martes, 23 de agosto de 2022

GOSFORD PARK 2

 ARRIBA Y ABAJO (comprensión o análisis)

Podríamos estar hechos de barro, como durante tantos años nos convenció la imaginación bíblica, pero la imaginación laica y moderna nos dice “que si queremos podemos con todo”, ocultándonos que estamos hechos de miedo. Lo cual nos ha hecho unos cobardes, al contrario de cuando éramos de barro, que era cuando teníamos el suficiente valor y coraje como para enfrentarnos con todo.


Los protagonistas de la peli “Gosford Park” siendo todavía de barro están llenos de miedo. Si exceptuamos a Maggie Smith que vive como un fantasma anclada en el siglo XIX, por lo que no tiene miedo pues se siente bendecida por la gracia de Dios, que es lo que convierte el barro en alma. Maggie Smith es el espíritu cabal de la antigua nobleza, que sobrevive intacta a un par de horas en tren del Londres cosmopolita. Por eso los espectadores que vemos hoy la película, los que sabemos que solo estamos hechos de miedo, los que ya solo somos personajes del “Paradigma económico de Post Guerra”,  por eso, digo, la queremos tanto a ella y a lo que representa, porque   sabe el lugar que ocupa en el mundo. Aunque para nosotros ese mundo ya no exista, si sabríamos, si no tuviésemos tanto miedo, que esa es la única manera de ocupar un lugar en el mundo, que no es lo mismo que ocupar un cargo una función en la sociedad que nos toca vivir.


Atención a los otros personajes que forman parte del tiempo conocido como el “Paradigma de EntreGuerras”, a saber, con un pie en el mundo de antes de la Primera Guerra Mundial, que ya no existe, y el otro pie en el mundo de después de la Segunda Guerra Mundial, que no existe todavía. Atención a nuestros inmediatos antepasados, que están a punto de impedir que se cumpla el dictum de Bismark: la política es el arte de lo posible para que los niños mayores, que siempre sueñan con lo imposible, no puedan ejercerla. No los queremos como a Maggie Smith, porque ya se parecen a nosotros, son niños mayores, pero tampoco están tan cagados de miedo como para decir que son unos de los nuestros. Si exceptuamos al productor de cine americano, que ha venido a la fiesta a hacer negocios al estilo Hollywood y al inspector de policía que deja la escena del crimen del noble ejecutado y, como buen funcionario, invita a todos los sospechosos a que se pasen por comisaría en Londres; nos viene a decir: el mejor noble es el noble muerto, así que para que perder el tiempo. Ambos, productor e inspector, ya saben disimular el miedo con la maestría y falsedad propias del siglo XXI. En este grupo de Entreguerras, los de arriba son gigantes con pie de barro pero que tienen miedo a perder lo que poseen; los de abajo son enanos con la dignidad por estrenar, pero suspiran por conseguir lo que le falta a las migajas que les dejan los de arriba. No queda claro si estos últimos quieren ser ricos, o solo aspiran a ser dignos. A todos, sin embargo, parece haberlos abandonado la gracia divina que todavía bendice a Maggie Smith. Los de abajo de Entre Guerras suben arriba cuando se paran y piensan o hablan en sus habitaciones; y los de arriba bajan abajo cuando, como los dioses, se aburren y entablan relación con los mortales. Sin embargo, hay algo que iguala a los de arriba con los de abajo de Entreguerras, antes de que los niños mayores se apoderen de la política (y de paso de la democracia): el tiempo que suena la música.


Todo ello ocurre en las afueras y dentro de un edificio, protagonistas indiscutibles de la peli, que conservan la solidez y el esplendor de los paisajes y palacios de la imagen bíblica, por decirlo así, pero que se van deshaciendo con el salir y entrar de sus habitantes; y con la manera incansable de saltar de una habitación a otra a través de los diferentes pasillos, abriendo y cerrando puertas, a veces acertadamente a veces equivocando el camino. Pero siempre actuando como colaboracionistas necesarios del derrumbe que se avecina.


viernes, 19 de agosto de 2022

ALEXANDR PUSHKIN


 

ROSALÍA DE. CASTRO

 HORA TRAS HORA, DIA TRAS DIA (fragmento)



SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ


 

NARCISO RAFFO


 

MARÍA CLARA SALAS

 TESELAS (fragmento)



EMILY DICKINSON

 


GOSFORD PARK 1

https://www.lemiaunoir.com/salonnieres-anfitrionas-salon-literario/

Siendo honesto, me es imposible no estar de acuerdo con los diagnósticos que leo con frecuencia sobre la percepción del malestar actual. Un malestar que, a mi entender, está unido a una creencia individual que no se convierte en un ideal compartido, a saber, nuestro destino irrenunciable como europeos no puede ser otro que la Democracia. Pues si fuera la Economía - como opinan los que creen que todo va bien, aunque se podía consumir mas y más rápido - nuestro destino es el de los chinos, mejor dicho, nuestro destino es ser súbditos de los chinos, que no quieren oír hablar de democracia. Chinos arriba europeos abajo: el Gosford Park del siglo XXI. De esto ha hablado en Santander un filósofo que sabe mucho de democracia, y de chinos: Byung-Chul Han. Nuestro destino, por tanto, es aprender que demonios es eso de la democracia, pues, según mi percepción, lo que estamos haciendo hasta ahora no es otra cosa que zambullirnos hasta las trancas en la economía, no solo visitando el supermercado, sino consumiendo, o ir a la caza (como hacen los protagonistas de Gosford Park, la película que dirigió Robert Altman) de los eventos con que llenamos cada día nuestra agenda. Desde este punto de vista cazar eventos y cazar perdices son prácticas económicas y deportivo-lúdicas-profesionales similares. Por tanto, la primera conclusión es ontológica (lo que somos): la democracia no es que todos podamos ir de caza a cualquier sitio, como en 1932 lo hacían nuestros antepasados aristócratas en sus cotos cerrados. La segunda es epistemológica (donde estamos): sencillamente el planeta, que es más grande que nuestra ambición y nuestra vanidad, no nos aguantará con esas conductas y nos echará afuera.


Dos definiciones, esquemáticas por su puesto:

Un evento es la unidad básica del entreteniendo común en la economía de masas, donde predominan las estructuras de la publicidad, los titulares informativos o las categorías aseverativas.

Un espacio dialógico es la unidad básica del pensamiento individual y de la comprensión compartida en la democracia, donde predomina la imaginación creativa de los asistentes.


Todo esto hoy lo sabemos. Es lo que tiene la información de masas que acompaña, como su sombra a un poste, a la economía de masas. Y es que, como dice Edmund de Waal, a partir de una edad uno ya ha acumulado suficientes expresiones y experiencias para poder adentrarse en ese territorio donde poder preguntarse creativamente junto al otro (no reactivamente o cínicamente contra el otro, que es como la mayoría, percibo yo,  se pregunta hoy a partir de una cierta edad) qué es lo que ha entendido de ellas, y que no.


Con esa acumulación de experiencias y expresiones hemos construido una mochila, que nos acompaña a donde vayamos. Podemos ir a cazar perdices, como nuestros aristócratas ingleses de Gosford Park, en 1932. Pero también podemos seguir la tradición francesa de “les salonnieres”del siglo XVIII (link adjunto), y acudir a preguntarnos hoy de forma creativa sobre el estado de lo que llevamos en la mochila, a casa de “les salonnieres” del siglo XXI. A poco que nos fijemos, en este grupo hay un puñado de mujeres que están en condiciones inmejorables para coger el testigo de aquellas antepasadas nuestras. Parece mentira, pero que seamos súbditos chinos o ciudadanos europeos se juega en que existan o no esos espacios. No nos acompañarán todos los lujos y el glamour de la “dolce far niente”, cierto, mejor que así sea ya que el planeta nos acabaría haciendo un corte de mangas, pero alcanzaremos lo esencial del arte griego: noble simplicidad y serena grandeza, otra de nuestras tradiciones olvidadas. 

jueves, 11 de agosto de 2022

CHUYA NAKAHARA

 La canción del verano que se va (fragmento)



MENTES ABIERTAS Y PARTICIPATIVAS

Se trata de ir abriendo un espacio para mentes abiertas y participativas, llamase club de lectura o taberna del espectador o llámese como se llame. Un espacio donde nos convoque la experiencia de nuestra vida en forma de novelas, películas, poemas, cuentos, artículos, etc., y donde estemos dispuestos a conversar desde nuestra desnuda individualidad respecto a esa experiencia. Entiendo por mente abierta y participativa, obviamente, no la que casi sin darnos cuenta da forma cerrada y hermética al disfraz de la individualidad con que nos movemos y hablamos cada día, bien sea como creyentes de cualquier fe, militantes de cualquier ideología, profesionales de cualquier gremio, o clientes y consumidores de todo lo que se vende, sino a esa mente que acude a aquel espacio animada por el sentir o el imaginar libre de la llamada que la obra de arte en cuestión (novela, película, cuento, poema,…) ha hecho en su intimidad (alma, espíritu o conciencia). En fin, entiendo por ir abriendo un espacio para mentes abiertas y participativas como una forma de vida y un lugar en el mundo.

miércoles, 10 de agosto de 2022

ANA MERINO

 RETRATO DEL DIBUJANTE (fragmento)



FEDERICO GARCÍA LORCA


 

LOLA MASCARELL

 


WALLACE STEVENS


 

RAQUEL CASAS


 

DANTE ALIGHIERI


 

LOS JÓVENES SALVAJES

 Según el ideal de representación renacentista que se definió en el siglo XV, y que de muchas maneras todavía perdura en lo sustancial en nuestro imaginario actual a la hora de mirar un cuadro, o una peli, o a la hora de mirar en general la vida propia y la ajena, a pesar de todas las “vanguardias” que desde entonces han sido, “no debería haber ninguna diferencia visual entre mirar un cuadro y mirar por la ventana que muestra lo mismo que esa pintura. Así un retrato conseguido debe ser indiscernible del sujeto del retrato que nos observa a través de una ventana.” Al decir de sus diferentes manifiestos, y de una forma resumida, los vanguardistas que desde el renacimiento han sido no han pretendido otra cosa que pintar o filmar o escribir contra las formas de la apariencia que, según ellos, representaba aquel ideal renacentista. Por decirlo rápido, los vanguardistas han buscado sacar a la luz el carácter (alma o intimidad), individual y colectivo, que ocultaban aquellas apariencias visuales. Otra cosa es que, según como lo hayan intentado, lo hayan conseguido siempre. 

La película “Los jóvenes salvajes”, de John Frankenheimer es, a mi entender, uno de esos casos vanguardistas en que la lucha contra las apariencias visuales renacentistas ha conseguido mostrar, con una nueva claridad a los espectadores, el carácter tanto individual como social-institucional del trozo de realidad que representa. Desde la primera escena que abre la película - en la que los tres jóvenes salvajes irrumpen como tres fuerzas de la naturaleza (este carácter impregna, con mayor o menor intensidad la conducta de los demás personajes) en dirección de su destino aniquilador - hasta la última escena que la cierra - donde el ayudante del fiscal del distrito se ha convertido en abogado defensor de uno de los acusados, delante de los representantes del Estado a quien representa y de la sociedad civil a quien debería condenar, con la ley vigente en la mano, a través de los jóvenes salvajes - toda la estructura narrativa está al servicio de mostrar lo que oculta el velo de la visión tradicional renacentista. Y lo hace como debe ser, dado el argumento y los protagonistas de la peli. Rasgando con violencia el velo ocultador con efecto de muerte y sangre, aunque poniendo el necesario equilibrio entre las fuerzas que comparecen en ese acto desgarrador, para que al espectador le dé tiempo a reflexionar ya sin velos ocultadores, una vez que se haya rehecho del efecto sorpresa de semejante puesta en escena. “Los jóvenes salvajes” no es un peli moralista, en el sentido de que el espectador se vea forzado a salvar algo o a alguien. Más bien es una peli que obliga al espectador a enfrentarse con las fuerzas de la vida, que ya había olvidado que existiesen.

martes, 2 de agosto de 2022

YIRAMA CASTAÑO


 

ANA ROSSETTI


 

LA LEY DEL MERCADO 2

UN VIAJE ENTRE EL EVENTO Y LA NOCIÓN DEL ALMA

Todo lo que se muestra en la película “la ley del mercado” nos es fácil reconocerlo e identificarnos a favor o en contra de ello. Únicamente la escena final es un enigma, de la misma estirpe del que lleva latiendo desde que nacimos en nuestra alma (o espíritu, o conciencia, o intimidad). Todo lo que es fácil reconocer e identificarnos con ello, a favor o en contra, está agrupado dentro de lo hoy se denomina genéricamente evento (cultural, laboral, político, familiar, social...) El evento como todo hecho histórico tiene fecha de caducidad, lo cual tiene que ver con la ficción que da forma a nuestras identidades (no se entienda esta expresión como algo peyorativo) a favor o en contra, que hayamos adoptado dentro de eso que llamamos Sistema, de ahí la proliferación de eventos. Hasta aquí la frontera de ese Sistema, que es cambiante según las épocas. Sin embargo, nuestra imaginación, que es lo que nos hace sentir íntimamente el evento o nuestro papel dentro del Sistema, dura toda la vida, lo cual tiene que ver con la certeza que tengamos de nuestra alma (o espíritu, o conciencia, o intimidad), que atraviesa a todas las épocas. A partir de aquí el ámbito de esa noción de alma. Por tanto, nos movemos, es decir, existimos, entre el límite de aquella ficción exterior identitaria, a favor o en contra, del Sistema, y la existencia de lo que la rebasa, es decir, la certeza de nuestra vida interior (o alma, o espíritu o conciencia). Por eso cada acción de identidad eventista, por llamarla así, abre la posibilidad de crear un espacio y un tiempo, un lenguaje y una sintaxis, que permita conocer y reconocer a alguien que escuche, el otro, para que esa acción no sea solo un mero acto onanista y narcisista del yo encumbrado en el Sistema o decepcionado con Él. Es decir, para que nos permita vislumbrar renovadamente la certeza en nuestra noción del alma (o espíritu, o conciencia, o intimidad). 

La película de “La ley del mercado” muestra diferentes eventos del Sistema Actual, centrada más en lo laboral y familiar. Sin embargo, la historia de Thierry, su protagonista principal, es la historia del tránsito de su existencia entre esos dos ámbitos mencionados, a saber, su ficción identitaria laboral y familiar, y la noción de lo que late en su interior. Dentro del Sistema ha representado bien el papel de marido, de padre y de trabajador leal, pero ya he dicho antes que esas ficciones no duran siempre, la empresa donde ha trabajo toda su vida laboral lo ha despedido. La escena final es la rúbrica de que, por primera vez, la experiencia de ese viaje entre sus ficciones exteriores 

dentro del Sistema y su noción de vida íntima la siente como verdadera en forma de alma, espíritu, o conciencia.