Como no podía ser
de otra manera, nadie, de los que viven de darle al pico, habla o escribe sobre
como se esta cuajando la nueva sensibilidad que acogerá a lo que quede el dia
de después de la salida de esta guerra.
O de la crisis, como les gusta llamar eufemísticamente a lo que nos sucede. Como
si en verdad estuviésemos delante de una de esas hambrunas bíblicas, que como
una maldición nos envía el Divino, aparentemente la peña solo se dedica a replegar velas y a
llenar la despensa de provisiones por si acaso. Y a dar la tabarra, a todo el
que quiera oírle, con el sonsonete de que hay vivir el presente y tal. Y da
igual que todo el mundo sepa de que está hecho el presente. De nada. Si no
miramos hacia atrás y no nos proyectamos hacia adelante no somos nadie. Resumiendo,
la nueva sensibilidad se estaría constituyendo a base de nada y será el atributo principal
de un don nadie.
Ahora bien, no
piense que estamos ante un tipo de gente sin ningún tipo de interés, ni
atractivo. Derrotados o muertos los defensores de las grandes causas
salvadoras, y los que tenían respuestas para todo, ellos serán los que cogerán
el testigo en medio de los escombros, y tendrán la alta misión de que el mundo vuelva
a soñar. No son muy diferentes en términos emocionales, salvando el tipo de
bombardeo al que están sometidos, a los que sobrevivieron, pongamos por caso, a
la segunda carnicería europea. Si prestamos atención, a partir del esfuerzo de aquellos
don nadie de antaño se empezó a construir el mundo que hogaño se está
hundiendo. Estos de ahora, como los de entonces, hacen lo indecible para
desconectar del mundo en ruinas que les rodea y centrarse únicamente en
conectarse con ellos mismos. ¡Qué otra cosa pueden hacer! Lo único que es
diferente son los chismes tecnológicos a su alcance. Por eso ni se molestan en
manifestarse ni en revindicar nada, escapando de este basural aumentan su
capacidad de resistencia. Salen así duros como el acero, protegidos contra el sufrimiento
innecesario (me recuerdan, y a veces los confundo, a los inmigrantes que cruzan
el mar en patera para ganarse aquí la vida), de escasos ademanes sentimentales,
no pierden el tiempo defendiendo principios inaplicables entre tanta herrumbre,
son escepticos pero al mismo tiempo fuertes y decididos. Supervivientes como
sus antepasados continentales de hace casi setenta años, son los que mejor se están
adaptando a los nuevos tiempos. Superan cada golpe y se hacen mejores con
ellos. Como no podía ser de otra manera aprenden a base de hostias. Humildemente,
y sin que sea su propósito, nos recuerdan, después de tanta megalomanía, que la
vida siempre es así. No tiene solución porque no es un problema.