viernes, 10 de junio de 2022

LA LIEBRE 2

 Escribe el narrador de “La liebre con ojos de ámbar”:

“La melancolía, pienso, es una especie de vaguedad por defecto, una frase evasiva, una asfixiante falta de foco. Y este netsuke es una pequeña, fuerte explosión de exactitud. Con la misma exactitud merece ser retribuido.


Los netsuke son esculturas en miniatura cuyo origen se remonta al Japón del siglo XVI. Aparecieron para satisfacer una necesidad práctica—como pasadores para sujetar el injo, la caja plana donde se llevaban implementos de la vida cotidiana, a la faja del kimono—, y al comienzo eran de bambú o de madera. Pero durante el siglo XVIII su elaboración con materiales diversos, como el marfil, evolucionó hasta hacerse exquisita en manos de ciertos maestros artesanos, cada uno de los cuales les imprimía su sello particular.”


De esto va este el libro que acabo de leer. “La liebre con ojos de ámbar” es la peripecia de un alma individual, la del narrador Edmund de Waal, encarnada en el seguimiento que hace en el tiempo histórico (siglos XIX, XX y XXI) y en el espacio geográfico (el continente europeo, Rusia incluida, y Japón) de la colección de netsukes de la familia de los Ephrussi, a la que pertenece el propio narrador. Los Ephrussi, en su época de máximo esplendor, fueron banqueros judíos originarios de Odessa (Rusia),  que lograron extenderse por el Europa y el mundo bien por acción propia o debido a la persecución ajena. ¿Que tiene que ver esto conmigo como lector y ciudadano? Todo lo que la voz narradora convierte en perdurable, que es mucho al prestarle la necesaria atención ¿Por qué llega a contagiarme el entusiasmo y la erudición del narrador? Lo consigue en tanto en cuanto, como el propio Edmund de Waal, estoy expuesto a la melancolía y a la falta de foco que ello supone. Lo de no ser judío, no ser banquero, no haber nacido en Odessa, no haberme extendido con mi familia por Europa y el mundo o no ser perseguido ferozmente por los nazis, son meros aunque no deseables accidentes circunstanciales, que no atenúan un ápice la relación con los objetos y los obstáculos que, como todo ser humano, he encontrado en la vida. Porque lo que me “emparenta” con el narrador, su familia los Efhrussi y el resto de la humanidad es esa tendencia a desenfocarme respecto a mi mismo. Se me desenfoca el alma debido al trato de desgaste con la vida, pero necesito volver a enfocarla gracias a la presencia renovada de cuerpos u objetos materiales (lo visible), que aparecen en mi camino junto al alma de lo otros, las presencias invisibles, igualmente renovadas.


Yo colecciono, de manera decidida y constante, libros, plumas y relojes, aunque reconozco que no tengo el refinado espíritu coleccionista del narrador. Sin embargo, después de seguir el periplo emocional de los netsuke, me doy cuenta de la íntima y primordial relación que han tenido “mis objetos” con el sentido, siempre provisional, que he ido descubriendo en el itinerario de mi vida. Les animo a iniciar esta reflexión sobre la relación con los objetos que han acompañado y acompañan su vida. También, como no, a que lean el libro de “La liebre con ojos de ámbar.”