lunes, 14 de noviembre de 2011

PRETENDIENTES SIN LINAJE

Que la vida no tiene suspense, ni poesía, es algo que sabemos desde los moradores de las cavernas. Cambian sus peligros y permanece casi toda ella dentro de inexplicables zonas obscuras, pero en lo poco que se ve no hay nada mas que el trajín de la supervivencia. Como siempre, desde entonces. Pero no se que esta pasando ahora que no me entero, para que cada vez tenga mas fuerza y protagonismo, en el ámbito de las prácticas creativas, el genero naturalista, ese donde la poesía es igual a la vida. En la calle la peña no para de gritar que otro mundo es posible y en las diferentes pantallas quieren que todo sea vea reflejado como en el espejo de su cuarto de baño. No se, un lío.

Nadie ha explicado esta inversión todavía, lo cual hace pensar que se trata de uno de los movimientos tectónicos y aleatorios de la sociedad de masas, a donde siempre llegan tarde y mal los ingenieros sociales. Y ya se sabe que cuando la masa pierde, o no llega a alcanzar, su condición de ciudadanía puede pasar cualquier cosa. O no, puede que aquí también se haya producido la inversión de marras y estemos frente a una de las mutaciones mas importantes de la humanidad. Veamos.

El dilema no es ya si es el arte quien imita a la vida, o es al revés, como postula Woody Allen. El dilema es que ya no hay dilema. Ha desaparecido. Y eso resulta mas inquietante que la oscuridad que acechaba antes a la escasa zona de luz que proyectaba nuestra timorata mirada. Le dejo muestra de un ejemplo que leí el otro día. Tome nota de las muertes producidas por cáncer y accidentes de trafico ocurridas desde la primera guerra mundial. El numero resultante es lo de menos. Todas las sociedades tienen entre sus ritos hacer sacrificios humanos a sus dioses para aplacar su ira, y lograr así que su gracia caiga sobre las vidas y las haciendas de los demás. Pero, ¿no me diga que esta pensando en el Estado de Bienestar, como dios supremo al que venimos ofreciendo todos esos millones de muertos desde hace casi ya cien años? ¿o es el Mercado? ¿o son los dos juntos y en comandita?

Lo determinante en este tipo de sociedades antiguas era el lugar que ocupaba cada uno en la representación del rito. Donde estaban los seres humanos y donde los dioses, es decir, los mitos. Esta tradición se ha venido respetando, mas o menos, hasta la llegada del siglo XXI, por poner una fecha para entendernos. Incluso el cine y las demás artes colaboraron con eficacia, renovando todo el panteón olímpico. Para que el rito pueda producir los efectos de gracia que le son propios sobre los mortales, los mitos deben ocupar siempre el lugar que les corresponde, es decir, el de su oscura e inexplicable inmortalidad.

Cuando los entusiastas de Leibnitz y Hegel habían perdido toda esperanza de conseguir un mundo bien trabado y ordenado hacia un final justificatorio, la red de internautas con sus innumerables pantallas y cachivaches, les ha devuelto el protagonismo aquí en la tierra con mas fuerza y esplendor que antaño. Recurrir al mito es un defecto de la dialéctica de las cosas, dicen, debido a la intromisión de los poetas, que nunca se debió producir. Por lo tanto, si no hay mito tampoco hay rito propiamente dicho. Todo es autentico y natural. Sin darnos cuenta que así volvemos a quedar a merced del bacilo de la venganza que domina la gestión de nuestro destino.

No es extraño que los vídeos caseros tengan cada vez mas éxito entre los espectadores. Ni que los docudramas naturalistas protagonizados por gente corriente sobre gente corriente tengan cada vez mas presencia en los circuitos cinematográficos. Ni lo es, claro está, que esos pretendientes sin linaje, los famosos, aspiren a las mas altas distinciones aristocráticas, siendo como son gente del pueblo.

Fijese si es cierto lo que le digo, que no ha sido la Justicia (la madre de todos los mitos), sino el euro, esa moneda corriente, contante y sonante, con la que cada día hacemos nuestras transacciones con naturalidad, la que ha desbancado del poder al señor Berlusconi (el gran chaman y más cualificado oficiante de los ritos mediáticos contemporáneos).