Como espectador me costó saber a qué viene a Europa Helen Banning, protagonista principal de la película “Interludio de Amor”, dirigida por Douglas Sirk. Porque supongo que ese saber es lo que da el sentido que me permite comprender la historia. Siempre es así. De hecho, no lo empecé a comprender hasta casi dos horas después, mientras me tomaba una caña en compañía de unos colegas. Esto que digo no es baladí a la hora de saber por qué un personaje se mueve en el espacio y el tiempo como parte de su peripecia argumental. Me vino a la cabeza, mientras cavilaba sobre el asunto, el personaje de Marylee Hadley, en la película “Escrito sobre el viento”, dirigida también por Sirk, y que había visto tres semanas antes dentro del ciclo sobre el melodrama americano que han puesto en el cineclub de mi barrio. Hadley sabe lo que quiere y a quien quiere desde niña, sabe quien es, por eso no necesita viajar. Banning parece, según la conocemos, que ha entrado en la edad adulta sin saber muy bien lo que quiere y a quien querer, por eso viaja a Europa, según la tradición todavía vigente en Norteamérica que afirma que Europa es la fuente del conocimiento que importa. Oficialmente, de cara a las apariencias, viaja para conocer el continente. Pero a medida que pasan los días de estancia en Múnich, el espectador se da cuenta que Banning viaja para conocerse a si misma. Eso lo sabrá ella y lo sabrá el espectador en la parte final de la película, cuando Banning decide salvar a la mujer demente de su amante Tonyo Fisher. Antes ha tenido que tomar una decisión, unirse al médico Morley Dwyer, norteamericano como ella, que la pretende desde el inicio de la película, o unir su destino con el músico italiano que hace lo propio pocas secuencias después. Eligió a Fisher. Esta es la diferencia con Hadley que nunca tuvo que decidir, ni tuvo que iniciar un camino, no otra cosa es viajar. Decidir sobre lo que nos sale al camino, así es como se aprende lo que pensamos que nos falta. Eso también lo vamos aprendiendo juntos, Banning y el espectador. A estas alturas el espectador comienza a darse cuenta que el punto de vista de la historia que está viendo es el de Banning. Me pregunto, entonces, ¿qué nos quiere contar la protagonista? Que se haga el espectador esta pregunta, es fundamental para comprender el sentido de las escenas finales y, por ende, el sentido íntimo de la película. Es decir, el sentimiento que mueve y conmueve a la protagonista que nos cuenta su historia. Dicho sin más demora, Banning nos cuenta el descubrimiento de la corrupción moral con que teme se acabe cubriendo su amor hacia Fisher, una vez que se entera, al mismo tiempo que el espectador, de la existencia de la mujer demente de éste, y la lucha que tiene emprender para no caer en aquella, encarnada en la escena en la que no dejar morir a Reni, la mujer demente de Tonyo, en el lago donde se ha lanzado para suicidarse. Nos cuenta eso y su posición ante el amor, una vez que ha descubierto y aprendido sus posibilidades. Volver a casa, como dice textualmente, con el médico Morley Dwyer, no es una renuncia al amor de Fisher, el tipo de Amor romántico que puede ser destructivo para ella, sino es aceptar la benevolencia del Amor adulto de larga duración. Dos amores perfectamente gozosos, legítimos y creativos, por más en en el Occidente moderno solo quepa el amor romántico con tintes tormentosos y destructivos. No está nada mal, todo lo que hemos aprendido Banning y un servidor en un viaje de dos semanas por la ciudad de Munich.
Viendo que uno de mis colegas de cañas, en medio de la tertulia posterior a la visión de la peli, se entregó al amor romántico de Banning por Fisher, calificando la decisión de irse al final con Dwyer como una cobardía pequeñoburguesa (sic) propia del amor acomodaticio burgués del siglo XIX, otra vez la cantinela, ¿es lícito pensar como espectador, interpelé alzando la caña al colega románticón, que Banning se preguntara por qué Reni se había vuelto loca? ¿Tenía algo que ver ese relación con el carácter y el trabajo de Fisher? A mi modo de ver, las posibles respuestas a tales cuestiones están implícitas en la decisión que al final Banning toma de irse con Dwyer, sin importarle demasiado la corrección ideológica contemporánea que puedan tener esas respuestas, ya que Banning ha aprendido, y yo en su compañía, que esos modales de vanguardia de última hora no la harán feliz. Todo lo cual se lo agradezco vivamente, le digo al colega romanticón antes de despedirnos..