martes, 17 de diciembre de 2019

TÓMATE EN SERIO

Cuando escuché por primera la locución: hazme un favor, tómate en serio, no entendí nada. De quien me lo dijo no espera yo esa expresión. Días más tarde le pregunté qué significaba lo que me había dicho. 
-Las palabras, tómate en serio las palabras, me respondió. 
-Ya lo hago, me tengo a mi mismo por una persona juiciosa y responsable, insisto, que quieres decir.
-Cierto que eres muy responsable y mesurado en el uso de las palabras que tienen que ver con la función que cumples en tu trabajo, en tu familia, con tus amigos, etc., he comprobado que todos esas personas te tienen por un tipo ejemplar. Pero cuando te pones a leer las palabras de la literatura eres un perfecto irresponsable, no te tomas en serio.
Hay palabras para que la vida funcione, de ahí nuestra condición de funcionarios, y hay palabras para que la vida se entienda, de ahí nuestra condición de lectores.
-Ya, pero son las mismas palabras.
-Solo en su apariencia formal. Unas sirven, como ya he dicho,  para realizar bien la función que te han encomendado (o que has elegido) en la vida y las otras para saber qué lugar ocupas en el mundo. No olvides que te dan una vida en propiedad que se incorpora a un mundo heredado durante un puñado de años. Eso es todo. Las palabras son las mismas pero las distingue el análisis, es decir, la seriedad y el rigor con que sepas distinguir las que tiene que ver con tu propiedad individual y las que tiene que ver con la herencia común recibida. Resumiendo, las palabras de la vida humana son el precio que los seres hablantes han de pagar para acceder al valor de su dignidad como humanos. Mientras que las palabras de la literatura sólo se sujetan mediante el valor de la dignidad de quienes las leen con atención y concentración.