Como ya dije en una entrada reciente, la música es la escultura del tiempo. Hacia tiempo que no escuchaba villancicos de una forma tan atenta. Cada año lo hago involuntariamente, publicidad mediante, que los utiliza para vender las novedades del renovado espíritu navideño. Así no hay villancico, ni hay música. Hay ruido de fondo y de acompañamiento.
La cita fue en la catedral de Sant Jean Baptiste, de Perpiñan, un edificio de estilo gótico construido en el siglo XIV, donde un grupo de entusiastas y excelentes cantores y músicos, figurantes incluidos, representaron este año la liturgia del nacimiento de Cristo, también conocido en el mundo cristiano como el Pesebre viviente. La nave central de la catedral se fue llenando poco a poco de un público dispuesto a asistir a una ceremonia ya conocida, pero que tenía el aliciente de comprobar como iba a ocupar aquel majestuoso espacio. No defraudó a nadie. Ni a quienes asistieron al acto guiados por su fe religiosa, ni a quienes, como fue mi caso, nos guiaba la fe en esa capacidad de la música de existir solo en el presente, en el tiempo de todos los que nos congregamos allí, el tiempo de todo el mundo independientemente de su fe o de su condición social.
La representación tuvo el doble aliciente de que se celebró en un espacio construido hace mas de seiscientos años. Pero sus piedras y vitrales, de un pasado tan lejano, asistieron al renacer, mediante la música y la poesía, de un episodio ocurrido en un pasado mas remoto aún. Esa capacidad de la música y la poesía de existir solo en el momento de su ejecución obró un pequeño milagro: que el espacio de la catedral y el episodio del nacimiento del Salvador cristiano renacieran ante el presente de todos los que estábamos allí, repito, independientemente de lo creyésemos o dejáramos de creer.
Y da igual que la iglesia sea gótica o románica, o que el lugar sea una cueva. Que la música sea popular o mas aristocrática. O que los instrumentos sean antiguos o de factura digital. El fenómeno se repite siempre. La música, al estar hecha solo de tiempo, suena únicamente en el presente, el único tiempo realmente existente, aunando en un solo haz, mientras dura su ejecución, todos los tiempos de los diferentes mundos que allí concurren.
martes, 25 de diciembre de 2012
viernes, 21 de diciembre de 2012
VIVIR NO ES NECESARIO
Nada se desarrolla ni avanza en ningún territorio geográfico determinado. Ni
el curso de los acontecimientos ni las conductas del gentío que los respaldan son
fácilmente demostrables mediante la razón incuestionable, que se basa en la exacta sincronización
de las causas con sus efectos. Como si ella fuera la que mueve los músculos de aquellos.
Todo se mueve en la mente y en la conciencia de los que van y vienen, debido a impulsos callados como la avaricia, la incompetencia, la ambición, la estupidez
sin límites, la falta de coraje, el odio, la perversión, etc., lo que hace que todo
tienda a hacerse ininteligible. Y, por tanto, investigable. Aunque, al fin y al
cabo, resulte tardía e inútilmente investigable en beneficio de algún tipo de consuelo
o de la obtención de algún dato concreto que explique lo que ocurre en todo este
mundo oscuro y atormentado. ¿Vale la pena vivir así?
El mundo no se ha acabado, pero vivir continua sin ser necesario. Lo que si
es necesario es mirar cara a cara a la vida. Feliz Navidad y todo eso.
martes, 18 de diciembre de 2012
CRÓNICAS RENANAS 7
BONN Y LA MÚSICA
La música es la escultura del tiempo. Solo renace a la vida cada vez que se ejecuta. Me interesa esta definición de la música, que hace Félix de Azua en su “Diccionario de las artes”, porque creo que representa con acierto, no solo a la ciudad de Bonn, sino, por extensión a toda la Alemania que ha emergido de las ruinas y escombros de la Segunda Guerra Mundial.
Bonn, si no fuera por su hijo mas ilustre, Ludwig van Beethoven, sería una ciudad ribereña más del padre Rin, devastada en su casi totalidad por las bombas aliadas durante la guerra. Pero el genial músico le confiere ese perfil que se repite, como ya dije en otras entradas, y que hace que Bonn sea donde ha ocurrido algo fundacional. En efecto, Beethoven funda allí una manera de entender la música, cuya influencia llega hasta nuestros oídos de hoy en día.
Visita obligada es la casa donde nació y donde pasó los primeros veinte años de su vida. Años de aprendizaje, antes de marchar a la capital imperial, Viena, donde se hizo tal y como ha pasado a la posteridad de la música. Ocupando ese lugar primordial que, sin duda, le pertenece. La casa donde nació, como no podía ser de otra manera, no es la casa donde nació, es el museo donde se muestran los diferentes objetos y espacios que tuvieron que ver con la vida del músico. Hasta aquí ninguna novedad respecto a la casas hechas museos, donde nacieron otros ilustres antepasados. Lo que si hace diferente la casa museo de Beethoven respecto a cualquiera otra de aquellos ilustres antepasados, es que es la casa museo de un músico. Me explico, porque aunque parezca una perogrullada no lo es tanto.
He visitado bastantes de esas casas museo, donde nacieron pintores, novelistas, escultores, pensadores, etc. Todas ellas, como he dicho antes, amueblan sus habitaciones con objetos y recuerdos de la vida y la obra del ilustre inquilino. En todas, esos objetos y esos recuerdos han permanecido ahí antes de que yo fuera, y lo seguirán haciendo cuando yo me fuí. Pero solo en la sala de la casa museo de Beethoven, organizada, nuevas tecnologías mediante, para que el visitante pueda escuchar cualquiera de las obras del compositor, los sentimientos son diferentes. Y solo en esa sala acontece lo que no puede acontecer en ninguna de las otras habitaciones de la casa museo de Bonn, ni en ninguna otra de las habitaciones de las otras casas museo de las otras ciudades, y que tiene que ver con lo que decía al principio al definir la música como la escultura del tiempo. Elegí la Pastoral y entendí que esa pieza no había estado allí nunca antes, ni permanecería allí cuando yo me fuera. Esa pieza solo había existido, gracias a mi elección, mientras yo la estuve escuchando. Sublime sobre sublime.
lunes, 17 de diciembre de 2012
VIDA DE PERROS
Perrear es el adjetivo mas acertado para calificar las diferentes conductas de la sociedad actual en la que estamos inscritos. Perrea el progre, perrea el facha. Perrea el creyente, perrea el ateo. Perrean los del centro, perrean los de la periferia. Perrea el rico, perrea el pobre. Perrea el que tiene curro, perrea el que esta parado. Perrea el que cobra del paro, perrea el que no cobra nada. Perrea el empresario, perrea el autónomo. Perrean los hombres, perrean las mujeres. Perrean los viejos, perrean los jóvenes. Perrean los electores, perrean los elegidos. Vivimos y hablamos como una jauría de perros: todo el día ladrando sin decir nada, ni poner rumbo a otra parte que no sea volver por la noche cada uno a su perrera. Para renovar fuerzas, y seguir ladrando al día siguiente .
sábado, 15 de diciembre de 2012
EN NINGUNA PARTE TIENE QUE HABER ALGO
Lo
que deja a uno más atónito del marasmo en que nos encontramos es la actitud que adoptan las diferentes
partes delante de él. Con voluntad expresa de simplificar - a sabiendas de llegar a ninguna parte, porque ese es el sitio a donde ya hemos llegado y, también, porque es allí donde tiene que haber
algo de interés - utilizo un esquema maniqueo, tan querido por el paisanaje que,
encerrado en sus diferentes paisajes, se ha acomodado ante el marasmo como si fuera
a ver un partido de fútbol de la máxima rivalidad. Los malos y los buenos. Un
esquema fácil, de patio de colegio, que debería dejar ver las cosas claras y,
en consecuencia, haber puesto ya en marcha las medidas para obtener las
soluciones necesarias a los problemas de los que todo el mundo se queja. Los
malos hacen lo que siempre han hecho los malos, maldades. Hasta aquí el esquema
es impecable. Vayamos a lo que hacen los buenos. Los buenos tendrían que hacer
lo que hacen siempre los buenos, bondades. Pues no. Lo único que sabemos es que
los buenos no están haciendo bondades. No sabemos lo que están haciendo, pero
bondades, seguro que no. El esquema es falible y, por tanto, no es fiable para
seguir con él hacia delante. Pero lo intento.
Caben
dos posibilidades, mirando el marasmo desde el bando de los buenos: una, que, sin
darse cuenta, lo contrario de la maldad ya no sea la bondad. Y, por tanto, dos,
que lo que el marasmo necesita, para combatir a sus maldades, sea otra cosa desconocida
que no tiene nada que ver con las bondades tradicionales. Si se fija con
atención el razonamiento me ha sacado de la simplicidad del esquema elegido, y
me he metido, de coz u hoz, en algo mucho mas complejo. Es como si me hubieran
echado, sin mi permiso, del patio del colegio, y me hubieran dejado en medio de
la calle.
Los
malos seguirán haciendo de las suyas. Pero, me temo, que los buenos tendrán que
desprenderse de sus bondades de siempre y aprender a ser de otra manera buenos,
si quieren seguir teniendo la antorcha moral que ilumine las soluciones a los
duelos y quebrantos que nos asolan. Por ejemplo, y para empezar, entendiendo
que no siempre en todo lo que nutre una hecatombe, no puede existir nada bueno
y bondadoso. Lo cual sugiere que la novedad de lo que ha de ser bueno y bondadoso en el tiempo por venir, tendrá
que florecer y desarrollarse entremezclado
con lo más aborrecible.
Esta
intuición no es nueva. Ya sabíamos de su existencia de oídas, nunca por nuestra
propia experiencia, desde que la modernidad dio por muerta la figura de Dios, Bondad
infinita milenaria, de la que emanaban todas las demás bondades, también las nuevas
bondades laicas. La época que vivió a continuación de aquella desaparición, imprevista
e improvisada, lo hizo inventándose su bondad entre las peores calamidades, nunca
antes imaginadas, que produjo la dominación del Mal absoluto. Pienso que
nosotros estamos en una época semejante. Ese momento en que tenemos que cooperar
entre todos, pero nos falta la sensibilidad hacia los demás, es decir, nos falta
la atención necesaria para su reconocimiento.
Aturdidos y desconcertados, a los buenos de siempre les es más cómodo encerrarse en su corral de siempre a pegarse con sus malos de siempre. La maldad ya es global y escurridiza, pero la bondad de aquellos continua siendo alicorta y estabulada. Sin embargo, tendrá que ser en el corral, hoy sinónimo de ninguna parte, donde la imaginación, la única habilidad humana que no requiere de subvención, se tenga que poner a funcionar a la busca de esa bondad desconocida.
Aturdidos y desconcertados, a los buenos de siempre les es más cómodo encerrarse en su corral de siempre a pegarse con sus malos de siempre. La maldad ya es global y escurridiza, pero la bondad de aquellos continua siendo alicorta y estabulada. Sin embargo, tendrá que ser en el corral, hoy sinónimo de ninguna parte, donde la imaginación, la única habilidad humana que no requiere de subvención, se tenga que poner a funcionar a la busca de esa bondad desconocida.
martes, 11 de diciembre de 2012
EL PEOR DE LOS FRACASOS
Cabria pensar si el catedrático Alfa ha dejado el aula porque no ha conseguido meter nada que valga la pena en la cabeza de sus alumnos, en dura y feroz competencia con el catálogo comercial de fuera del aula, donde hay de todo. Ni siquiera podrá recordar esa única vez de novecientas noventa y nueve, que le hubiera compensado todo el desencanto profesional acumulado. No ha tenido ese alumno, o no lo ha sabido ver, que de forma secreta, un día se le haya acercado y le haya mostrado la importancia que tuvo para él tal clase o tal autor o la lectura de aquel texto que, entre la indiferencia de la clase, un día recomendó. Un fracaso que no le permite volver a fracasar de nuevo. El peor de los fracasos. No hay vuelta atrás. Lo que le rodea se ha transformado en un ruido, para él, insoportable. Incluso el mote con el que lo conocen a sus espaldas, Alfa, evoca que está fuera de la galaxia en la que se mueve el aula. Evoca algo demasiado contundente, firme, eterno, en fin, algo demasiado sólido. Algo fuera de lo que es propiamente humano, tal y como entienden esa palabra hoy sus alumnos. Quiero decir, algo divertido, que es lo que nos define, esencialmente, tal y como les ha dicho el joven profesor de ciencias. Aprender debe ser algo divertido. Lo cual proporcionará las habilidades pertinentes para hacer cosas y para compensar las carencias individuales. Divertido, para superar esa descualificación sobre los asuntos de la vida cotidiana, que debido a la tradición de la enseñanza de tipos como Alfa seguimos padeciendo.
El rango divino, del que no logra desprenderse el catedrático Alfa, le impide entender que la verdad no es, simplemente, el envés de la mentira. Como la luz no lo es de la sombra. Ahora, ya fuera del aula, su mayor dificultad para saber estar en el sótano.
El rango divino, del que no logra desprenderse el catedrático Alfa, le impide entender que la verdad no es, simplemente, el envés de la mentira. Como la luz no lo es de la sombra. Ahora, ya fuera del aula, su mayor dificultad para saber estar en el sótano.
domingo, 9 de diciembre de 2012
FÁBULA NAVIDEÑA
Esa fe, antes buena y eficaz, pero que hoy se ha hecho ciega en el catedrático Alfa, ya que no hay forma de que haga cuadrar los propósitos salidos de su análisis riguroso con los hechos que produce la vida que le rodea, ha dejado el campo libre a la actuación nihilista de las dos vías de comunicación que sobreviven como realmente existentes y dominantes: twiter y el gran titular mediático. Máxima rapidez, breves palabras, impacto supremo. Es como una rara vuelta al hormiguero, aunque con la ilusión de que no se renuncia, del todo, al efecto disolvente de la inteligencia individual. ¿Una sutil manera de sobreponerse a la adversidad vigente, sin tener que renunciar explícitamente, y ante los otros, a todos esos sueños y expectativas, que, sin mas remedio, se han quedado esparcidos en la cuneta, como cadáveres desventrados después de la batalla?
La ventaja de toda esta nueva situación es que puede prescindir del lastre enojoso de los recuerdos. Un twit y un gran titular propagandístico no necesitan memoria. Viven y se reproducen en un ambiente donde no existe ni el tiempo ni el dolor. Cada twit y cada titular actúan como eficaz analgésico sobre el anterior. Una manera novedosa de romper con cualquier visión de la muerte y de la corporalidad, no arraigada en ninguna tradición reconocible. Sin embargo, el catedrático Alfa no debería perder la esperanza que de nuevo el análisis que diseñan los pronósticos de la filosofía, acaben cumpliéndose en los hechos que han de acontecer. Es en el sótano donde debe, como prófugo y exiliado, iniciar su nueva andadura. Dándose cuenta, sin embargo, que quienes sí analizan y diseñan en las aulas los propósitos para que se cumplan los hechos que se necesitan, están a muchos kilómetros de distancia. Quedando, para esos propósitos y esos hechos lejanos, la existencia y mantenimiento de nuestro hormiguero como un desajuste ya no subvencionable.
La ventaja de toda esta nueva situación es que puede prescindir del lastre enojoso de los recuerdos. Un twit y un gran titular propagandístico no necesitan memoria. Viven y se reproducen en un ambiente donde no existe ni el tiempo ni el dolor. Cada twit y cada titular actúan como eficaz analgésico sobre el anterior. Una manera novedosa de romper con cualquier visión de la muerte y de la corporalidad, no arraigada en ninguna tradición reconocible. Sin embargo, el catedrático Alfa no debería perder la esperanza que de nuevo el análisis que diseñan los pronósticos de la filosofía, acaben cumpliéndose en los hechos que han de acontecer. Es en el sótano donde debe, como prófugo y exiliado, iniciar su nueva andadura. Dándose cuenta, sin embargo, que quienes sí analizan y diseñan en las aulas los propósitos para que se cumplan los hechos que se necesitan, están a muchos kilómetros de distancia. Quedando, para esos propósitos y esos hechos lejanos, la existencia y mantenimiento de nuestro hormiguero como un desajuste ya no subvencionable.
miércoles, 5 de diciembre de 2012
AULA O SÓTANO
Algo va mal,
muy mal, en las aulas de nuestros institutos y universidades. Algo que tiene
que ver con la desaparición del valor simbólico de ese lugar donde se enseña y
se aprende desde hace siglos. Donde la humanidad se hizo humanista. Lo que lo
ha convertido en un sitio físico y literal solo, intercambiable con cualquier
otro, donde la gente fundamentalmente se aburre. La jerarquía docente aprieta
como si de un cuartel se tratara. El estilo siciliano entre los catedráticos y
profesores ha ido en aumento. La añorada creatividad que deberían traer los diseños
curriculares ha sido definitivamente eliminada de cualquier horizonte posible. Y,
para colmo, algunas voces reclaman (con toda la razón), que los maestros de educación
primaria deberían ganar mas dinero que aquellos.
El caso es que
cada vez se ve más a este tipo de funcionarios charlando en tertulias sobre lo
humano y lo divino, pontificando en conferencias, acompañando a lideres
políticos en sus correrías electorales, escribiendo en periódicos sus columnas
o artículos donde les preocupa más
imponer su opinión que proporcionar argumentos a los lectores. En fin, huyendo
de la quema, por unas horas, que está abrasando a las aulas. No hace
falta insistir, sin que su nómina se resienta. El que me ha inducido a escribir
es un catedrático de instituto de filosofía, que ha organizado una tertulia entre lectores adultos sobre sus lecturas de textos filosóficos. El lugar del encuentro es el sótano de una
librería. Al catedrático, llamémosle Alfa.
Enseñar hoy filosofía
en las aulas, quiere decir enseñar la historia de la filosofía a alguien, que está en los inicios de su peripecia vital y que no la sabe, pero que no
necesariamente la quiere saber por el hecho de asistir obligatoriamente a clase, todo amarrado por las bridas del imperativo académico antes señalado. Aprender, voluntariamente, leyendo textos de filosofía en el sótano de una librería, es compartir lo que
han hecho los diferentes lectores, es decir, lo que han escrito, a partir de la
lectura de los textos que el catedrático Alfa les ha propuesto. El sótano
no es el aula. En el sótano, no hay jerarquía que valga. Ahí abajo, todos los
lectores son iguales, aunque lo que hagan con sus lecturas hace que se los distinga
y los individualice. Ahí abajo, el catedrático Alfa debería de saber que es
el lector que está obligado a aprender más que los otros lectores. Nada es
posible sin una declaración previa y explícita de su humildad. Porque es el que
más sabe que no sabe nada, por tanto ha de ponerse en cuestión ante los que
están aprendiendo. Las lagunas, las contradicciones y las diferencias entre los
lectores, son lo que producirán la tensión necesaria para que el conocimiento y
la actitud ante el conocimiento filosófico produzcan alguna especie de
beneficio.
Un lector adulto, sea de filosofía o de lo que sea, no es un alumno de instituto ni de universidad. Y el ahí abajo del sótano simboliza otras cosas que el ahí arriba del aula, y mas ahora que ésta ha perdido toda capacidad simbólica. Un lector adulto no creo que vaya al sótano a sacarse un título para encontrar trabajo. Un lector adulto sabe, sencillamente porque ha vivido. Ha sido atravesado y baqueteado por la experiencia de su existencia. Sabe, pero no sabe que formas tienen lo que sabe, porque se ha olvidado de su ser. Ha tenido que sobrevivir, trabajando. Un lector adulto al leer, y al escribir sobre lo leído, descubrirá que tipo de lenguaje lo aproxima mas acertadamente, según su experiencia, al misterio de ese olvido. Esto es la esencia de la filosofía y de eso debe tratar la vida lectora en el sótano. Y el papel del catedrático Alfa debería ser, libre ya de los corsés y las maledicencias de la enseñanza obligatoria y tediosa en el aula, hacer conjuntamente con los lectores ese recorrido. Que sería también el suyo, descubierto, al fin, de forma verdadera fuera del aula.
martes, 27 de noviembre de 2012
CRÓNICAS RENANAS 6
COBLENZA
Situada
en la confluencia de los ríos Rin y Mosela, la ciudad de Coblenza, como su
origen etimológico dice, es lugar de confluencia, no solo de ríos, sino también
de historias y episodios ocurridos a lo largo de los siglos. Como tantas otras
ciudades ribereñas del Rin, Coblenza ha pertenecido a diferentes imperios
siendo, también, lugar fronterizo entre ellos.
De
todo ese convulso y brillante pasado quedan dos testimonios importantes: la
fortaleza de Ehrenbreitstein y la llamada Esquina Alemana (Deutsches Eck),
justo en la esquina de los dos ríos. Comunicadas hoy por un funicular, vale la
pena subir a la fortaleza y disfrutar desde una de sus explanadas de la perspectiva de ese lugar simbólico de
la historia alemana.
La
larga marcha de la formación del espíritu alemán tiene en esta esquina uno de
sus símbolos mas emblemáticos. El espacio se le concedió a la Orden Teutónica
para que pudieran fijar allí su residencia los caballeros alemanes. Siglos mas
tarde, a finales del siglo XIX, se construyó un monumento a la gloria del
Imperio alemán (recientemente constituido gracias a Otto von Bismarck), cuya
pieza central era una escultura ecuestre del Emperador Guillermo I de Alemania.
Sentado,
al fin, en la terraza de una de las explanadas de la fortaleza de Ehrenbreitstein, acompañado por una copa de vino blanco
Riesling, pude contemplar la extraordinaria panorámica de la Deutsches Eck
entre los dos ríos (en la foto). Así cómodamente instalado no pude evitar, igualmente, que
me vinieron a la memoria las palabras de la contraportada de un libro
fundamental, "el misterioso caso alemán", de Rosa Sala Rose. Dicen
así:
"Nadie pone en duda que el legado cultural
alemán es de una riqueza extraordinaria, ni su decisiva contribución al perfil
de la cultura universal. Por ello, a veces con escándalo, otras con una
sentimiento de claudicación, todos nos preguntamos cómo es posible que uno de
los destinos de esa trayectoria fuera la trágica confusión de barbarie y
racionalismo desquiciado que caracterizó el periodo nazi."
viernes, 23 de noviembre de 2012
BAJO EL PALIO DE LA CARIDAD
El hombre
que iba a mi lado en el tren hablaba con tanta corrección, que me transmitía
la sensación de que estaba hablando sobre lo mas duro y repugnante de
la actualidad bajo el palio de la caridad y la bondad humana. Lo chocante era
que así, según sus mismas palabras, pretendía que el mundo fuese a mejor. Iba
hablando con otro que únicamente le interrumpía para decirle que tenía toda la
razón, aunque cada vez fue sustituyendo esas breves palabras por el asentimiento
con la cabeza.
De repente
noté que el cambio, en lugar de pasarme desapercibido, aumentó mi sorpresa.
Hasta el punto, una vez que me fijé con más atención, que el diálogo
improvisado durante ese trayecto de tren me pareció ser la representación cabal de nuestra forma de estar en el mundo. Uno habla con la corrección
que estipulan los cánones civilizados, convencido de que así sus palabras se acercan más al
discernimiento de la verdad. Y también de que son mas persuasivas. Las palabras chulas
y soeces son cosa de los bárbaros. Otro oye embelesado, poniendo en lo que escucha
toda la esperanza de que dispone. Luego, no se a cuento de qué, se desinfla, y
la esperanza deja paso al miedo, y la
atención le afecta a la cabeza. Entonces empieza a decir a todo que sí, de forma
lanar.
En
este vaivén negro sobrevivimos. Y es con los mimbres de su zarandeo con los que
tenemos que encarar el futuro. Antes de que se apearan en su estación me di cuenta que el
de hablar correcto lo seguía haciendo más correctamente, si cabe, pero el otro ya ni siquiera
movía la cabeza.
miércoles, 21 de noviembre de 2012
SER DIGNOS
La
camarera de la cafetería donde desayuno ha decidido aceptar que no le paguen la
hora extra que hace cada día, ya que cree que así podrá mantener los otros
privilegios que tiene: horario continuo y el puesto de trabajo al lado de donde
vive. Una amiga mía, que lleva toda la vida dando tumbos de trabajo precario en
trabajo precario, ha decidido remangarse la camisa y montar con otras tres
colegas una cooperativa de guías turísticas. Me consta que la camarera y la
guía turística no se conocen, pero si sé que asistieron a la última manifestación
contra los recortes y todo lo demás.
Aparentemente
no pasa nada, pero la gente no deja de moverse. Asiste a las diferentes protestas,
pero sabe que la esperanza no viene de ellas, ya que únicamente sirven
para satisfacer el momento presente. Luego se mueve en solitario y en silencio,
poniendo mucha atención a lo que pasa y a quien cuenta lo que pasa. Fuera no
hay nada, ya lo sabemos, pero esa doble actitud, y su correspondiente aptitud,
hace que Esto no se derrumbe. Todo depende de como se sepa combinar la inconsecuencia
de la protesta colectiva y las posibles consecuencias de las gestiones
individuales. De hasta donde se puede vivir inconsecuentemente, y cual es el
grado de intolerancia que adoptemos
cuando las consecuencias que habíamos previsto, acaben siendo desbaratadas. En
fin, todo depende de lo que entendamos por ser dignos (después de aspirar
durante décadas solo a ser ricos) y qué estamos dispuestos a renunciar para
conseguirlo. Como en la guerra, y lo es esto en que estamos metidos, es nuestra
única salida.
martes, 20 de noviembre de 2012
CRÓNICAS RENANAS 5
EL
RIN ROMÁNTICO
El Valle superior del medio Rin es una espacio geográfico, que va desde Bingen am Rhein hasta Coblenza. También lo es imaginario, y se lo conoce con el nombre, tan asociado a la historia alemana, de "el Rin romántico". A golpe de pedal, y de acuerdo con el espíritu del viaje, recomiendo recorrererlo siguiendo los dos itinerarios al mismo tiempo. Uno con las piernas y la mirada. El otro con la mirada y la imaginación. Las dosis de la mezcla y su intensidad lo dejo a gusto de cada viajero.
Este tramo el Rin no es solo un cinta de agua. Es
también una cicatriz, testimonio de las muchas heridas abiertas durante los
siglos a un lado y otro de sus orillas. Aunque hoy viajar por Europa solo se
puede hacer iendo de turista o de especulador, conviene no olvidar que da igual
donde nos encontremos: siempre estaremos encima de un cementerio anónimo. Y el
Valle superior del medio Rin no es una excepción. Frontera y lugar de paso de
diferente imperios, desde el imperio romano hasta el napoleónico. Frente de
innumerables guerras y enfrentamientos, desde la guerra de los Treinta años
hasta la Segunda Guerra Mundial. Museo oculto, en el fondo sus aguas, de muchas
de las armas que produjeron tantas muertes, también se fijó en su escarpada geografía
la mirada romántica alemana, ese punto de vista fundacional de la Alemania que
hoy conocemos. Los castillos y palacios que festonean su curso son una buen testimonio
de lo que digo.
jueves, 15 de noviembre de 2012
AUSENTES
Cada
día hay mas personas que ejercemos de ausentes. Yo creo que es la actitud que nos
queda para subsistir en un ambiente en permanente discordia y enfrentamiento.
Ausente no es lo contrario de presente, ni tiene que ver con la indiferencia, ni
la imperturbabilidad, ni nada de eso. Es una forma de acción que resulta de
llegar a la convicción de que hay tantas razones para salir a la calle como
para quedarse en casa. Es su grado cero, que no es igual a quedarse de brazos
cruzados. Una actitud que debe asemejarse a lo que sienten esos ciudadanos, que
no son movilizados durante las guerras, pero que quedan atrapados en las
ciudades entre las sucesivas tandas de bombardeos y sus correspondientes respuestas
antiaéreas. Vale para protegerse tanto de los dan por arriba y como de los que
dan desde abajo. Y da tiempo para pensar como seguir vivo. El encono de los
contendientes llega a tal extremo y dura tanto, que cuesta mantener la atención
a lo que dicen, que siempre esta hecho a base de materiales sólidos y rocosos,
como las hileras de tanques y los racimos de bombas. Con la sola vocación de exterminar
al otro. Por eso ausente lo asocio a Suiza. Esa tierra que tiene fama de que
nunca ha pasado nada, únicamente la invención del reloj de cuco, pero donde se
ausentaron algunos de los mejores ciudadanos europeos cuando al continente le
dio por ponerse tarasca. Dos veces en menos de treinta años. Ahora va la
tercera.
martes, 13 de noviembre de 2012
SOBRE DECIR TONTERIAS
En la tertulia literaria a la que asisto habitualmente alguien dejó caer sobre la mesa algo que, por ser contundente y provocador, no dejaba de poner el dedo en la llaga respecto a como utilizamos el lenguaje habitualmente. Dijo que la mayoría de las veces, por no decir todas, como hablamos sin pensar previamente sobre lo que decimos, lo que decimos son tonterías. Las caras se ordenaron alrededor de diferentes geografías, pero nadie dio un paso al frente para pararle los pies al impremeditado "insolente".
Lo que dejó claro la anécdota fue lo que en clave clínica sería algo así como tener en blanco el historial médico. De otra manera, el paciente adulto en cuestión no se ha hecho nunca ningún chequeo sobre su salud. Igualmente, decir tonterías al hablar delata esa falta de preocupación sobre la revisión periódica de nuestra manera de usar el lenguaje. Lo usamos constantemente y nos preocupa una higa si lo hacemos adecuadamente, significativamente, o si ya nos decimos nada con lo que decimos. Es decir, si se ha convertido en algo mecánico, en un lugar común, en un tópico. Vamos, que desde hace bastante tiempo no nos preocupa si decimos o no tonterías. El caso es que las decimos y ya está. Basta con observarnos hablando, pongamos, un jornada laboral corriente. Fijarnos con atención en lo que decimos y para qué lo decimos. Lo demás es una cuestión de suma y sigue.
Siempre he pensado que, hoy mas que nunca, hacen falta espacios donde poder hacer ese chequeo periódico de nuestro uso del lenguaje. Tanto del oral como del escrito. Espacios donde poder llevar a cabo la diálisis pertinente que lo limpien de todas las impurezas con que lo ensuciamos en el trato con la vida, y que nos lleva, mas pronto que tarde, a dejarnos llevar por la molicie y a hablar o leer de cualquier manera. Espacios donde poder entender que leer y hablar sobre lo leído no es decir y hacer lo que a uno le apetezca en cada momento, lector ególatra, sino llegar a obtener la perspectiva que nos permita hacer lo necesario para leer y hablar de ello, comunicandolo lo mejor posible, lector transitivo.
lunes, 12 de noviembre de 2012
CRÓNICAS RENANAS 4
LECTURA SOLITARIA Y EL EURO
En este tramo del padre Rin (como lo calificaba Hölderlin) se da una peculiaridad digna de resaltar: concentra en su curso o alrededores una buena cantidad de lugares donde acontecieron, o acontecen, episodios fundacionales dentro de la historia de la humanidad. En la anterior entrada hice mención al automóvil y en esta quisiera hacerlo respecto a la imprenta y al euro, la moneda única europea.
Después de Manheim, río abajo, se llega a la ciudad de Maguncia (Mainz en alemán), ciudad natal de Johannes Gutenberg, un herrero alemán inventor de la imprenta de tipos móviles moderna hacia 1450. A pocos kilómetros de Maguncia, remontando el rio Meno, afluente del Rin, se encuentra la ciudad de Frankfurt de Meno, sede del Banco Central Europeo, inevitable supervisor monetario de la zona euro.
Me parece significativo relacionar estos dos momentos europeos, separados en el tiempo histórico por mas de quinientos años, pero contemporáneos en cuanto a su valor simbólico. La invención de la imprenta supuso la irrupción del lector silencioso y solitario. Y, por tanto, supuso también un punto de inflexión en la tradición oral del uso de las palabras, donde éstas eran dichas a servicio y benéficio de la comunidad de oyentes. El rapsoda hablaba para la comunidad de oyentes, y era ésta quien lo legitimaba. No me voy a extender sobre ello, pero si resaltar la importancia del lector silencioso y solitario en el proceso de individualización del ser humano, respecto a la comunidad a la que había estado siempre ligado. Se puede decir que la imprenta aceleró, de forma como nunca antes había sucedido, un proceso que vivía de forma letárgica y clandestina en los rincones oscuros de los monasterios. Desde entonces la lectura tuvo una única fuente de legitimación: el lector solitario y silencioso.
La irrupción de la moneda única en el continente europeo parece tener un itinerario divergente a la invención de la imprenta, pero, sin embargo, yo creo que apunta en la misma dirección, fortaleciendo esa individualización antes mencionada, al hacer posible la creación de una comunidad distinta. Porque el individuo no puede prescindir del sentimiento de pertenencia a una comunidad, y aquella de la que se había ido desgajando durante los últimos siglos, a base de la práctica intensiva y cada vez mas extensiva de la lectura solitaria y silenciosa, ya no lo satisfacía, es la irrupción de la moneda única la que le devuelve la posibilidad de volver a disfrutar de ese sentimiento. Ahora de forma radicalmente distinto a antaño.
Por lo demás, en Maguncia visité el museo de Gutenberg, donde pude disfrutar viendo el laborioso proceso técnico que ha permitido hasta hoy mismo sacar a la luz tantos y tantos libros, con su contenido de misterio, sabiduría y entretenimiento. A la salida, una inevitable pregunta, ¿realmente estamos asistiendo al final de la era Gutenberg? En Franfurt de Meno - contra todo pronostico de turista una ciudad muy interesante tanto del punto de vista urbanístico como humano, negando con contundencia mi idea previa de que solo estaba habitada por burócratas y asaltadores profesionales de bolsa - me acerqué al edificio en construcción del nuevo Banco Central Europeo. Una imponente torre al lado del Rin, donde se tomaran las decisiones mas importantes, que afectaran a la vida de millones de europeos en la próxima década.
jueves, 11 de octubre de 2012
CRÓNICAS RENANAS 3
EL
INVENTO DE LA VELOCIDAD
El automóvil,
como todos los objetos, tienden a evocar la memoria. Y en el mejor de los casos
la escriben directamente. Antes de llegar a Manheim, siguiendo la ruta de
Bertha Benz, hay algunos motivos para corrobar esto que digo. Quiero destacatar,
sobre todo, el museo del auto de Karl Benz, que se encuentra en el pueblo de Ladenburg.
En el se puede dar un repaso a los diferentes modelos que fueron ocupando
protagonismo en la vida de la gente, desde quel prototipo que pilotó la señora
Benz y que inaguró la era del automóvil, hasta los que iniciaron la andadura de
esa revolución del automovil dentro de su propio mundo: los coches de
competición de lo que hoy conocemos como la Fórmula 1. En Manheim, una
escultura que representa la silueta del prototipo que inventó Karl Benz, nos
recuerda que en ese lugar existió el taller donde el ingeniero alemán trabajaba
y donde fabricó aquel primer modelo.
El
automóvil difundió la velocidad entre la humanidad. Y la velocidad de aquel
mecanismo fue acelerando nuestras vidas hasta límites nunca antes conocidos.
Bien se puede decir, entonces, que la velocidad a que nos ha lanzado el automóvil
ha conseguido lo que tantas revoluciones contemporanéas intentaron y que fueron
otros tantos fracasos: un hombre nuevo, en tanto que nuevo es el vértigo con se
ha venido relacionando, a partir de entonces, el ser humano con la naturaleza y
con sus semejantes. Y creame que esta apreciación se hace aún mas acusada, al
hacer el recorrido en bicicleta, cuya cadencia en el pedaleo conserva la
relación preautomovilística, que era milenaria, con la velocidad.
Es, por
tanto, la velocidad a que lleva nuestras vidas el uso masivo del automóvil la
que, a la larga, escribe nuestra memoria en la actualidad. Dicho de otra
manera, es esa velocidad la que nos piensa y la que determina lo que somos, en
tanto en cuanto condiciona todo lo que hacemos. Incluso la nueva filosofía de
la lentitud, no puede prescindir de su influencia, y menos volver a recuperar
el ritmo anterior a aquel discreto origen automovilístico. Que para bien y para
mal, comenzó un cinco de agosto de 1888, cuando una honorable ama de casa quiso
ir a ver a su madre.
miércoles, 3 de octubre de 2012
CRÓNICAS RENANAS 2
LA INTUICIÓN DE BERTHA
BENZ
El problema del marido de
Bertha Benz, Karl Benz, era que, concentrado en la construcción de su
artefacto y bajo la influencia de los principios estrictos de la racionalidad de
la mecánica y la física, no podía darse cuenta de la utilidad humana de lo que estaba
inventando. Aquello funcionaba según los preceptos de su pensamiento, pero no
podía imaginar para que servía mas allá de ese estrecho y especializado ámbito.
No sabía comercializarlo y sacarle el correspondiente rendimiento financiero.
En 1886 el Dr. Karl Benz inventó
el automóvil, tal y como lo conocemos hoy, en Mannheim, Alemania, (patente no. 37435), si
bien nadie quería comprarlo. A primeros de agosto de 1888 Berta Benz, sin
conocimiento de su genial marido, se subió al cacharro de su invención y, en compañía
de sus hijos, se dispuso a recorrer los 104 Km que la separaban de la ciudad de
Pforzheim, donde vivía su madre. Bertha se convirtió así en la primera persona
que hizo en automóvil un trayecto de largo recorrido. Lo que su marido había
hecho hasta ese momento eran nada más que pruebas de unos cientos de metros.
Fue a ver su madre por una ruta y volvió por otra, dado que la de la ida le
pareció un tanto peligrosa para volver a utilizarla. Entre medias, en el pueblo
de Wiesloch, tuvo que pararse en una farmacia a reponer combustible. Como es
fácil suponer no era gasolina, sino un combinado con el alcohol como componente básico.
La farmacia de Wisloch ha pasado a la historia de la automoción por ser la
primera gasolinera del mundo.
Hoy este recorrido en su
doble versión de ida y vuelta, la Bertha Benz Memorial Route, se ha convertido en una ruta
turística que atrae a numerosos curiosos y amantes del mundo del volante. Cada
año, en el mes de agosto, se celebran carreras de coches antiguos en recuerdo
de la discreta heroicidad de aquella mujer, que cambió para siempre la manera
de mirar y de moverse por el mundo.
Volver a hacer este
recorrido en bicicleta, mas de cien años después, cuando el mundo se ha acelerado
de una forma inusitada debido a la evolución espectacular de aquel primer
prototipo, me ponía en cada pedalada ante la inevitable pregunta de ¿cual es ese
destino tan urgente, y que siga siendo fundamentalmente humano, que exige tanta velocidad? Cuando a lomos de una bicicleta, justamente,
lo que he aprendido es todo lo contrario. No hay nada que sea verdaderamente
importante para nuestro interés, que exija algún tipo de prisa.
jueves, 30 de agosto de 2012
CRÓNICAS RENANAS 1
LOS COMIENZOS
Cuando
me quedaba parado, observando desde las orillas al gran río alemán, me venía
una extraña sensación de difícil explicación lógica, Mi madre la calificaba
como destino. Es el destino, respondía siempre ante cualquier acontecimiento
que, sin haberlo presentido, o sospechado antes, se nos echaba encima. El Rin
es un río que tiene destino. Y no me refiero al geográfico, el mar del Norte,
sino en la unión del continente europeo. Sus orillas son testigos silenciosos
de los acontecimientos mas sangrantes de la historia moderna europea. El Rin
es, tal vez, la mayor cicatriz de aquellas enormes heridas, que todavía supura
calladamente bajo el discurrir constante de sus aguas. Cualquiera lo diría,
convertido hoy en un vergel para disfrute de caminantes, ciclistas y amantes de
los cruceros.
Salimos
de Karlsruhe, ciudad que pertenece al estado de Baden Württemberg. Allí lo
habíamos dejado el viaje anterior, procedentes de Schaffhausen, ciudad suiza
fronteriza con Alemania. El tramo, digamos, del curso alto, corre desde las
montañas escarpadas de Los Grisones
(Suiza) hasta desaguar, de forma tan estrepitosa como espectacular, en el lago
Constanza. Un tramo abrumadoramente hermoso desde el punto de vista paisajístico,
pero menor, desde lo que me interesa contar respecto a su significación
histórica y cultural.
martes, 17 de julio de 2012
DIME COMO LO CUENTAS, TE DIRÉ QUE CRISIS TENGO
Desde
su creación intuimos que el mundo está mal hecho. No sabemos por quien, ni por qué,
ni a cuento de qué. Por esa misma razón igualmente, desde entonces, las
criaturas que lo venimos habitando nos empeñamos en desmentir la obra de su
misterioso y desconocido arquitecto, imaginando nuestra propia obra que, como
no podía ser de otra manera, trata de responder una por una a todas aquellas
preguntas, construyendo sitios y lugares de hechuras impecables. Y es así como, al final, va
el mundo. De ilusión en fracaso. Ilusionándonos cada vez más con una imaginación
menos pomposa, fracasando cada vez con menos
ahínco. Lo que marca, no la decadencia sino la madurez de una civilización.
Ocurre que eso no se puede transmitir siempre por vía genética o cultural, y cada generación se lo tiene que imaginar como si todo empezara de nuevo. Y hay generaciones, como las de ahora, que producen un número insostenible de “plurales espalilaos” que corren dando codazos para suplantar la figura del arquitecto misterioso y desconocido, haciendo que su historia sobre lo que ocurre sea la única verdad sobre lo que nos ocurre. Pero las prisas no son buenas para nada y normalmente lo que nos cuentan es una mala història. La historia de nuestra maltrecha economía, que es un correlato paralelo de la sempiterna mediocridad de nuestro cine. Por algo será. La una solo sabe hacer caja con “el ladrillo” y el chanchullo sumergido, y el otro hace lo propio el año que Santiago Segura saca a la luz una nueva secuela de Torrente. Malas historias las dos, que nos ayudan a olvidarnos de nuestras endémicas miserias poniendo bálsamo sobre el dolor de los problemas que las acompañan, pero que no nos animan a entender a las unas y menos a encontrar soluciones para los otros. Esa forma tan nuestra de ir al cine y de mirar la vida.
Ocurre que eso no se puede transmitir siempre por vía genética o cultural, y cada generación se lo tiene que imaginar como si todo empezara de nuevo. Y hay generaciones, como las de ahora, que producen un número insostenible de “plurales espalilaos” que corren dando codazos para suplantar la figura del arquitecto misterioso y desconocido, haciendo que su historia sobre lo que ocurre sea la única verdad sobre lo que nos ocurre. Pero las prisas no son buenas para nada y normalmente lo que nos cuentan es una mala història. La historia de nuestra maltrecha economía, que es un correlato paralelo de la sempiterna mediocridad de nuestro cine. Por algo será. La una solo sabe hacer caja con “el ladrillo” y el chanchullo sumergido, y el otro hace lo propio el año que Santiago Segura saca a la luz una nueva secuela de Torrente. Malas historias las dos, que nos ayudan a olvidarnos de nuestras endémicas miserias poniendo bálsamo sobre el dolor de los problemas que las acompañan, pero que no nos animan a entender a las unas y menos a encontrar soluciones para los otros. Esa forma tan nuestra de ir al cine y de mirar la vida.
Crisis
ha habido siempre, crisis hay todos los días, lo que no hay son buenos
narradores de las mismas, y al frente de todos ellos, cada día, hoy mas que
nunca, los peores de todos, los profesionales de los medios de comunicación,
empeñados en que no nos enteremos de nada. Nunca ha habido tantas pantallas y
medios de comunicación, y nunca ha habido tanta confusión respecto, por otro
lado, a los problemas de siempre. Caben dos suposiciones. O a los tramperos de las nuevas
tecnologías informativas y de la comunicación les vienen grandes los problemas de
siempre. O los problemas de siempre han mutado, por influencia de las nuevas
tecnologías informativas y de la comunicación hacia una perspectiva, y en
consecuencia, un misterio hasta ahora desconocidos, y definitivamente van a su libre albedrío.
Sea
como fuere, lo que no puede ser es meterle todos los días mas suspense y confunsión
a un mundo, el nuestro, para hacernos creer que es inaceptable. Sabemos, por
experiencia, que esto pasa en las ficciones cuando al director se le escapa de
las manos la película, y pretende que no se le note el engaño. A cambio tiene
la virtud de sostener la atención y, si llega el caso, mover el culo ante lo
inaceptable de la situación. Pero también sabemos, porque ya hemos visto muchas
películas malas, que detrás del suspense no viene nada, excepto lo que sabíamos
o temíamos. Mejor dicho, detrás del suspense y la confusión, así en la vida
como en la ficción, se atrinchera la mentira.
sábado, 14 de julio de 2012
LA VIEJA SENSIBILIDAD
Es la
que se resiste a apartarse a un lado y ponerse a la cola para pedir un plan de
jubilación, la que, como decía en el anterior post, mantiene en pie cada día a
los salvadores de todos y a los que tienen respuestas para todo. Es transversal
porque afecta a toda la población, pero cada tribu por su lado defiende
numantinamente pertenecer a un solo lugar y un único ideario. Su lugar y su
ideario con su gente dentro. Aquí radica el principal obstáculo para su
extinción. Llegados a este extremo, no queda más remedio que hacerse el
harakiri a lo japonés.
No es
ninguna novedad, lo que pasa es que la memoria busca la ayuda del alzeimer
antes de tiempo y antes de que el conocimiento se ponga a funcionar. Estos
sacrificios ancestrales perduran porque son inevitables y se han repetido en
diferentes momentos de nuestra historia reciente, formando parte del Gran Harakiri a que se sometió nuestro
siglo europeo anterior, entre 1914 y 1989. Pasó con la extinta Unión Soviética
y pasó con la República de Weimar, y a otra escala pasó con el final de la
España franquista. El conjunto de la sociedad con la casta política dominante al
frente, hecha mafia con toda la legalidad vigente de su lado, implosiona hacia
dentro porque es incapaz de explosionar hacia afuera. Se raja de arriba abajo. Quien
maneje la cuchilla es lo de menos, uno que pasaba por allí. El mundo ha quedado
a la deriva y lo que venga a continuación es impredecible. Guerras, crisis, golpes
de mano, en fin, todo eso que en situaciones de “normalidad” está sujeto y
controlado en los recodos de las alcantarillas estatales o en los pliegues del alma
de cada cual. En esas estamos.
En
semejante situación solo tienen futuro los que mejor sepan utilizar en su
beneficio la desconfianza que todo lo anterior produce a espuertas. Esa es la materia
prima de la parten, porque es la única con la que se puede contar. Así se va formando
una nueva sensibilidad que poco a poco se va imponiendo, arrinconando a la
vieja. Cuanto más se desconfie más vivo se está y de más fuerzas se disponen para
organizar proyectos sociales e individuales viables y obras de arte
verosímiles. El recelo y la suspicacia se van convirtiendo, aunque les pueda
parecer increíble a los del antiguo régimen, en el espirítu de los nuevos tiempos.
No tardará en aparecer una de esas organizaciones que se autodenomine algo así
como Desconfiados sin fronteras.
Tanta
impiedad escandaliza, sin duda, a los antiguos creyentes que siguen repitiendo
sus jaculatorias ante una cada vez mas menguada audiencia. Acostumbrados a
tener plaza fija en el púlpito, no alcanzan a entender que la desconfianza esté
sustituyendo, como la mejor y mas eficiente argamasa que hoy une a los
corazones y los cerebros, a los herrumbrosos dogmas predicados sin desmayo por
ellos durante tantos lustros, desde aquella desquebrajada atalaya. “Toda la
vida he sido de aquí y he trabajado en lo mismo, pero me fascina haber
descubierto, ahora que no tengo nada, lo parecido que somos todos expuestos a
la intemperie, zurrados como estamos por la que nos está cayendo. Si te
he de ser sincero, y de forma inopinada, antes que el grito y el lamento, es ese
descubrimiento lo que me da fuerza para seguir. Y no me preguntes hacia donde,
porque no se qué decirte.” Así me hablaba el otro día uno que ha perdido
definitivamente la fe en la vieja sensibilidad.
viernes, 6 de julio de 2012
LA NUEVA SENSIBILIDAD
Como no podía ser
de otra manera, nadie, de los que viven de darle al pico, habla o escribe sobre
como se esta cuajando la nueva sensibilidad que acogerá a lo que quede el dia
de después de la salida de esta guerra.
O de la crisis, como les gusta llamar eufemísticamente a lo que nos sucede. Como
si en verdad estuviésemos delante de una de esas hambrunas bíblicas, que como
una maldición nos envía el Divino, aparentemente la peña solo se dedica a replegar velas y a
llenar la despensa de provisiones por si acaso. Y a dar la tabarra, a todo el
que quiera oírle, con el sonsonete de que hay vivir el presente y tal. Y da
igual que todo el mundo sepa de que está hecho el presente. De nada. Si no
miramos hacia atrás y no nos proyectamos hacia adelante no somos nadie. Resumiendo,
la nueva sensibilidad se estaría constituyendo a base de nada y será el atributo principal
de un don nadie.
Ahora bien, no
piense que estamos ante un tipo de gente sin ningún tipo de interés, ni
atractivo. Derrotados o muertos los defensores de las grandes causas
salvadoras, y los que tenían respuestas para todo, ellos serán los que cogerán
el testigo en medio de los escombros, y tendrán la alta misión de que el mundo vuelva
a soñar. No son muy diferentes en términos emocionales, salvando el tipo de
bombardeo al que están sometidos, a los que sobrevivieron, pongamos por caso, a
la segunda carnicería europea. Si prestamos atención, a partir del esfuerzo de aquellos
don nadie de antaño se empezó a construir el mundo que hogaño se está
hundiendo. Estos de ahora, como los de entonces, hacen lo indecible para
desconectar del mundo en ruinas que les rodea y centrarse únicamente en
conectarse con ellos mismos. ¡Qué otra cosa pueden hacer! Lo único que es
diferente son los chismes tecnológicos a su alcance. Por eso ni se molestan en
manifestarse ni en revindicar nada, escapando de este basural aumentan su
capacidad de resistencia. Salen así duros como el acero, protegidos contra el sufrimiento
innecesario (me recuerdan, y a veces los confundo, a los inmigrantes que cruzan
el mar en patera para ganarse aquí la vida), de escasos ademanes sentimentales,
no pierden el tiempo defendiendo principios inaplicables entre tanta herrumbre,
son escepticos pero al mismo tiempo fuertes y decididos. Supervivientes como
sus antepasados continentales de hace casi setenta años, son los que mejor se están
adaptando a los nuevos tiempos. Superan cada golpe y se hacen mejores con
ellos. Como no podía ser de otra manera aprenden a base de hostias. Humildemente,
y sin que sea su propósito, nos recuerdan, después de tanta megalomanía, que la
vida siempre es así. No tiene solución porque no es un problema.
jueves, 28 de junio de 2012
LA SITUACIÓN
La enfermedad de
la mirada es la principal y mas contagiosa de las que sufren quienes habitan dentro
de las ciudades actuales. Frente a ese torbellino de cuerpos, de
objetos, de datos, de ruidos, de olores y de luz, frente a ese exceso visual y numérico
la mirada se les queda encadenada y ellos caminan aturdidos. Nada les apetece
demasido ni nada les resulta esencialmente desdeñable. Se aburren.
Todo está perfectamente
automatizado y todos no dejan de estar conectados ni un instante, sin embargo,
cuando llega el momento de abordar la Situación, nadie la acaba de entender.
Heridos por ella, de nada les vale todo ese empacho visual contable. Unicamente
alcanzan a decir, cuando se ponen a ello, lo que diría cualquiera que viviera
en lugares donde no hay casi nada que
ver. Eso sí, como padecen de indigestión, estan urgidos de aliviar lo que los
atasca, y es entonces cuando empiezan a vomitar. Entonces lo mejor es no estar
a su lado.
La Situación admite,
si uno se atiene a lo que sale por sus bocas, todos los adjetivos imaginables
y, también, aquellos que le impiden ser una Situación reconocible, pasando a
ser algo irreconocible. Frenopática. La Situación va sufriendo así una
metamorfosis al más puro estilo kafkiano. No es algo que tenga que ver con lo
propiamente humano, pero tampoco es algo que atienda, digamos, a los intereses
de los escarabajos. La Situación se va transformando en algo sobrehumano y al
mismo tiempo en algo infrahumano. Nadie sabe lo que es, ciertamente, lo que no
cabe duda es que ya no es lo que era cuando los humanos gozaban y sufrían con su humanidad.
La Situación, o
como ahora se llame, huele cada vez peor debido a la babilla que destila entre
las junturas del caparazón que se ha ido superponiendo a lo que antes se
encontraba al aire libre. Su rara naturaleza bestial gana terreno. Comienza a
adaptarse al nuevo cuerpo y a hacerlo propio. Pronto todos reconocerán las
nuevas palabras que salgan de él, que antes les parecían oscuras. Y lo empezarán a tener todo mas
claro. Al menos habrán conseguido dejar de aburrirse.
viernes, 22 de junio de 2012
16-06-1904 (y dos)
El
cementerio de Glasnevin es un centro sentimental, un poco a la manera como habla
Vila-Matas en su novela Dublinesca. Hasta allí peregrinamos los joycianos siguiendo la calesa donde viajaban Simon
Dedalus, Martin Cunningham y John Power acompañando el féretro de Paddy Dignam,
y hasta allí se acercan también los patriotas irlandeses. Michael Collins
descansa, no se si en paz o todavía en guerra con sus colegas traidores, en una tumba
cubierta de flores frescas, situada cerca de la entrada principal a mano derecha.
Cuando llegamos un guía repetía ante un público entregado las loas al héroe de
la independencia irlandesa. Aplausos, y rictus de nostalgia y contrariedad en
los rostros. Las cosas deberían haber seguido otro rumbo. Los joycianos dimos por
concluido nuestro rito literario sabiendo que Paddy Dignam descansa, en este
caso seguro que en paz, en algún lugar de aquel amplio territorio de fantasmas
y recuerdos. No nos interesa saber el lugar exacto. No nos preocupan tanto, en
verdad no nos preocupan nada, las coordenadas precisas de ubicación de la tumba
de Dignam, como el rigor expresivo del mito literario al que su muerte y
funeral han ayudado a construir, igual que nosotros al acompañarle hasta su
última morada. Michael Collins es un personaje histórico y Paddy Dignam lo es
literario, y nosotros los joycianos tenemos muy clara la diferencia que hay
entre la realidad y la ficción. Entre la Historia y el Mito.
El
camino de vuelta fue mas agradecido. No hay nada como bajar pedaleando después
de haberlo hecho subiendo. Ademas se abrió provisionalmente el cielo y un sol esplendoroso
nos acompañó durante el recorrido ciclista. Dejamos las bicis cerca del
Trinnity College y a continuación nos acercamos, caminando, al pub David Byrne’s,
donde Bloom se jaló una tapa de queso gorgonzola y un vaso de vino de borgoña.
Así dimos por cumplimentado el aperitivo y allí mismo, había joycianos disfrazos
para la ocasión pero no en exceso (la mayoria habían estado allí unas horas
antes), nos dispusimos a hacer lo propio con la comida. Yo pedí el irish stew, el
guiso irlandés de cordero que no me importa recomendar, acompañado por el litro
correspondiente de cerveza Guinnes.
El resto de la tarde, hasta la hora de cenar, fue una
entrega a la audición de la majestuosa oralidad del texto sagrado. Primero al
aire libre, sobre el templete de Sant Stephen Garden donde, por riguroso orden
de petición previa de turno, fueron subiendo los lectores a mostrar su personal
relación emocional con el relato. Despues, bajo el techo verde irlanda de la
Biblioteca Nacional de Dublín, una pareja de lectores nos dio una versión mas
académica del relato, si es que ello es posible. Al menos ellos lo intentaron
con sobrada dignidad y talento lector. La cena fue cosa de zambullirnos sin
miramientos en el jolgorio del Temple Bar, el lugar para comer y beber mas conocido de Dublin. De nuevo los sabores irlandeses no nos defraudaron al igual que sus
excelentes y gigantescas cervezas. El dia no acaba nunca en estas latitudes celtas
y en esta época del año, así que el personal, como si fueran gallos y gallinas,
piensa que la fiesta, en consonancia, no acaba de empezar del todo, por lo que no
hay razón para dejar el cacareo y los intentos de rozarse unos con otros, a la
espera del gran momento que les proporcionará las caida de las tinieblas.
En el último día no quisimos perder la ocasión de acercarnos
en tren a ver el Ojo de Irlanda, reserva natural de especies marinas. Es una isla
situada enfrente del pueblo costero de Howth, en el extremo opuesto, en la bahía
de Dublín, a Sandycove, donde se encuentra Torre Martello (en la foto), punto de arranque del
Ulises. Con él le dejo, invitándole, sino lo ha hecho todavía, a que se inicie en tan
singular aventura. O si lo ha leído ya, lo vuelva a intentar de nuevo. Puesto
que joycianos somos todos, tanto los que lo han leído como los que no. Pero,
comprenderá, que unos lo seamos mas que otros. Ya me entiende.
”Imponente, el rollizo Buck Mulligan apareció en lo alto de
la escalera, con una bacía desbordante de espuma, sobre la cual traía, cruzados,
un espejo y una navaja. La suave brisa de la mañana hacía flotar con gracia la
bata amarilla desprendida. Levanto el tazón y entonó:
*Introibo ad altare Dei.
Se detuvo, miró de soslayo la oscura escalera de caracol y
llamó groseramente:
*Acércate, Kinch. Acércate, jesuita miedoso.
Se adelantó con solemnidad
y subió a la plataforma de tiro...”
miércoles, 20 de junio de 2012
16-06-1904 (uno)
Exactamente
ese día tuvo lugar en Dublín la primera cita entre un tal James Joyce y una
mujer llamada Nora Barnacle. La fecha iba a ser memorable tanto para la vida
privada de los citados, que acabaron formando matrimonio hasta que la muerte de
él los separó, como para la historia de la literatura universal. Efectivamente,
años mas tarde, 1922, la editora Silvya Beach decidió publicar (en la foto) la que iba a
ser una de las novelas mas importantes del siglo XX, Ulysses. La acción de su
principal protagonista, Leopold Bloom, deambulando por las calles y entre los
acontecimientos de la capital irlandesa, tiene lugar durante una sola jornada:
16-06-1904. Hasta aquí lo de las honorables coincidencias.
La
celebración del Bloomsday es la cita obligada anual de los joycianos, entre los
que me encuentro por derecho propio. He leido la novela. La jornada la
organizamos mezclando lo propiamente turístico de la efemérides con un diseño
del recorrido mas acorde con el ánimo personal del momento. En ambas mitades llevó
la batuta y marcó los pasos, como no podía ser de otra manera, la figura del
protagonista principal de la novela. Dublín es, por encima de todas las crisis que vengan del cielo o del infierno, una ciudad literaria, es decir, una ciudad imaginada, y de nada vale sustraerse a esa imposición, los
fantasmas de sus numerosos escritores, todos de talla y renombre universal, te salen a la
vuelta de cada esquina. Así el itinerario que hace Leopold Bloom durante toda
la novela es, con diferencia, la guía mas fiable para llegar al latido
permanente de la ciudad, que no es otro que el de sus transeuntes, es decir, el del interminable intercambio de miradas y sus correspondientes asociaciones
que se hacen entre ellos al cruzarse una y otra vez en sus calles. Es esa malla
ininterrumpida de propósitos y deseos, y no la cazurra palabrería de sus
portavoces oficiales, la que imagina el escritor irlandés, y la que representa
con acierto al héroe moderno, cuya única y mas lograda heroicidad es empezar el
dia y acabarlo razonablemnte entero, sin demasiadas averías corporales y
mentales.
Desayunamos
riñones porque es lo que hizo Bloom antes de empezar su singladura. Fue en el
Hotel Gresham, famoso por ser desde la ventana de una de sus habitaciones, con
su mujer dormida a sus espaldas, y mientras caía la nieve en la noche
dublinesa, donde Gabriel, el prota de “Los Muertos”, de John Huston, pone fin a
la peli de forma evocativa, ahíto de
tristeza y melancolía, con estas palabras: “Yo
no he sentido nada así por ninguna mujer. Pero sé que ese sentimiento debe ser
amor. Piensa en todos los que alguna vez han vivido desde el principio de los
tiempos. Y en mí, transeúnte como ellos, fluctuando también hacia su mundo
gris. Como todo lo que me rodea. Este mismo sólido mundo, en el que ellos se
criaron y vivieron, se desmorona y se disuelve. Cae la nieve. Cae sobre ese
solitario cementerio en el que Michael Furey yace enterrado, reposando espesa,
al azar, sobre una cruz corva y sobre una losa, sobre las lanzas de la cancela
y sobre las espinas yermas. Cae lánguidamente en todo el Universo. Y
lánguidamente cae como en el descenso de su último ocaso. Sobre todos los vivos
y los muertos." En la mesa nos acompañaron un californiano, un hamburgués,
una familia de Barcelona y una pareja de canadienses. Comimos y departimos como
pudimos, hasta que salieron a escena los actores para representar algunos de
los momentos estelares de la novela. Da gusto ver como declaman un texto, por
otra parte de una oralidad sublime. Luego vinieron las fotos y los encajesde
manos y las despedidas hasta la próxima.
En la segunda parte de lo turístico nos habían convocado delante del “James
Joyce Centre” para realizar un recorrido por algunos de los lugares donde pone
sus pies y su estampa Leopold Bloom. El orador, un tipo alto y rubicundo, con
el Ulises en la mano como si de la Biblia se tratara, nos fue leyendo párrafos
del libro sagrado. La lluvia de la primavera dublinés apareció cuando le vino
en gana, lo que no fue suficente para que el orador cediera en su empeño de
mostrarnos la palabra de Bloom. El recorrido concluyó delante de la estatua de
Joyce en Earl street, donde nos leyó con entusiasta solemnidad los
primeros párrafos del capitulo 6 en el que Bloom se sube a una calesa y se une a
la comitiva del entierro de Paddy Dignam en el Prospect Cemetery (hoy conocido
como Glasnevin), a las afueras de la ciudad.
Ya por nuestra cuenta, alquilamos unas bicicletas y acompañamos a la
comitiva a golpe de pedal.
jueves, 14 de junio de 2012
SOMOS ASÍ Y NO QUEREMOS CAMBIAR. ÚNETE A NOSOTROS 2
Ethan
Caen, 38 años, editor de libros. Se siente orgulloso de pertenecer a la rama
noble de esta profesión, y se lee todos los manuscritos que le llegan a su
despacho. Todavía espera con nerviosismo encontrar al gran genio de la
literatura, que marque la tendencia del nuevo siglo.
Elisenda
Cañete, 65 años, exinspectora de hacienda. Ninguna franquicia de la pujante industria “pensar siempre en
positivo” le ha convencido de que envejecer tiene su gracia. Está segura de que hacerse vieja es una potente e incuestionable evidencia del acabamiento de todo.
Rasputín
Delclós, 42 años, brillante ejecutivo de la industria anteriormente mencionada.
Defiende su gestión al frente de la misma afirmando, que su éxito consiste en mantener
a salvo el sagrado instinto de no tener teorías.
Leonor
Altamirano, 39 años, abogada laboralista. Alcohólica anónima y divorciada. Vive sola. Se ha vuelto meláncolica y aburrida. Sabe que, se ponga como se ponga,
es así. Es lo que ha descubierto con el hábito rutinario de la sobriedad. Pero
se está pensando seriamente en volver a beber y recuperar el don de la ebriedad
que tantos triunfos le proporcionó.
Tanto en lo personal como en lo profesional.
Ulises
Grande, 51 años, guia de viajes turísticos en una empresa de cruceros de lujo.
Cree ferviente en los atributos del viaje circular: tradicional, clásico,
edípico y conservador. Abominando del viaje rectilíneo que se impuso en el
siglo XX y que, lastimosamente, hemos heredado en el XXI: siempre hacia
adelante, avanzando de forma titubeante en medio de la nada, en dirección hacia
ninguna parte.
Telma
Epidauro, 29 años, broker de bolsa y asesora de una de las agencias mas
influyentes en el mercado financiero internacional. Piensa que una de las
causas de la pertinaz agresividad de los mercados es la falta de inteligencia
económica, política, filosófica e, incluso, artística de la casta política
actual, que secuestrada por una falsa y anticuada inteligencia moral, no ofrece
ninguna resistencia en el combate por la influencia sobre electores y contribuyentes.
Mas bien al contrario, parece una aliada sumisa y necesariamente cómplice de lo que está pasando.
Sócrates
Eliodoro, 47 años, dejó el trabajo hace siete y desde entonces no ha salido de
su habitación. Es un gran admirador de los escritores que cada día emprenden un
viaje hacia lo desconocido sin moverse de su casa. Por ello se ha hecho
escritor y espera regresar de alguno de sus itinerarios con el narrador que sea
capaz de contar la historia verdadera de su vida, y poder salir a contársela al mundo.
Elionor
Delfó, seis meses. Vive un emocionante y cálido momento de gran felicidad, y de
extraordinario entusiasmo por las cuatros cosas que ha descubierto en el tiempo
que lleva con vida. No lo puede saber, pero es un momento en el centro del
mundo, que puede volver a repetirse cuando sea adulta.
lunes, 11 de junio de 2012
SEÑALIZACIONES
Cuando
era un niño viajaba en el metro con el espíritu de aventura propio de todo lo que es nuevo. Ahora,
siglos después, me lleno de desasosiego cada vez que tengo que entrar ahí
abajo, y tratar con ese indescifrable laberinto en que se ha convertido este
veterano del transporte público urbano. No es una cuestión de la edad lo que me
agobia e, incluso, me atemoriza, sino la sensación de un engaño desconocido que
me transmite tanto cartel flechado apuntando en todas las direcciones.
Siempre
fui de la opinión de que las complicaciones exageradas, o el obscurecimiento
intencionado, eran el reflejo exacto de voluntades poco fiables. Esas que
hablan para no hacerse entender. Tal desconfianza me ha permitido sobrevivir
con dignidad en esa tarea heroica de tener que viajar cada día en el metro.
Antes
era fácil detectar cualquier manipulación subterránea, que tipos mal nacidos
quisieran llevar a cabo. Los corredores y pasadizos estaban perfectamente
diferenciados, así como sus encrucijadas. Una flecha te llevaba a un solo
andén. Y transbordar era un interludio placentero de un largo trayecto. Nadie
se atrevió nunca a subvertir tan armonioso orden.
Me di
cuenta de que todo iba a cambiar el día que descubrí a un individuo que,
haciéndose pasar por funcionario de la compañía metropolitana, quitaba los
carteles de siempre, poniendo en su lugar otros ininteligibles y
desorientadores. Flechas al techo, al suelo, a las vías, flechas a ninguna
parte que conducían al desprevenido viajero por túneles interminables. De
repente me horrorizó aquel desbarajuste insidioso. Pero lo que más me causó
pavor fue ver a los usuarios como autómatas, aceptando tal impostura sin
extraviarse. Entendí, entonces, que ya estaban perdidos.
Soy
ya demasiado mayor para que puedan engañarme esos facinerosos de azul relamido
y recurrente. No estoy dispuesto, sin embargo, a renunciar a seguir usando el
medio de transporte con el que he disfrutado tanto. Escruto cada letrero con la
minuciosidad del advenedizo. Pregunto la veracidad de sus leyendas a varios
funcionarios con el ánimo picaresco de desvelar sus contradicciones y la
intención de la farsa que representan. Aun así, tengo la máxima preocupación en
el límite de cada entronque y no doblo nunca un recodo sin comprobar quien me
acompaña. Espero siempre la llegada del tren en un extremo del andén, apoyando
la espalda contra la pared.
viernes, 1 de junio de 2012
UN LIBELO MÁS
El último día de
mayo se cumplieron 50 años de la ejecución en Argentina de Adolf Eichmann, uno
de los pensadores y el ejecutor que con mas celo se aplicó a que, lo que se
conoce como la solución final, fuese una realidad contante pero poco sonante.
Redondeando, un total de seis millones de personas que desaparecieron por los
sumideros o se hicieron humo a través de las chimeneas de los campos de
concentración nazis.
Ahora ya no pasan cosas
como éstas, pero no somos mejores ni mas civilizados. Sencillamente la guerra
que padecemos, tambien llamada crisis (¿ha habido alguna guerra que no haya
sido una crisis maliciosamente incontrolable?), se ha adaptado a nuestro estilo
de vida. Al igual que los campos de exterminio. Ciertamente, dos no se pelean
si uno no quiere, pero eso no rebaja un ápice la beligerancia del que quiere sangre,
ni evita por ello el enfrentamiento. Estamos en guerra pues, por tanto no es hora de que
nos dejen en paz. Hay que pasar al ataque. Nuestros incansables hoplitas urbanos, que anunciaron a
bombo y platillo los idus de mayo, han de recuperar con prontitud la capacidad
de volver a entender el significado profundo y auténtico de la violencia, sino estamos perdidos. Y no digo que se
lancen, sin ton ni son, a poner bombas o a pegar tiros en la nuca. ¡Que
antiguos y pasados de moda, que rídiculos podrían llegar a ser! La batalla se
libra sin cuartel (en la doble acepción de la expresión), desde hace décadas,
en el campo sin piedad de la economía, pero nuestros soldados siguen jugando en la calle y
moviendo las manos como si se tratara de una gincana escolar. Créame, esta guerra es de verdad y va en serio. Se acabó el recreo.
La incompetencia
no es sólo de la casta política, aliada necesaria del poder bancario en su etapa
final de desesperada corrupción antes de desaparecer para siempre. La incompetencia
es también de una sociedad enajenada que tiene el cerebro hecho trizas, hasta el extremo
de haber sido incapaz de preparar a dirigentes que puedan imaginar estrategias de
ataque o tácticas de contención en ese territorio tan difuso y volátil como es
la economía financiera, para salvaguardar de sus inclementes bombardeos a la
economia productiva, que es donde respiramos los mortales. Sobran proclamas
donde nada mas se escuche el lamento del derrotado. Faltan programas para
combatir en un territorio donde todo es desconocido, hechos con rigor, donde
prevalezca ese tipo de inteligencia que abra ventanas en el pozo más oscuro y
en los que haya que poner en práctica el espíritu de disciplina y sacrificio. Basta ya de desesperos, así no se gana una guerra. Sobran libelos con frases y palabras de esas que es imposible
no ser un abajo firmante. Y ya está. Frases y palabras vacías, dichas hasta la
saciedad en todos los mentideros para acallar el miedo que nos acongoja, único
sentimineto realmente existente que hace inamovible nuestra vocación bovina. Falta inventar un lenguaje verdaderamente transitivo que de cuenta de todo eso y a todo oyente, barriendo de una vez por todas el lenguaje autista, agorero u optimista, con el que están haciendo su agosto los vendedores
de crecepelo que acompañan a toda contienda bélica. Y en los momentos de tregua leamos la oración fúnebre de Pericles, con la que se dirigió a
los atenienses en una situación semejante allá por el siglo V antes de Cristo.
jueves, 31 de mayo de 2012
EL MUNDO A 152 CENTÍMETROS DE ALTURA
Es tiempo de primavera y las
ciudades provinciales del sur de Francia se ponen sus mejores galas. Es
entonces cuando me gusta hacer una visita a alguna de ellas. En esta ocasión he
elegido Albi, la cuna de la rebelión albigense y del gran retratista Henry
Toulouse-Lautrec (HTL). Hacía catorce años que la vi por última vez y
el paso del tiempo y los mordiscos de la crisis no le han hecho mella alguna.
Al contrario, ha rejuvenecido su estampa sin tener que recurrir a extraños liftings
o jeribeques arquitectónicos y urbanísticos, lo que anima al viajero a
pensar que no todo está perdido. El acicate fundamental del viaje era
visitar el museo que lleva el nombre del vecino mas ilustre de la ciudad, HTL,
que ha sido recientemente abierto de nuevo al público después de una
importante y acertada remodelación.
Dos son las características que
resaltan en la vida del HTL, cuya conjunción, me atrevo a a decir, ayudaron a propiciar que se
acabase dedicando a la pintura. Su origen noble y su enfermedad ósea que le
impidió crecer con normalidad. Nada más alcanzó los 152
centímetros
de altura. Sólo noble no habría pasado de ser un vulgar militar de caballería de
mediana graduación. Sólo piernas cortas no habría sido nada
más
que un desgraciado. Especulaciones aparte, lo importante es el legado pictórico que
nos ha dejado y que, casi en su totalidad, se puede ver y admirar en la
remozadas instalaciones del museo que su madre mandó construir en el año de 1922, a beneficio y gloria de la obra de su amado vástago.
Como Van Gogh, al que conoció en París, trabó contacto
con los impresionistas, pero no tardó en separarse de su liturgia y empezó a ver el
mundo por su cuenta y desde la atalaya de su corta estatura. Nada de paisajes
al aire libre, nada de nenúfares flotando en los estanques, nada de jardines
domésticos
tocados una y otra vez por la luz cambiante, a HTL le atrajo desde el principio
la ciudad moderna salida de la revolución industrial. Y de ésta sus
rincones mas ocultos, los personajes menos vistos y considerados, el punto de
vista mas canalla.
Pasó horas en los burdeles de París, no para
pintar el erotismo que ocupa las cabeza calenturientas de los burguesotes que
los frecuentan, sino para registrar lo que para él no era nada mas que un trabajo como
otro cualquiera. Con su rutina, su cansancio, sus inspecciones sanitarias, con
cuerpos de carnes fofas y caras demacradas, en fin, lo mismo que les estaba
pasando a los currantes en cualquier fábrica de
los alrededores capitalinos, que estaban produciendo a todo trapo el añorado
progreso anunciado. Y es que a 152 centímetros de altura el progreso no
es lo que parece en latitudes, digamos, normales. Esa perspectiva inigualable
le permitió, así mismo, dar respuesta a otra de las demandas del
momento: la publicidad de eventos, muy ligada a la nueva forma de entender el
ocio y la diversión que también anunciaba el progreso. Fue así como, del
trazo poderoso de su pincel nació lo que hoy nos parece de lo mas cotidiano: el
cartelismo.
Parece claro que a HTL no le
hicieron falta unas piernas mas largas par ver más y mejor el mundo que le tocó vivir. La lógica de la pintura la llevó siempre en el alma, y ésta quedó al margen de los condicionantes y contingencias de su esqueleto. La forzó con determinación en la dirección que creyó, y acabó por operar al margen del cuerpo deformado en el que se alojaba.
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