martes, 29 de noviembre de 2011

HORA PUNTA

Mi teoría es elemental: los seres humanos seguimos siendo animales de impulsos gregarios, con una pizca de conciencia poética que nos permite elaborar algunas de esas ensoñaciones inalcanzables. Hasta ahora, la evolución no ha dado para más. Por eso me gustan esos momentos de mayor afluencia de público en los andenes y vagones del metro. Esas horas punta corroboran, como ningún otro experimento, mi teoría. Y lo hace como debe ser: sugiriendo, sin ningún tipo de imposiciones.

Las sirenas de los lugares de trabajo próximos han tocado, como las campanas eclesiales antaño, a arrebato. Menesterosos de toda laya y condición, de mono azul o de corbata roja, pueblan, casi al instante, las calles de la ciudad y sus recovecos. De los corredores del metro brota un olor a podrido nauseabundo. Caras desdibujadas, iguales unas a las otras en la intención del trazo, empiezan a caminar con ademanes ovinos por entre pasillos y andenes. El sudor cristaliza en los rostros cansados, sin haber empezado todavía a trajinar, y aun le sobra para crear una atmósfera por encima de las cabezas. Los trenes retrasan su aparición sin explicación alguna por parte de la organización. Los semáforos de los túneles hacen guiños intermitentes a la paciencia de los viajeros, invitándoles a que salten a la vía. Se apretujan en el anden para dar cabida a los que llegan. Dos vigilantes con porra, pero sin pistola, intentan poner orden, sin ladrar todavía. El espacio es el que es y el abismo de las vías señalan las consecuencias de que a alguien le de por hacer una tontería. Codos sobre la bocas, axilas empapadas, alitosis de tres días, no son impedimento a la aparición de alguna sonrisa furtiva. Alguno despotrica contra la municipalidad. Vano intento. Son las ovejas negras, siempre desagradecidas. Solo queda que el azar otorgue la posibilidad de sentarse a algunos de los elegidos.

Al final llega el tren. Seis estaciones mas adelante abandono el subterráneo. En la superficie, me reciben el ruido de los motores y la estridencia de las bocinas de unos coches atrapados en un monumental atasco. No puedo evitar reírme a mandíbula batiente, atrayendo hacía mí la atención de los transeúntes: ven como tengo razón, la municipalidad nos pastorea sin equívocos cada día.

lunes, 28 de noviembre de 2011

DESDE EL JARDIN, de Jerzy Kosinski


RELATOS NO PEDIDOS

Todos los relatos se dividen en dos grupos. En el primero, entrarían aquellos que, una y otra vez, pide el lector les sean contados. Vale con cambiar el aspecto formal, dando la falsa ilusión de que estamos ante algo nuevo. Es algo parecido a lo que pasa con las historias llamadas de miedo. Aparentemente, cada temporada, todas son distintas, pero todas transmiten esa sensación de bienestar y seguridad que nos proporciona volver a ver y oir lo que ya nos produjo "miedo". En el segundo grupo, se encontarian aquellos relatos cuya explicación no ha pedido nadie. Son un intento por parte del narrador de descifrar el mundo, una mirada, hecha lenguaje, sobre una experiencia personal o sobre una parcela de la realidad. En este tipo de relatos, el narrador impone su visión al lector. Y el lector, lo primero que tiene que decidir es si acepta, o no, esta imposición. Este primer ejercicio de humildad es fundamental en el momento de empezar a leer. Y, claro está, lo que mejor le conviene a esta actitud es interrogar al texto, sintiéndolo y pensando sobre ello hasta alcanzar la plenitud de todo el sentido que le ha dado el narrador. “Desde el jardin”, se encuentra dentro de este tipo de relatos.

¿Por qué en en este relato el Narrador es esta voz desconocida y no otra? Por ejemplo: EE, Louise, Benjamin Rand, el presidente de USA..., personajes que han vivido cerca de Chance y que son protagonistas también de la historia. ¿Por que no el propio Chance? ¿Cuantos folios le ocuparia la historia a EE, cuantos a Benjamin Rand, y al Presidente USA, cuantos a Louise y a Chance? Todas estas preguntas se derivan de la personalidad inaprensible del protagonista principal de esta historia, Chance, que si lo fuese de uno de esos relatos del primer grupo, mencionado al principio, el lector lo colocaría dentro de la estirpe de los, digamos, discapacitados. Así sin más, con un solo golpe de vista, hecho el diagnóstico lo que pediría a continuación es que le sirvieran rápido y de manera ya cocinada la receta. Y ésta bien podría ser un melodrama con tintes humanistas, o directamente un triller político. Pero estas serian otras historias. Buenas historias, por cierto.

Pero Chance ha venido al mundo con otra misión. No es profética, ni misionera, ni conquistadora. Es una misión que no tiene destino. Por eso es un héroe solo con carácter, de la estipe de Bartebly, Charlot, Buster Keaton, Stan Laurel. Interpela, sin proponérselo, la manera de mirar y de sentir de la gente poderosa que lo acoge, dirigentes máximos de esa otra manera de aferrarse a la vida, y que no es otra que creer que tiene un fin, un propósito. Si la vida tiene un destino, tiene que haber alguien que hacia allí nos guie.

Chance, un hombre que no ha hecho otra cosa en su vida que cuidar el jardín y ver la TV, desvela, con sus breves monosílabos y sus apabullantes silencios, el verdadero cariz de toda esa impostura. Y lo hace de la mano de ese narrador desconocido que, como un amable cicerone, lo introduce en aquellos ambientes al igual que un caballo de Troya y lo acompaña entre las pretenciosas reuniones, fiestas, conversaciones, etc..., que ocupan los placeres y los días de quienes en la cresta de la ola de la sociedad, esperan anunciar la llegada a la meta del destino, del que no saben si se han estraviado o es que ya estan a su lado pero todavía no se han dado cuenta.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

TODAVIA SIN CARACTER PERO YA SIN DESTINO

Europa fue, hasta hace sesenta y cinco años, un continente con muchos destinos enfrentados a sangre y fuego, pero sin ningún carácter que hubiera perdurado, creando escuela y tradición. Pero todo eso se está acabando. Y se acabará antes de que nos hayamos podido dar cuenta. Y sobre ese nuevo tiempo, seguiran clamando por su destino toda esa gente que es incapaz de forjarse un carácter. En esas estamos, mas confundidos, creo yo, que espantados.

Es propio de los dramas humanos con destino, que el héroe se acabe dando cuenta del sentido de la vida y de que él esta ahí para encontrar algo por lo que luchar y tener la oportunidad de hacer algo grande. Y tal y tal. Cuantas veces lo hemos oído durante nuestra vida, cuantas veces nos lo habrán repetido esos que dicen que lo hacen todo por nuestro bien: aunque fracasemos en el intento ha valido la pena, ya que es mejor vivir así despierto que no en ese estado zombi en el que lo hacen la gente corriente y sin linaje. Ya ve.

Frente al inapelable destino que intentaron fijar para siempre las innumerables guerras de nuestro pasado común, el euro representa, por un lado, el fracaso mas estrepitoso de todos esos delirios pretéritos y, por otro, nos señala el camino por donde hemos de circular en nuestro presente, ya sin un destino. La flecha del tiempo de las guerras no admite digresión alguna: victoria o derrota. Gloria o devastación. Frente a tanta grandeza esculpida en oro en el panteon del tiempo de la historia, frente a tantas fosas comunes cavadas para dar cobijo a millones de cuerpos anónimos, nuestra moneda común nada mas nos puede ofrecer las fluctuaciones permanentes de su carácter. Nada más y nada menos.

Al contrario que en los enfrentamientos bélicos europeos de antaño, las batallas financieras de ahora (con el euro de arma preferente), como en cualquier relato de ficción que se precie, sacrifican el avasallamiento de la contingencia en beneficio del conjunto. Al contrario que aquellos, hoy los combatientes en liza no pueden conquistar ningún sitio que no sea ese donde quepamos todos juntos. Elegidos y electores. Productores y consumidores. Ciudadanos. Y al que, necesariamente, hemos de llegar vivos e inteligentes.

Los héroes de destino de nuestro pasado como Alejandro Magno, Julio César, Napoleón Bonaparte o Adolfo Hitler no permitieron que nada ni nadie se interpusiera en el logro de su Destino Final. Unicamente la muerte o el destierro fueron capaces de detenerlos. Los dirigentes europeos actuales, una mezcla indefinida entre lo que les exige el destino del poder que detentan y el carácter inaprensible del campo de batalla donde combaten, hacen que vivamos la situación en que no encontramos. Todavía sin caracter pero ya sin destino.

lunes, 21 de noviembre de 2011

BIENVENIDO MISTER CHANCE, de Hal Ashby


LOS ENGAÑOS CONSENTIDOS DEL LENGUAJE

El principal y único peligro, o riesgo, que tiene esta película para el espectador adulto es pensar que es más listo, que sabe más, que Chance. Y que la película esta hecha literalmente para ilustrar esta superioridad. Con dos objetivos determinantes. El preventivo: fíjate lo que te puede pasar si eres, o dejas que tus hijos o alumnos lleguen a ser, como, o algo parecido, a Chance. El de denuncia moral y crítica: fíjate en la forma de vivir inauténtica, sobre todo en las altas capas del poder.

Quiero que vayas contra ese modo endiosado de vivir, el cual nos arruina en gran medida la felicidad; contra lo artificioso de este mundo que suele ser confundido por la simpleza de lo inocente y supuestamente no apto, imbécil o subnormal; quiero que vayas contra lo triunfante, que a la hora de la verdad sólo puede ser redimido por lo simplemente natural y sin doblez.

Ahora bien, si somos capaces de desprejuiciarnos, fumigándonos si hiciera falta como si tuviéramos chinches, y miramos a Chance cara a cara, la pelicula que veremos será otra. Y digo mirar cara a cara porque a quien tenemos enfrente es, nada mas y nada menos, que la cara de Peter Sellers, que no en balde ha sido elegido para eso. Si es así, entraremos en un duelo de miradas, de silencios, de una esgrima a base de frases formalmente sencillas e insustanciales, pero demoledoras en su calculada ambigüedad y penetración. Todo lo cual nos hará perder, casi seguro, el combate. Y las preguntas, después de la resaca, serán otras.

¿Siente el lector rechazo o agradecimiento hacia Chance, al comprobar donde lo ha dejado la experiencia de haberlo conocido: el amargo esfuerzo de tener que pasar cada día por un ser humano? ¿Es Chance el final de un agónico modo de mirar o, por el contrario, es el inicio luminoso de uno nuevo?

La película se luce recreando las irracionales jugadas de la razón que se cuecen a diario en la comunicación humana. Los malentendidos y quiebras que padece, antes fruto de los limites de esa razón totalizadora y totalizante de quien se cree en propiedad exclusiva del lenguaje, que de los límites del lenguaje mismo, al que quiere dominar y poner a su servicio, empequeñeciéndolo.

jueves, 17 de noviembre de 2011

CODICIA Y SOMBRA

Somos nuestra codicia y también nuestra sombra, en firme y constante complicidad. Y en los momentos que vivimos lo somos de una manera especialmente diabólica. Es este un universo donde cuesta meter la imaginación, no ya para buscar alguna solución contante y sonante, sino para poder darle una forma reconocible. Pareciera que a su naturaleza le esta vedado llegar hasta allí.

El diagnóstico de lo que pasa es fácil. Estamos todos afectados bajo el síndrome del timo de la estampita. Esa enfermedad que al decir de los listos unicamente le pasa a los tontos. A unos mas que a otros, a unos de manera diferente a otros. Pero todos tocados por la segunda parte de su impostura: la devastadora falta de confianza, de fe, que sigue a la creencia de haber llegado a tocar el cielo. Vamos, de ser como dioses. Y sino hay fe no hay sensibilidad, que es lo que significa creer en algo. Y sino hay sensibilidad no hay imaginación, que es la colega inseparable de la fe. Y sino hay imaginación no hay acción, porque no existe el campo donde poder desplegar su fuerza y potencialidad. Así ya hemos llegado al origen. Nos hemos convertido en unos acémilas. Bueno ya hemos aprendido algo.

Las propuestas que se oyen para quitarnos de encima este mantra, invitan al desaliento o a la confusión. Las palabras de unos, revestidas ahora de una cierta levedaz y de mucho diseño, siguen siendo escritas con mayúsculas y la forma de pronunciarlas esta hecha a golpes de brocha gorda. Así continuan hablando los del Antiguo Régimen. Son codiciosos porque quieren iluminarlo todo con su forma de hablar y de estar, produciendo a su alrededor las sombras mas tenebrosas. Bajo su mirada no hay forma de ver nada.

Quienes han optado por quitarle herrumbre y gravedad a las palabras, dandole mas protagonismo a las imágenes o a la proyección de sus actuaciones sobre el espacio donde deambula como un zombi todo lo que hay, se nota que no pueden dejar de pensar que lo que hay necesita justamente eso que ellos hacen para despertarlo. Ese obsesivo incapié en poner el énfasis en la acumulacion y el brillo de las respuestas, sin fijarse en la cantidad de interrogantes (de sombras) que generan, deja a las claras una nueva versión de la avaricia.

Sin embargo, es raro oir cosas como la siguiente, en el ámbito de las decisiones y los compromisos, que el otro dia escribió un bloguero indeciso y totalmente descomprometido. Dice así: la felicidad es un utopia sangrante si la ponemos en un lugar inalcanzable, lo que es propio de los sitios donde no hay nada que repartir, nada mas que muerte y miseria. Pero puede ser algo util si la ponemos al lado de la infelicidad, lo que es propio de los sitios donde hay superabundancia de todo (amor y amistad incluidas), pero mal repartida. Es algo asi como la prima de riesgo, unos dias sube y otros baja, pero el barco nunca se hunde del todo. Si hay dinero habrá flotadores, y si hay naufragio habrá rescate. Sin abusar. La gran ventaja de que el dinero se haya hecho invisible es que, además de contante y sonante, se ha transformado en una metáfora, y, como todas las metáforas, la hemos construido para entender el mundo, es decir, para que nos mire y hacer algo con esa mirada. Es como un extraño desdoblamiento, que yo creo que no acabamos de entender. Tener dinero y no tenerlo es semejante (no igual) a ser feliz y lo contrario, como lo es estar indignado y aburrido, o como lo son las inevitables asociaciones que no pocas veces hacemos entre los comportamientos de la guerra y los de eso que llamamos la paz. Yo creo que así va el mundo donde nos ha tocado vivir. La ruta será larga. Todas las rutas que conducen al objeto de nuestro deseo son largas. Y siempre nos acompañará el misterio de nuestra sombra y los estragos de nuestra codicia.

¿Alguien se acuerda del día en que descubrió que existía su sombra? Probablemente nadie. Y sin embargo, ¡qué día tan importante! De repente, darse cuenta de que alguien, nuestra sombra, vendrá con nosotros siempre y a todas partes. Por delante o por detrás de nuestra codicia.

lunes, 14 de noviembre de 2011

PRETENDIENTES SIN LINAJE

Que la vida no tiene suspense, ni poesía, es algo que sabemos desde los moradores de las cavernas. Cambian sus peligros y permanece casi toda ella dentro de inexplicables zonas obscuras, pero en lo poco que se ve no hay nada mas que el trajín de la supervivencia. Como siempre, desde entonces. Pero no se que esta pasando ahora que no me entero, para que cada vez tenga mas fuerza y protagonismo, en el ámbito de las prácticas creativas, el genero naturalista, ese donde la poesía es igual a la vida. En la calle la peña no para de gritar que otro mundo es posible y en las diferentes pantallas quieren que todo sea vea reflejado como en el espejo de su cuarto de baño. No se, un lío.

Nadie ha explicado esta inversión todavía, lo cual hace pensar que se trata de uno de los movimientos tectónicos y aleatorios de la sociedad de masas, a donde siempre llegan tarde y mal los ingenieros sociales. Y ya se sabe que cuando la masa pierde, o no llega a alcanzar, su condición de ciudadanía puede pasar cualquier cosa. O no, puede que aquí también se haya producido la inversión de marras y estemos frente a una de las mutaciones mas importantes de la humanidad. Veamos.

El dilema no es ya si es el arte quien imita a la vida, o es al revés, como postula Woody Allen. El dilema es que ya no hay dilema. Ha desaparecido. Y eso resulta mas inquietante que la oscuridad que acechaba antes a la escasa zona de luz que proyectaba nuestra timorata mirada. Le dejo muestra de un ejemplo que leí el otro día. Tome nota de las muertes producidas por cáncer y accidentes de trafico ocurridas desde la primera guerra mundial. El numero resultante es lo de menos. Todas las sociedades tienen entre sus ritos hacer sacrificios humanos a sus dioses para aplacar su ira, y lograr así que su gracia caiga sobre las vidas y las haciendas de los demás. Pero, ¿no me diga que esta pensando en el Estado de Bienestar, como dios supremo al que venimos ofreciendo todos esos millones de muertos desde hace casi ya cien años? ¿o es el Mercado? ¿o son los dos juntos y en comandita?

Lo determinante en este tipo de sociedades antiguas era el lugar que ocupaba cada uno en la representación del rito. Donde estaban los seres humanos y donde los dioses, es decir, los mitos. Esta tradición se ha venido respetando, mas o menos, hasta la llegada del siglo XXI, por poner una fecha para entendernos. Incluso el cine y las demás artes colaboraron con eficacia, renovando todo el panteón olímpico. Para que el rito pueda producir los efectos de gracia que le son propios sobre los mortales, los mitos deben ocupar siempre el lugar que les corresponde, es decir, el de su oscura e inexplicable inmortalidad.

Cuando los entusiastas de Leibnitz y Hegel habían perdido toda esperanza de conseguir un mundo bien trabado y ordenado hacia un final justificatorio, la red de internautas con sus innumerables pantallas y cachivaches, les ha devuelto el protagonismo aquí en la tierra con mas fuerza y esplendor que antaño. Recurrir al mito es un defecto de la dialéctica de las cosas, dicen, debido a la intromisión de los poetas, que nunca se debió producir. Por lo tanto, si no hay mito tampoco hay rito propiamente dicho. Todo es autentico y natural. Sin darnos cuenta que así volvemos a quedar a merced del bacilo de la venganza que domina la gestión de nuestro destino.

No es extraño que los vídeos caseros tengan cada vez mas éxito entre los espectadores. Ni que los docudramas naturalistas protagonizados por gente corriente sobre gente corriente tengan cada vez mas presencia en los circuitos cinematográficos. Ni lo es, claro está, que esos pretendientes sin linaje, los famosos, aspiren a las mas altas distinciones aristocráticas, siendo como son gente del pueblo.

Fijese si es cierto lo que le digo, que no ha sido la Justicia (la madre de todos los mitos), sino el euro, esa moneda corriente, contante y sonante, con la que cada día hacemos nuestras transacciones con naturalidad, la que ha desbancado del poder al señor Berlusconi (el gran chaman y más cualificado oficiante de los ritos mediáticos contemporáneos).

domingo, 13 de noviembre de 2011

VEJEZ

Sabia que no tenia probabilidad de conseguir asiento. El anden de la estación del metro se había llenado de gente debido a la demora del tren. Eran personas con ganas de viajar sentadas, aunque fuera yo quien mas lo necesitara teniendo en cuenta mis años y los achaques que los acompañan. Tampoco valía la pena esperar algún gesto de compasión por parte de quienes me rodeaban. Me había tocado envejecer en un época donde la prolongación y mejora de la vida es una cuestión del perfeccionamiento y uso adecuado de los avances tecnológicos. Eso decía una revista de esas, creo que era de la Liga de los Optimistas Pragmáticos, que cayo en mis manos en la sala de espera del medico que cuida las averías de mi corazón. "Antes, para ser inmortal, debía uno morirse, se entiende que después de realizar algo memorable. Ahora basta con la fe en las soluciones. La persona que llegara a cumplir mil años ya vive actualmente" decía tambien otro de sus artículos. ¡Como para que se fijaran en mi!

El tren seguía demorandose, lo que hacia que a todos nos aumentara el nerviosismo. Había calculado el lugar donde previsiblemente coincidiría con una de las puertas del vagón, lo cual me tranquilizo. Allí de pie, notando cada vez mas el dolor de las piernas a la altura de las rodillas, aguante como pude las idas y las venidas de los otros candidatos y competidores por un vagón en el tren que no acababa de llegar. De repente, la aparición del convoy en el otro anden hizo aumentar el desasosiego en el que me encontraba. Ya no podía mas. Tuve la tentación de sentarme en el suelo. Mire con disimulo a mi alrededor y creí detectar un sinfín de miradas dispuestas a ocupar mi lugar. Pero el dolor de las rodillas me obligaba tomar un decisión.

Volví a mirar a quienes me rodeaban y descubrí a un hombre de mi misma edad e impaciencia. Para estos diagnósticos fijarte en la carta no falla nunca. Nos intercambiamos gestos de impotencia y resignación, lo que fue suficiente para sellar un pacto de mutua ayuda. El ocupo mi lugar, merecedor de la gloria de un asiento en el vagón que seguía sin aparecer. Y yo abandone la primera fila del anden y me puse a caminar, a ver si me disminuía el dolor de las rodillas y el entumecimiento general de las piernas. Sin desaparecer del todo, con el movimiento si note una leve mejoría. Cuando me disponía a relevar a mi socio, una voz aburrida nos informo por megafonia que el retraso del tren era debido a una avería técnica que iba para rato. Pidiendo disculpas por las molestias ocasionadas, invito a los señores viajeros a pasar por ventanilla donde nos devolverían el importe del billete.

Después de que el anden se quedo vacío, mi socio y yo nos sentamos a fumar un cigarrillo. Todos los asientos se habían quedado libres. Entonces nos dio por recordar los tiempos cuando el metro servia de refugio para protegernos de los bombardeos.

jueves, 10 de noviembre de 2011

LA CAMPAÑA

Ciñéndome exclusivamente a los dias oficiales de la campaña electoral, la pregunta ¿qué voto?, me abre dos posibles itinerarios.

El primero equivale a, ¿qué pinto yo ahí en ese cotarro? o también, ¿cuál sería la razón suficiente que me permitiera justificar mi existencia de elector como algo necesario y no como algo prescindible o trivial? No tiene respuesta o la pregunta es la propia respuesta. ¿Qué hago yo ahí?, pues preguntarme sobre la razón de por qué es mejor ser elector que abstinente. ¿Cuál es la razón suficiente para preferir votar sobre no hacerlo? Ninguna, pero incapaz de conformarme con la nadedad de mi abstención, mi conciencia me genera una inquietud que no deja de preguntarme sobre la razón de ser del circo electoral. Entre las cosas que me pregunta figura esa razón que pide la razón de votar.

El segundo itinerario se iniciaría con otra pregunta, ¿qué tiempo le dedico a escuchar lo que se dice en esta campaña? Ésta si tiene una respuesta medible, pero de efectos descorazonadores. De momento y después de un millón de debates, mítines, eslóganes, panfletos, vídeos, etc... parece que los candidatos no han hecho absolutamente nada que no sea inquietarme, agobiarme, agitarme, desasosegarme, odiarme, humillarme y pedirme al final, con un par, que les de el voto. En cuanto lo tengan, comenzará de nuevo la más mortífera de las indiferencias. Y a continuación me vendrá la pregunta que, sin remedio, me atormentará hasta la próxima campaña, ¿para qué he votado?

Menos mal que, parafraseando al Eclesiastés, entre refriega electoral y refriega electoral a cara de perro, queda tiempo para el amor y la amistad.

martes, 8 de noviembre de 2011

LO QUE NOS PREOCUPA ES LO QUE NOS OCUPA

Es en ese "pre", como si fuera un cangilón o cajon de sastre, donde metemos todos los motivos que queremos que los demás reconozcan como respetables. Blindado a cualquier crítica exterior, que nos haga ver muchas de nuestras preocupaciones como graves errores de percepción.

Así vamos ocupándonos con lo que nos preocupa, haciéndolo equivalente, creando una de las estrategias de mas relumbrón que nos hayamos inventado para esquivar, en realidad, la atención concentrada delante de nuestra falta de brillo. Tanto es lo que le digo que el ambiente solo está hecho a base de ocupaciones. Preguntarle a alguien por lo que realmente le preocupa es inútil. Nunca tendrá tiempo para ello. Lo que si tendrá interés es que apunte el sinfín de actividades programadas con calculadora de lunes a domingo, correlato oculto de un ramillete de preocupaciones que ves y sientes que lo acongojan. Pero que no se me ocurra averiguar que hay detrás de tanto ajetreo, solo encontraré como respuesta lo propio de un estado de felicidad merecido.

Tanta euforia, a poco que uno se fije con detenimiento, tiene un efecto uniformizador desconcertante para el espectador, pero muy gratificante para los actores. Si todo el mundo gasta su tiempo en ocuparse para ahuyentar las preocupaciones, debe ser porque es la respuesta que requieren estos tiempos cargados de incertidumbre. Sin embargo, lo que no me convence del todo de esta magna representación, es la despreocupación absoluta que manifiesta sobre donde queda localizado lo que realmente le preocupa a cada uno de los actores por separado, digamos, fuera del escenario. Pareciera que, de repente, el escenario es la propia vida y el hecho mismo de representar hubiera hecho desaparecer aquella preocupacion primordial. O lo que es de otra manera, que la representación misma es, además del bálsamo momentáneo para la congoja diaria, la manera de atar para siempre los desvaríos de ese extraño sentimiento. Actor y personaje habrían, por fin, unido sus destinos en el Gran Teatro del Mundo. Toda la industria del entretenimineto parece haberlo entendido así, y produce a toda máquina los objetos necesarios que hagan posible que no decaiga el fulgor de semejante propósito.

Pero en la calle, por otro lado, la misma gente pide a voz en grito sanidad y enseñanza sin recortes y con más lustre. Como si ver peligrar estos dos pilares de su estado de bienestar, significara, hacer inviable la posibilidad de seguir manejando ese relato. Inopinadamente, pareciera que no tienen suficente con la representación de aquellas ocupaciones en el presente. Ahora el actor se separa del personaje y clama al cielo, o a quien lo quiera oir, los temores y temblores que lo embargan, y que tambien lo okupan. Así que la peña, también, está preocupada por el futuro. Vaya por dios.

Y yo me pregunto, ¿qué tipo de garantía es dejar a nuestros hijos todo ese tipo de estabilidades y certidumbres? Si no confiamos que de su libertad y de su experiencia puedan aprender algo, ¿como esperar que confien en lo que le decimos? ¿En donde colocamos el amor que nos profesan si un dia les da por querer a quien, o a lo que, siempre nos pareció indigno? En fin, ¿no será que entre las sangrientas turbulencias del pasado y las tinieblas que se ciñen sobre el futuro, nos hayamos estraviado definitivamente en el presente?

domingo, 6 de noviembre de 2011

THE WILDEST DREAM (conquest of Everest), de Anthony Geffen



Antes de que el alpinismo se convirtiera en un encarnizado negocio mediático más, las montañas eran visiones percibidas con deseo y estupor desde los valles y las llanuras, donde habitaban, a su vez, los otros grandes visionarios. Crazy Horse lo fue de las grandes llanuras norte-americanas, George Mallory del techo el planeta. Le dejo muestra de este tipo seres, que han vivido y viven entre nosotros aunque la codicia en que hemos zambullido nuestras vidas nos impida verlos.


VISIONES DE LO QUE PERDURA MAS ABAJO DEL EVEREST

Agustín de Hipona, vivió entre los siglos IV y V de la era cristiana, y fue uno de los cuatro padres mas importantes de la Iglesia Latina. Dejó escrito, que las personas viajan para maravillarse ante la altura de las montañas, las enormes olas del mar, los largos cursos de los ríos, la inmensa vastedad del océano, el movimiento circular de las estrellas; y sin embargo, se contemplan a sí mismos sin mostrar el menor asombro.

Celestina Aguirre, 58 años, agricultora y ganadera del valle de Liébana, preguntada por un turista de la capital sobre que es lo que se podía hacer en invierno entre aquellas montañas, respondió: lo que no nos dejan hacer ustedes en verano.

Coleman Silk, 61 años, profesor emérito de una universidad del medio oeste americano, dice, en alguna de las páginas de sus memorias, que las montañas son las líneas sobre el cielo que mejor registran las pasiones humanas que se producen en los valles y las llanuras.

Roger Catman, 43 años, funambulista, piensa que quizá el vértigo que producen las grandes montañas no sea una representación más de los problemas humanos, sino el símbolo mas acertado de su solución, si confiamos en él en lugar de ofrecerle una tenaz resistencia.

Ventura Larrauri, 66 años, parapléjico por accidente laboral, entiende desde su silla de ruedas la fácil emotividad que muestran los alpinistas por la consecución de sus propósitos y respeta la veneración semirreligiosa por la pompa y la grandeza que, incluso abriendo paso a las lágrimas, tienen por estos gigantes callados de la naturaleza.

Sebastià Casamitjana, 44 años, funcionario de prisiones y astrónomo a tiempo parcial, no le cabe le menor duda de la inutilidad del alpinista moderno que contempla las estrellas desde lo mas alto de las montañas para no ver las ratas de los valles y las llanuras.

Catalina de la Fuente, 30 años, esquiadora de montaña y profesora de esquí alpino, no quiere dejarse engañar por el silencio embriagador que percibe en lo alto de las montañas nevadas donde trabaja y disfruta con lo que mas le gusta. Las buenas maneras en los valles y las llanuras, dice, no son siempre expresión de ideas felices.

Otelo de Guimaraes, 25 años, topógrafo y guía de alta montaña durante los fines de semana. Su corta pero intensa experiencia profesional le ha llevado a adquirir una convicción que cree le durará el resto de su vida: la verdad que hay al alcanzar la cima de cualquier montaña es mas inquietante que el razonamiento puesto en la obtención de sus dimensiones topográficas.

Francisco Petrarca, poeta italiano del siglo XIV. La excursión que hizo al Mont Ventoux, en la Provenza francesa, se ha considerado por los historiadores del montañismo como la primera ascensión a una montaña con fines puramente personales, alejada de un deseo de conquista o exploración. En un momento de la ascensión anota: has de saber que lo que has experimentado hoy en varias ocasiones en el ascenso de este monte es lo que te sucede a ti y a muchos cuando os acercáis a la vida interior; pero no es tan fácil que los hombres se perciban de ello, pues los movimientos del cuerpo son visibles, mas los del espíritu permanecen invisibles y ocultos. En verdad, la vida que llamamos interior está situada en un lugar excelso y, como dicen, es angosta la vida la vía que conduce hasta ella. Asimismo, se interponen muchas colinas y es necesario avanzar de virtud en virtud, por preclaros peldaños. En la cima se halla el final de todo y el término del camino al que nuestra peregrinación se orienta. Allí desean llegar todos, pero como dice Nasón: “Querer es poca cosa; necesario es desear ardientemente algo para conseguirlo”.

Werner Heisenberg, físico aleman de la primera mitad del siglo XX, descubridor del principio de indeterminación, apunta en su libro “La imagen de la naturaleza en la física actual”: el hombre moderno ciertamente puede hacer lo que quiera, pero no puede querer lo que quiera.

Casimiro Aguilera, 67 años, maestro de escuela jubilado y antiguo alpinista, pionero en las escaladas sobre hielo, está escribiendo un libro titulado Zonas Alpinas donde, entre otras cosas, dice: son espacios fuera del consumo en los que las burbujas giran enloquecidas sin saber donde apuntan. Espacios desolados donde se pueden iniciar cosas.

Gabriela Kosinski, 2 años, su único afán, cuando entra en la biblioteca, es escalar por si sola, con gran temor de su madre, hasta la estantería donde se encuentra la pelicula “Los músicos de Bremen”, de Walt Disney.

viernes, 4 de noviembre de 2011

SEDUCCIÓN

Suspiré con deleite y me apresuré a ocupar uno de los asientos que en este momento habían quedado libres. Creí oportuno darme, así, un descanso, una tregua, en el intercambio de miradas que venía sosteniendo con aquella mujer, desde que la reconocí en el andén de la estación de metro poco antes de subir al tren. Mi madre estaría, sin duda, satisfecha. Y mis amigos también. La presión de la una y de los otros, me habían llevado a aquella academia del barrio, donde a modo experimental, así decia el díptico de la propaganda, se daban clases de seducción.

Antes lo había intentado, sin éxito, en los sitios donde se hacen estos intercambios: discotecas, reuniones de cumpleaños, viajes para solteros, internet, etc. Me gasté una pasta para nada. Luego probé a fijarme con detenimiento, delante del espejo, en los efectos de mi forma de hablar con los ojos y en la manera de mover las manos. Honestamente, no me parecieron tan detestables. Mi leve parálisis en los párpados producía, cuando los movía, unos resultados poco definidos, es verdad, pero yo los recibí abiertos a un sinfín de posibilidades que, junto al movimiento de las manos, elevaban mucho las espectativas del espectador. No entendía como podían despertar en las mujeres tal sentimiento de indifirencia. Con las charlas que mi brindaron mi madre y mis amigos alcancé a comprender, no sin esfuerzo y muchos morros, que lo mío no tenía que ver con el asunto de ponerle mayor o menor gracia al cabrilleo de los párpados y al jugueteo con las manos, sino con una carencia total de los manejos propios de la seducción. Vamos, que el menda era lo que se dice un patoso de tomo y lomo.

En las clases del curso de seducción, el profesor me dijo que lo que mas me convenía, si quería lograr mis propósitos frente a las mujeres, era aprender las mañas de dos tipos de miradas: la miope y la satánica. Una calculada combinación de ambas no falla nunca, apostilló. También me advirtió que, dado mi carácter, no me convenían los lugares, digamos, de tradición en el arte del flirteo, donde, por otro lado, si reconoció que se producen muy buenos encuentros entre gente que se mira sin complejos. La redundancia de lo ya sabido acaba por contagiarlo todo, dejando poco hueco para la expansión de la imaginación renovadora. Y tipos como yo, que no ando muy sobrado, caería fulminado en media hora. Así que me propuso, que lo mejor para poner en práctica lo aprendido era dar largos y sosegados paseos, combinados con descansos sentado en un banco. Lo intenté durante un més, pero fue inútil. Siempre echaba mano de la huida por la calle de enmedio en caso de extrema necesidad. Es lo que tienen los espacios abiertos, que lo mismo valen para dar pábulo a la libertad que a la cobardía.

Dejé el curso, con el consabio enfado y regañina de mi madre y mis amigos. Andaba ya muy desesperado por no ser capaz de salir de aquel atolladero al que, además, no era capaz de ponerle un nombre, cuando me topé con aquellos hermosos ojos negros levemente rasgados. De repente, el obstáculo de los párpados semibiertos había desaparecido. Ni por un momento pensé en lo evidente y tópico de lo que me estaba sucediendo, ¿quien no se siente seducido por una mirada así? Me dio lo mismo, noté que los dos estabamos sumergidos en una nueva y recíproca causalidad. Igualmente me di cuenta de que no podíamos eludirnos, atraidos por una fuerza distinta a la que nos mantenía apretujados en aquella lata con ruedas. Cuando se dio la vuelta y salio del vagón me fui detrás de ella. Mi única ambición era que no desapareciera de mi vista y que nadie me robara su imagen. Nunca. Si no sabia de donde venía aquello que me pasaba, pudiera ser que se debiera a que no tenía origen. Entonces, tampoco debería tener destino. Eso era lo que siempre había estado buscando. Que fuera a tener éxito con aquella mujer, eso era una manía obsesiva de mi madre y de mis amigos, que son unos alucinados. Como el profe del curso de seducción y todo eso.

martes, 1 de noviembre de 2011

SOBRE APRENDER Y TODO LO DEMÁS

En las reuniones entre lectores para comentar lo que se ha pensado y escrito sobre el libro propuesto, se produce siempre una cesura entre los que reivindican a toda costa la accesibilidad formal de lo escrito y los que ponen el acento en la fuerza expresiva de las palabras. Los primeros son los que dicen, con orgullo, que les gustan las historias sencillas. Los segundos son los que se fijan, con perplejidad, en el significado de lo que leen.

¿Por que una forma de expresarse, aparentemente inaccesible, hace lo dicho incomprensible, mientras que la que lo hace explícitamente sencilla es mas comprensible? De otra manera, ¿que significa no entender delante de lo inaccesible y que entender delante de lo sencillo? ¿De que estamos hablando con ese "no lo entiendo" y este otro "si lo entiendo"?

Enseñar significa que algo esta oculto y que alguien tiene que correr el velo y revelarnoslo, es decir, enseñarnoslo, lo cual no es equivalente a que ya lo entendamos. Entender tiene mas que ver con aprender y con aprehender, hacerlo nuestro, y que llegue a formar parte de nuestra experiencia.

Un profesor de matemáticas nos puede enseñar los métodos que Euler descubrió para generar (el como) números primos, pero fracasara, como Euler, en su intento de hallar una pauta en su secuencia (el por que).

La enseñanza de la literatura es capaz de revelarnos "el como" se hacen los textos, cual es su lugar en la historia, pero es radicalmente incapaz de responder a "por que" o "para que" o "a quien". En fin, es radicalmente incapaz de decirnos "que debemos o podemos hacer con esos textos" que se nos enseñan o se nos revelan.

El "por que" de la pauta en la secuencia de los números primos no tiene respuesta dentro del ámbito restringido de la lógica y de las matemáticas. Fuera de ahí no puede demostrar nada ni sus argumentaciones no son nunca irrefutables.

El "que debemos o podemos hacer con las palabras de los textos", no cae dentro del ámbito de la revelación, es decir, de la enseñanza, digamos teórica o histórica, de su existencia, sino del aprendizaje, es decir, de la ficción, de eso que no es, para entendernos, ni teoría ni historia. De otra manera, tiene que ver con el uso y la perspectiva que ese lenguaje sea capaz de crear con ese uso, no con el hecho de revelar, es decir, enseñar como las matemáticas y la literatura existen, y en que lugar, dentro del flujo incesante de las corrientes teóricas o históricas.

Todo lo anterior desemboca, volviendo al ámbito de los encuentros de lectores con que comenzaba esta crónica, en dos aseveraciones aparentemente dislocadas: no se puede enseñar a leer ni a escribir literariamente, pero si se puede aprender. Me explico.

La escritura y la lectura literaria, como todas las experiencias artísticas, se nutren de la propia experiencia (no confundir con biografía) bajo formas de conocimiento y reconocimiento y de todo aquello que Heráclito, vagamente, llamaba el carácter. Una transmisión (o revelación) de conocimientos jerarquizada y con trasfondo académico, que es lo propio de la enseñanza oficial y reglamentada, queda muy lejos del modo en que se dirigen los esfuerzos del escritor o del lector literario, y, por supuesto, de sus necesidades en sus empeños creativos.

Sin embargo, nadie en su sano juicio podría afirmar que no se puede aprender a escribir o leer literariamente. La primera conclusión a la que se llegaría es que o bien nadie ha escrito y leído nunca, o bien la escritura y la lectura son unos dones misteriosos, inoculados por directa intervención divina. Si nos enfrentamos a los asuntos humanos sin aspavientos y sin lenguajes pseudoteológicos o astrales, convendremos que el lenguaje humano es un producto humano y en que la escritura y la lectura literaria son productos del aprendizaje humano. Se puede aprender solo o acompañado, mal o bien, tarde o temprano. Pero en todos los casos, escribiendo y leyendo. Leyendo y escribiendo.

Al final de los encuentros nocturnos de lectura y escritura, de vez en cuando, suelo acabar recordando a los asistentes, que el espacio y el tiempo que compartimos, y del que yo me siento, digamos, su responsable de mantenimiento, no garantiza la creatividad como contrapartida al esfuerzo, sino que se limita a garantizar que el aprendizaje de la escritura y la lectura literaria son posible en el interior de ese espacio y durante ese tiempo. Es decir, su eficacia dependerá de que ofrezcamos todo lo necesario para que todos aprendamos y su fracaso se explicara en los mismos términos.