sábado, 2 de febrero de 2013

VISIONES ACTUALES DE QUIENES NO HABÍAN CUMPLIDO TREINTA AÑOS CUANDO LA CAÍDA DEL MURO DE BERLIN

IRANA VERKOWICH, 48 años, arquitecta. Participó en las revueltas de Solidaridad en los ochenta. Mas tarde se acercó a Berlin a echar una mano para derrumbar el muro. Caído éste, no logró encontrar trabajo en lo que había estudiado. Más tarde se casó y se divorció, y se volvió a casar y a divorciar. Ahora vive con un hombre que conoció en la aseguradora donde trabaja. No ha querido tener hijos.

DARÍO AGUDELO, 49 años, periodista. Sin ninguna experiencia cubrió algunos de los conflictos menos conocidos de América Latina de la década de los años ochenta. Después de no pocas penurias encontró un puesto de redactor en el Miami Herald, donde trabaja actualmente. Siempre quiere ser responsable, pero pensando en sus hijos se pregunta: ¿qué posibilidades tiene un hombre solo frente a cuatro mil millones de gilipollas?

ARCADIO JARAMILLO, 47 años, profesor de un instituto de integración. Sigue siendo un utopista. Lleva dando clase toda su vida profesional y está convencido de que la educación es el único camino para conseguir la sociedad ideal. Abomina de los ordenes espontáneos surgidos de la evolución humana y de sus instituciones. Cree que los edificios que darán cobijo a las utopías son mas sólidos y racionales.

PAZ BAENA, 46 años, directora de cine. Le da vueltas a que se puede hacer cuando todo el mundo sabe que eso de la igualdad de oportunidades es un camelo. A muchos artistas de su generación, dice, en lugar de ponerse delante de su perplejidad a ver qué pasa, y que les sucede con lo que pasa, les ha dado por desarrollar toda una filosofía de la ironía para desacreditar las propias ilusiones en las que creyeron no hace tanto. Convirtiendo la ironía y el cinismo en un fin en sí mismo, con el que llenan su desparpajo creativo.

AMORES WALLACE, 41 años, conductora de autobuses municipales. Seguidora apasionada durante su juventud de las andanzas gerrilleras del Che Guevara. Ahora cree, no por cinismo sino por convicción, que la libertad no es posible. Por eso se sacó el carnet de conducir y optó por una profesión que le obliga a tener una aptitud muy estricta y articulada de todos y cada uno de sus movimientos profesionales, teniendo en cuenta la densidad de tráfico en el que conduce cada día.

GEORGE ELLIS, 45 años, escritor de betsellers. Inteligente experimentador del lenguaje nada mas salir de la universidad. Fundó una revista y una editorial que le permitieron dar a conocer los aspectos mas importantes de sus experimentos con las palabras. Sigue haciéndolo en privado. Pero se dio cuenta de que si los lectores piensan que el mundo es estúpido, superficial y mezquino, él tiene que escribir relatos que sean estúpidos, superficiales y mezquinos.

VALERIA MAURI, 43 años, liberada sindical. Antes trabajó de camarera en un bar de copas y de cajera en un supermercado, hasta que entró a forma parte de los círculos sindicales a través de unos cursos de formación. Aun así siempre está en guardia contra las temidas arbitrariedades de las certezas de sus compañeros, que no pocos quebraderos de cabeza le han dado. Para la resolución de conflictos prefiere una concepción procedimental, antes que la teleológica de que los principios son inmutables y, por tanto, innegociables.

UNAI ALTABISCAR, 42 años, catedrático de historia de la filosofía. No esconde su perpetuo malestar respecto a la cultura de la libertad en la que vive. Mientras que no deja de ser un eterno abajofirmante en la defensa de cualquier satrapia que ataque y ponga en jaque a los gobiernos democráticos de los USA y la UE. Ni que decir tiene que abomina de la cita de Camus que dice:”por qué la inteligencia europea, traicionando su herencia y su vocación, eligió la desmesura por su amor al patetismo y la exaltación".

SALOMON ANTIBES, 50 AÑOS, cocinero en un restaurante de carretera. Sin quererlo ni proponérselo estuvo en la frontera austro-húngara en los días que se produjo el gran éxodo de alemanes del este, meses antes de la caída del muro de Berlin. Habló con muchos de los que por allí pasaron. Todos coincidían en que la revolución lejos de ser la solución a los problemas de la humanidad, se había convertido en el problema. Hoy todavía piensa, mientras trabaja doce horas entre sartenes, platos y fogones, que el problema actual no es la crisis,  sino ver como nos podemos todos de acuerdo para superar al capitalismo.