miércoles, 29 de enero de 2020

ADULACIÓN

No se si es mejor que te adulen y se peguen a ti como una lapa, que te digan que no te entienden y pongan la distancia de la indiferencia respecto a donde te encuentras. Adulación versus indiferencia es una tensión que no se resuelve dentro de ti. Probablemente porque las experimentas en su sentido más absoluto. Mira que te tengo dicho que los que somos de letras tenemos que ir con mucha precaución a la hora de tratar con el mundo que nos rodea, que es de inspiración matemática, y con los tipos que lo habitan, que funcionan esencialmente como números. Fíjate, yo tengo una amiga que lleva dando clases de matemáticas toda la vida y fuera de eso tiene una única afición, catar vinos. Asiste asiduamente a los eventos que organiza el gremio de bodegueros para dar a conocer sus novedades vitivinícolas. Incluso, creí oírle el otro día, se ha apuntado a un curso avanzado de sumilier, pues cuando hizo los trámites de inscripción le dijeron que, dados sus conocimientos, no hacia falta que hiciera el curso introductorio. Te cuento todo esto porque mi amiga cuando nos habla, en las reuniones habituales que tenemos, no lo hace con ánimo de que la adulemos o con el temor de que seamos indiferentes a sus palabras. Sencillamente ella habla como si estuviese dando una clase mas de matemáticas y, por consiguiente, su relación con el mundo del vino es básicamente numérica o algorítmica, que, por otro lado es como lo enfocan los equipos propagandísticos de los bodegueros. Lo que quiero decirte es que las personas de números no necesitan adulación o temer la indiferencia ajena, son exactos. Mientras que los de letras siempre padecemos por lo que decimos ya que intuimos que la verdad no está exactamente en lo que decimos, pero la astucia de nuestra razón nos hace hablar, una y otra vez, como si así fuera. Lo cual no quiere decir que mintamos a los otros, ni que nos mintamos a nosotros mismos. A mi amiga solo le interesa saber si la graduación del vino que ha catado es de 14 o de 15 grados, o si la diferencia de alcohol se debe a que la uva ha sido cultivada en un terreno de latitud 5 grados superior o inferior a una uva más corriente, o si ese terreno tiene un porcentaje de salinidad inferior a un índice establecido previamente por las autoridades del sector, o si la diferencia de la inclinación del sol ha sido de 6 o más grados en función de la hora de la mañana o de la tarde y de la estación del año. Cuando a veces le pregunto que le ha parecido el vino que hayamos pedido en la cena en que coincidimos, me contesta, sin la menor variación, que es interesante e intenso, o no tan interesante ni tan intenso como otro que hayamos pedido en una cena anterior. Su memoria, como puedes ver, es reducida pero de una precisión encomiable. Los bodegueros se han enfadado mucho porque en un anuncio publicitario el protagonista sueña un mundo sin vino,  al igual que un mundo sin humos y un mundo sin ruidos. Esta asociación de que para tener una vida sana lo mejor es hacer desparecer de la dieta la bebida del vino, les ha parecido a los bodegueros una mentira además de “una traición histórica desde el punto de vista científico”, así reza en el comunicado conjunto que han emitido en todos los diarios nacionales para manifestar su protesta contra el anuncio de marras. Lo que no quieren entender los bodegueros y los sumiliers (mi amiga, como puedes suponer, ha estampado su nombre entre los abajo firmantes del comunicado) es que los sueños, independientemente de que no se produzcan avalados por fórmula alguna, contienen un saber riguroso y exacto del mismo rango que el saber de las matemáticas. 

martes, 28 de enero de 2020

AUSCHWITZ 75

“La angustia de vivir permanentemente al filo de la muerte, desalojaba cualquier atisbo de autoestima o fraternidad. Las interminables selecciones, el hacinamiento, el trabajo esclavo, el olor a carne quemada de los crematorios, las enfermedades, la desnutrición, las torturas, el terror psicológico, no eran un simple cúmulo de calamidades, sino las estaciones de una estrategia concebida para deshumanizar a las víctimas. Como apuntó Victor Klemperer en LTI. Lengua del Tercer Reich, se reinventó el lenguaje para excluir del género humano a los judíos, los gitanos, los eslavos, los homosexuales, los testigos de Jehová, los disidentes políticos, los discapacitados y otras minorías. El proyecto de exterminio se encubrió con el eufemismo “Noche y niebla” para dejar muy claro que todo acontecía en los sótanos de la historia. Los inmolados ni siquiera merecían una nota a pie de página. Eso no significa que la Shoah pasara desapercibida.”

lunes, 27 de enero de 2020

SER Y ESTAR

En la mesa de al lado de la cafetería, donde me acaba de sentar para tomar un café con leche y una tostada, un hombre joven le decía a una mujer madura que hemos venido al mundo para saber por qué venimos al mundo, para saber por qué estamos aquí ¿No hay ninguna otra razón, digamos, mas práctica?, le preguntó la mujer madura. No, no cabe otra razón, no hay mejor razón, le respondió el hombre joven. Pues yo cuando era joven viajaba para ver mundo, recuerdo con  nostalgia, de la buena, mi primer viaje fuera a París, dijo la mujer madura moviéndose en el asiento, un gesto que lo interpreté como para colocarse mejor con la intención de darle batalla a su compañero de mesa. Lo cual me hizo pensar que para ella no había ninguna diferencia entre estar en el mundo y ver mundo, es mas, ver mundo, moverse por su amplia geografía había sido para ella la mejor manera de estar en el mundo. Por la manera que tenia de hablar ella imaginé que era la madre del hombre joven, aunque deduje que lo había tenido a una edad muy temprana, en uno de esos viaje, pensé, dejándome llevar por el tirón imaginativo. Lo interesante para mi de ver mundo, dijo la mujer madura, volví a coger el hilo de la conversación después del breve paréntesis de mi ensimismamiento, era ponerme con la toda mi ilusión delante de las cosas y personas que nunca antes había imaginado. Ver mundo, entonces, es para ti, dijo el hombre joven, ir detrás o a la caza de lo que es nuevo, mejor dicho, de lo que aparece, por decirlo así, al compás de los días y sus noches. Ya se por donde vas o por donde quieres encauzar mis palabras, contestó la mujer madura. No es exactamente un asunto de moda o de lo sea más común en una época, mas bien es, a mi entender, un asunto de vida y muerte. No te entiendo, se apresuró a decir el hombre joven. Cuando yo viajaba en aquellos años resucitaba a un mundo nuevo cada vez que aterrizaba o llegaba en tren (nunca viajé en coche, ni siquiera hice auto stop) al destino que había elegido. Entiende la palabra resucitar de forma literal. Noté que la mujer madura volvió a cambiar su posición sobre la silla en la que se encontraba sentada, y lo hizo de una manera que me hizo  intuir que iba a entrar a matar a la estulticia que ella creía destilaba con sus preguntas el hombre joven. Yo por mi parte pensé que esta era la explicación de la mujer madura a aquella dualidad existencial a la que se refería. Cuando volvía a casa volvía a morir de nuevo. Así me he pasado los años que he ido cumpliendo desde entonces, entre la vida y la muerte, dijo la mujer madura. A mi me ha sucedido algo parecido durante toda mi vida, lo que ocurre es que yo nunca he ido a ningún sitio de interés y, por tanto, me ha parecido que no valía la pena contarlo a alguien. Cuando iba a contestar el hombre joven se acercó a la mesa el camarero y les trajo la cuenta, perdición de la que no soy consciente que la hubieran pedido. 

viernes, 24 de enero de 2020

SILENCIO RENCOROSO

La alcaldesa había salido en la tele anunciando un conjunto de medidas de carácter medio ambiental para ¨poner la ciudad al día``, dijo literalmente. Lo que le sorprendió a H de su breve alocución fue, por un lado, que no admitiera preguntas de los periodistas y, por otro, que insistiera hasta tres veces en que sus palabras no tenían nada que ver con un simulacro, como si quisiera disculparse respecto a otras intervenciones anteriores,  en las que la oposición municipal le había criticado que fueron una mala puesta en escena teatral. Lo que que la calificaran como una mala actriz, fue, al entender de H, lo que peor le sentó. Sea como fuere, el caso es que las palabras últimas de la alcaldesa le habían atravesado a H la muralla de prejuicios con que se protegía y le habían alcanzado el alma. Vale decir que, en el camino, también le habían tocado el tuétano del bolsillo. Desde el primer momento sabia que la paga semanal que le daba su hijo desde el dia que cumplió doce años, contribuía de manera indirecta al cambio climático y, por tanto, al deterioro de la ciudad, que ahora su alcaldesa pretendía poner al día, siempre y cuando sus palabras no hayan sido parte de un simulacro mas. La preocupación sobre si estaba actuando bien moralmente con el planeta, al dar la paga semanal a su hijo, le había surgido a H, además de por las palabras de la alcaldesa, por las de un articulo de un periodista holandés que titulado, Adecuaciones, hace un análisis pormenorizado sobre el futuro de la Unión Europea, que en definitiva es el mismo y el único territorio seguro y habitable que el futuro de su hijo, a partir de la política de destrucción de los excedentes comunitarios. Semejante política, según el articulista Jenkin Aarden, adecuará en los años venideros la oferta y la demanda de una manera exacta. Si se trata de tomates, por ejemplo, esta política produce al principio desajustes sociales como el paro o la merma del poder adquisitivo, pero la adecuación entre los tomates que se siembran y las ensaladas que se preparan en cada hogar acabará siendo perfecta. Sin embargo, el articulo de Aarden no se hace eco de las adecuaciones emocionales que el exceso de realidad produce en organismos todavía incompletos como son los de los niños. Teniendo en cuenta que para los niños toda la realidad es fantasía, y al revés, se la comen toda tal y como se la sirven en las diferentes pantallas. Y a ello ha contribuido, a su entender, la institucionalización de la paga infantil, adolescente y juvenil dentro de los presupuestos familiares de las nuevas clases medias emergentes a cuenta del éxito y prestigio de la era digital. Lo que no dicen, ni la alcaldesa ni el articulista holandés, es que esa paga esta contribuyendo de forma mas notoria, pongamos, que los carburantes fósiles o los excedentes alimentarios al cambio climático del planeta. Pues si contra estos últimos van apareciendo antídotos en forma de reordenación de la ciudad o la adecuación de la oferta y la demanda, contra la creencia de que  toda fantasía es lo mismo que la realidad, aun no se ha inventado nada. O dicho de otra manera, como me lo puedo comprar me es necesario, por tanto me lo merezco, por tanto es real. A la semana del discurso de la alcaldesa quedó con su hijo en un Burger King con la intención de decir que le quitaba la paga semanal hasta nueva orden. Lo primero que pensó fue acudir a su psicoanalista, antes de quedar con su hijo, para preguntarle si había maneras de adecuación entre la demanda de esperanza y la oferta de frustraciones que proporciona cada día la experiencia con la realidad. Su hijo necesitaba un plan de choque, le dijo su psicoanalista, que adecuara la desesperación que se le echaba encima al no tener un euro en el bolsillo con la impiedad de una realidad, convertida ya en publicidad fantástica toda, que  seguiría postulándose ante él como la auténtica realidad. Con ese plan el que con toda seguridad iba a quedar dañado era el derecho a la información del menor, pero alguien se tienes que hacer cargo de toda esa realidad que, sin darse cuenta, no le cabe dentro. Después del terrible diagnostico de su psicoanalista, H estuvo a punto de pedir cita para una nueva sesión de terapia, pues le quedaba claro que después de la última le quedaban restos dentro sin encontrar su adecuado lugar. Espero a tomar la decisión después de tener la conversación con su hijo, a sabiendas de que no esperaba de él nada relevante que no fuera el silencio rencoroso con que habitualmente le respondía a cualquier enmienda mediante la que, en los últimos meses, había tratado de adecuar sin éxito su conducta.

jueves, 23 de enero de 2020

NARCISISMO SIN SUELO

A todas las reflexiones, públicas y publicadas, que por aquí se hacen sobre la evolución del continente asiático y su influencia en nuestro propio devenir europeo (léase lo mas reciente en el Manifiesto para la democratización de Europa, por Thomas Piketty) creo que no le sentaría nada mal el pensamiento que Keiji Nhisitani (discípulo de Heidegger y máximo exponente de la Escuela Filosófica de Kioto) despliega en su libro ‘’La religión y la nada’’ para ponerle suelo religioso a la casa europea, hoy demasiado nihilista en su deriva tecno digital, desde donde poder auparse y llegar a algún sitio con sentido. La muerte de dios, no el capitalismo, es la verdadera seña de identidad de la modernidad occidental junto a su producto más genuino: la auto conciencia ilimitada del ser humano moderno, de la que el capitalismo moderno es un subproducto inevitable que hoy se ha hecho lamentablemente indeseable. Todo junto, seña de identidad, producto y subproducto, han tocado techo y en el camino han perdido el suelo pudiendo ahora crecer en cualquier sitio (lo zombi deja de ser así un producto de ciencia ficción). Lo cual aventura su pronta desaparición a manos de los cuerpos de creencias solidas y milenariamente arraigadas, que no tienen empacho en incorporar, sin ningún menoscabo para aquellas creencias, la tecnología occidental más avanzada. ¿Debemos nosotros, modernos europeos, volver a las fuentes griegas y hebreas de nuestra identidad y de nuestra cultura, no tanto para interpretarlas y situarlas en un contexto histórico como para hacer sentir su sentido (sentimiento) y abrirles espacio en nuestra imagen del mundo actual y en nuestra sentimentalidad? ¿Sabremos hacerlo a partir de la nuestra forma occidental de construir la realidad y el lugar que como individuos se nos asigna en ella? Con este propósito, el estudio de las diferencias entre lo que somos y los orígenes de que procedemos resulta imprescindible para comprender nuestro presente, así como las rupturas y dilemas a que nos enfrentamos cada día. ¿Cómo hacerlo? ¿Llegaremos al espíritu griego a través de sus mejores lectores cristiano europeos? Keiji Nishitama indaga en su libro los elementos propios de la tradición cristiana que como experiencia religiosa se encuentran próximos al nihilismo budista. Desde este punto de vista critica el nihilismo de la filosofía europea moderna por la ausencia de radicalidad en la afirmación de la nada como principio de toda realidad. La Religión y la Nada representa una de las grandes síntesis del pensamiento japonés del siglo XX y proporciona la reflexión necesaria para establecer un puente entre Occidente y Asia con la mirada puesta en la filosofía mundial ¿El nuevo suelo de creencias europeo, entonces, será una nueva conversación a cuatro bandas, a saber, entre ambas tradiciones religiosas milenarias (griegos y hebreos), la bicentenario tradición moderna y el pensamiento oriental? Si fuera así sería, es fácilmente imaginable, un suelo con fallas tectónicas, es decir inestable, aunque sin los dogmatismos tanto de aquellas tradiciones milenarias como de la autoconciencia ilimitada moderna occidental. Un suelo así abriría, al fin, un corredor de comunicación con el mundo religioso oriental. ¿Este renacer religioso de Europa, que nadie lo espera porque nadie cree que no lo necesita, nos haría a los europeos más fuertes o más débiles? Dicho esto si tenemos en cuenta nuestra dogmática creencia laica-marxista (hoy ya se le puede calificar de creencia basura), que ve como desperdicios la religión (pues es el opio del pueblo) y el capitalismo (pues es la fuente de todos nuestros males). Ambos pueden ser reciclados, mediante la voluntad de nuestra autoconciencia ilimitada, en la felicidad deseada en el paraíso soñado. Una felicidad reciclada a partir de los desperdicios de la religión y el capitalismo que, sin embargo, ha llegado a su destino sin suelo religioso, lo que le permite crecer materialmente en cualquier parte y de cualquier manera, ¿es un verdadera felicidad humana? ¿O es mas bien el éxito exacto de la mecánica digital de una nave rumbo a ninguna parte? O a cualquier sitio.

miércoles, 22 de enero de 2020

LA EXTRAÑEZA

La extrañeza es un sentimiento con el que no te gusta convivir. Como todo lo que te produce malestar prefieres quitártelo de encima de inmediato. A poco que te fijes comprobaras que lo que llamamos realidad es un delirio pactado entre todos. Prueba a hacer un inventario de todos los gestos, actos y frases comunes que no dejamos de repetir machaconamente cada día, manteniendo así el cuerpo esbelto del delirio. Todo lo que altere el cotidiano funcionamiento de ese delirio nos produce extrañeza, nunca el delirio mismo. Te dejo el ultimo ejemplo delirante. El AMPA del instituto de mi barrio ha organizado una charla para reflexionar sobre las adicciones internáuticas que están detectando en sus hijos adolescentes de un tiempo a esta parte, pongamos, desde el 2007 año en que salió al mercado en olor de multitud el primer Smartphone. Como no podía ser de otra manera la charla conferencia la impartirán un psicólogo clínico y un pedagogo. Hasta aquí una breve sinopsis de uno de los delirios que forman y otorgan perspectiva a nuestra vida delirante. La educación. Veamos. Como toda nueva tecnología el smartphone apareció en 2007 como un cuerpo extraño en la sociedad de la época (así hablan los comerciales del sector, para ellos el 2007 es como el pleistoceno antropológico). De igual manera apareció en su día Madama Bovary y a Flaubert casi lo queman en la hoguera. Sin embargo, Steve Jobs fue ensalzando desde el primer clic como el nuevo dios del universo digital. Nuestro delirio, pactado tácitamente con Jobs, pronto se dio cuenta de que Madama Bovary se podía leer sobre la pantalla del nuevo smartphone. La delirante normalidad volvió a instalarse en nuestras vidas. Han pasado sólo diez años y han saltado todas las alarmas. Lo que ayer formó parte, con sorprendente prontitud, del delirio pactado, hoy lo ha abandonado y camina a sus anchas, de nuevo, como un extraño que amenaza los beneficios de aquel pacto. Lo verdaderamente extraño es que los padres que convocan la charla conferencia se alarmen de lo que ellos mismos han producido: unos hijos adictos a la pantalla de su smartphone. En fin, unos monstruos. El cuento de que sus hijos y sus alumnos al estar mejor comunicados se iban a entender mejor entre ellos y con el mundo que les rodea, incluido los propios padres y profesores, ha abandonado el hogar y el aula y se ha convertido en una historia de terror autónoma. Es lo que le ocurre a lo extraño cuando escapa al control de nuestro delirio pactado, se convierte primero en algo amenazante y luego en algo que produce espanto. Ahora quienes no entienden el mundo, ni se entienden entre ellos, son los padres y profesores. Mientras que sus hijos y sus alumnos han cumplido de sobra las expectativas que levantó la aparición del smartphone, no solo se entienden con el mundo sino que han creado un mundo propio que solo ellos entienden. Para que me entiendas, el terror que produce semejante evolución en la especie es como si un grupo de científicos japoneses lograra en un laboratorio que un grupo de monos contara hasta nueve, y luego los dejarán libres en la selva. Pronto los pedagogos, que han colaborado a esta mutación en el aprendizaje moderno, se acercarían a los monos y les enseñarían a contar hasta diez y a continuación a construir un decálogo. Y de todos es sabido que la decena multiplica el horror. Es la culpable de los Díez Mandamientos del Vaticano y de todos los decálogos laicos que por imitación no hacen más que proliferar cada día. Véase el diez por ciento de interés sobre el que se ha edificado todo la fanfarria de la especulación bancaria. También, y esto aún da más miedo, el diez es el germen del espíritu castrense. Las escuadras, las falanges y las legiones son múltiplos de este número macabro. La ventaja que tienen los monos japoneses respecto a los adolescentes occidentales es que no han perdido el suelo religioso con que los recibió el mundo, lo que hace que sepan pararse a tiempo. Mientras que los adolescentes occidentales ha venido a un mundo sin ese tipo de suelo, solo dominado por la autoconciencia ilimitada de ellos como sujetos. O dicho de otra manera, que cuando un adolescente entra en el mundo de hoy le está permitido hacer de forma ilimitada lo que le dé la gana. Hasta el 2007 lo de hacer de forma ilimitada era pura ciencia ficción. A partir de entonces se ha convertido en la única realidad realmente existente. Y a diferencia de los monos japoneses que, según dicen los científicos y los pedagogos, sabe hablar pero que no lo hace para que no le hagan trabajar los humanos, los adolescentes occidentales no le tienen miedo a semejante extremo porque, primero, el trabajo es cada día más escaso en esta parte del planeta y, segundo, sus padres les han asignado una paga desde los diez años para sus gastos a cambio de nada. O, si la cosa se pone muy apurada en casa, por haber suspendido sólo dos asignaturas en la evaluación del trimestre. Con lo cual el adolescente occidental no tiene miedo a nada ni a nadie y se ha lanzado, seguro que por inducción tácita de los pedagogos, al disfrute a tumba abierta de los beneficios del diez y sus múltiplos, que con el smartphone en la mano, al parecer, se hacen ilimitados en su capacidad de de producir Ejemplaridad publica. Que si los diez discos más escuchados, que si los diez futbolistas más famosos y que cobran más. Y en este plan.

martes, 21 de enero de 2020

J. J. MILLÁS

”En gran parte de los cuentos recopilados en este volumen se encuentra una de las constantes de la obra de Millás: la observación de la realidad cotidiana desde la extrañeza.

De una Entrevista al autor valenciano:
Si no te extrañas de la realidad no puedes escribir sobre ella. Es decir, alguien que tiene una relación normal y buena con la realidad podrá hacer otras cosas pero no escribir. Se escribe para comprender el mundo, que son las mismas razones por las que se lee. Cuando un joven empieza a leer es porque siente frente al mundo una extrañeza que al leer se atenúa”.

lunes, 20 de enero de 2020

LOS VIVIDORES

Me cuesta no estar en el adentro de la literatura cuando estoy, al mismo tiempo y sin remedio, en el afuera de la vida. Sobre todo a la hora de tratar con la banalidad que envuelve a la segunda a través de la acción de sus protagonistas, esos que les gusta llamarse a si mismos como los vividores. Con banalidad no quiero decir algo peyorativo, sino el resultado indeseado e inconsciente de una vida sin problemas relevantes para su propia supervivencia. Con banalidad me refiero a un asunto que nunca antes había sucedido, aunque la palabra la vengamos utilizando desde siempre. La tradición de los vividores es larga y se ha acabado imponiendo a los que, a su entender, no lo son que ellos llaman los aburridos. Vivir para esta tradición milenaria es básicamente formar parte de la Historia, es decir, ser alguien protagonista dentro de algún capítulo ese gran relato. Hoy se dice, ser famoso, la profesión mas demandada por las nuevas generaciones de vividores. El otro día una amiga, que acababa de cumplir sesenta años, nos dijo en voz alta a los que asistíamos a su fiesta sorpresa: creo que los he vivido a fondo. Y se quedó tan a gusto. Oido así, pensé, debe ser que tiene muy claro lo que no es vivir la vida o vivirla solo en la superficie. No vivir la vida significa, para esta tradición de los vividores, no tener fama en la Historia, por tanto no tener historia individual, en fin, ser un don Nadie. Los que se autodenominan vividores no tienen que presentar ninguna credencial que avale si llevan una buena vida o una vida buena o vidorra. Simplemente, como mi amiga, basta que lo diga en el momento apropiado, su voz es el aval indiscutible. ¿Hubiera sido elogiable por parte de los asistentes a su fiesta de cumpleaños, que dijeran que mi amiga se sentía la mujer mas infeliz del mundo, o que su vida (como todo relato que se precie) no ha sido tan bueno como ella imaginó siendo joven, ni tan siquiera alcanzó esas cotas de plenitud después de las diferentes enmiendas que había hecho al proyecto inicial de su vida? Ella dijo, supongo que para no defraudar a los palmeros de su homenaje (todos vividores de pura cepa, según manda el protocolo de la vieja usanza vividora, que no ha variado con el paso de los siglos y que se resume en la frase que dice que la vida es para vivirla, así desde Jesucristo hasta Al Capone pasando por Marilyn Monroe, por decir algo), que su vida estaba plena y serena, y que, esto es también de la mas rancia tradición de los vividores, volvería a vivirla de igual manera si le dieran la oportunidad de hacerlo. Vamos que no se arrepentía de nada. Esto de no tener que presentar avales o credenciales que permitan distinguir la vida buena de un ciudadano de la buena vida o vidorra de otro es, a mi entender, una de las ingenuidades de la democracia, que se deriva equivocadamente de lo que si me parece acertado e intocable, a saber, un ciudadano un voto. Puesto que de igual manera que exigimos a nuestros representantes otros canales de participación y control que el de ir cada cuatro años votar, a los ciudadanos se nos debería exigir otras credenciales que la mera voluntad de querer ser cualquiera de esas profesiones privadas que posibilitan la buena vida o vidorra, las que nos permiten decir en voz alta, sin sonrojo alguno, yo tengo derecho a vivir la vida, ¡qué pasa! Nadie cuenta a la pandilla de amigotes y amigotas adultos su biografía, ni deja ver su curriculum o escribe un twit con el propósito de quedarse en suspenso o de demostrar la amplitud de su ignorancia. La relación que mantienen los vividores con el mundo de los fenómenos y de la existencia es tan fuertemente empática como inmediata, es decir, sin distancia alguna ni perspectiva para poder enfocar la mirada. Es decir, que la vida de las cosas y de las personas con las que tratan habitualmente los vividores son así y solo así. Dicho de otra manera, las cosas y las personas nunca pueden ser de otra manera que como ellos los perciben en su trato diario. Con esa actitud, mas que garantizar el éxito de sus vidas lo que alejan de su entorno, como la peste, la posibilidad de que cristalece su fracaso, que es a lo que el hombre y la mujer vividores, también conocidos como los hechos así mismos, verdaderamente tienen pánico. Ajenos a cualquier praxis ideal que les haga tomar conciencia, aunque nada mas fuera para tener referencias comparativas, de la impostura de su vida de vividores, están convencidos del control absoluto que tienen sobres sus vidas sin problemas de relevancia. Una forma de vivir que les impide imaginar que cualquier día, sin previo aviso, pudiera ser de otra manera. 

viernes, 17 de enero de 2020

MOMENTO DE VERDAD

Un momento de verdad seria algo parecido a ese diferencial que hay entre querer apropiarte de las cosas con las palabras que dices y no poder conseguirlo. No es un fracaso, tampoco lo tienes que vivir como una frustración, es el momento mágico de lo que es irreductible a nada ni a nadie, es el momento de esplendor que hace visibles por un instante nuestros límites frente a lo que estamos buscando. Es el momento de la verdad. Momento de verdad es esa situación a la que te enfrentan los narradores o los protagonistas de las novelas que lees y luego de mirar a quienes tienes al lado, vas, y a continuación miras para otro lado. O te vas a pasear a la india, o te vas subir a los volcanes sicilianos, o te da por imaginar una excursión a Nigeria si la protagonista resulta que, vaya por dios, ha nacido allí, o si te pones guay y te cubres con el traje de profesor de instituto y así te dispones a ejercer, fuera del horario lectivo, la función que te ha encomendado la sociedad a la que perteneces: predicar a los cuatros vientos la verdad no ya como un momento, sino como un edifico a prueba de bombas enemigas. Un momento de verdad es ese que te impide calzar, como la mano lo hace con el guante, la pregunta que mas quieres con la respuesta que mas anhelas, o al revés, hacer que la respuesta esté ya en la pregunta. Un momento de verdad es eso que en medio del tumulto ambiente te hace vislumbrar o intuir que a lo mejor quepa la posibilidad de que no tengas razón o que la razón la tenga el otro. ¿Puede decirse, entonces, que la experiencia vivida ayer en el metro por la protagonista de piel tostadita, fue un momento verdadero? ¿O hubiera sido mas auténtico (que según un amigo mío es mas que verdadero) que saliera del vagón y que se diera cuenta que le habían birlado el móvil? A lo que cabría añadir, según mi amigo, que acto seguido denunciara el robo en la comisaría mas próxima, desde donde podría haber llamado a su novio para que estuviera a su lado en momentos tan tensos. Seguramente contado así, como le gusta a mi amigo, trasmite una mayor sensación de realidad, tal y como nos la muestra los medios de comunicación actuales, esos que dicen en que siempre están con la verdad. No sé.

jueves, 16 de enero de 2020

GEORGE BAILEY

”Vivimos en un tiempo aciago. Algunos dirán que rescato una vieja monserga repetida desde que el ser humano adquirió conciencia de su devenir histórico. Se encuentran comentarios semejantes en las estelas funerarias de la Grecia arcaica, deplorando la ingratitud y la inconstancia de los jóvenes, y asegurando que en el pasado hubo más sentido ético y más respeto hacia los mayores. No voy a cuestionar que cada generación tiende a vituperar a la anterior, atribuyéndole toda clase de vicios y calamidades, pero lo cierto es que la España de los dos canales de televisión poseía una serie de cualidades inconcebibles en el mundo de hoy. En los años ochenta, aún se transmitían en horas estelares clásicos de John Ford, Alfred Hitchcock, Howard Hawks o Frank Capra. Sé perfectamente que en la actualidad hay plataformas que te permiten acceder a esas películas, pero el hecho de poder escoger la hora malogra la posibilidad de una experiencia colectiva, donde se producía una especie de encuentro con el resto de la ciudadanía.”

miércoles, 15 de enero de 2020

MIEDO Y NEGRITUD

Cuando leyó en un estudio de la facultad de antropología donde estudiaba, que el miedo en las sociedades contemporáneas es prácticamente el mismo que el que había en la Edad Media, B quedo gratamente sorprendida. Ella siempre había pensado que su miedo era suyo y nada mas que suyo, como todos los sentimientos que le bullían dentro. A propósito de las palabras de la doctora que firmaba el estudio, una tal Hellen Witehead de la universidad de Heildeberg, le vino a la memoria el miedo que pasó hace unos años un día que entró decidida en el vagón del metro y se dio cuenta de que todos los viajeros tenían la piel como la leche. B tiene la piel tostadita, como a ella le gusta decir cuando se encuentra entre sus amigos, que valga decir los había de todos los colores. La blancura total del vagón de metro la intimidó de inmediato, lo que hizo que se pusiera la mochila delante y se palpara el pantalón para detectar que el móvil seguía a su lado. Lo primero que pensó fue si se había metido, no por voluntad propia sino inducida por la lógica del rodaje, en un anuncio publicitario de algún detergente de última generación, que aplicara la técnica de la cámara invisible para hacerlo más real. Miró a su alrededor y no detectó ningún dispositivo que la estuviera vigilando. El resto de pasajeros parecían estar cada cual a lo suyo, aunque creyó detectar que uno de ellos, el que tenia peor pinta tal y como iba vestido, se fijaba en ella de reojo. Trató de sacarse el móvil del bolsillo para llamar a su novio pero no pudo, el móvil estaba pegado al pantalón como una lapa. Cuando iba aceptando que era una mancha de suciedad en un vagón de metro impoluto, a la espera de que llegara la próxima parada donde esperaba recuperar la normalidad, se le acercó el tipo de peor pinta y le pidió la documentación. Se la dio como pudo, rebuscando entre sus cosas en la mochila, y en cuanto el vagón se paró lo abandonó lanzándose con furia al andén, a lo que el agente, una vez comprobado los datos, no mostró ninguna oposición. En el andén no había nadie, aunque los colores de las paredes eran los de todos los días. La profesora Witehead decía, en el apartado de conclusiones de su estudio, que el miedo, hoy como en la Edad Media, es un bien escaso, lo que falla, hoy como ayer, es su distribución. Con ello pretendía salir al paso de quienes ligan el miedo con las condiciones económicas de quien lo padece, es decir, con la seguridad que aquellas incorporan a la vida humana. Nada mas falso, subrayaba Witehead. La prueba de lo que sostenía, continuaba la profesora de Heldeberg, es que las sociedades modernas son mas igualitarias económicamente pero mantienen tasas de miedo similares a la de Edad Media. A B las palabras del estudio que había leído le produjo un sosiego repentino al no vincular de una forma tan determinante su miedo con el color de su piel. Aunque lo que no ha conseguido es sacarse el miedo de dentro. Lo que si ha hecho ha sido cambiar de novio. Al que no pudo llamar desde el vagón de metro era de piel blanca, de parecida pinta al que le pidió la documentación. B sale ahora con un chico de Senegal, negro como el carbón, cuya filosofía de la negritud en un mundo de blancos aplica de forma sui generis la teoría de la distribución del miedo de la profesora Witehead. Lo que su novio hace es rodearse de una absoluta indiferencia respecto a lo que le puedan decir a cuenta del color de su piel. Esta férrea indiferencia le hacía creer que sigue en su país de origen, es decir, invisible en el país donde ha recalado y trabaja. Sin tener sentido de la culpa por el lugar que ocupó al nacer en la Geografía y en la Historia, sólo pendiente de las cosas de cada día, antes de que aquellas se apoderen de estas. Ahora que han pasado los días, B ve aquel lio del metro con los ojos de su novio de Senegal y lo analiza con las palabras de la profesora Weiteahead. Así que convengamos que el miedo, la culpa y la riqueza están ahí afuera, pero están muy mal repartidos ya que lo que tenemos dentro es la duda, que no nos deja vivir tranquilos ni averiguar cual es nuestro sitio entre aquellos. En la Edad Media porque Dios existiendo no comparecía nunca, en la Época Contemporánea porque habiéndose ido dios para siempre, echamos en falta su función más que entonces.

lunes, 13 de enero de 2020

CUIDADORES

En la sala de espera del centro de recuperación de la espalda se fijó en una revista, que debía ser de algún cliente que la había olvidado o la había dejado allí intencionadamente. La revista era el órgano de expresión, según decía en la mancheta, de una organización europea a favor del consumo responsable. Cogió el ejemplar y se dispuso a ojearlo mientras esperaba su turno para la sesión semanal. Reconocía que su espalda iba mejor, sin embargo, lo que todavía no acababa de digerir era esa misteriosa recomendación que le hizo quien le entregó el diagnóstico definitivo que, por cierto, ya no formaba parte de la plantilla del centro, en el recordaba no debía preocuparse demasiado sobre su evolución física, siempre y cuando empezara a familiarizarse con lo que llamó nueva sabiduría. De repente, alguien del centro de recuperación entró en la sala de espera y le pidió disculpas por el retraso en el inicio de su sesión. Ella se lo tomó con calma, algo que hacía unos meses le hubiera parecido inaudito, y se dispuso a leer una articulo de la revista firmado por un tal Arapiles y titulado el cuidado de las palabras como nuevo hábito de consumo en una Europa globalizada. El autor no tenía empacho en reconocer que la injusticia del momento presente se alojaba fundamentalmente en este abandono por parte de todos los consumidores de palabras, y no tanto en el aspecto material del PIB o de la deuda pública de cada país miembro de la Unión Europea. Esa cartografía material estaba ya dibujada y no parecía que pudiera cambiar en los próximos cien años, decía Arapiles convencido. Unos ciudadanos (se dio cuenta que el articulista había prescindido de la palabra países, lo cual la reconfortó también con su cerebro) son más productivos que otros, lo cual convierte a estos últimos en consumidores de lo que aquellos produzcan, sin que esto signifique ningún desdoro. De igual manera que hay ciudadanos que producen coches y hay ciudadanos que consumen coches, hay ciudadanos que producen pensamiento y palabras, y hay ciudadanos que consumen pensamiento a partir de esa palabras. Recordó, entonces, lo que le dijo el monitor ausente sobre la nueva sabiduría, en la que, curiosamente, no se mencionaba el sentido del oído. No se mencionaba, por decirlo así, que se tuviera que acostumbrar a oír sin escuchar. Lo cual venía a darle la razón a las previsiones de Arapiles para los próximos cien años. Únicamente podremos completar nuestra evolución como miembros de la especie a la que pertenecemos (una especie de improbable supervivencia biología si no fuera por el invento de la cultura del lenguaje, señalaba Arapiles), mediante el uso de la palabra, es decir, mediante el desarrollo del cuidado de la escucha de las palabras ajenas y no tanto de las propias. Luego pensó, mientras hacía los ejercicios correspondientes al mantenimiento de la espalda estirada sobre un rulo de plástico duro, que a lo mejor el monitor que le dijo lo de la nueva sabiduría era el mismo que firmaba el artículo que acababa de leer. Y que lo había dejado sobre la mesa de la sala de espera para que ella lo leyera. 

viernes, 10 de enero de 2020

NUEVA SABIDURÍA

Cuando su mujer fue relegada a un plano laboral secundario por carecer, al decir del equipo de recursos humanos de la empresa donde trabaja, de una solvente imagen corporativa, pensó que su vida iba a dar un giro de esos que se suelen llamar con el apelativo de copernicano. En efecto, todos los sinsabores de la vida laboral de aquella tenían su registro físico en periódicos y fuertes dolores de cabeza, lo que, a su entender, era la causa de que no pudiera alcanzar la imagen corporativa que sus superiores le exigían. Todo ello la encerró en un bucle del que solo pudo salir mediante la bajada en el escalafón de la empresa. Nada más conocer su, por decirlo así, pérdida de galones, el dolor de la cabeza se le desplazó en pocos días hacia la parte superior de la espalda, a la altura de las cervicales según le señalaba a su marido cuando el dolor era más acusado. Fue entonces cuando el fantasma de la depresión hizo su aparición en el horizonte. Se lo confesó a su marido en estos términos: resulta que me rebajan de categoría porque soy incapaz de tener la imagen corporativa idónea y ahora el cuerpo de carne y hueso se me empieza resquebrajar en la parte alta de la columna vertebral, ¿que va a ser de mi sin una estructura sólida en la que apoyarme cada día para seguir viviendo?, dijo con las primeras lágrimas a punto de empezar a descender por las mejillas. A los pocos días, viendo el marido que no salía de su postración, le dijo a su mujer que acudiera al espacio de espalda del barrio. Según le informaron, en la visita previa que hizo, en ese espacio se enseñaba a caminar y sentarse correctamente a los bípedos implumes. La espalda, según los técnicos del centro, era la principal perjudicada de la infinidad de malas posturas que adoptamos a lo largo de nuestra vida. Tenemos un solo cuerpo, continuaba el dossier informativo que le adjuntaron al marido el día que hizo la inscripción de su mujer, pero, justamente por ello, no podemos adoptar una infinidad de posiciones o posturas al utilizarlo. En las reuniones semanales, a las que también se apuntó, en un centro de terapias orientales, le dijeron a la mujer que era una persona muy poco llena de sí misma, lo cual suponía que estaba al alcance de que su cuerpo fuera ocupado por otro para  hacer las funciones que ya no podía en el suyo al encontrase colmatado, según las palabras de los monitores del centro terapéutico. Lo que no acababan de entender era como, con esas características anatómicas no había sido capaz de alcanzar la mejor imagen corporativa posible en su empresa. La sometieron a diversos test de adaptabilidad y no encontraron ninguna anomalía relevante. Sin embargo, el entrevistador, de forma indirecta, notó que la mujer no hablaba con sinceridad cundo le preguntaba sobre asuntos no habituales. No es que mintiera de forma intencionada, sino que respondía como si tuviese un motor dentro que emitía ruidos y humos sin parar, unas veces, y, otras, como si lo que tuviese en su interior fuese un loro que repetía de forma intermitente prejuicios y tópicos. A la conclusión que llegaron, en el informe que le dieron, fue que tenia, incomprensible dado su carácter, una sed de alma que hacía que desde algún punto de vista, indetectable todavía, su cuerpo se hubiera convertido en excesivamente tosco para actuar de intermediario entre ella misma y lo real. La cosa no presentaba mayor gravedad, siempre y cuando se acostumbrara a ver sin mirar, sentir sin tocar, paladear sin masticar. En fin, una nueva sabiduría corporal, le dijeron, que una vez se recuperara de la espalda le haría  llevar una vida digna en los tiempos que se avecinaban.

jueves, 9 de enero de 2020

PÁJAROS

Cansada de escuchar a los pájaros, que no dejaban de piar aupados a los árboles que rodeaban el chalet que había remozado en una urbanización cercana al primer pantano que se inauguró en la región, decidió que había llegado el momento de escuchar a los demás de su misma especie. Ciertamente, pensó, en comparación con los grandes proyectos profesionales y de otro tipo que había emprendido en la vida, aprender a escuchar con atención comprometida lo que dicen y escriben otros cualesquiera y distintos (no otra cosa era leer, le habían dicho unos amigos) era una actividad menor, de la que se puede prescindir. De hecho es lo que ella había hecho hasta ahora, al igual que la mayoría del personal contribuyente y alfabetizado que le rodeaba. Después de unos estrepitosos fracasos en un par de proyectos profesionales en los que había puesto especial énfasis, creyó que lo mejor para su futuro inmediato era rodearse por los ritmos previsibles de la naturaleza. Oírselo decir a sí misma, una y otra vez, le pareció de una tal falta de sustancia, que se decidió a dar el paso aunque nada más fuera para no volver a escucharse. Lo primero que hizo fue remodelar la antigua casa familiar que había heredado y se fue a vivir al campo. Como es habitual en estos casos, mientras se llevaban a cabo las obras pensó en la decoración interior de la casa y, como no, en qué animales de compañía eran los que mejor sintonizaban con aquella. También esta cantinela le sonaba ya oída, pero no tenía otra. Por ver si se le ocurría algo, empezó a escuchar el piar de los pájaros que rodeaban la casa donde pensaba fijar su residencia. Al principio le hizo gracia pero, poco a poco, influida tal vez por la película de Hitchcock, empezó a sentir una inquietud creciente, aunque lo peor de todo era que no sabia por qué. Bien mirado, el griterío de aquellos pequeños seres no era muy diferente respecto al que emitían sus semejantes en la ciudad de la que había huido. Al final llegó a la conclusión de que era una cuestión de grado no de naturaleza de las especies. Pues quienes compartieron con él los dos proyectos fallidos acabaron piando sin parar a su alrededor, hasta hacerle insoportable su presencia. Así fue como entendió mejor la propuesta fílmica de Hitchcock, al ver en la conducta no prevista de los pájaros, la impertinencia y el temor que nos produce todo aquello que se cuela sin permiso en las estancias de nuestra fortaleza inexpugnable. Lo cual puso luz, también, en las sombras dolientes de sus fracasos profesionales, al darse cuenta de si uno puede ir a algún sitio inteligible o con sentido (más allá del propio del aspecto egótico y contable del asunto, que no ponía en duda) con esos proyecto grandes en que nos solemos meter los humanos, si no se hace la Itv interior, digámoslo así, con el proyecto pequeño de escuchar a los otros. Si uno no logra hacer que convivan de forma armónica y dialogante en su fuero interno el proyecto grande y visible y el más pequeño e invisible de escuchar con atención comprometida a los que son radicalmente otros y distintos. La sensación de acoso y derribo del piar de los pájaros le duró todavía un par de meses después de haberse instalado en el chalet remozado. Un día, que cayó una granizada enorme, se acordó de algo que le sucedía cuando era niña, lo cual le hizo pensar por primera vez que la decisión de mudarse al campo había sido acertada. En aquellos primeros años, siempre que le subía la fiebre o caía el granizo a lo grande, lo vivía como unos acontecimientos singulares en los que, mientras duraban, dejaba de ser él. Al día siguiente de la granizada dejó la ventana del dormitorio abierta por ver qué pasaba.

martes, 7 de enero de 2020

RAQUITISMO

Así como en la sociedad occidental de la abundancia (poder elegirlo todo) la mendicidad material afecta solo a una parte de la población, el raquitismo espiritual  (o del alma) afecta a todos. Sea por ello que, mientras leamos o miremos el mundo sentados sobre los frutos del bienestar de nuestro dinero (contándonos siempre una única historia), sólo veremos en los otros lo que no nos afecta directamente a nuestro cuerpo (astucia de la razón contable), que queda así a salvo de semejante amenaza: la negritud, la esclavitud, la pobreza literal de no tener nada para comer, la pobreza virtual de no poder elegirlo todo, etc. Pienso que todo ello es una consecuencia inevitable de la incapacidad que tienen, quienes así viven aposentados, de hablar de sus sentimientos o de hablar de su mundo interior o de su alma. Fíjate en la capacidad, que si hemos desarrollado como especie, de imaginar mundos materiales perfectos, donde, una vez que instalemos nuestras posaderas y todo lo demás allí, podremos disfrutar no solo de los goces del cuerpo sino sobre todo del alma: libertad, igualdad, fraternidad. De nuevo la astucia de la razón contable (tres por uno), consigue hacer trasparente (sin sombra alguna que lo nuble) lo que de suyo se presenta siempre obscuro y con voluntad de desaparecer. Para hablar de los sentimientos de cada uno no hacen falta cualidades intelectuales especiales, ni ir a la universidad, simplemente es preciso tener conciencia de que nos sobran esos defectos humanos demasiado humanos como son la pereza y la arrogancia, que, mira por donde, son atributos del alma. Por seguir con lo de la pobreza, nuestra imaginación nos da para crear lugares donde no exista, una vez eliminados los causantes de semejante humillación, pero nuestra habilidad imaginativa decrece, casi hasta desaparecer, cuando tenemos que convivir con ella, mientras llega el esperado día de gloria en el lugar de marras. Y es que, como dijo Hölderlin, imaginamos como dioses pero pensamos como pordioseros. De otra manera, no nos gusta que lo propio de nuestra condición humana se entrometa en nuestros sueños. Lo que quiero decir es que soñamos con un mundo sin pobreza, porque no podemos imaginar que la pobreza no puede desaparecer. ¿Que es lo más auténtico en nosotros, soñar y anhelar la perfección o imaginar como tratar de dialogar con la imperfección? La idea que todos pertenecemos al mismo planeta y por ello nos conviene a todos cuidarlo se entiende de inmediato, es casi como una noticia meteorológica. Ahora bien, pensar que con ese cuidado universal no nos hacemos cargo, al mismo tiempo ni en el mismo lugar, de que sitio ocupa cada cual en este hermoso planeta, nos amarga nuestros deleite imaginativo. Cuidar el planeta y saber qué sitio se ocupa en él son actividades que no se piensan ni suceden en el mismo sitio, ni del planeta ni de uno mismo. ¿Qué es lo primero que vale la pena reconocer ante esta disyuntiva?, que uno no tiene ni idea del sitio que ocupa en el mundo y de qué parte del planeta está dentro de uno. Y si ignora todo esto, ignora de que planeta está hablando. Otra vez, son actividades que se piensan y suceden en lugares diferentes, aunque uno sepa la dirección postal de su domicilio y el número de su DNI. Hace tiempo que decidí no dar limosna a los pobres ni propia a los camareros. Me parece una indignidad por mi parte hacia ellos. Sin embargo, no descanso en tratar de construir un espacio de diálogo donde la almas puedan construirse. Pues cuando no aireas el alma se nos va pudriendo, se va llenando de inquinas y resentimientos, de odio y desdén,  y de todos los otros defectos que en demasía siguen habitando nuestra intimidad.

lunes, 6 de enero de 2020

UN ALMA DENTRO

A sabiendas que los tipos de por aquí tienen la piel blanca, Alison me dice que para entender su historia da igual el color de la piel y el país de nacimiento. Lo importante es tener dentro, en lugar de un motor que no emita ruidos ni humos y con la ITV en perfecto estado de revista, o un loro que repite tópicos y prejuicios sin parar, un alma abierta a los misterios del mundo.
(...)
Y ese lío que tienen los vecinos de Alison es a pesar de que ya nos dejó escrito Aristóteles, hace ya algu­nos años, un criterio infalible para discernir entre Literatura sobre la vida e Historia de la vida: que en la primera las cosas ocurren unas a conse­cuencia de las otras, es decir, no solamente en conexión de causas y efectos, sino también de medios y fines, mientras que en la segunda lo hacen unas después de otras, es decir, sin que de su secuencia pueda inferirse consecuencia algu­na.