miércoles, 27 de febrero de 2013

EL DOLOR INADVERTIDO DE BIBIANA KAULESTIA


En vísperas de la gran crisis las clases medias de este país, por nombrarlas de algún modo, tan lucidas ellas y a la vez tan poco sofisticadas, todavía no sabían que ese mundo que ellas encarnaban estaba llamado a desaparecer, junto con el estado de su bienestar y tantas cosas más. Sobre todo, a su edad, no sabían las cosas que tienen importancia y las que no. Se habían hecho ricas como los niños mimados, de forma caprichosa e irresponsable. Huyendo de la pobreza crónica en que vieron instalados a sus padres o a sus abuelos, por obra y gracia de una dirigencia crónicamente cadiquil y abyecta.

Nada lo delata mas que esa falta de enfado que muestra Bibiana Kaulestia, y que se está convirtiendo ya en algo corriente en todos los foros y ágoras de por ahí. La gente no calla, pero lo hace aceptando que esto es lo que hay, y que no hay nada mas que dependa en exclusiva de nosotros. Estamos en manos de otros que no sabemos quienes son, y solo nos toca esperar a que ellos decidan sobre nuestro destino.

Cualquier persona, cualquier grupo mínimamente sofisticado que no estén solo pensando como los miembros de nuestras clases medias - no tanto en ser dignos en medio de la abundancia, como en no ser otra vez pobres aunque vuelva a ser bajo la batuta de la misma dirigencia caciquil y abyecta que no se ha ido, y a la que nuestras clases medias parece que no tienen entre sus prioridades echar - se habrían enfrentado a los males que nos acosan sin tratar de evitar sus efectos más dolorosos e indeseados. Véase, sino, el ejemplo de las clases medias británicas durante el brutal acoso a que fueron sometidas por los bombardeos nazis. Asumieron al pie de la letra el mandato epicúreo: hay que saber no evitar el dolor. Que se concretó en la aceptación del clamaroso llamamiento de su principal dirigente: “sangre, sudor y lágrimas”.

Se trata, por tanto, de estar activo no para escapar del dolor, sino para enfrentarse a él porque forma parte, aunque nos parezca increíble, del centro de la vida. Como entonces los británicos, ahora nosotros deberíamos saber no evitar ese dolor que se ha instalado en nuestras existencias y aplicarnos a rajatabla la máxima de Churchill, para acabar con la dirigencia caciquil y abyecta que de forma crónica, hoy como ayer, continua al frente. Pero si evitamos a toda costa ese dolor, dejando de enfadarnos si fuera preciso como hace Bibiana Kaulestia, no habrá soluciones ni ciudadanos que no se acaben pareciendo a aquella podrida dirigencia.