miércoles, 27 de febrero de 2013

EL DOLOR INADVERTIDO DE BIBIANA KAULESTIA


En vísperas de la gran crisis las clases medias de este país, por nombrarlas de algún modo, tan lucidas ellas y a la vez tan poco sofisticadas, todavía no sabían que ese mundo que ellas encarnaban estaba llamado a desaparecer, junto con el estado de su bienestar y tantas cosas más. Sobre todo, a su edad, no sabían las cosas que tienen importancia y las que no. Se habían hecho ricas como los niños mimados, de forma caprichosa e irresponsable. Huyendo de la pobreza crónica en que vieron instalados a sus padres o a sus abuelos, por obra y gracia de una dirigencia crónicamente cadiquil y abyecta.

Nada lo delata mas que esa falta de enfado que muestra Bibiana Kaulestia, y que se está convirtiendo ya en algo corriente en todos los foros y ágoras de por ahí. La gente no calla, pero lo hace aceptando que esto es lo que hay, y que no hay nada mas que dependa en exclusiva de nosotros. Estamos en manos de otros que no sabemos quienes son, y solo nos toca esperar a que ellos decidan sobre nuestro destino.

Cualquier persona, cualquier grupo mínimamente sofisticado que no estén solo pensando como los miembros de nuestras clases medias - no tanto en ser dignos en medio de la abundancia, como en no ser otra vez pobres aunque vuelva a ser bajo la batuta de la misma dirigencia caciquil y abyecta que no se ha ido, y a la que nuestras clases medias parece que no tienen entre sus prioridades echar - se habrían enfrentado a los males que nos acosan sin tratar de evitar sus efectos más dolorosos e indeseados. Véase, sino, el ejemplo de las clases medias británicas durante el brutal acoso a que fueron sometidas por los bombardeos nazis. Asumieron al pie de la letra el mandato epicúreo: hay que saber no evitar el dolor. Que se concretó en la aceptación del clamaroso llamamiento de su principal dirigente: “sangre, sudor y lágrimas”.

Se trata, por tanto, de estar activo no para escapar del dolor, sino para enfrentarse a él porque forma parte, aunque nos parezca increíble, del centro de la vida. Como entonces los británicos, ahora nosotros deberíamos saber no evitar ese dolor que se ha instalado en nuestras existencias y aplicarnos a rajatabla la máxima de Churchill, para acabar con la dirigencia caciquil y abyecta que de forma crónica, hoy como ayer, continua al frente. Pero si evitamos a toda costa ese dolor, dejando de enfadarnos si fuera preciso como hace Bibiana Kaulestia, no habrá soluciones ni ciudadanos que no se acaben pareciendo a aquella podrida dirigencia.  

lunes, 25 de febrero de 2013

LA NORMALIDAD SOSPECHOSA DE BIBIANA KAULESTIA (BK)

Existe una indecisión oculta, y la correspondiente angustia a ella asociada, que, a mi entender, manifiesta Bibiana Kaulestia en el escrito de la entrada anterior, y a la que no se siente capaz de enfrentarse. Tiene que ver con su forma de mirar y de leer el mundo que le rodea.

Cuando uno decide dejar de ser un voyeur y quiere convertirse en alguien que mira, a lo primero que tiene que adaptarse es a la diferencia que hay entre ver y mirar. Al mirar lo importante no es lo que se ve, sino, que le hace a uno lo que ve, y que hace con eso que le hace a uno lo que ha visto. No es una galimatías. Veamos.

La actitud del voyeur es pasiva y no requiere de ninguna aptitud para serlo. De hecho es lo que hacemos, como respirar, cada día. No hay, por tanto, voluntad ni intención comunicativa. Si habla, lo hace de lo que ha visto, que es lo mismo que han visto los otros voyeurs.

La actitud de quien quiere mirar es activa y requiere poner en movimiento toda la capacidad de atención, concentración y coraje para estar a la altura de lo que se cuenta, de quien lo cuenta, y para que lo cuenta. En este caso la voluntad y la intención comunicativa es plena. No estoy hablando de especiales dotes intelectuales adquiridas mediante cursos de especialización extrema. Ni estoy hablando de extraterrestres, sino de lo que pasa en la vida donde existen los seres humanos. Nuestro cerebro y nuestra conciencia están programados para contar y escuchar historias. Si se fija con atención es lo único que hacemos cada día. Incluso el mas excelso, companudo y prestigioso de los próceres divinos no hace otra cosa, cada vez que habla, que contarnos una historia. Por eso, siempre me ha resultado inquietante y misteriosa la gente que, como Bibiana Kaulestia, delega este trabajo en los expertos. ¿Qué hacen cuando no tienen a un experto a su lado? ¿Es posible hablar y escuchar siempre por delegación, y actuar por imitación? Sí, si se concibe la vida como un tiempo sin problemas, normalita dice Bibiana Kaulestia, en una espacio de ciudadanos iguales. No quieren oír hablar de problemas. Y si, sin quererlo, aparecen, entonces echan mano del experto que sabe como resolver cada problema. ¿Y si los expertos, como ocurre en el momento presente, no saben que decir, ni que hacer, cuando les reclaman su intervención? Entonces, como es el caso de Bibiana Kaulestia, llega a un extremo en el que ya ni siquiera se enfada. Ni probablemente, con el paso de los días, nada le duela. Es la muerte dulce, el correlato inevitable de entender y de aspirar a una vida sin problemas. De creer a pies juntillas en la normalidad de un futuro lleno de bienestar y exento de miedos. Un mundo feliz, indudablemente merecido.

La pregunta con la que acabo es, ¿a quien le conviene esta forma de contar y de escuchar lo que ocurre en la vida? ¿A quien esa forma de actuar? No, sin lugar a dudas, a la individualidad particular de cada ciudadano. Ni tampoco a la necesidad de comunicación que esa particularidad tiene de encontrar a otra, reconocida sin aspavientos como distinta a ella.

jueves, 21 de febrero de 2013

LA NORMALIDAD DE BK


¿Qué es una persona normal? Para entendernos, y de forma muy esquemática: ayer, quien vivía resignada ante el temor de Dios Todopoderoso. Hoy, quien vive indignada ante la incompetencia y corrupción del Estado Laico. Pero tanto ayer como hoy, y a pesar del temor o la indignación, ¿existe un fondo inalterable de bondad y grandeza en las personas normales? ¿O lo que es inalterable es el fondo de maldad y miseria? ¿Las personas normales podemos hacer cosas excepcionales? Pero aunque no las hagamos, ¿podemos imaginar y sentir como las personas excepcionales? ¿Somos de apariencia normal pero con un fondo de una potencia excepcional? Siendo así, entonces, ¿fondo y forma nos conforman? ¿Cómo y hacia que destino? ¿Ayer igual que hoy?

BK respondió así el otro día, con una normalidad sorprendente, en un foro literario y social. Dijo:

Lo que tenemos en común la clase media de este país, los normalitos (los que, creo, son como yo) es el deseo de que todo vuelva a la normalidad, a una monotonía tranquila en la que se pueda mirar al futuro sin el miedo a imaginarlo lleno de miseria. Pero también están los otros: banqueros, grandes empresarios, clase política y familia real. Cuando peor nos va a nosotros, mejor les va a ellos. Los agujeros de los bancos se cubren con nuestros impuestos, los trabajadores pierden casi todos los derechos, los políticos culpan a los que estaban antes de la situación actual, mientras se crean leyes que les sirve para blanquear el dinero que defraudaron a hacienda y la familia real… mientras exista el caos en que estamos sumidos, parece que nadie está dispuesto a exigir una república. Nosotros somos más, pero ellos tienen el poder. Y lo peor de todo, es que ya ni siquiera estoy enfadada. Es como si me hubieran noqueado”.

miércoles, 20 de febrero de 2013

EL MALESTAR DEL EXPERTO BELAUNDE


Christian Belaunde trabaja de experto en algo. Me lo dijo uno de esos días que tomamos café juntos, pero ya se me ha olvidado. Con los expertos he tenido siempre malas experiencias. Piensan que son lo únicos que tienen la realidad de frente. De los que no somos expertos en nada, simplemente dicen que no tenemos realidad a que acogernos, o que nos acoja. Vamos, que somos unos don nadie. Yo le respondo que tiene una manera de ver las cosas muy poco sofisticada. Los expertos nada mas hacen caso a los hechos, entendiendo por hechos aquellos que son susceptibles de ser medidos con números. Para hacerme entender le pongo un ejemplo: le digo que pronto llegaremos a un 27% de paro. Ciertamente es un dato, pero que en este caso no se corresponde fielmente con los hechos, quiero decir que no hay un 27% de ciudadanos que sean indigentes por no tener ningún tipo de ingreso. Ahora si me acuerdo, Christian Belaunde trabaja en un departamento de inserción social y laboral, y le llevan los demonios que en su presencia se hable de esta manera y que se digan estas cosas. Yo lo invito a que me lo desmienta, y a que se adentre en la complejidad e incertidumbre que aparecen al hablar de esta manera. Entonces se pone más de los nervios y tenemos que cambiar de conversación.

No es que solo atienda a los hechos como si fueran datos contantes y sonantes, sino que presume con orgullo de tener la fe del carbonero en los conceptos abstractos que según él los sustentan. Ve luz donde yo atisbo ceguera. Sin darse cuenta, transmite a los valores que maneja la misma seguridad y exactitud que le proporcionan cualquiera de los items con los que se encuentran tan familiarizado en sus reuniones de trabajo. “Tío, hay derechos y una cosa que se llama capitalismo que no entiende de ellos”, me dice con énfasis, como dando por hecho que todavía no me he enterado. Pago la ronda y me despido hasta la próxima semana.

martes, 19 de febrero de 2013

NOTICIAS DEL VATICANO

Desde el Vaticano nos llega la noticia de que el Papa renuncia a su cargo porque no se siente capaz de seguir representando al personaje. Igualmente no hay día que desde los palacios presidenciales autonómicos y central, hagan un brindis al sol con el titular que se puede resumir en: "He incumplido mis promesas, pero he hecho lo que debía".

La literalidad chata y avasalladora del poder terrenal de la Curia Romana se ha impuesto a la vulnerable ambigüedad de la imaginación que sostiene al Gran Heredero de San Pedro. Igualmente la vulgaridad de las vidas de los capitostes que okupan aquellos palacios presidenciales se impone a la grandeza que representa haber sido elegido como representante de la ciudadanía. La música se repite: el poderoso se impone al débil, la estupidez a la inteligencia.

En cambio, por poner un ejemplo de actualidad cinematográfica, el Lincoln de Spielberg sí cumple sus promesas electorales una vez que ocupa la Casa Blanca: abolir la esclavitud mediante la aprobación de la decimotercera enmienda. Pero no lo hace como debía: de forma pacifica, sino totalmente condicionado por la guerra civil mas cruel de su historia, en que él había metido a la joven república americana.

Los que funcionarizan su vida no pueden dimitir, porque la plaza fija en ella es lo único que tienen. Esto es lo que les otorga esa insultante seguridad en un mundo asediado por las sombras, pero también es la fuente de donde emanan parte de nuestros malestares, ya que encima tenemos que aguantarles sus incasables tabarras morales. O de manera mas fina, su aparente fe en sus palabras frente a la ambigüedad de las acciones que nombran y ejecutan.
¿Cuantos profesores deberían haber dimitido una vez que comprueban, día tras día, que incumplen las promesas que se hicieron a sí mismos y a la comunidad educativa? Por la misma razón, ¿cuantos médicos, abogados, ingenieros...? Y, como no: ¿cuantos padres y madres ven incumplidas las promesas familiares que se hicieron al decidir traer hijos al mundo y, a pesar de ello, continúan subvencionando a quienes hoy son la sangrante y atormentada imagen de su fracaso? Y, sin embargo, que nadie se atreva a decirles a ninguno de ellos que no están haciendo lo que tienen que hacer. Comprendo que la vida no entiende de este tipo de dosificaciones y razonamientos, ni se detiene ante los imponderables no queridos de sus excesos. Pero, ¿es que el pancartismo militante no podía ser algo mas selectivo y pedir la dimisión del profesor, abogado, médico, padre o madre,... que no cumplen lo mínimo con que se habían comprometido y nos habían prometido? Ya se que lo impide el déficit: ¿que haríamos con tanto haragán vagabundeando por las calles? Aunque, le he de conocer que, ante tanta irresponsabilidad consentida y subvencionada, a veces me delito con semejante distopía. Y no dejo de pensar, entonces, que solo a partir de ella se puede alcanzar la utopía de una dirigencia más decente y saneada.

A Lincoln lo recordamos por el excelente relato de la abolición de la esclavitud, no por ser uno de la artífices de la Guerra de Secesión. A Churchill, por el penetrante eslogan "sangre, sudor y lagrimas", no por ordenar el bombardeo indiscriminado (fueran o no objetivos militares), junto con Roosevelt  de todas las ciudades alemanas de mas de cien mil habitantes.  A De Gaulle, por sus verosímiles y apasionados relatos radiofónicos desde Londres, que consiguieron ocultar las tropelías colaboracionistas de muchos de sus oyentes. A Stalin, por liberar a la humanidad toda del yugo nazi mediante la aventura épica del Gran Ejercito Rojo. Al Vaticano, por seguir siendo la esperanza blanca de millones y millones de almas desesperadas en el continente africano y suramericano, no por la inquisición y por  los casos acumulados de violación y pederastia.

Y a nosotros. Usted y yo sabemos porque nos recuerdan y nos recordamos entre nosotros. Por no haber sido capaces de imaginar un Relato Fundacional de nuestras historias, contado por imaginativos Narradores de la Verdad y la Mentira. Por verdaderos Papas y Hombres de Estado que hubieran sido capaces de enseñarnos de forma renovada a atar lo de siempre, el fulgor de la vida y las sombras que proyectan sobre ella la presencia inevitable de la muerte. Es por ello que el relato insular y anglosajón: "Sangre, sudor y lágrimas", me sigue pareciendo el mas convincente y conveniente para los intereses de quienes habitamos hoy en día, y sobre todo habitarán mañana, en el maltrecho sur del continente europeo.

viernes, 8 de febrero de 2013

EL PROFESOR MATEO VELASCO TODAVÍA QUISIERA PENSAR


“Los hoplitas (los ciudadanos de a pie o de infantería), sin darnos cuenta, inmersos en el trajín histérico en que han convertido cada día nuestra vida, hemos cedido en algo que nunca deberíamos haber hecho: los hombres no merecen ser recordados, únicamente su legado, que tiene que ser superior a ellos (Eclesiastés)”.

De seguir pensando por esta senda, el profesor Velasco sabe que su destino es ser repudiado por sus alumnos y por el claustro de sus compañeros de facultad. A parte de ésta no hay otra razón de peso que le impida continuar así. Sin embargo, lo que oculta esta razón, digamos, laboral y doméstica, y que es la verdadera razón para que el profesor no continúe pensando así, es el yugo tan formidable a que lo somete su compromiso como intelectual.

A tal extremo ha llegado esta sujeción que el profesor Velasco no sabe si los resquicios que le quedan de pensar por su cuenta son anteriores a la adquisición de su compromiso o son una respuesta fugaz y a la desesperada frente la opresión que padece. Todavía le queda voluntad para darse cuenta de que el compromiso intelectual forma parte de una doble visión mas amplia, que tiene en Occidente mucho predicamento: por un lado, la discusión infructuosa y banal sobre la libertad y la justicia. Por otro, la renuencia que tienen todos esos charlatanes a sacarle punta a las ideas. Y a compartirlas con el de al lado.  

A veces, en los peores momentos de su infernal calvario, el profesor Velasco se siente impelido a cometer su última acción heroica, antes de quitarse de enmedio. Como los soldados de la revolución de los claveles portuguesa, a cuyos momentos iniciales se siente afectivamente muy vinculado, y por requerimiento clamoroso de la ciudadanía, le gustaría volver los cañones de su compromiso contra la comandancia dirigente. Porque, ante la situación actual, que ya no encubre sus efectos mas letales al igual que cualquier dictadura criminal, no otra cosa que cañones son el compromiso de los intelectuales, entrelazado en un indisoluble matrimonio de conveniencia con los intereses de la comandancia dirigente, tenga uno u otro color. Siendo así que las honorables ideas en que se aupa tal compromiso acaban actuando como eficaces pelotas de goma o balas de fusil ametrallador, según las circunstancias, contra el gentío que no cesa de gritar: basta ya de ladrones. Basta ya de asesinos.   




jueves, 7 de febrero de 2013

LINCOLN, de Steven Spielberg



No buscaba sorpresas biográficas del tipo que Lincoln no muriese asesinado a los pocos días de acabar la Guerra de Secesión, o que no  hubiese conseguido aprobar la decimotercera enmienda que abolía definitivamente y en toda la unión la esclavitud. Los hechos están ahí y son datos inalterables. Buscaba como el alma de Lincoln, llámela conciencia si se adapta mejor a su religión, de la mano de Spilberg y de Daniel Day-Lewis se recomponía hoy ante aquellos mismos datos. Como una sinfonía del siglo XIX, esperaba que se mostrase ante mí, liberada de los corsés espacio temporales de la historia, totalmente diferente y renovada. Es la única razón de ser que tiene volver la vista hacia el pasado, a cualquier pasado, otorgarle sentido al  presente, a cualquier presente.

Lo consigue. La película consigue, de la mano de sus dos enormes artífices, instalarse desde el primer fotograma en el presente. Ese era el principal desafío y donde se jugaba todo lo demás. Aunque los títulos de crédito no ocultan desde el principio en que momento de la historia norteamericana se va a desarrollar la acción narrativa, nada más aparecer la imponente y retorcida figura de Abraham Lincoln el espectador siente y sabe que, aupado en el poder persuasivo de la perspectiva que aquella proyecta sobre lo que mira, todo lo que venga a continuación está ocurriendo en el ahora mismo. Y lo hace a cuenta de someter a un justo escarnio a los dirigentes políticos actuales, que, éstos sí, parecen que existen en tiempos que creíamos ya olvidados.

A la figura de Lincoln hay que añadir la luz que lo ilumina que, lejos de mostrar lo que tiene de aspaviento o ínfula técnica, como ocurre en tantas ocasiones, aparece como una emanación propia de aquella figura. Es eso lo que nos permite contemplar los diferentes pliegues de una personalidad proteica, que desde la experiencia mas dolorosa de saberse vivo y con el máximo poder como un inquilino en el infierno, como le confiesa a su mujer Mary hacia el final, consigue alcanzar la gloria, casi al mismo tiempo que una bala asesina le siega la vida para siempre. 

martes, 5 de febrero de 2013

LAS TRIBULACIONES DEL POLICÍA MONK


Ante las preocupaciones del policía Victorio Monk sobre el futuro de su vocación - así lo llama él - de escritor y la necesidad imperiosa de de ser visto y oído, la periodista Elisabeth Holton, en una entrevista que le hace en el periódico de la localidad donde Monk detiene a los inmigrantes que no llevan papeles o pone multas a los que infringen la ley, según le obligan los preceptos del oficio que tiene, le recuerda las palabras Rilke en su carta al joven poeta. Si la necesidad de escribir le surge de dentro, sea fiel a esta llamada y hágalo en soledad. Construya su vida en función de esa necesidad, aunque se tenga que ganar el pan trabajando en otra cosa.

El caso del policía Victorio Monk, al parecer de la periodista Elisabeth Holton, es algo bastante frecuente entre muchas de las personas que prueban fortuna en el mundo de la creación literaria. O de la creación en general. Suelen confundir el oficio con la vocación. Y el escribir, pintar o componer música, con el hecho de salir en la radio o en la TV. El policía Monk tiene un oficio que no le agrada, porque ha sido forzado, dice, por las circunstancias, pero por el que le pagan un sueldo que le permite escribir durante el tiempo que tiene libre, que es bastante. Pudiera parecer, según opina la periodista Holton, que son las peculiaridades del oficio del policía, detener, reprimir, encarcelar, las que hacen mas ostensible la brecha entre oficio y vocación, y, por tanto, la pertinencia de hacerla desaparecer. ¿Cómo?, se pregunta la periodista Holton. A cuenta de que, traicionando el consejo de Rilke, la supuesta vocación ocupe todo el espectro de la vida de la persona, y también, de paso, pueda saltar a la luz pública. Es decir, lo que equivaldría a pensar que si el policía Monk dejara de detener, reprimir o encarcelar, y se pudiera dedicar las veinticuatro horas al día a escribir, la supuesta vocación personal saldría ganando.

No niega, continua la periodista Holton, que la vida personal del policía Monk, y con toda seguridad la vida de la comunidad a donde pertenece su comisaría fueran las beneficiarias directas de tal transformación, no en balde el policía Monk abomina de forma pública y notoria de su oficio. Ahora bien, es imposible que de esa satisfacción personal pueda inferirse una mejora en su vocación literaria. Muy al contrario, piensa la periodista Holton, quedaría desfigurada, ya que no se puede llegar a la vocación huyendo del oficio, sino porque has sido llamado. Trabajes donde trabajes. Es mas, concluye, no solo no es incompatible, sino que es recomendable, hacer bien el oficio de policía, por seguir con el caso del policía Monk, para oír con nitidez la voz interior que lo induce a ponerse delante del folio en blanco. 

sábado, 2 de febrero de 2013

VISIONES ACTUALES DE QUIENES NO HABÍAN CUMPLIDO TREINTA AÑOS CUANDO LA CAÍDA DEL MURO DE BERLIN

IRANA VERKOWICH, 48 años, arquitecta. Participó en las revueltas de Solidaridad en los ochenta. Mas tarde se acercó a Berlin a echar una mano para derrumbar el muro. Caído éste, no logró encontrar trabajo en lo que había estudiado. Más tarde se casó y se divorció, y se volvió a casar y a divorciar. Ahora vive con un hombre que conoció en la aseguradora donde trabaja. No ha querido tener hijos.

DARÍO AGUDELO, 49 años, periodista. Sin ninguna experiencia cubrió algunos de los conflictos menos conocidos de América Latina de la década de los años ochenta. Después de no pocas penurias encontró un puesto de redactor en el Miami Herald, donde trabaja actualmente. Siempre quiere ser responsable, pero pensando en sus hijos se pregunta: ¿qué posibilidades tiene un hombre solo frente a cuatro mil millones de gilipollas?

ARCADIO JARAMILLO, 47 años, profesor de un instituto de integración. Sigue siendo un utopista. Lleva dando clase toda su vida profesional y está convencido de que la educación es el único camino para conseguir la sociedad ideal. Abomina de los ordenes espontáneos surgidos de la evolución humana y de sus instituciones. Cree que los edificios que darán cobijo a las utopías son mas sólidos y racionales.

PAZ BAENA, 46 años, directora de cine. Le da vueltas a que se puede hacer cuando todo el mundo sabe que eso de la igualdad de oportunidades es un camelo. A muchos artistas de su generación, dice, en lugar de ponerse delante de su perplejidad a ver qué pasa, y que les sucede con lo que pasa, les ha dado por desarrollar toda una filosofía de la ironía para desacreditar las propias ilusiones en las que creyeron no hace tanto. Convirtiendo la ironía y el cinismo en un fin en sí mismo, con el que llenan su desparpajo creativo.

AMORES WALLACE, 41 años, conductora de autobuses municipales. Seguidora apasionada durante su juventud de las andanzas gerrilleras del Che Guevara. Ahora cree, no por cinismo sino por convicción, que la libertad no es posible. Por eso se sacó el carnet de conducir y optó por una profesión que le obliga a tener una aptitud muy estricta y articulada de todos y cada uno de sus movimientos profesionales, teniendo en cuenta la densidad de tráfico en el que conduce cada día.

GEORGE ELLIS, 45 años, escritor de betsellers. Inteligente experimentador del lenguaje nada mas salir de la universidad. Fundó una revista y una editorial que le permitieron dar a conocer los aspectos mas importantes de sus experimentos con las palabras. Sigue haciéndolo en privado. Pero se dio cuenta de que si los lectores piensan que el mundo es estúpido, superficial y mezquino, él tiene que escribir relatos que sean estúpidos, superficiales y mezquinos.

VALERIA MAURI, 43 años, liberada sindical. Antes trabajó de camarera en un bar de copas y de cajera en un supermercado, hasta que entró a forma parte de los círculos sindicales a través de unos cursos de formación. Aun así siempre está en guardia contra las temidas arbitrariedades de las certezas de sus compañeros, que no pocos quebraderos de cabeza le han dado. Para la resolución de conflictos prefiere una concepción procedimental, antes que la teleológica de que los principios son inmutables y, por tanto, innegociables.

UNAI ALTABISCAR, 42 años, catedrático de historia de la filosofía. No esconde su perpetuo malestar respecto a la cultura de la libertad en la que vive. Mientras que no deja de ser un eterno abajofirmante en la defensa de cualquier satrapia que ataque y ponga en jaque a los gobiernos democráticos de los USA y la UE. Ni que decir tiene que abomina de la cita de Camus que dice:”por qué la inteligencia europea, traicionando su herencia y su vocación, eligió la desmesura por su amor al patetismo y la exaltación".

SALOMON ANTIBES, 50 AÑOS, cocinero en un restaurante de carretera. Sin quererlo ni proponérselo estuvo en la frontera austro-húngara en los días que se produjo el gran éxodo de alemanes del este, meses antes de la caída del muro de Berlin. Habló con muchos de los que por allí pasaron. Todos coincidían en que la revolución lejos de ser la solución a los problemas de la humanidad, se había convertido en el problema. Hoy todavía piensa, mientras trabaja doce horas entre sartenes, platos y fogones, que el problema actual no es la crisis,  sino ver como nos podemos todos de acuerdo para superar al capitalismo.


viernes, 1 de febrero de 2013

UNA LIBRETA ES SUFICIENTE


Andaba yo viendo donde fugarme, para escapar de una realidad que se presenta desmedida desde hace tiempo, con la consecuencia de no poder decir algo sobre ella que no sea insuficiente o reiterativo, cuando se me acercó la mujer y me confesó, con la naturalidad propia que otorga la confianza, sus preocupaciones sobre la educación de su hija. “Ponle a tu hija una libreta en la mano, que mire lo que tiene a su alrededor y que al cabo de seis meses nos lo cuente”, les espeté antes de que empezara con la monserga de siempre, sobre el porvenir de su hija si las cosas siguen así, y tal. “Lo que ella haya visto será, sin lugar a dudas, un buen lugar donde respirar ligado de continuo al silencio, un buen lugar para ir a vivir y también el lugar idóneo para morir.”, le dije de nuevo, sin que ella mostrase ningún interés, o sorpresa, por lo que le acababa de largar.

El mundo esta hecho de materia plástica esperando que alguien lo mire y le de forma. Ese es todo su misterio, como mundo que está ahí, afuera de nosotros. No se a cuento de qué vienen tantos aspavientos, tanta parálisis frente al porvenir. Como si fuera algo que ya estuviera hecho y estuviéramos a la espera de ser merecedores de que alguien nos indique el camino. Como si estuviésemos empeñados en que las cosas de ese porvenir tengan que ser idénticas a como las pensamos.