viernes, 10 de noviembre de 2017

SIGNO Y SÍMBOLO

Pensar es distinguir, volver a los conceptos a las preguntas de siempre, según el precepto aristotélico. Entonces, atrapado entre la fatiga y la ceguera, o viceversa, que mencioné al final del escrito de ayer, atrapado en la saturación con que acabé el primer día de visita a Kassel, puedo preguntarme si Documenta 14 me lleva por el camino de la razón y, por tanto, me hace una persona razonable. O más bien es un dispositivo quinquenal de la realidad, como los hay bienales o anuales, mensuales o semanales, o diarios tal es el caso del fútbol, semejantes todos a una maquinaria mecánica de relojería que funcionan así, cada cinco cada dos cada mes o cada día de igual forma, pues no existan en ninguno de ellos conciencia, voluntad, esfuerzo, dolor ni placer. Solo dinero y consumo en el sentido digestivo de la palabra, es decir, pagamos para comérnoslos, como se come una hamburguesa o un helado. De ahí su implacable periodicidad ajustada a la dificultad de esa digestión. Parece que es más fácil de digerir un partido de fútbol de noventa minutos que una muestra como Documenta. Lo que inevitablemente lleva asociado la periodicidad con que aparece el hambre. Digerir un partido de fútbol se ha convertido en una actividad vegana, dada su facilidad y, por tanto, la necesidad diaria de tener que ingerirlo para reponer fuerzas. Mientras que digerir eventos como Documenta puede que sea una actividad propia de grandes carnívoros, con mucha grasa y especias. La infatigable repetición de tales eventos habla, a mi modo de entender, de sus dos posibles atributos más genuinos. Uno la desaparición de la distancia que todo objeto debe tener con respecto al sujeto que lo contempla, para que pueda nacer entre ellos algún tipo de relación fructífera y perdurable. Dos, el aumento exponencial de signos que dan la dimensión de su falta de significados o de significados vacíos. La ausencia de esa distancia, ¿es la que propicia que todas las instalaciones de Documenta estén amenazadas por significados vacíos? Así me lo pregunté el último día de nuestra estancia en Kassel, cuando descubrí que el contenedor de la plaza de la estación de ferrocarril formaba parte, planteamiento lo nombre ayer, de toda la instalación que había en el subsuelo. Queda claro que no me refiero a la distancia científica que todo investigador científico necesita tener respecto a su objeto de investigación, para que su tesis de partida alcance el estatuto de demostración irrefutable final. Me refiero, más bien, a la distancia que debe evitar que el espectador o el lector o el oyente no sólo no se coman lo que ven lo que leen o lo que oyen convirtiéndose en unos zampabollos, sino, y lo más importante, que sea esa distancia la que los convierta conscientemente en espectador lector u oyente. Fue, paradójicamente, un artefacto, incluso me atrevería a llamarla una institución, de la sociedad de consumo en la que baten sus armas cada día los zampabollos, la que restituyó la distancia, aunque sería más correcto decir la que inventó la distancia entre un servidor y el contenedor de marras. Me estoy refiriendo a la cola de espectadores que, mientras tomaba un café en la cafetería de la estación de ferrocarril, observé se había formado delańte del contenedor para acceder a la instalación de la que él era el portón de entrada, como las puertas historiadas de las vidas de santos o del misterio de la santísima Trinidad lo eran de las grandes catedrales góticas. ¿Que diferenciaba al contenedor de las puertas catedralicias? Obviamente la diferencia más reseñable era que el segundo caso no es un lugar de entrada propicio para los zampabollos. A pesar de que se quitan el gorro cuando traspasan las puertas historiadas catedralicias, a pesar de de que respetan el silencio que normalmente un cartel les ruegan que así hagan, siempre detecto un insuperable dificultad en su mirada cuando tratan de meter en la cámara que llevan en bandolera toda aquella profusión de signos y símbolos, cuya misteriosa combinación ya nos les afecta. Martel lo cuenta así en su libro ya mencionado, “Vindicación del arte en la época del artificio”, 
“Con este propósito llamó signo a cualquier cosa cuya función sea la de remitir a cualquier otra (...). De hecho todo el universo podría interpretarse como una compleja red semiótica desde la perspectiva de la vida consciente (...). Podemos decir, por tanto, que su significado es siempre contingente. El símbolo, por otra parte, no cambia sin que cambie también su significado, lo que constituye la primera diferencia con respecto al signo (...). El símbolo disfruta de una relación intrínseca con su referente, en oposición a la relación extrínseca del signo. La razón es que el símbolo remite a regiones desconocidas de la realidad, lo que el psicoanálisis llama el inconsciente.” 
Para entendernos, los signos forman parte del mundo visible que nos rodea, ya sea un semáforo, una imagen de un santo o la estantería de los cables que tanto impacto a Duarte, mientras que los símbolos son como señales de otra parte que se resiste, por mucho que lo intenten los zampabollos, a hacerse visible, su vocación es mantenerse oculta.


Las preguntas no se hicieron esperar, ¿es Documenta 14 una denuncia melancólica de lo que hemos perdido o, por el contrario, es el disfrute por habernos liberado de las ataduras de aquellos misterios innecesarios en nuestra época de total libertad y absoluta indiferencia? ¿Documenta es sinónimo de intemperie horizontal,  a la plena luz del día? ¿Es la fusión definitiva, en la época en que Dios nos ha hecho el vacío, entre el signo y el símbolo? ¿Esta fusión nos hace más humanos o nos abisma aún más en nuestra propia inhumanidad? ¿Es Documenta la metáfora de la exigencia imperiosa de realidad: Es lo que hay? Es deci r, la imposibilidad de cualquier metáfora. En definitiva, la imposibilidad de la distancia que antes he mencionado. Entonces, ¿es Documenta el supermercado de los zampabollos? Noticia de última hora perfectamente contrastable: el 80% de todos los objetos producidos hoy en el mundo, formarán parte de la basura desechable de aquí a seis meses.