martes, 25 de diciembre de 2012

VILLANCICOS

Como ya dije en una entrada reciente, la música es la escultura del tiempo. Hacia tiempo que no escuchaba villancicos de una forma tan atenta. Cada año lo hago involuntariamente, publicidad mediante, que los utiliza para vender las novedades del renovado espíritu navideño.  Así no hay villancico, ni hay música. Hay ruido de fondo y de acompañamiento. 

La cita fue en la catedral de Sant Jean Baptiste, de Perpiñan, un edificio de estilo gótico construido en el siglo XIV, donde un grupo de entusiastas y excelentes cantores y músicos, figurantes incluidos, representaron este año la liturgia del nacimiento de Cristo, también conocido en el mundo cristiano como el Pesebre viviente. La nave central de la catedral se fue llenando poco a poco de un público dispuesto a asistir a una ceremonia ya conocida, pero que tenía el aliciente de comprobar como iba a ocupar aquel majestuoso espacio. No defraudó a nadie. Ni a quienes asistieron al acto guiados por su fe religiosa, ni a quienes, como fue mi caso, nos guiaba la fe en esa capacidad de la música de existir solo en el presente, en el tiempo de todos los que nos congregamos allí, el tiempo de todo el mundo independientemente de su fe o de su condición social. 

La representación tuvo el doble aliciente de que se celebró en un espacio construido hace mas de seiscientos años. Pero sus piedras y vitrales, de un pasado tan lejano, asistieron al renacer, mediante la música y la poesía, de un episodio ocurrido en un pasado mas remoto aún. Esa capacidad de la música y la poesía de existir solo en el momento de su ejecución obró un pequeño milagro: que el espacio de la catedral y el episodio del nacimiento del Salvador cristiano renacieran ante el presente de todos los que estábamos allí, repito, independientemente de lo creyésemos o dejáramos de creer.  

Y da igual que la iglesia sea gótica o románica, o que el lugar sea una cueva. Que la música sea popular o mas aristocrática. O que los instrumentos sean antiguos o de factura digital. El fenómeno se repite siempre. La música, al estar hecha solo de tiempo, suena únicamente en el presente, el único tiempo realmente existente, aunando en un solo haz, mientras dura su ejecución, todos los tiempos de los diferentes mundos que allí concurren.  

viernes, 21 de diciembre de 2012

VIVIR NO ES NECESARIO


Nada se desarrolla ni avanza en ningún territorio geográfico determinado. Ni el curso de los acontecimientos ni las conductas del gentío que los respaldan son fácilmente demostrables mediante la razón incuestionable, que se basa en la exacta sincronización de las causas con sus efectos. Como si ella fuera la que mueve los músculos de aquellos. Todo se mueve en la mente y en la conciencia de los que van y vienen, debido a impulsos callados como la avaricia, la incompetencia, la ambición, la estupidez sin límites, la falta de coraje, el odio, la perversión, etc., lo que hace que todo tienda a hacerse ininteligible. Y, por tanto, investigable. Aunque, al fin y al cabo, resulte tardía e inútilmente investigable en beneficio de algún tipo de consuelo o de la obtención de algún dato concreto que explique lo que ocurre en todo este mundo oscuro y atormentado. ¿Vale la pena vivir así?

El mundo no se ha acabado, pero vivir continua sin ser necesario. Lo que si es necesario es mirar cara a cara a la vida. Feliz Navidad y todo eso.

martes, 18 de diciembre de 2012

CRÓNICAS RENANAS 7




BONN Y LA MÚSICA

La música es la escultura del tiempo. Solo renace a la vida cada vez que se ejecuta. Me interesa esta definición de la música, que hace Félix de Azua en su “Diccionario de las artes”, porque creo que representa con acierto, no solo a la ciudad de Bonn, sino, por extensión a toda la Alemania que ha emergido de las ruinas y escombros de la Segunda Guerra Mundial.

Bonn, si no fuera por su hijo mas ilustre, Ludwig van Beethoven, sería una ciudad ribereña más del padre Rin, devastada en su casi totalidad por las bombas aliadas durante la guerra. Pero el genial músico le confiere ese perfil que se repite, como ya dije en otras entradas, y que hace que Bonn sea donde ha ocurrido algo fundacional. En efecto, Beethoven funda allí una manera de entender la música, cuya influencia llega hasta nuestros oídos de hoy en día.

Visita obligada es la casa donde nació y donde pasó los primeros veinte años de su vida. Años de aprendizaje, antes de marchar a la capital imperial, Viena, donde se hizo tal y como ha pasado a la posteridad de la música. Ocupando ese lugar primordial que, sin duda, le pertenece. La casa donde nació, como no podía ser de otra manera, no es la casa donde nació, es el museo donde se muestran los diferentes objetos y espacios que tuvieron que ver con la vida del músico. Hasta aquí ninguna novedad respecto a la casas hechas museos, donde nacieron otros ilustres antepasados. Lo que si hace diferente la casa museo de Beethoven respecto a cualquiera otra de aquellos ilustres antepasados, es que es la casa museo de un músico. Me explico, porque aunque parezca una perogrullada no lo es tanto.

He visitado bastantes de esas casas museo, donde nacieron pintores, novelistas, escultores, pensadores, etc. Todas ellas, como he dicho antes, amueblan sus habitaciones con objetos y recuerdos de la vida y la obra del ilustre inquilino. En todas, esos objetos y esos recuerdos han permanecido ahí antes de que yo fuera, y lo seguirán haciendo cuando yo me fuí. Pero solo en la sala de la casa museo de Beethoven, organizada, nuevas tecnologías mediante, para que el visitante pueda escuchar cualquiera de las obras del compositor, los sentimientos son diferentes. Y solo en esa sala acontece lo que no puede acontecer en ninguna de las otras habitaciones de la casa museo de Bonn, ni en ninguna otra de las habitaciones de las otras casas museo de las otras ciudades, y que tiene que ver con lo que decía al principio al definir la música como la escultura del tiempo. Elegí la Pastoral y entendí que esa pieza no había estado allí nunca antes, ni permanecería allí cuando yo me fuera. Esa pieza solo había existido, gracias a mi elección, mientras yo la estuve escuchando. Sublime sobre sublime.

lunes, 17 de diciembre de 2012

VIDA DE PERROS

Perrear es el adjetivo mas acertado para calificar las diferentes conductas de la sociedad actual en la que estamos inscritos. Perrea el progre, perrea el facha. Perrea el creyente, perrea el ateo. Perrean los del centro, perrean los de la periferia. Perrea el rico, perrea el pobre. Perrea el que tiene curro, perrea el que esta parado. Perrea el que cobra del paro, perrea el que no cobra nada. Perrea el empresario, perrea el autónomo. Perrean los hombres, perrean las mujeres. Perrean los viejos, perrean los jóvenes. Perrean los electores, perrean los elegidos. Vivimos y hablamos como una jauría de perros: todo el día ladrando sin decir nada, ni poner rumbo a otra parte que no sea volver por la noche cada uno a su perrera. Para renovar fuerzas, y seguir ladrando al día siguiente .

sábado, 15 de diciembre de 2012

EN NINGUNA PARTE TIENE QUE HABER ALGO


Lo que deja a uno más atónito del marasmo en que nos encontramos es la actitud que adoptan las diferentes partes delante de él. Con voluntad expresa de simplificar - a sabiendas de llegar a ninguna parte, porque ese es el sitio a donde ya hemos llegado  y, también, porque es allí donde tiene que haber algo de interés - utilizo un esquema maniqueo, tan querido por el paisanaje que, encerrado en sus diferentes paisajes, se ha acomodado ante el marasmo como si fuera a ver un partido de fútbol de la máxima rivalidad. Los malos y los buenos. Un esquema fácil, de patio de colegio, que debería dejar ver las cosas claras y, en consecuencia, haber puesto ya en marcha las medidas para obtener las soluciones necesarias a los problemas de los que todo el mundo se queja. Los malos hacen lo que siempre han hecho los malos, maldades. Hasta aquí el esquema es impecable. Vayamos a lo que hacen los buenos. Los buenos tendrían que hacer lo que hacen siempre los buenos, bondades. Pues no. Lo único que sabemos es que los buenos no están haciendo bondades. No sabemos lo que están haciendo, pero bondades, seguro que no. El esquema es falible y, por tanto, no es fiable para seguir con él hacia delante. Pero lo intento.

Caben dos posibilidades, mirando el marasmo desde el bando de los buenos: una, que, sin darse cuenta, lo contrario de la maldad ya no sea la bondad. Y, por tanto, dos, que lo que el marasmo necesita, para combatir a sus maldades, sea otra cosa desconocida que no tiene nada que ver con las bondades tradicionales. Si se fija con atención el razonamiento me ha sacado de la simplicidad del esquema elegido, y me he metido, de coz u hoz, en algo mucho mas complejo. Es como si me hubieran echado, sin mi permiso, del patio del colegio, y me hubieran dejado en medio de la calle.

Los malos seguirán haciendo de las suyas. Pero, me temo, que los buenos tendrán que desprenderse de sus bondades de siempre y aprender a ser de otra manera buenos, si quieren seguir teniendo la antorcha moral que ilumine las soluciones a los duelos y quebrantos que nos asolan. Por ejemplo, y para empezar, entendiendo que no siempre en todo lo que nutre una hecatombe, no puede existir nada bueno y bondadoso. Lo cual sugiere que la novedad de lo que ha de ser bueno y bondadoso en el tiempo por venir, tendrá que florecer y desarrollarse entremezclado con lo más aborrecible.

Esta intuición no es nueva. Ya sabíamos de su existencia de oídas, nunca por nuestra propia experiencia, desde que la modernidad dio por muerta la figura de Dios, Bondad infinita milenaria, de la que emanaban todas las demás bondades, también las nuevas bondades laicas. La época que vivió a continuación de aquella desaparición, imprevista e improvisada, lo hizo inventándose su bondad entre las peores calamidades, nunca antes imaginadas, que produjo la dominación del Mal absoluto. Pienso que nosotros estamos en una época semejante. Ese momento en que tenemos que cooperar entre todos, pero nos falta la sensibilidad hacia los demás, es decir, nos falta la atención necesaria para su reconocimiento. 

Aturdidos y desconcertados, a los buenos de siempre les es más cómodo encerrarse en su corral de siempre a pegarse con sus malos de siempre. La maldad ya es global y escurridiza, pero la bondad de aquellos continua siendo alicorta y estabulada. Sin embargo, tendrá que ser en el corral, hoy sinónimo de ninguna parte, donde la imaginación, la única habilidad humana que no requiere de subvención, se tenga que poner a funcionar a la busca de esa bondad desconocida.

martes, 11 de diciembre de 2012

EL PEOR DE LOS FRACASOS

Cabria pensar si el catedrático Alfa ha dejado el aula porque no ha conseguido meter nada que valga la pena en la cabeza de sus alumnos, en dura y feroz competencia con el catálogo comercial de fuera del aula, donde hay de todo. Ni siquiera podrá recordar esa única vez de novecientas noventa y nueve, que le hubiera compensado todo el desencanto profesional acumulado. No ha tenido ese alumno, o no lo ha sabido ver, que de forma secreta, un día se le haya acercado y le haya mostrado la importancia que tuvo para él tal clase o tal autor o la lectura de aquel texto que, entre la indiferencia de la clase, un día recomendó. Un fracaso que no le permite volver a fracasar de nuevo. El peor de los fracasos. No hay vuelta atrás. Lo que le rodea se ha transformado en un ruido, para él, insoportable. Incluso el mote con el que lo conocen a sus espaldas, Alfa, evoca que está fuera de la galaxia en la que se mueve el aula. Evoca algo demasiado contundente, firme, eterno, en fin, algo demasiado sólido. Algo fuera de lo que es propiamente humano, tal y como entienden esa palabra hoy sus alumnos. Quiero decir, algo divertido, que es lo que nos define, esencialmente, tal y como les ha dicho el joven profesor de ciencias. Aprender debe ser algo divertido. Lo cual proporcionará las habilidades pertinentes para hacer cosas y para compensar las carencias individuales. Divertido, para superar esa descualificación sobre los asuntos de la vida cotidiana, que debido a la tradición de la enseñanza de tipos como Alfa seguimos padeciendo.

El rango divino, del que no logra desprenderse el catedrático Alfa, le impide entender que la verdad no es, simplemente, el envés de la mentira. Como la luz no lo es de la sombra.  Ahora, ya fuera del aula, su mayor dificultad para saber estar en el sótano.

domingo, 9 de diciembre de 2012

FÁBULA NAVIDEÑA

Esa fe, antes buena y eficaz, pero que hoy se ha hecho ciega en el catedrático Alfa, ya que no hay forma de que haga cuadrar los propósitos salidos de su análisis riguroso con los hechos que produce la vida que le rodea, ha dejado el campo libre a la actuación nihilista de las dos vías de comunicación que sobreviven como realmente existentes y dominantes: twiter y el gran titular mediático. Máxima rapidez, breves palabras, impacto supremo. Es como una rara vuelta al hormiguero, aunque con la ilusión de que no se renuncia, del todo, al efecto disolvente de la inteligencia individual. ¿Una sutil manera de sobreponerse a la adversidad vigente, sin tener que renunciar explícitamente, y ante los otros, a todos esos sueños y expectativas, que, sin mas remedio, se han quedado esparcidos en la cuneta, como cadáveres desventrados después de la batalla?

La ventaja de toda esta nueva situación es que puede prescindir del lastre enojoso de los recuerdos. Un twit y un gran titular propagandístico no necesitan memoria. Viven y se reproducen en un ambiente donde no existe ni el tiempo ni el dolor. Cada twit y cada titular actúan como eficaz analgésico sobre el anterior. Una manera novedosa de romper con cualquier visión de la muerte y de la corporalidad, no arraigada en ninguna tradición reconocible. Sin embargo, el catedrático Alfa no debería perder la esperanza que de nuevo el análisis que diseñan los pronósticos de la filosofía, acaben cumpliéndose en los hechos que han de acontecer. Es en el sótano donde debe, como prófugo y exiliado, iniciar su nueva andadura. Dándose cuenta, sin embargo, que quienes sí analizan y diseñan en las aulas los propósitos para que se cumplan los hechos que se necesitan, están a muchos kilómetros de distancia. Quedando, para esos propósitos y esos hechos lejanos, la existencia y mantenimiento de nuestro hormiguero como un desajuste ya no subvencionable.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

AULA O SÓTANO



Algo va mal, muy mal, en las aulas de nuestros institutos y universidades. Algo que tiene que ver con la desaparición del valor simbólico de ese lugar donde se enseña y se aprende desde hace siglos. Donde la humanidad se hizo humanista. Lo que lo ha convertido en un sitio físico y literal solo, intercambiable con cualquier otro, donde la gente fundamentalmente se aburre. La jerarquía docente aprieta como si de un cuartel se tratara. El estilo siciliano entre los catedráticos y profesores ha ido en aumento. La añorada creatividad que deberían traer los diseños curriculares ha sido definitivamente eliminada de cualquier horizonte posible. Y, para colmo, algunas voces reclaman (con toda la razón), que los maestros de educación primaria deberían ganar mas dinero que aquellos.

El caso es que cada vez se ve más a este tipo de funcionarios charlando en tertulias sobre lo humano y lo divino, pontificando en conferencias, acompañando a lideres políticos en sus correrías electorales, escribiendo en periódicos sus columnas o artículos donde les preocupa más imponer su opinión que proporcionar argumentos a los lectores. En fin, huyendo de la quema, por unas horas, que está abrasando a las aulas. No hace falta insistir, sin que su nómina se resienta. El que me ha inducido a escribir es un catedrático de instituto de filosofía, que ha organizado una tertulia entre lectores adultos sobre sus lecturas de textos filosóficos. El lugar del encuentro es el sótano de una librería. Al catedrático, llamémosle Alfa.

Enseñar hoy filosofía en las aulas, quiere decir enseñar la historia de la filosofía a alguien, que está en los inicios de su peripecia vital y que no la sabe, pero que no necesariamente la quiere saber por el hecho de asistir obligatoriamente a clase, todo amarrado por las bridas del imperativo académico antes señalado. Aprender, voluntariamente, leyendo textos de filosofía en el sótano de una librería, es compartir lo que han hecho los diferentes lectores, es decir, lo que han escrito, a partir de la lectura de los textos que el catedrático Alfa les ha propuesto. El sótano no es el aula. En el sótano, no hay jerarquía que valga. Ahí abajo, todos los lectores son iguales, aunque lo que hagan con sus lecturas hace que se los distinga y los individualice. Ahí abajo, el catedrático Alfa debería de saber que es el lector que está obligado a aprender más que los otros lectores. Nada es posible sin una declaración previa y explícita de su humildad. Porque es el que más sabe que no sabe nada, por tanto ha de ponerse en cuestión ante los que están aprendiendo. Las lagunas, las contradicciones y las diferencias entre los lectores, son lo que producirán la tensión necesaria para que el conocimiento y la actitud ante el conocimiento filosófico produzcan alguna especie de beneficio.

Un lector adulto, sea de filosofía o de lo que sea, no es un alumno de instituto ni de universidad. Y el ahí abajo del sótano simboliza otras cosas que el ahí arriba del aula, y mas ahora que ésta ha perdido toda capacidad simbólica. Un lector adulto no creo que vaya al sótano a sacarse un título para encontrar trabajo. Un lector adulto sabe, sencillamente porque ha vivido. Ha sido atravesado y baqueteado por la experiencia de su existencia. Sabe, pero no sabe que formas tienen lo que sabe, porque se ha olvidado de su ser. Ha tenido que sobrevivir, trabajando. Un lector adulto al leer, y al escribir sobre lo leído, descubrirá que tipo de lenguaje lo aproxima mas acertadamente, según su experiencia, al misterio de ese olvido. Esto es la esencia de la filosofía y de eso debe tratar la vida lectora en el sótano. Y el papel del catedrático Alfa debería ser, libre ya de los corsés y las maledicencias de la enseñanza obligatoria y tediosa en el aula, hacer conjuntamente con los lectores ese recorrido. Que sería también el suyo, descubierto, al fin, de forma verdadera fuera del aula.

No se por qué ha salido de su aula el catedrático Alfa. No lo ha dicho. Y por qué ha ido a parar al sótano de la librería. Pero tal como se lo ve hablar y actuar, en el sótano se comporta abruptamente, como si hubiera salido del armario después de décadas sin respirar aire puro, ni disfrutar de la libertad. Contaminar el misterio sagrado del sótano con la morralla del aula, creo que no acabará beneficiando a nadie.