es como se llama la época que nos ha tocado vivir? ¿Ha aumentado nuestro pánico ante la progresiva falta de tangibilidad que ha impuesto la digitalización de la vida cotidiana? ¿Alguna melancolía a destacar por parte de los demócratas masificados? ¿Ha ha habido pérdidas respecto a la Belle Epoque o solo un cambio de inversiones en busca de rendimientos?



Cuando me levanto esta mañana recuerdo mi visita a Cucugnan, un pueblo de las Corbières francesas. He venido a visitar las ruinas del castillo de Queribús, el último bastión de la revuelta cátara, encumbrado en el roquedal que se alza imperioso a la entrada del valle donde se encuentra el pueblo (foto adjunta). A primera vista detecto la pérdida que simbolizan esas ruinas, al tiempo que el rendimiento actual encarnado en el precio que tengo que pagar para poder visitarlas. Pero no caigo en la melancolía, ni en el pánico. Al pie de las murallas del castillo recuerdo unas palabras que le oí a Gándara  en uno de sus seminarios sobre la Grecia clásica y nosotros los modernos: “las ruinas tienen su propia vida su corazón propio. No hay que imaginar lo que fueron o lo que pudieron haber sido, hay que aceptar lo que te ofrecen ahora, que es mucho. Pasa lo mismo con las ruinas en que se han convertido nuestros ideales, o con las personas que ahora nos rodean.” Está última frase me ayuda a reconciliarme con todas las ruinas del mundo en esta hora temprana de día, lo que le da un aire de renacimiento. Así el castillo de Queribús y el palacio de la Ringstrasse de Viena me parecen ruinas equiparables, a la espera de esos objetos que desalojen de sus paredes al pánico o a la melancolía.



Ya en Cucugnan entro en el taller y la tienda de cerámica de Benjamin Castellano. Es un tipo afable, nacido en Niza en 1983, que lleva trabajando de ceramista desde los 17 años. Abrió su taller en Cucugnan en 2006, en el antiguo presbiterio de la parroquia del pueblo. Sus influencias son escandinavas, japonesas y coreanas. Al ver la jarra  de la foto adjunta, me acuerdo que nuestra ceramista de cabecera dice que todo está relacionado con todo en una unidad de sentido que lo abarca. Le sugiero a Castellano que el castillo de Queribús y su jarra pareciera que tengan algo que ver. No dice ni que sí ni que no, aunque se encoge sonriente de hombros. Entonces es cuando decido comprarla, no sin antes acariciar su parte más rugosa para cerciorarme que la compra es acertada y que esa misteriosa unidad de la que he hablado me la trasmite el tacto. No tanto porque me entre de repente el pánico, al que se refiere Edmund de Waal en la cita del principio, como por sentir que ahí se encuentra el sentido de la jarra. Al salir de la tienda-taller de Castellano, que me acompaña hasta la puerta, me indica el lugar del pueblo desde donde mirar a lo lejos las ruinas del castillo de Queribús, aupadas imperiosas en su roquedal. Siempre que pienso en construir una pieza nueva, me siento a mirar el castillo desde ese sitio, me dice al despedirnos

LA LIEBRE 3

 El narrador de “La liebre con ojos de ámbar” escribe:

“En el argot parisino, Monceau designa al nuevo rico, el advenedizo. Éste es el mundo en donde se establecieron por primera vez mis netsuke. En esta pendiente de la colina percibo el juego entre discreción y opulencia, una suerte de ritmo respiratorio entre la invisibilidad y la visibilidad.


Todo esto importa porque mi trabajo es hacer cosas. Para mí, cómo se manipulan, se usan y se pasan los objetos no es una pregunta tibiamente interesante. Es mi pregunta. Tengo muchos, muchos cientos de cerámicas. Soy muy malo para los nombres—balbuceo y me escabullo—, pero para las cerámicas soy muy bueno. Puedo recordar el peso y el equilibrio de un cuenco y cómo funciona la superficie en relación con el volumen. Soy capaz de leer cómo un borde crea tensión o la pierde. Puedo percibir si fue hecho aprisa o con diligencia. Si tiene calidez.”


Hay algo detrás que impulsa la forma del amor individual que muestra su autor en esa última expresión. Hay una intimidad que busca alcanzar, con otras intimidades, la universalidad de una comunidad siempre abierta e inacabada. Una comunidad que no se deje convertir en una colección cerrada de creyentes, militantes o consumidores.


El caso es que puedo recordar o imaginar, por ejemplo, como funciona la geografía del rostro de Jack (Philip Seymour Hoffman) en relación con el volumen de su alma y con el lugar que ésta ocupa en el mundo, y como todo ello influye en quien lo vemos fuera y dentro de la pantalla. Pero no tengo la sensibilidad suficiente para entender cómo funciona la superficie de la taza que le compré a la ceramista Roser (foto adjunta) en relación con su volumen, o leer la tensión que hay en sus bordes. Mi sensibilidad me da para decir que esa taza me gusta y noto que bebo en ella el café de forma diferente a las otras tazas que tengo. Pero poco más. También mi vista me dice, no tanto mi gusto o mi olfato, que beber un buen vino en una copa grande es mejor que hacerlo en una copa pequeña. O mi oído traduce como una fantochada del hablante la expresión: “un vino te gusta o no te gusta, y punto.”


A


Es invierno y me levanto a las 8 horas como cada día. Me doy cuenta que se ha ido la luz. Después de mojarme la cara me dispongo a tomar mi primer café de la mañana, a la luz de una vela, en esa taza que he mencionado. Fuera empieza a dejar de ser de noche y con la escasa luz de dentro me cambia la percepción de la escala. Cojo la taza para calentarme las manos y, sin el imperativo de la vista, si me doy cuenta que percibo la relación de su superficie con su volumen de otra manera. Mediante ese recuerdo alcanzo a atisbar algún tipo de explicación que soy incapaz de precisar. El café también me sabe mejor. Y el ritmo entre la oscuridad que se refugia en el interior y la incipiente claridad que ya empuja en el exterior, taza llena de café mediante, se hace más fluido. Está a punto de comenzar un nuevo día.


La noche anterior había leído en la cama, antes de dormirme, que hay que hacer en la oscuridad la mayor cantidad de cosas que sea posible, incluyendo preparar café, porque cuando se enciende una luz el sistema límbico es izado hacia el mundo que se despierta, y eso no es conveniente. Ya ves. Por si acaso, aquí lo dejo de momento, mientras apuro el café de mi taza maravillosa.


viernes, 10 de junio de 2022

LA LIEBRE 2

 Escribe el narrador de “La liebre con ojos de ámbar”:

“La melancolía, pienso, es una especie de vaguedad por defecto, una frase evasiva, una asfixiante falta de foco. Y este netsuke es una pequeña, fuerte explosión de exactitud. Con la misma exactitud merece ser retribuido.


Los netsuke son esculturas en miniatura cuyo origen se remonta al Japón del siglo XVI. Aparecieron para satisfacer una necesidad práctica—como pasadores para sujetar el injo, la caja plana donde se llevaban implementos de la vida cotidiana, a la faja del kimono—, y al comienzo eran de bambú o de madera. Pero durante el siglo XVIII su elaboración con materiales diversos, como el marfil, evolucionó hasta hacerse exquisita en manos de ciertos maestros artesanos, cada uno de los cuales les imprimía su sello particular.”


De esto va este el libro que acabo de leer. “La liebre con ojos de ámbar” es la peripecia de un alma individual, la del narrador Edmund de Waal, encarnada en el seguimiento que hace en el tiempo histórico (siglos XIX, XX y XXI) y en el espacio geográfico (el continente europeo, Rusia incluida, y Japón) de la colección de netsukes de la familia de los Ephrussi, a la que pertenece el propio narrador. Los Ephrussi, en su época de máximo esplendor, fueron banqueros judíos originarios de Odessa (Rusia),  que lograron extenderse por el Europa y el mundo bien por acción propia o debido a la persecución ajena. ¿Que tiene que ver esto conmigo como lector y ciudadano? Todo lo que la voz narradora convierte en perdurable, que es mucho al prestarle la necesaria atención ¿Por qué llega a contagiarme el entusiasmo y la erudición del narrador? Lo consigue en tanto en cuanto, como el propio Edmund de Waal, estoy expuesto a la melancolía y a la falta de foco que ello supone. Lo de no ser judío, no ser banquero, no haber nacido en Odessa, no haberme extendido con mi familia por Europa y el mundo o no ser perseguido ferozmente por los nazis, son meros aunque no deseables accidentes circunstanciales, que no atenúan un ápice la relación con los objetos y los obstáculos que, como todo ser humano, he encontrado en la vida. Porque lo que me “emparenta” con el narrador, su familia los Efhrussi y el resto de la humanidad es esa tendencia a desenfocarme respecto a mi mismo. Se me desenfoca el alma debido al trato de desgaste con la vida, pero necesito volver a enfocarla gracias a la presencia renovada de cuerpos u objetos materiales (lo visible), que aparecen en mi camino junto al alma de lo otros, las presencias invisibles, igualmente renovadas.


Yo colecciono, de manera decidida y constante, libros, plumas y relojes, aunque reconozco que no tengo el refinado espíritu coleccionista del narrador. Sin embargo, después de seguir el periplo emocional de los netsuke, me doy cuenta de la íntima y primordial relación que han tenido “mis objetos” con el sentido, siempre provisional, que he ido descubriendo en el itinerario de mi vida. Les animo a iniciar esta reflexión sobre la relación con los objetos que han acompañado y acompañan su vida. También, como no, a que lean el libro de “La liebre con ojos de ámbar.” 

LA LIEBRE 1

 A las pocas páginas de iniciada mi lectura del libro “La liebre con ojos de ámbar”, de Edmund de Waal, me encontré con que el narrador fue a visitar el Museo de Artesanía Popular de Japón, cuyo primer director lo conocí en una de mis lecturas recientes de los seminarios de la Escuela Contemporánea de Humanidades. Me estoy refiriendo a Soetsu Yanagi (1889-1961), que en su libro, “la belleza del objeto cotidiano”, cuenta, entre otras cosas, su experiencia como fundador del movimiento de las artes populares mingei durante la década de 1920. 

Mi intención con estas entradas es dar cuenta del itinerario de mi lectura del libro de Edmund de Wall. Es decir, que hago con lo que leo y que hace lo que leo conmigo. Con este plan lo primero que he hecho es volver a abrir las páginas del libro mencionado de Yanagi y haceros algunas sugerencias que inician y marcan el camino hasta la cita de junio en casa de Roser. 


Escribe Yanagi en el libro que he mencionado:

“Al despertar, lo primero que percibimos es el tacto de nuestras sábanas, la luz con la que nos envuelve la lámpara que encendemos, la forma y color de la vajilla del desayuno, …etc. Desde ese momento y hasta terminar el día, cuando cerramos de nuevo los ojos sobre el textil de la almohada, nuestro cuerpo se habrá topado y desenvuelto con una infinidad de objetos diversos. Se trata de cosas modestas, comunes y ordinarias, que usamos constantemente sin prestarles apenas atención. Pero los objetos son también unos compañeros en nuestra vida y, como tales, deben hacerse con cuidado y fabricarse para que duren. Deben ser tratados con respeto e incluso afecto. Y deben aunar perfectamente belleza y utilidad.”


No hace falta insistir que lo que sugiere Yanagi no va de los hábitos de uso y consumo, más o menos compulsivos a que la modernidad nos ha acostumbrado, para nuestra satisfacción inmediata y tal. Tampoco es una aburrida rutina más, ni va de su espectáculo o evento asociado para salir de ella a carcajadas. Esto va de como comprender la otra relación que mantenemos con los objetos que acompañan nuestra existencia habitual. Los usamos con el cuerpo (esa frontera o estorbo, depende de los casos, en cualquier experiencia creativa), pero raramente nos hacemos la pregunta sobre su distancia íntima, su calidez, su relación con el alma. Como dice Edmund de Wall,“Todo esto importa porque mi trabajo es hacer cosas. Para mí, cómo se manipulan, se usan y se pasan los objetos no es una pregunta tibiamente interesante. Es mi pregunta.” 


Y esto va sobre cómo comunicar a los demás esa otra relación con los objetos. En fin, se trata de crear un espacio donde, partiendo de la actualidad, podamos hablarnos y escucharnos de otra manera más allá de la actualidad.

LIBERTAD DE PALABRA

La libertad de expresión o de palabra es un derecho constitucional que lleva aparejada los siguientes deberes éticos, sin el cumplimiento de los cuales aquella Libertad es un cascarón vacío: quien dice las palabras, a quién se le dicen, para qué se dicen

El lenguaje humano no es una entidad autónoma ni aislada. No puede estudiarse ni pensarse como un animal (para entendernos, como el mujido de una vaca o el ladrido de un perro, o el pio pio de un pájaro, etc.) cuya vida depende únicamente de las vicisitudes de su organismo (o de las vicisitudes de la propia imaginación del hablante). El lenguaje humano depende para su existencia de los interlocutores que lo animan (hablantes, lectores, escritores) y de las circunstancias en que esos interlocutores se pronuncian (libros, tertulias, conferencias, clases magistrales). De tal manera que las palabras que se dicen caerán del lado de la cháchara (o del mujido o del ladrido o del pio pio propios del rebaño), es decir, no tendrán sentido porque no significarán absolutamente nada, a menos que sepamos quién las dice, a quién se le dicen y para qué se dicen. 

NOSFERATU

 “Nosferatu, el vampiro de la noche”, la película dirigía por Werner Herzog, ¿es una forma reconocible de la vida del siglo XXI en tanto que avanza hacia ella con el propósito que le ha dado el director alemán? Dicho de otra manera, ¿la figura del vampiro decimonónico es válida todavía para conocer mejor nuestra sensibilidad actual? ¿Somos capaces de alojar aquel en ésta? Si es que no, o tales preguntas no nos preocupan, ¿qué tipo de experiencia tenemos, entonces, al ver la película de Herzog?


Pienso que a Herzog, como él mismo reconoce, no le interesan todas esas preguntas. Su intención, al filmar esta película, es hacer un remake de la que hizo Murnau en los años 20 del siglo pasado, haciendo, de paso, un homenaje al la que él cree es la mejor adaptación de la novela de Bram Stoker que se ha hecho nunca en toda la historia del cine. Es, por decirlo así, un asunto entre colegas, donde el Drácula de Stoker es un pretexto literario con prestigio en el que Herzog se apoya para hacer su película homenaje. 


La novela de Bram Stoker trata del tiempo exterior pero también, de una manera acentuada a través de la comunicación epistolar de los protagonistas, del tiempo interior. Llamo tiempo exterior, por decirlo de una manera esquemática, al propio de la realidad circundante e interior al de la intimidad del yo. Es evidente, después de ver la película Nosferatu, que a Herzog solo le interesa filmar el tiempo exterior de la novela, haciéndolo además de una forma literal. Es decir, un vampiro siempre tiene que tener dientes afilados dispuestos a clavarse en la yugular del primero que se le cruce en su camino. El cine en general, y el de Herzog en esta película, no pueden expresar la interioridad del ser humano, vampiro incluido, desde el interior, desde los movimientos internos de la mente y de la conciencia, cosa que sí construye Stoker en su novela, sobre todo, como ya he dicho, a través de la comunicación epistolar de los protagonistas.


¿Qué es entonces “Nosferatu, vampiro de la noche”? Un juego estético a servicio exclusivo de la estética, es decir, del tiempo exterior de la época con resultados de varios planos bellos pero exclusivamente decorativos. Por ejemplo, a mi entender, la transformación del rostro de Klaus Kinsky, un genuino vampiro de la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI, en un rostro de vampiro propio de la imaginación del siglo XIX, que me impide entrar en el alma del ser atormentado, que oculta su cabeza repugnante y blanquecina.