SONETO XXII
Somos hombres inquietos.
Pero el paso del tiempo
no es más que pequeñez
en lo eternamente perdurable.
Todo lo que apremia
pronto habrá pasado;
pues sólo es capaz de consagrarnos
lo que permanece.
Oh, no pongáis, muchachos,
el valor en la urgencia
ni en el querer volar.
Está todo en reposo:
la sombra y también la claridad,
la escritura y la flor.