miércoles, 3 de octubre de 2012

CRÓNICAS RENANAS 2




LA INTUICIÓN DE BERTHA BENZ

El problema del marido de Bertha Benz, Karl Benz, era que, concentrado en la construcción de su artefacto y bajo la influencia de los principios estrictos de la racionalidad de la mecánica y la física, no podía darse cuenta de la utilidad humana de lo que estaba inventando. Aquello funcionaba según los preceptos de su pensamiento, pero no podía imaginar para que servía mas allá de ese estrecho y especializado ámbito. No sabía comercializarlo y sacarle el correspondiente rendimiento financiero.

En 1886 el Dr. Karl Benz inventó el automóvil, tal y como lo conocemos hoy,  en Mannheim, Alemania, (patente no. 37435), si bien nadie quería comprarlo. A primeros de agosto de 1888 Berta Benz, sin conocimiento de su genial marido, se subió al cacharro de su invención y, en compañía de sus hijos, se dispuso a recorrer los 104 Km que la separaban de la ciudad de Pforzheim, donde vivía su madre. Bertha se convirtió así en la primera persona que hizo en automóvil un trayecto de largo recorrido. Lo que su marido había hecho hasta ese momento eran nada más que pruebas de unos cientos de metros. Fue a ver su madre por una ruta y volvió por otra, dado que la de la ida le pareció un tanto peligrosa para volver a utilizarla. Entre medias, en el pueblo de Wiesloch, tuvo que pararse en una farmacia a reponer combustible. Como es fácil suponer no era gasolina, sino un combinado con el alcohol como componente básico. La farmacia de Wisloch ha pasado a la historia de la automoción por ser la primera gasolinera del mundo.

Hoy este recorrido en su doble versión de ida y vuelta, la Bertha Benz Memorial Route, se ha convertido en una ruta turística que atrae a numerosos curiosos y amantes del mundo del volante. Cada año, en el mes de agosto, se celebran carreras de coches antiguos en recuerdo de la discreta heroicidad de aquella mujer, que cambió para siempre la manera de mirar y de moverse por el mundo.

Volver a hacer este recorrido en bicicleta, mas de cien años después, cuando el mundo se ha acelerado de una forma inusitada debido a la evolución espectacular de aquel primer prototipo, me ponía en cada pedalada ante la inevitable pregunta de ¿cual es ese destino tan urgente, y que siga siendo fundamentalmente humano, que exige tanta velocidad? Cuando a lomos de una bicicleta, justamente, lo que he aprendido es todo lo contrario. No hay nada que sea verdaderamente importante para nuestro interés, que exija algún tipo de prisa.