Andaba
yo viendo donde fugarme, para escapar de una realidad que se presenta desmedida
desde hace tiempo, con la consecuencia de no poder decir algo sobre ella que no
sea insuficiente o reiterativo, cuando se me acercó la mujer y me confesó, con
la naturalidad propia que otorga la confianza, sus preocupaciones sobre la
educación de su hija. “Ponle a tu hija una libreta en la mano, que mire lo que
tiene a su alrededor y que al cabo de seis meses nos lo cuente”, les espeté
antes de que empezara con la monserga de siempre, sobre el porvenir de su hija
si las cosas siguen así, y tal. “Lo que ella haya visto será, sin lugar a
dudas, un buen lugar donde respirar ligado de continuo al silencio, un buen
lugar para ir a vivir y también el lugar idóneo para morir.”, le dije de nuevo,
sin que ella mostrase ningún interés, o sorpresa, por lo que le acababa de
largar.
El
mundo esta hecho de materia plástica esperando que alguien lo mire y le de
forma. Ese es todo su misterio, como mundo que está ahí, afuera de nosotros. No
se a cuento de qué vienen tantos aspavientos, tanta parálisis frente al
porvenir. Como si fuera algo que ya estuviera hecho y estuviéramos a la espera
de ser merecedores de que alguien nos indique el camino. Como si estuviésemos
empeñados en que las cosas de ese porvenir tengan que ser idénticas a como las
pensamos.