Ante las
preocupaciones del policía Victorio Monk sobre el futuro de su vocación - así lo llama él - de escritor y la necesidad
imperiosa de de ser visto y oído, la periodista Elisabeth Holton, en una entrevista que
le hace en el periódico de la localidad donde Monk detiene a los inmigrantes
que no llevan papeles o pone multas a los que infringen la ley, según le obligan los preceptos del
oficio que tiene, le recuerda las palabras Rilke en su carta al joven poeta. Si
la necesidad de escribir le surge de dentro, sea fiel a esta llamada y hágalo en soledad. Construya su
vida en función de
esa necesidad, aunque se tenga que ganar el pan trabajando en otra cosa.
El caso
del policía
Victorio Monk, al parecer de la periodista Elisabeth Holton, es algo bastante
frecuente entre muchas de las personas que prueban fortuna en el mundo de la
creación
literaria. O de la creación en general. Suelen confundir el oficio con la vocación. Y el escribir, pintar o
componer música,
con el hecho de salir en la radio o en la TV. El policía Monk tiene un oficio que no
le agrada, porque ha sido forzado, dice, por las circunstancias, pero por el
que le pagan un sueldo que le permite escribir durante el tiempo que tiene
libre, que es bastante. Pudiera parecer, según opina la periodista Holton,
que son las peculiaridades del oficio del policía, detener, reprimir,
encarcelar, las que hacen mas ostensible la brecha entre oficio y vocación, y, por tanto, la
pertinencia de hacerla desaparecer. ¿Cómo?, se pregunta la periodista Holton. A cuenta de que,
traicionando el consejo de Rilke, la supuesta vocación ocupe todo el espectro de la
vida de la persona, y también, de paso, pueda saltar a la luz pública. Es decir, lo que
equivaldría a
pensar que si el policía Monk dejara de detener, reprimir o encarcelar, y se
pudiera dedicar las veinticuatro horas al día a escribir, la supuesta
vocación
personal saldría ganando.
No niega,
continua la periodista Holton, que la vida personal del policía Monk, y con toda seguridad
la vida de la comunidad a donde pertenece su comisaría fueran las beneficiarias
directas de tal transformación, no en balde el policía Monk abomina de forma pública y notoria de su oficio.
Ahora bien, es imposible que de esa satisfacción personal pueda inferirse una
mejora en su vocación literaria. Muy al contrario, piensa la periodista Holton,
quedaría
desfigurada, ya que no se puede llegar a la vocación huyendo del oficio, sino
porque has sido llamado. Trabajes donde trabajes. Es mas, concluye, no solo no
es incompatible, sino que es recomendable, hacer bien el oficio de policía, por seguir con el caso del
policía
Monk, para oír con
nitidez la voz interior que lo induce a ponerse delante del folio en blanco.