sábado, 15 de octubre de 2016
EL CUMPLEAÑOS
La llamé por teléfono para felicitarla por su cincuenta cumpleaños. Hablamos de varias cosas a la vez, entre los intersticios de las cuales yo le recordé el destino que le esperaba. No sé si lo captó en toda su intensidad, o simplemente creyó que le había echado un piropo que apuntaba hacia atrás, hacia los cuarenta o sus treinta. No sé. El caso es que salió a colación su hija mayor. Me dijo, con orgullo de madre colega, lo guapa que estaba y lo mucho que le gustaba ir con su padre a Madrid, y admirar las pinturas clásicas del Museo del Prado. Le dije que como era que a su hija le gustaba tanto el arte clásico, trabajando su madre en un museo de arte contemporáneo. Me contestó que no le importaba demasiado, ya que es bueno que conozca a los clásicos para que a continuación se olvide de ellos. Yo le dije que, al contrario de las ciencias que tienen como destino progresar, las artes no progresan, están sucediendo siempre. Creo que no me entendió del todo, pero se despidió diciéndome que cuando quedábamos para cenar.