martes, 5 de febrero de 2013

LAS TRIBULACIONES DEL POLICÍA MONK


Ante las preocupaciones del policía Victorio Monk sobre el futuro de su vocación - así lo llama él - de escritor y la necesidad imperiosa de de ser visto y oído, la periodista Elisabeth Holton, en una entrevista que le hace en el periódico de la localidad donde Monk detiene a los inmigrantes que no llevan papeles o pone multas a los que infringen la ley, según le obligan los preceptos del oficio que tiene, le recuerda las palabras Rilke en su carta al joven poeta. Si la necesidad de escribir le surge de dentro, sea fiel a esta llamada y hágalo en soledad. Construya su vida en función de esa necesidad, aunque se tenga que ganar el pan trabajando en otra cosa.

El caso del policía Victorio Monk, al parecer de la periodista Elisabeth Holton, es algo bastante frecuente entre muchas de las personas que prueban fortuna en el mundo de la creación literaria. O de la creación en general. Suelen confundir el oficio con la vocación. Y el escribir, pintar o componer música, con el hecho de salir en la radio o en la TV. El policía Monk tiene un oficio que no le agrada, porque ha sido forzado, dice, por las circunstancias, pero por el que le pagan un sueldo que le permite escribir durante el tiempo que tiene libre, que es bastante. Pudiera parecer, según opina la periodista Holton, que son las peculiaridades del oficio del policía, detener, reprimir, encarcelar, las que hacen mas ostensible la brecha entre oficio y vocación, y, por tanto, la pertinencia de hacerla desaparecer. ¿Cómo?, se pregunta la periodista Holton. A cuenta de que, traicionando el consejo de Rilke, la supuesta vocación ocupe todo el espectro de la vida de la persona, y también, de paso, pueda saltar a la luz pública. Es decir, lo que equivaldría a pensar que si el policía Monk dejara de detener, reprimir o encarcelar, y se pudiera dedicar las veinticuatro horas al día a escribir, la supuesta vocación personal saldría ganando.

No niega, continua la periodista Holton, que la vida personal del policía Monk, y con toda seguridad la vida de la comunidad a donde pertenece su comisaría fueran las beneficiarias directas de tal transformación, no en balde el policía Monk abomina de forma pública y notoria de su oficio. Ahora bien, es imposible que de esa satisfacción personal pueda inferirse una mejora en su vocación literaria. Muy al contrario, piensa la periodista Holton, quedaría desfigurada, ya que no se puede llegar a la vocación huyendo del oficio, sino porque has sido llamado. Trabajes donde trabajes. Es mas, concluye, no solo no es incompatible, sino que es recomendable, hacer bien el oficio de policía, por seguir con el caso del policía Monk, para oír con nitidez la voz interior que lo induce a ponerse delante del folio en blanco.