EL
INVENTO DE LA VELOCIDAD
El automóvil,
como todos los objetos, tienden a evocar la memoria. Y en el mejor de los casos
la escriben directamente. Antes de llegar a Manheim, siguiendo la ruta de
Bertha Benz, hay algunos motivos para corrobar esto que digo. Quiero destacatar,
sobre todo, el museo del auto de Karl Benz, que se encuentra en el pueblo de Ladenburg.
En el se puede dar un repaso a los diferentes modelos que fueron ocupando
protagonismo en la vida de la gente, desde quel prototipo que pilotó la señora
Benz y que inaguró la era del automóvil, hasta los que iniciaron la andadura de
esa revolución del automovil dentro de su propio mundo: los coches de
competición de lo que hoy conocemos como la Fórmula 1. En Manheim, una
escultura que representa la silueta del prototipo que inventó Karl Benz, nos
recuerda que en ese lugar existió el taller donde el ingeniero alemán trabajaba
y donde fabricó aquel primer modelo.
El
automóvil difundió la velocidad entre la humanidad. Y la velocidad de aquel
mecanismo fue acelerando nuestras vidas hasta límites nunca antes conocidos.
Bien se puede decir, entonces, que la velocidad a que nos ha lanzado el automóvil
ha conseguido lo que tantas revoluciones contemporanéas intentaron y que fueron
otros tantos fracasos: un hombre nuevo, en tanto que nuevo es el vértigo con se
ha venido relacionando, a partir de entonces, el ser humano con la naturaleza y
con sus semejantes. Y creame que esta apreciación se hace aún mas acusada, al
hacer el recorrido en bicicleta, cuya cadencia en el pedaleo conserva la
relación preautomovilística, que era milenaria, con la velocidad.
Es, por
tanto, la velocidad a que lleva nuestras vidas el uso masivo del automóvil la
que, a la larga, escribe nuestra memoria en la actualidad. Dicho de otra
manera, es esa velocidad la que nos piensa y la que determina lo que somos, en
tanto en cuanto condiciona todo lo que hacemos. Incluso la nueva filosofía de
la lentitud, no puede prescindir de su influencia, y menos volver a recuperar
el ritmo anterior a aquel discreto origen automovilístico. Que para bien y para
mal, comenzó un cinco de agosto de 1888, cuando una honorable ama de casa quiso
ir a ver a su madre.