A las pocas páginas de iniciada mi lectura del libro “La liebre con ojos de ámbar”, de Edmund de Waal, me encontré con que el narrador fue a visitar el Museo de Artesanía Popular de Japón, cuyo primer director lo conocí en una de mis lecturas recientes de los seminarios de la Escuela Contemporánea de Humanidades. Me estoy refiriendo a Soetsu Yanagi (1889-1961), que en su libro, “la belleza del objeto cotidiano”, cuenta, entre otras cosas, su experiencia como fundador del movimiento de las artes populares mingei durante la década de 1920.
Mi intención con estas entradas es dar cuenta del itinerario de mi lectura del libro de Edmund de Wall. Es decir, que hago con lo que leo y que hace lo que leo conmigo. Con este plan lo primero que he hecho es volver a abrir las páginas del libro mencionado de Yanagi y haceros algunas sugerencias que inician y marcan el camino hasta la cita de junio en casa de Roser.
Escribe Yanagi en el libro que he mencionado:
“Al despertar, lo primero que percibimos es el tacto de nuestras sábanas, la luz con la que nos envuelve la lámpara que encendemos, la forma y color de la vajilla del desayuno, …etc. Desde ese momento y hasta terminar el día, cuando cerramos de nuevo los ojos sobre el textil de la almohada, nuestro cuerpo se habrá topado y desenvuelto con una infinidad de objetos diversos. Se trata de cosas modestas, comunes y ordinarias, que usamos constantemente sin prestarles apenas atención. Pero los objetos son también unos compañeros en nuestra vida y, como tales, deben hacerse con cuidado y fabricarse para que duren. Deben ser tratados con respeto e incluso afecto. Y deben aunar perfectamente belleza y utilidad.”
No hace falta insistir que lo que sugiere Yanagi no va de los hábitos de uso y consumo, más o menos compulsivos a que la modernidad nos ha acostumbrado, para nuestra satisfacción inmediata y tal. Tampoco es una aburrida rutina más, ni va de su espectáculo o evento asociado para salir de ella a carcajadas. Esto va de como comprender la otra relación que mantenemos con los objetos que acompañan nuestra existencia habitual. Los usamos con el cuerpo (esa frontera o estorbo, depende de los casos, en cualquier experiencia creativa), pero raramente nos hacemos la pregunta sobre su distancia íntima, su calidez, su relación con el alma. Como dice Edmund de Wall,“Todo esto importa porque mi trabajo es hacer cosas. Para mí, cómo se manipulan, se usan y se pasan los objetos no es una pregunta tibiamente interesante. Es mi pregunta.”
Y esto va sobre cómo comunicar a los demás esa otra relación con los objetos. En fin, se trata de crear un espacio donde, partiendo de la actualidad, podamos hablarnos y escucharnos de otra manera más allá de la actualidad.