lunes, 6 de noviembre de 2017

VIAJAR Y TURISTEAR

Pero que difícil es volver a la casa de Itaca. Cuantos obstáculos en un camino tan corto geográficamente y de una cartografía impecable (cada rincón tiene su nombre, cada personaje una larga retahíla de apellidos, parece que es difícil perderse y llegar pronto a destino), pero tan vasto anímicamente acompañado de una cartografía impredecible. Lo que diferencia ese viaje de un viaje de hoy es que en la Odisea ambas cartografías se miran a la cara y dialogan de forma constante. De nuevo, lo real de la geografía y sus cuitas humanas y físicas y lo verdadero de las cuitas geográficas  del alma de Odiseo no se ignoran. Una sobre la otra o la una al lado de la otra, más bien se necesitan mutuamente. 

Hay algo fundamental que distingue al viaje de Odiseo del de los turistas modernos, a saber, la motivación y la actitud ante el desplazamiento. En Odiseo tiene un fin épico concreto que distorsiona no solo la geografía que pisa, sino, y sobre todo, la geografía de su alma y la de sus acompañantes, y también alcanza a la de quienes abandona. Mientras que en el caso del turista moderno su viaje se encuentra motivado por la claridad dogmática de toda la información que atesora antes de iniciar su periplo, y que se impone a las contradicciones de sus sentimientos al dejar su casa y a los suyos, lo que nos habla de su posición dominante previa respecto a donde se desplaza, y respecto a lo que allí se ha de encontrar. Odiseo, habiendo destruido Troya, es un hombre atormentadamente pacífico. Mientras que el turista moderno siendo un pacifista convencido, eso dice antes de partir, alienta y favorece la depredación pues así lo requieren sus desplazamientos.