lunes, 27 de junio de 2022

MBE versus MBNA

 https://youtu.be/K_s4Xe336WI

Medicina basada en la evidencia, MBE: ¿evidencia o imprecisión científica?

El doctor Francisco Pérez Jiménez, escribe en el capítulo 5, página 5, de su artículo que versa sobre la Introducción a la investigación clínica.

“La Medicina basada en la evidencia es un nuevo paradigma que aparece en un momento en el que el desarrollo de la investigación clínica había proporcionado suficientes resultados científicos como para plantear un cambio en el modelo asistencial. Con la publicación del Evidence-Based Medicine Working Group, de la Universidad McMaster (Canadá) [5], se difunde este movimiento por todo el mundo, con la propuesta de que la decisión de manejo del paciente debería sustentarse en las evidencias científicas existentes, fruto de la investigación clínica. Así, la MBE sería la utilización racional, explícita y juiciosa de la mejor evidencia científica disponible para tomar decisiones sobre los pacientes. El movimiento tuvo gran éxito mundial, que llega hasta nuestros días, y tuvo gran acogida en nuestro país, en especial en la atención primaria. Era un momento en el que en España la investigación clínica era prácticamente inexistente y estaba poco considerada. Era una forma de hacer una medicina distinta de la que se había enseñado en las facultades de medicina y donde la ciencia es el eje de la clínica, lo que implicaba emplear nuevas habilidades, como la lectura crítica y eficiente de la literatura, el empleo de reglas establecidas para su interpretación y, por supuesto, quitando valor a la intuición, a la experiencia clínica no sistemática y al razonamiento fisiopatológico, elementos que habían predominado antes en la decisión del médico.”


Medicina basada en la noción de alma, MBNA
También me ha llamado la atención, en otro capitulo del articulo, la distancia insalvable que existe entre el laboratorio donde trabaja el investigador científico y la cama del paciente donde trabaja cada el día el médico residente. Distancia no sólo empírica sino, y esto es lo más preocupante, distancia entre sus almas. Es decir, mientras el enfermo en su cama está progresando de forma indudable hacia la intimidad oscura de si mismo (viviré o moriré) y el investigador en el laboratorio está cumpliendo el precepto implacable de la ciencia positiva, a saber, progresar exteriormente hacia la cima de la corporación médica (triunfaré o fracasaré), el médico residente progresa a trompicones y a la deriva (tendré o no tendré guardia para apañar el salario mensual), pues no tiene tiempo para investigar. Queda claro, por tanto, que el encuentro de estos tres progresos en condiciones de paridad es imposible. Vale decir que todo lo anterior queda bajo la influencia del paradigma dominante que viene a decir que lo moderno es la ciencia. Esa creencia popular de que la tecnología y los algoritmos lo solucionarán todo. Sin embargo, hay otra forma de entender lo moderno - no por minoritaria está carente de vigor y coraje entre sus pensadores - que apoya la vuelta a la noción del alma también en la forma de entender la medicina actual. Esta idea, puesto que es la más nueva y actual, es la verdaderamente «moderna», dicen quienes la piensan y apoyan, el filósofo y astrofísico Juan Arnau entre otros, que argumenta que “hay más ciencias que la dominante y hegemónica ciencia física-matemática”  (adjunto un vídeo sobre ciencia y espiritualidad donde participa Juan Arnau). Ya que es más moderno considerar que vivimos en un universo de naturaleza y de cultura, de física y de espíritu, que creer que vivimos dentro de un sistema mecánico que puede explicarse mediante leyes matemáticas, que son las únicas que legitiman y delatan, a mi entender, las palabras y, por tanto, la forma del lenguaje que utiliza el doctor Pérez Jiménez en su artículo.

P. D.
Ni que decir tiene que las reflexiones anteriores atañen igualmente a la educación, con sus alumnos-pacientes en el aula atendidos por los profesores y maestros residentes trabajando a trompicones y a la deriva y, como no, con los pedagogos y psicólogos investigando en sus laboratorios-despachos lo que mejor les conviene a los anteriores, padres y madres incluidos; lo que tienen que enseñar y lo que no, y,  llegado el caso, como tienen que vivir y como no. Entiendo la educación como la segunda columna que aguanta nuestro sistema de bienestar-felicidad, que nos seguimos empeñando en creer que es lo contrario del sistema de malestar-infelicidad, al igual que el egoísmo es lo contrario que la generosidad. Para disolver todas estas dicotomías estériles y violentas, y no pocas veces asesinas, tengo un plan relacionado con la cultura, tercera columna que aguanta todo el tinglado bajo el que vivimos, que ya os iré comentando,