martes, 7 de noviembre de 2017

SATURACIÓN

Desde luego la trampa ha sido siempre lo que no se ve. La trampa es la realidad. Cielo santo, cuanto nos cuesta ver y posteriormente aceptar esto, que es tan simple por otro lado. Que digo simple, si nos cuesta aceptarlo debe ser porque es complejo y difícil, dificilísimo de ver y no digamos ya aceptar. Yo pienso que es ahí donde siempre estamos, atrapados en las telarañas que los teleñecos de lo evidente tejen a lo largo y ancho de nuestra existencia.  ¿Por qué debemos aceptar la existencia de lo que llevamos visto hasta ahora?, me preguntó Duarte, aunque disparó sería más apropiado, si me atengo a como yo experimenté la pregunta, tal y como luego deduje al leer lo que ella anotó en su diario, “Un paseo hasta la Neue Galerie a la que accedemos pasando por las entrañas del suelo Kasseliano. Al lado el palacio de la Bellevue que dejaremos para otro momento. Entramos cansados y puede que ya algo saturados, no podemos distinguir que es y que no es Documenta 14, puede que a nuestro nivel todo lo es: algunas obras sobre la pared...Y cansaditos ya de andar nos aposentamos en la terraza del Bolero, restaurante bar de copas y playa, hamacas vacías sobre la arena que anhelaban días mejores. Cenamos en la terraza de la planta baja mirando al parque, intuyendo los espíritus que en el se ocultan.” He de reconocer que la pregunta me dejó fuera del juego artístico o, mejor dicho, fuera del juego del artisteo, al que, de repente y por efecto directo de las palabras de Duarte, me di cuenta que sin ser consciente del todo o nada estaba jugando desde que decidí planificar la visita a Documenta como proemio de las vacaciones de verano. ¿Por qué habíamos llegado a ese estado de saturación que Duarte menciona en su diario? ¿Por qué tiene que despertar mi interés - el de Duarte no hace falta insistir que no lo hizo, ni lo hubiera hecho así hubiéramos prolongado la vista a Kassel hasta la clausura de Documenta - el Partenón de los libros prohibidos? Una asociación pueril, sobre todo si le añadimos el final que tenía previsto la autora que, como creo recordar haber dicho, consistiría en rasgar con un cúter el plástico y llevarse o liberar los libros que se encontraban allí prisioneros. ¿No resulta más conmovedor (en el sentido de mover con o hacia) leer, por ejemplo, la oración fúnebre de Pericles bajo la influencia de las columnas del Partenón original en la acrópolis de Atenas? ¿O la lectura de la “Apología de Sócrates”, de Platón, donde la tradición dice que se suicidó el ilustre pensador griego? ¿O la lectura dramatizada de la “Antígona” de Sófocles en el anfiteatro, pongamos, de Epidauro, tal vez el de mejor sonoridad del mundo al aire libre? Cualquiera de estas actividades que he nombrado, ¿se pueden considerar una actividad creativa porque quienes las llevarían a cabo? En fin, ¿se pueden considerar arte contemporáneo, pues están realizadas en la actualidad, del mismo rango que algunas de las perfomances o vídeo instalaciones que ofrecía Documenta 14?

Estoy leyendo la Odisea, de Homero, y puede que ahí se encuentre, sino la respuesta a la pregunta de Duarte, si se pueden intuir algunos de sus indicios a partir de esta otra pregunta, ¿se puede hacer hoy el viaje tal y como nos lo cuenta Homero? ¿Que es lo que lo diferenciaría? Lo mismo que diferencia a un griego antiguo de un europeo moderno: la desaparición de Dios. O como dice Vila-Matas, “la desaparición de un mundo lleno de Dios.” ¿Será esa falta de gravedad, o esa imposición de la horizontalidad de lo humano arrinconando a la tradicional verticalidad de lo divino - le digo a Duarte, mientras nos comemos el postre - la que ha facilitado el atrevimiento de la artista argentina, y de todos lo que exponen en Documenta 14, al construir su Partenón de los libros prohibidos?