lunes, 6 de noviembre de 2017

LO INFINITO Y LA DESMESURA

Siendo la naturaleza, así como los museos, los enemigo a batir por los militantes del arte actual, gran parte de las obras que acudieron a la llamada de Documenta 14 se exhiben, paradójicamente, en museos o en el parque bosque de Karlsaue, al que Duarte y yo nos adentramos después de abandonar la casa reconstruida de los hermanos Grimm. Del parque bosque de Karlsaue teníamos referencia Duarte y yo a través de la lectura que habíamos hecho del libro de Vila-Matas, Kassel no invita a la lógica. A ambos nos había parecido que las paginas de libro en las que el protagonista deambulaba por esta mancha verde de la ciudad alemana eran las que mejor reflejaban el espíritu de Documenta. O dicho de otra manera, era donde el visitante de Documenta mejor podía adquirir algo parecido a una identidad propia, que era lo que de forma implícita exigían los organizadores de la muestra. Normalmente estamos habituados a escuchar aquello de conócete a ti mismo, y que eso, sí te entrenas con suficiente entusiasmo y tesón, te llevará a alcanzar la identidad soñada. Por otro camino, también estamos acostumbrado a oír lo de huye de ti mismo, sobre todo a quiene siempre están dispuestos a llamar la atención de la audiencia o, como decía Adolfo Marsillach, a quienes no pueden pasar un día sin subir al escenario. Pocos, sin embargo, están dispuestos a admitir, así de sopetón, la expresión refléjate a ti mismo como forma verdaderamente auténtica de alcanzar la identidad de marras. Sin embargo, las tres locuciones: “conócete a ti mismo”, “huye de ti mismo” y “refléjate a ti mismo” no son necesariamente contradictorias o que tengan que usar repelente la una para mantenerse convenientemente alejadas de las otras. Es esta una intuición que, obviamente, trata de coger cuerpo o destino en estas líneas que escribo, por eso lo hago, si he de reconocer que se me apareció como una instalación mental a medida que, dejando a mis espaldas la casa de los hermanos Grimm, escuchaba el sonido característico de las pisadas sobre la graba de los caminos del parque bosque de Karlsaue. Unos caminos que eran los mismos por donde había deambulado cinco años antes el narrador de la novela de Vila-Matas. Dice así, “Solo en Kassel mismo la exposición se había esparcido por  todo el trazado urbano, pero también por el parque de Karlsaue, y hasta el bosque empezaba más allá del gran parque, es decir, se había esparcido por todos los espacios tradicionales, pero también por otros nunca utilizados en anteriores ediciones de la Documenta. Karlsaue Park era un espacio inmenso, que contaba con jardines inmensos y canales ubicados simétricamente frente al palacio de la Orangerie, el Palacio de verano.” 

Era allí, al parecer de los organizadores, donde se pretendía reproducir el sentido de la propia infinitud ante una experiencia de lo desmesurado que apunta hacia lo que jamas aprehenderemos ni entenderemos.  

Por su parte Duarte anota en su diario, “Un poco más a la derecha el Museo de las Sepulturas también acoge obras. En el parque de la entrada una estela de Roger Bernal que cuesta distinguir de las que habitan en el parquecito. Al salir del recinto, hacemos una visita a la terraza desde donde se ven los verdores del bajo Karlsauer Park y las casas que habitan bajo la colina del vino hacia el parque. Al fondo se divisa una tienda de campaña, la que Rebecca Belmore ha plantado, pero esta cueva de marfil lo que más me evoca de cerca son los enterramientos megalíticos que hay cerca de casa. Por el camino hemos tenido el honor, como el cónsul de Nueva Zelanda, de ver a los jefes del pasado tribu-ario, ellos en sus caballos animados y los nuevos en motor sobre ruedas, todos posando como muestra Nathan Pohio.”