miércoles, 29 de mayo de 2013

LA DIGNIDAD DE NUESTRA INDIVIDUALIDAD

He leído un libro de Richard Ford que se titula, “Flores en las grietas. Autobiografía y literatura” y en la página 91 va y dice: “Los grandes relatos son acumulaciones de planificación, vigor, voluntad y aplicación, pero también de suerte, error, intuición e incluso, quien sabe, repentina inspiración para todo aquello para lo que no hay clave y en cuyo seno las cosas a menudo ocurren simplemente, lo cual debería acrecentar nuestro gusto por el relato gracias a esa habilidad suya para imitar la vida que no parece venir de ninguna parte, y, por tanto, fortalecer nuestra fe en el arte y el misterio de la vida”.

Los Grandes Filósofos de lo Absoluto trataron de interpretar la Vida. Y los Grandes Revolucionarios se empeñaron en transformarla imponiendo a todo lo que se movía sus Delirios Colectivos de Progreso. Pero hoy todas esas mayúsculas forman parte de un pasado que no volverá. Lo que sí sigue habiendo son majaderos de distinto pelaje que tratan de resucitarlas, robándonos lo único que tenemos: la dignidad y el estilo de nuestra vida privada asociada a una forma común de convivencia. Nuestra individualidad democrática. Convendría que no les hiciéramos caso. Ni en los momentos más dolorosos de necesidad o pobreza deberíamos prestar atención a los cantos de sirena colectivos de semejantes trileros. Los grandes relatos literarios nos indican que únicamente debemos confiar, ya que es lo verdaderamente concebible, en los latidos intemporales de la existencia.  

miércoles, 8 de mayo de 2013

SOBRE LOS EXPERTOS Y LOS ADOLESCENTES 2

La preeminencia de los expertos modernos en la "solución de los misterios" de la vida humana es un asunto que ya dura demasiado. Chamanes ha habido toda la vida, y, dada nuestra condición inabarcable, supongo que no podremos prescindir de ellos nunca. De lo que uno empieza a estar cansado es de lo incompetentes que son los que nos han tocado en el momento actual. Siempre que llegan al estadio final de su decadencia les ocurre lo mismo. Incompetencia, que como la de los de antaño, produce una inexplicable adicción entre sus feligreses. Y como todas las religiones monoteístas - en eso se nota su herencia judeo cristiana -, no dejan que respire a su lado las formas de hacer de otros sacerdotes y sus correspondientes liturgias. Se matan entre ellos por tener toda la razón.

Si tenemos dos orejas y una boca, será para que escuchemos más de lo que hablamos, ergo, un hijo, o una hija, menor de edad es el resultado provisional de lo que existe en el campo de acción familiar que hayan sido capaces de crear cuatro orejas y dos bocas. Pero para esto no hace falta un experto. Hace falta gente que no solo tenga orejas, también oídos, y que no solo tenga boca, también algo que decir y su forma de hacerlo. Tenga palabras. Hacen falta seres que sepan hablar y que, sobre todo, sepan escuchar. Pero para esto no hace falta un experto. Puesto que lo que uno tiene que hablar y sobre lo que tiene que escuchar se lo dicta la necesidad que emana de su experiencia, que en el caso de un menor de edad se circunscribe en gran medida al universo familiar. Callar es una forma de estar, y de ser ahí, cuando no hay nada que decir ni que escuchar. Otra cosa es abrir la boca para insultar y faltar al respeto a quien te da cobijo y alimento. Pero para enfrentarse a eso no hace falta un experto. Lo cual, por otra parte, no es nada excepcional dentro de la evolución de la especie, de una manera u otra nos ha pasado a todos los que a ella pertenecemos. No se que pinta, entonces, un experto en el trato con lo que es natural. Por otro lado, es público y notorio, que no hemos llegado hasta aquí como especie siguiendo los "consejos sabios" de los expertos en asuntos humanos - siempre que les hemos hecho caso nos han metido en un callejón sin salida cuando no en la ruina y el horror - sino aprendiendo a tratar con nuestros propios errores sin abandonar el ámbito donde se han producido. Por eso seguimos existiendo, aunque, otra paradoja más como decía antes, necesitemos "tener a los expertos" ahí cerca por si acaso. Vivir la vida es igual al miedo que acompaña al intentarlo. No se puede entender la una sin el otro. Siempre van juntos. Pero para saber adaptarte a esto o no hace falta un experto. Es como si necesitásemos un experto para ver salir el sol cada mañana, o para adaptarse a los monzones o la altura. En todo caso nos hace falta un "chamán" que nos haga ver como es en verdad el trato con la vida que no vemos, y sus consecuencia sobre la que vemos cada día. Por lo que hace, es decir, por su forma de escuchar y de contar eso que hace y que quiere contarnos. Y así hemos llegado de nuevo a la ficción, la única forma posible de entender lo que en realidad nos pasa. La única forma tolerable de aceptar la "charlatanería de los chamanes". De los "expertos" en contar.