viernes, 19 de agosto de 2022

GOSFORD PARK 1

https://www.lemiaunoir.com/salonnieres-anfitrionas-salon-literario/

Siendo honesto, me es imposible no estar de acuerdo con los diagnósticos que leo con frecuencia sobre la percepción del malestar actual. Un malestar que, a mi entender, está unido a una creencia individual que no se convierte en un ideal compartido, a saber, nuestro destino irrenunciable como europeos no puede ser otro que la Democracia. Pues si fuera la Economía - como opinan los que creen que todo va bien, aunque se podía consumir mas y más rápido - nuestro destino es el de los chinos, mejor dicho, nuestro destino es ser súbditos de los chinos, que no quieren oír hablar de democracia. Chinos arriba europeos abajo: el Gosford Park del siglo XXI. De esto ha hablado en Santander un filósofo que sabe mucho de democracia, y de chinos: Byung-Chul Han. Nuestro destino, por tanto, es aprender que demonios es eso de la democracia, pues, según mi percepción, lo que estamos haciendo hasta ahora no es otra cosa que zambullirnos hasta las trancas en la economía, no solo visitando el supermercado, sino consumiendo, o ir a la caza (como hacen los protagonistas de Gosford Park, la película que dirigió Robert Altman) de los eventos con que llenamos cada día nuestra agenda. Desde este punto de vista cazar eventos y cazar perdices son prácticas económicas y deportivo-lúdicas-profesionales similares. Por tanto, la primera conclusión es ontológica (lo que somos): la democracia no es que todos podamos ir de caza a cualquier sitio, como en 1932 lo hacían nuestros antepasados aristócratas en sus cotos cerrados. La segunda es epistemológica (donde estamos): sencillamente el planeta, que es más grande que nuestra ambición y nuestra vanidad, no nos aguantará con esas conductas y nos echará afuera.


Dos definiciones, esquemáticas por su puesto:

Un evento es la unidad básica del entreteniendo común en la economía de masas, donde predominan las estructuras de la publicidad, los titulares informativos o las categorías aseverativas.

Un espacio dialógico es la unidad básica del pensamiento individual y de la comprensión compartida en la democracia, donde predomina la imaginación creativa de los asistentes.


Todo esto hoy lo sabemos. Es lo que tiene la información de masas que acompaña, como su sombra a un poste, a la economía de masas. Y es que, como dice Edmund de Waal, a partir de una edad uno ya ha acumulado suficientes expresiones y experiencias para poder adentrarse en ese territorio donde poder preguntarse creativamente junto al otro (no reactivamente o cínicamente contra el otro, que es como la mayoría, percibo yo,  se pregunta hoy a partir de una cierta edad) qué es lo que ha entendido de ellas, y que no.


Con esa acumulación de experiencias y expresiones hemos construido una mochila, que nos acompaña a donde vayamos. Podemos ir a cazar perdices, como nuestros aristócratas ingleses de Gosford Park, en 1932. Pero también podemos seguir la tradición francesa de “les salonnieres”del siglo XVIII (link adjunto), y acudir a preguntarnos hoy de forma creativa sobre el estado de lo que llevamos en la mochila, a casa de “les salonnieres” del siglo XXI. A poco que nos fijemos, en este grupo hay un puñado de mujeres que están en condiciones inmejorables para coger el testigo de aquellas antepasadas nuestras. Parece mentira, pero que seamos súbditos chinos o ciudadanos europeos se juega en que existan o no esos espacios. No nos acompañarán todos los lujos y el glamour de la “dolce far niente”, cierto, mejor que así sea ya que el planeta nos acabaría haciendo un corte de mangas, pero alcanzaremos lo esencial del arte griego: noble simplicidad y serena grandeza, otra de nuestras tradiciones olvidadas.