Lo anterior es una definición seria y elemental, como lo es la vida misma. Y no hace falta ir a la universidad para entenderla, ni para ponerla en práctica. Ninguna conversación familiar, profesional o social nos proporcionará de forma íntima (no confundir con privada) tanta lucidez como las palabras de un relato. Piénsenlo. Porque el arte de contar nuestra vida, de darse cuenta de ella, de tenerla en cuenta, de ver cómo nos sentimos, no es más que el arte de vivir. "Vivir con arte es vivir contando la vida, cantándola, paladeando sus gustos y sinsabores" (José Luis Pardo). Y ofrecerla a los demás. Así ni nuestros hijos, ni nuestro cónyuge, ni nuestros padres, ni nuestros amigos, ni nuestros compañeros de trabajo..., en fin, así nadie podrá reprocharnos que pasamos por este mundo viviendo, es decir, hablando sin pena ni gloria (excepción hecha del hablar para ganarnos el sueldo), ya que sí lo hacemos con honestidad y humildad. Convengamos, si les parece, que todo lo importante que podemos ofrecer a los otros procede del manejo que hagamos de estas dos palabras. También que ellas son la mejor prueba de que aquella definición y nuestras vidas no son exactas, pero si son, además de serias y elementales, verdaderas.
miércoles, 19 de octubre de 2016
¿QUÉ ES UN RELATO?
Es la prueba que ofrecemos a los otros de la continuidad de nuestro tiempo y de nuestro sentido, es decir, de la forma del estado de nuestros sentimientos, de la desgracia y de la esperanza que acompañan al transcurrir de la vida (ya sea la propia o la ajena), del consuelo que requieren, de la inutilidad y miseria de tener aquello que de tan temible no es lícito tenerlo, de distinguir entre lo que podemos llegar a saber y lo que ofrecemos no como garantía de nada, sino como iluminación de nuestro humilde lugar en el mundo. De otra manera, un relato es la iTV que verifica como nos relacionamos con las palabras (las propias y las ajenas), qué hacemos con ellas y qué hacen ellas con nosotros. Una experiencia que es casi imposible tener en el trajín y ruido de nuestros días. Pues no olvidemos que somos seres hablantes que, como no puede ser de otra manera, no dejamos de hablar. Y que de tanto uso las palabras se gastan y se oxidan, y acaban por no decir nada, incluso en las tribunas más prestigiosos y honorables. Y entonces aparece el ruido y la incomunicación. Y todos los malestares que de ellos se derivan. Pero eso es otra historia.
Lo anterior es una definición seria y elemental, como lo es la vida misma. Y no hace falta ir a la universidad para entenderla, ni para ponerla en práctica. Ninguna conversación familiar, profesional o social nos proporcionará de forma íntima (no confundir con privada) tanta lucidez como las palabras de un relato. Piénsenlo. Porque el arte de contar nuestra vida, de darse cuenta de ella, de tenerla en cuenta, de ver cómo nos sentimos, no es más que el arte de vivir. "Vivir con arte es vivir contando la vida, cantándola, paladeando sus gustos y sinsabores" (José Luis Pardo). Y ofrecerla a los demás. Así ni nuestros hijos, ni nuestro cónyuge, ni nuestros padres, ni nuestros amigos, ni nuestros compañeros de trabajo..., en fin, así nadie podrá reprocharnos que pasamos por este mundo viviendo, es decir, hablando sin pena ni gloria (excepción hecha del hablar para ganarnos el sueldo), ya que sí lo hacemos con honestidad y humildad. Convengamos, si les parece, que todo lo importante que podemos ofrecer a los otros procede del manejo que hagamos de estas dos palabras. También que ellas son la mejor prueba de que aquella definición y nuestras vidas no son exactas, pero si son, además de serias y elementales, verdaderas.
Lo anterior es una definición seria y elemental, como lo es la vida misma. Y no hace falta ir a la universidad para entenderla, ni para ponerla en práctica. Ninguna conversación familiar, profesional o social nos proporcionará de forma íntima (no confundir con privada) tanta lucidez como las palabras de un relato. Piénsenlo. Porque el arte de contar nuestra vida, de darse cuenta de ella, de tenerla en cuenta, de ver cómo nos sentimos, no es más que el arte de vivir. "Vivir con arte es vivir contando la vida, cantándola, paladeando sus gustos y sinsabores" (José Luis Pardo). Y ofrecerla a los demás. Así ni nuestros hijos, ni nuestro cónyuge, ni nuestros padres, ni nuestros amigos, ni nuestros compañeros de trabajo..., en fin, así nadie podrá reprocharnos que pasamos por este mundo viviendo, es decir, hablando sin pena ni gloria (excepción hecha del hablar para ganarnos el sueldo), ya que sí lo hacemos con honestidad y humildad. Convengamos, si les parece, que todo lo importante que podemos ofrecer a los otros procede del manejo que hagamos de estas dos palabras. También que ellas son la mejor prueba de que aquella definición y nuestras vidas no son exactas, pero si son, además de serias y elementales, verdaderas.