lunes, 27 de enero de 2020

SER Y ESTAR

En la mesa de al lado de la cafetería, donde me acaba de sentar para tomar un café con leche y una tostada, un hombre joven le decía a una mujer madura que hemos venido al mundo para saber por qué venimos al mundo, para saber por qué estamos aquí ¿No hay ninguna otra razón, digamos, mas práctica?, le preguntó la mujer madura. No, no cabe otra razón, no hay mejor razón, le respondió el hombre joven. Pues yo cuando era joven viajaba para ver mundo, recuerdo con  nostalgia, de la buena, mi primer viaje fuera a París, dijo la mujer madura moviéndose en el asiento, un gesto que lo interpreté como para colocarse mejor con la intención de darle batalla a su compañero de mesa. Lo cual me hizo pensar que para ella no había ninguna diferencia entre estar en el mundo y ver mundo, es mas, ver mundo, moverse por su amplia geografía había sido para ella la mejor manera de estar en el mundo. Por la manera que tenia de hablar ella imaginé que era la madre del hombre joven, aunque deduje que lo había tenido a una edad muy temprana, en uno de esos viaje, pensé, dejándome llevar por el tirón imaginativo. Lo interesante para mi de ver mundo, dijo la mujer madura, volví a coger el hilo de la conversación después del breve paréntesis de mi ensimismamiento, era ponerme con la toda mi ilusión delante de las cosas y personas que nunca antes había imaginado. Ver mundo, entonces, es para ti, dijo el hombre joven, ir detrás o a la caza de lo que es nuevo, mejor dicho, de lo que aparece, por decirlo así, al compás de los días y sus noches. Ya se por donde vas o por donde quieres encauzar mis palabras, contestó la mujer madura. No es exactamente un asunto de moda o de lo sea más común en una época, mas bien es, a mi entender, un asunto de vida y muerte. No te entiendo, se apresuró a decir el hombre joven. Cuando yo viajaba en aquellos años resucitaba a un mundo nuevo cada vez que aterrizaba o llegaba en tren (nunca viajé en coche, ni siquiera hice auto stop) al destino que había elegido. Entiende la palabra resucitar de forma literal. Noté que la mujer madura volvió a cambiar su posición sobre la silla en la que se encontraba sentada, y lo hizo de una manera que me hizo  intuir que iba a entrar a matar a la estulticia que ella creía destilaba con sus preguntas el hombre joven. Yo por mi parte pensé que esta era la explicación de la mujer madura a aquella dualidad existencial a la que se refería. Cuando volvía a casa volvía a morir de nuevo. Así me he pasado los años que he ido cumpliendo desde entonces, entre la vida y la muerte, dijo la mujer madura. A mi me ha sucedido algo parecido durante toda mi vida, lo que ocurre es que yo nunca he ido a ningún sitio de interés y, por tanto, me ha parecido que no valía la pena contarlo a alguien. Cuando iba a contestar el hombre joven se acercó a la mesa el camarero y les trajo la cuenta, perdición de la que no soy consciente que la hubieran pedido.