Pensar de forma crítica es una empresa peligrosa para quien piensa, pues erosiona todo lo establecido de una forma rígida e inamovible, pero no hacerlo es más peligroso aún. Lo es, por decirlo así, porque es donde se aloja el verdadero peligro para todos. Lo que no sé, entonces, es si ese no pensar tiene que ver y hasta donde con esa frase tan frívola que muchos repiten sin cesar, a saber, hay que vivir peligrosamente. Y tampoco tengo claro hasta qué punto a ello viene colaborando desde su fundación el arte contemporáneo, con esa voluntad de fusión de la vida con el arte, y viceversa, extirpando del resultado final, sea éste el que sea, la pregunta que lleva asociada a la distancia estética a que me refería ayer: ¿es bello el contenedor por donde entré a la instalación de la haima? ¿Lo es ésta en su vocación itinerante? Porque si en Documenta han desaparecido las condiciones donde se pueden dar respuesta a esas preguntas, o dicho de otra manera, si en Documenta no se puede pensar, cabría decir que Documenta, siguiendo las palabras con que he comenzado este escrito, es un sitio de máximo peligro. Y, sin embargo, la mayoría de los visitantes deambulaban por el itinerario indicado por los organizadores mostrando un semblante de felicidad que aparentemente hacía impensable cualquier cosa que no fuera su bienestar y seguridad. Ni siquiera los momentos de alta aglomeración, que sin duda los hubo y en varias ocasiones durante nuestro recorrido, me hicieron temer lo que sí me lo producen aglomeraciones humanas semejantes en número pero vinculadas a contextos diferentes, digamos, de tipo deportivo o reivindicativo. Documenta además de trasmitir seguridad y bienestar, era un lugar pacífico. ¿Era esto lo que se pretendía por parte de la organización? Pues seguridad, bienestar y paz son las tres paredes establecidas dentro de las cuales vivimos los ciudadanos occidentales y donde no se puede pensar libremente - al decir pensar libremente me refiero a esa manera de tratar con la herencia recibida sin estar condicionada por testamento alguno que acabe necesariamente en ismo - sin que ese pensamiento produzca algún tipo de erosión en alguna de ellas o en las tres paredes, con el consiguiente temor de que se derrumbe el edificio. El verdadero peligro surge entonces cuando frente a ese temor no hay un reconocimiento honesto por parte de quien lo sufre, sino una reacción violenta contra quien se supone que se lo ha producido, el que piensa sin ismos asociados, que a partir de ese momento se convierte de forma constante en una amenaza contra la fortaleza de las tres paredes. Yo pienso que gran parte del arte actual subsiste o tiene éxito bajo los auspicios de esta doble hipocresía, cuyos propietarios son su mejor clientela. Una, la de creer y hacer creer a sus vástagos la inutilidad o esterilidad del hecho de pensar en nombre de la seguridad, el bienestar y la paz. Dos, trasladar el peligro que esa abdicación lleva asociada a quien sí decide pensar sin ismos obligatorios. Y esto que digo no creo que empañe o haga palidecer la enorme creatividad que la humanidad occidental desplegó durante los primeros sesenta o setenta años del siglo XX, acompañada, como todo el mundo sabe, de inusitadas e impensables cotas de barbarie. Lo que queda en suspenso, como una de las más terribles sospechas heredadas, es saber si la una dio origen a la otra, y viceversa. Lo que si pienso, aunque obviamente no lo pueda demostrar, es que parte del agotamiento creativo actual tiene que ver con la influencia velada de aquella sospecha que sin darnos cuenta hemos heredado en el siglo XXI. Así en la vida como en el arte. O al revés. Ante este panorama, ¿Documenta es o mejor representa, antes que una olla de ideas en ebullición de quienes exponen y se exponen, una válvula de escape de todos aquellos miedos emparedados de quienes miramos y nos miramos? ¿O son las dos cosas, olla de ideas en ebullición y válvulas de escape, al mismo tiempo, sin que el artista, sigamos llamándolo así a la usanza original del siglo XIX, o el espectador puedan discernir quien salva a quien de sus obsesiones y temores?¿Es Documenta, en un mundo horizontal y sin trascendencia, un antídoto contra el envenenamiento del pensamiento a que esa ausencia de verticalidad y de trascendencia nos ha llevado? ¿También una forma de advertencia que nos recuerda que somos infelices porque no hemos aprendido a pensar dentro de esa horizontalidad sin trascendencia, en que nos metió esa osadía de anular la diferencia entre vida y arte, que es lo mismo que anular la distancia estética, y de la que Duchamp y su Fuente fueron los inventores? ¿No será que el pensar va ligado y estimulado por un forma de misterio frente a la existencia, que no puede prescindir de una verticalidad hacia donde elevarse? De otra manera, ¿no será que pensar libremente y sin ismos, para entendernos, no puede hacerse a ras de tierra?