miércoles, 15 de noviembre de 2017

EL TAO ES EL OTRO Y LO OTRO

Las alegrías y las preocupaciones de nuestras vidas están ahí disponibles y son perfectamente previsibles. Lo que quiero decir es que no están pensadas para que ocurran tragedias, ni que haya nunca sombras acechantes ni palabras o siluetas misteriosas. Más bien funcionan como lo hace un mecanismo de relojería, y podría continuar así indefinidamente de igual forma, pues pareciera que de los propietarios de esas vidas hubiera desaparecido todo vestigio de conciencia, voluntad, esfuerzo, dolor o placer. 

Estas palabras pudieran parecer el arranque de cualquier distopía adscrita al género de la ciencia ficción, pero a mí me parece que es el relato dominante en la actualidad real, es decir, el relato que hace que cada mañana millones de seres humanos se levanten de la cama para ir al trabajo, a sabiendas de la colosal humillación que esto supone desde el primer día que lo hicieron. Estoy hablando del relato que se conoce como el self made man, o el hombre hecho a sí mismo, al fin, sin intermediarios. Digo esto porque me parece conveniente tener claro que cualquier otro relato, provenga de la más remota antigüedad o de la más rabiosa actualidad, que quiera tener algún tipo de presencia en el mundo de hoy se tiene que ver las caras con este tipo de lectores, que también se creen hechos a sí mismos y que son quienes cortan el bacalao en el ámbito de la industria editorial. O dicho con otras palabras, el self made men trata de parecerse denodadamente a su relato, o lo que es lo mismo convertir su relato en el único relato. Este es a mi entender el principal obstáculo que tiene el Tao, la Odisea o la Biblia, y en general cualquier otro relato, para abrirse un hueco sin tener que convertirse en el espejo donde se refleje la sensibilidad campanuda tipo Dorian Grey de nuestro héroe que se cree hecho a sí mismo. 

Simplemente con que el self made man entendiera el alcance real y la utilidad de su relato, a saber, únicamente le da para ganarse la vida, y que el vacío que entonces se le aparece no es sinónimo de la nada, ni de miedo, sino de todo lo que no es y no podrá ser nunca, lo cual le es negado como propiedad o conquista privada por mucho que haga intercambios psíquicos sobornando a su psicólogo de cabecera, cierto, pero que el misterio que anuncia el Tao se lo ofrece como el campo propicio y apropiado a su imaginación ilimitada, es decir, a su creatividad, simplemente con que entendiera esto, digo, entonces en ese horizonte vacío y lleno de todos lo temores aparecería el Tao, la Odisea, la Biblia, y cualquier otro relato, como las condiciones de posibilidad para ganarse su vida. Para ser alguien, que es lo que todo mortal anhela en silencio. Pues todos esos relatos están ahí no para infundir miedo, sino para que el self made man se dé cuenta, y tome buena nota, de su incompetencia frente a algo tan natural que llama inapropiadamente vacío, cuando en realidad, repito, como dice el Tao, debería llamar misterio. 

Recordemos el primer capítulo del Tao que, como en toda buena narración, queda sugerido todo lo que vendrá a continuación, y que, también, parece escrito ayer mismo para que lo lea hoy nuestro apresurado y acojonado self made man, antes de salir de casa para dirigirse a la oficina. Un acojonado ser humano actual perfectamente alfabetizado e informado, que con lo que ha llovido desde que lo escribió Lao Tse, parece mentira, se cree hecho a sí mismo porque exclusivamente está acostumbrado encontrar emoción en lo diferente, lo individual y lo excepcional, cerrando lo ojos para la nobleza y la hondura del estado anímico que se esconden en la normalidad democrática de lo que todo el mundo hace, siente y piensa. En fin, el Tao, como toda gran obra, está siempre entre el run run sabelotodo de nuestro presente, porque los histéricos e inconfesables temores que acompañan, como la uña a la carne, a nuestra arrogante manera de ser: hechos a nosotros mismos, no pueden impedir que suceda siempre. Oigamos con atención, al hilo de ese run run cotidiano, esas primera palabras.

“El Tao que puede ser expresado no es el verdadero Tao.
El nombre que se le puede dar no es su verdadero nombre.
Sin nombre es el principio del universo; y con nombre, es la madre de todas las cosas.
Desde el no-ser comprendemos su esencia; y desde el ser, solo vemos su apariencia.
Ambas cosas, ser y no ser, tienen el mismo origen aunque distinto nombre.
Su identidad es el misterio.
Y en ese misterio se halla la puerta de toda maravilla.”

Nada que temer, por tanto, acojonado e incompetente self made man. Sin embargo, lo tienes todo por imaginar, tío, si estás cerca del Tao, que no eres tú mismo, sino el Otro y lo Otro.