miércoles, 28 de diciembre de 2016

CONFUSIÓN

No me acuerdo si ya te lo he dicho, sea como fuere te lo digo o te lo repito ahora: la desaparición de Dios o su asesinato perpetrado por nosotros mismos, no nos trajo la luz de la razón, tal y como diagnosticaron los padres fundadores de la ilustración y, por ende, de la modernidad, sino que, hecho el balance doscientos años después, nos ha traído la invasión de sus monstruos hechos realidad cotidiana y una inmensa nube de confusión. Todo ello ha sido y es posible mediante el uso de un lenguaje distante y distanciador, ese que más conviene a la conciencia moderna reacia a cualquier compromiso con las palabras próximas y aproximadoras. Un lenguaje jovial que, sin embargo, apegado a la corrosión del carácter y a la corrupción de la conciencia de sus propietarios, no tiene empacho en seguir predicando las buenas nuevas de los diferentes paraísos de temporada. No lo dudes, y esto si te lo digo por primera vez, solo nos queda, si no queremos sucumbir a esa hecatombe, resistir y pensar. En espacios pequeños de creación, no tanto de reacción cómo tú defiendes incansablemente.