lunes, 13 de junio de 2022

LA LIEBRE 5

https://youtu.be/_q8HxentQQw

Charles Ephrussi fue colega de Marcel Proust. Los dos tenían un hambre insaciable de la vida social parisina de finales del siglo XIX. Ephrussi, veintidós años más joven que Proust, acompañó a este por la traza y en los hitos que mejor podían calmar esa hambruna. Los dos intuyeron pronto que iban a morir en plena madurez. Charles Ephrussi tenía a los netsuke que había heredado de sus antepasados rusos, algunos de los cuales solía acariciar entre las manos por si acaso se perdía, como garantía del lugar que ocupaba en cada momento en el mundo. De Marcel Proust nos ha llegado la evocación que producía en su memoria, mientras escribía, el sabor de una magdalena recién horneada en su infancia. Lo esencial del asunto, a mi entender, reside en que tanto los netsuke como la magdalena funcionan, ante los narradores y por contagio ante los lectores, como objetos de conocimiento y, al mismo tiempo, como una percepción estética que funciona transformada en subjetividades, por decirlo así, intersubjetivas, carente ambas ya de una medida objetiva. 

Yo no he leído “En busca del tiempo perdido” (desde aquí lanzo la proclama para organizar una lectura colectiva por trozos, hasta que la muerte nos separe), pero si pienso que Edmund de Waal no habría podido construir la voz narradora de “la liebre con los ojos de ámbar”, sin haber tenido esa experiencia lectora del autor francés. 

Os adjunto un vídeo de 80 Segundos de Antonio Soler, donde explica a los seres mortales del siglo XXI (adictos al reloj o al tiempo histórico acelerado) el significado de la expresión “en busca del tiempo perdido”, que coincide con el título de la obra magna de Marcel Proust, escrita hace 100 años.