Nada se desarrolla ni avanza en ningún territorio geográfico determinado. Ni
el curso de los acontecimientos ni las conductas del gentío que los respaldan son
fácilmente demostrables mediante la razón incuestionable, que se basa en la exacta sincronización
de las causas con sus efectos. Como si ella fuera la que mueve los músculos de aquellos.
Todo se mueve en la mente y en la conciencia de los que van y vienen, debido a impulsos callados como la avaricia, la incompetencia, la ambición, la estupidez
sin límites, la falta de coraje, el odio, la perversión, etc., lo que hace que todo
tienda a hacerse ininteligible. Y, por tanto, investigable. Aunque, al fin y al
cabo, resulte tardía e inútilmente investigable en beneficio de algún tipo de consuelo
o de la obtención de algún dato concreto que explique lo que ocurre en todo este
mundo oscuro y atormentado. ¿Vale la pena vivir así?
El mundo no se ha acabado, pero vivir continua sin ser necesario. Lo que si
es necesario es mirar cara a cara a la vida. Feliz Navidad y todo eso.