lunes, 2 de diciembre de 2019

AMERICANAH 4

LO BIRRACIAL
De igual manera y con similar intensidad me molestan, como a Sócrates de quien lo aprendí, las opiniones generalistas sobre los asuntos del mundo, complejos por naturaleza, ahora ya lo sabemos no hay disculpa por tanto para la simplificación y la generalización. Tienen todas esa opiniones ese halo de falsedad que no ha dejado de producir a lo largo de la historia, al hacerlo pasar por verdadero, esos agujeros negros argumentales de la opinión pública en su conjunto (esa creencia moderna de que se pude decir lo que se quiera y elegir lo que a uno le pete y cuando le pete, como símbolo y sinónimo irrefutable de la libertad individual) por donde se cuela todo el pus que es capaz de destilar el corazón humano. Al igual que Ifemelu en su periplo norteamericano no se qué hacer con la opinión generalista de quien casualmente, o no, tenga delante. Al igual que ella yo también he confeccionado un blog, o como se llame, para tratar de navegar en el océano proceloso de las opiniones, que se me antojan algo tan peligroso como el mar al que tuvo que enfrentarse Ulises en su regreso a Itaca. Si tenemos en cuenta, tal y como aseveran los expertos, que las opiniones son como bultos o edemas o monstruos marinos que le salen a la realidad cuando Ifemelu, o yo o quien sea, intenta atravesarla sin preparación alguna. Mejor dicho, con esa preparación que aceptamos como suficiente por el simple hecho de que nos permite sobreponernos a la falta de elección que, de repente, un día sentimos que no tenemos en nuestro lugar de origen donde vivimos, lo cual hace que, acto seguido, nos lancemos a la mar. Ifemelu cuando llega a la costa este de los Estados Unidos de America, remedando a los pioneros ingleses del siglo XVII, que también padecían falta de elección aunque más severa en su tierra natal, se enfrenta a un problema inesperado, a saber, la apabullante oferta de opiniones y de todo lo demás tapa, hasta hacerla invisible, la realidad que tiene delante. Si tiene que elegir entre las múltiples opiniones, y sus concreciones materiales correspondiente, y la realidad no sabría qué decisión tomar. El blog, como un cuaderno de bitácora, la orienta en ese mar de los sargazos en el que se ha metido sin saberlo. Ifemelu, como yo a su lado, solo quería romper con ese maleficio, así lo entiende ella, que es el no tener la posibilidad de elegir en Nigeria. Lo que si me parece evidente es que en todo momento se refiere a la falta de elección material, o visible o determinada. Sin embargo, lo que si me parece también evidente es que la elección, digamos, espiritual o del alma ya la ha efectuado, y al parecer con acierto, antes de indicar su periplo americano. Obinze no deja de estar detrás de cada una de las elecciones que toma Ifemelu mientras navega de puerto en puerto, por decirlo así, en el mar de la sociedad opulenta americana. La realidad nigeriana, o la de donde sea, es dura, difícil de tragar cada día, incluso si formas parte del estamento de los privilegiados, como es el caso de Ifemelu. A mí también me pasa, y necesito como Ifemelu poner un poco de salsa de opiniones y posibilidades de elegir al estilo norteamericano, que es, a mi entender, las que hacen, de todas las salsas que se han inventado, más digerible la dureza y pastosidad de la realidad diaria. Por ejemplo, las salas rusas son muy desabridas y esteparias, hacen aún más indigesta, si cabe, la realidad misma, además tiene un alto índice de toxicidad, denunciado reiteradamente por la organización mundial de la salud, que las hace nada recomendables. El único problema que tienen las salsas norteamericanas es que sin darte cuenta engordan. Uno se atiborra cada día tanto de opiniones y posibilidades de elección, que cuando se quiere dar cuenta no cabe en los pantalones o en los vestidos de hace un mes. Ifemelu toma conciencia de su pérdida de esbeltez cuando vuelve a poner el pie en Nigeria y desea encontrase con Obinze. Al igual que tomó conciencia de que realmente volvía a casa, cuando recibió el primer correo electrónico de Obinze después de muchos años de no saber nada de él. Pero con anterioridad a la influencia de las múltiples opiniones y formas de elección sobre el cuerpo, Ifemelu se dio cuenta de lo pernicioso que todo ello era para la psique o el alma, en fin, para el pensamiento. Así me explico yo la decisión que toma de escribir en blog lo que piensa rodeada como se encuentra de lo que andaba buscando para elegir cuando decidió abandonar Nigeria. Y uno comprueba con interés que no hay correspondencia alguna entre lo que experimenta en la realidad embadurnada de salsas de la mano del narrador que, digamos, ha alquilado para que cuente su historia, y lo que ella escribe con las palabras del corazón en su blog. Sería más acertado decir que el enlace entre las palabras del narrador y las de Ifemelu está en esas palabras de esta última que aparecen con mucha frecuencia, mediante las que muestra su falta de sintonía y complacencia absoluta con la provisionalidad existencial con el mundo de las opiniones y salsas con que la clase media norteamericana enmascara la realidad en la que viven. Expresiones como “Se sintió extrañamente enojada con él”, pg 532, dichas para sí misma después de conocer a alguien, Don en este caso, o hablar con alguien o incluso de hacer el amor con alguien, Blaine en otro momento, son constantes y forman parte de esa composición angular en este caso, digamos, de la interioridad del personaje. Esa perspectiva múltiple con la que siempre construye Ifemelu su experiencia con el mundo, que luego le da forma en su blog.