lunes, 21 de noviembre de 2016

HISTORIAS Y LECTORES & HISTORIAS DE LECTORES

La palabra “historia” designa en nuestras latitudes semánticas tanto el relato de hechos verdaderos como el relato de hechos falsos. Esa doble acepción convoca a dos tipos de lectores. 
1 El lector que lee para saber lo que dice la historia, es un lector de noticias. Si nos fijamos, su actitud es la misma que leer un periódico o ver el telediario: a ver que me dicen. Es un lector que se mueve dentro de la seguridad que le proporciona la calma chicha inherente a toda esa ortodoxia en la que alguien es el único que habla porque hay otro alguien que ha decidido sólo escuchar.
2 El lector que lee para saber lo que dice de él la historia, es un lector sensible al sentido que pueda ir adquiriendo su experiencia. Es un lector que se aventura en los procelosos mares de esa imprevisible inestabilidad, en la que alguien habla pero él no se resigna sólo a la escucha. Entonces responde: quiero saber por qué, y a continuación se pregunta de forma intempestiva y heterodoxa: ¿a ver qué hago yo con lo que me dicen, o que hace conmigo eso que me dicen, en fin, a ver que hago yo con lo que escucho? 

Asistir, por tanto, a una tertulia literaria o a un club de lectura puede servir para: 
1 intercambiar esas noticias con los otros lectores; es una tertulia dentro del ámbito propio de toda la ortodoxia informacional.
2 comunicar ese-algo-hecho por cada lector a los otros-altos-hechos por los demás lectores; es una tertulia donde tiene lugar, y al mismo tiempo, el momento fundacional de la heterodoxia individual y colectiva, esa en la que no hay resignación ante la escucha. Esa en la que el lector individual, entre y en complicidad con los otros lectores, se encarga, al fin, de la responsabilidad de su palabra. 

Como historia, es la única realmente ni verdadera ni falsa, sencillamente verosímil y, por tanto, creíble.