A todas las reflexiones, públicas y publicadas, que por aquí se hacen sobre la evolución del continente asiático y su influencia en nuestro propio devenir europeo (léase lo mas reciente en el Manifiesto para la democratización de Europa, por Thomas Piketty) creo que no le sentaría nada mal el pensamiento que Keiji Nhisitani (discípulo de Heidegger y máximo exponente de la Escuela Filosófica de Kioto) despliega en su libro ‘’La religión y la nada’’ para ponerle suelo religioso a la casa europea, hoy demasiado nihilista en su deriva tecno digital, desde donde poder auparse y llegar a algún sitio con sentido. La muerte de dios, no el capitalismo, es la verdadera seña de identidad de la modernidad occidental junto a su producto más genuino: la auto conciencia ilimitada del ser humano moderno, de la que el capitalismo moderno es un subproducto inevitable que hoy se ha hecho lamentablemente indeseable. Todo junto, seña de identidad, producto y subproducto, han tocado techo y en el camino han perdido el suelo pudiendo ahora crecer en cualquier sitio (lo zombi deja de ser así un producto de ciencia ficción). Lo cual aventura su pronta desaparición a manos de los cuerpos de creencias solidas y milenariamente arraigadas, que no tienen empacho en incorporar, sin ningún menoscabo para aquellas creencias, la tecnología occidental más avanzada. ¿Debemos nosotros, modernos europeos, volver a las fuentes griegas y hebreas de nuestra identidad y de nuestra cultura, no tanto para interpretarlas y situarlas en un contexto histórico como para hacer sentir su sentido (sentimiento) y abrirles espacio en nuestra imagen del mundo actual y en nuestra sentimentalidad? ¿Sabremos hacerlo a partir de la nuestra forma occidental de construir la realidad y el lugar que como individuos se nos asigna en ella? Con este propósito, el estudio de las diferencias entre lo que somos y los orígenes de que procedemos resulta imprescindible para comprender nuestro presente, así como las rupturas y dilemas a que nos enfrentamos cada día. ¿Cómo hacerlo? ¿Llegaremos al espíritu griego a través de sus mejores lectores cristiano europeos? Keiji Nishitama indaga en su libro los elementos propios de la tradición cristiana que como experiencia religiosa se encuentran próximos al nihilismo budista. Desde este punto de vista critica el nihilismo de la filosofía europea moderna por la ausencia de radicalidad en la afirmación de la nada como principio de toda realidad. La Religión y la Nada representa una de las grandes síntesis del pensamiento japonés del siglo XX y proporciona la reflexión necesaria para establecer un puente entre Occidente y Asia con la mirada puesta en la filosofía mundial ¿El nuevo suelo de creencias europeo, entonces, será una nueva conversación a cuatro bandas, a saber, entre ambas tradiciones religiosas milenarias (griegos y hebreos), la bicentenario tradición moderna y el pensamiento oriental? Si fuera así sería, es fácilmente imaginable, un suelo con fallas tectónicas, es decir inestable, aunque sin los dogmatismos tanto de aquellas tradiciones milenarias como de la autoconciencia ilimitada moderna occidental. Un suelo así abriría, al fin, un corredor de comunicación con el mundo religioso oriental. ¿Este renacer religioso de Europa, que nadie lo espera porque nadie cree que no lo necesita, nos haría a los europeos más fuertes o más débiles? Dicho esto si tenemos en cuenta nuestra dogmática creencia laica-marxista (hoy ya se le puede calificar de creencia basura), que ve como desperdicios la religión (pues es el opio del pueblo) y el capitalismo (pues es la fuente de todos nuestros males). Ambos pueden ser reciclados, mediante la voluntad de nuestra autoconciencia ilimitada, en la felicidad deseada en el paraíso soñado. Una felicidad reciclada a partir de los desperdicios de la religión y el capitalismo que, sin embargo, ha llegado a su destino sin suelo religioso, lo que le permite crecer materialmente en cualquier parte y de cualquier manera, ¿es un verdadera felicidad humana? ¿O es mas bien el éxito exacto de la mecánica digital de una nave rumbo a ninguna parte? O a cualquier sitio.