viernes, 6 de julio de 2012

LA NUEVA SENSIBILIDAD


Como no podía ser de otra manera, nadie, de los que viven de darle al pico, habla o escribe sobre como se esta cuajando la nueva sensibilidad que acogerá a lo que quede el dia de después de la salida de esta  guerra. O de la crisis, como les gusta llamar eufemísticamente a lo que nos sucede. Como si en verdad estuviésemos delante de una de esas hambrunas bíblicas, que como una maldición nos envía el Divino, aparentemente la peña solo se dedica a replegar velas y a llenar la despensa de provisiones por si acaso. Y a dar la tabarra, a todo el que quiera oírle, con el sonsonete de que hay vivir el presente y tal. Y da igual que todo el mundo sepa de que está hecho el presente. De nada. Si no miramos hacia atrás y no nos proyectamos hacia adelante no somos nadie. Resumiendo, la nueva sensibilidad se estaría constituyendo a base de nada y será el atributo principal de un don nadie.

Ahora bien, no piense que estamos ante un tipo de gente sin ningún tipo de interés, ni atractivo. Derrotados o muertos los defensores de las grandes causas salvadoras, y los que tenían respuestas para todo, ellos serán los que cogerán el testigo en medio de los escombros, y tendrán la alta misión de que el mundo vuelva a soñar. No son muy diferentes en términos emocionales, salvando el tipo de bombardeo al que están sometidos, a los que sobrevivieron, pongamos por caso, a la segunda carnicería europea. Si prestamos atención, a partir del esfuerzo de aquellos don nadie de antaño se empezó a construir el mundo que hogaño se está hundiendo. Estos de ahora, como los de entonces, hacen lo indecible para desconectar del mundo en ruinas que les rodea y centrarse únicamente en conectarse con ellos mismos. ¡Qué otra cosa pueden hacer! Lo único que es diferente son los chismes tecnológicos a su alcance. Por eso ni se molestan en manifestarse ni en revindicar nada, escapando de este basural aumentan su capacidad de resistencia. Salen así duros como el acero, protegidos contra el sufrimiento innecesario (me recuerdan, y a veces los confundo, a los inmigrantes que cruzan el mar en patera para ganarse aquí la vida), de escasos ademanes sentimentales, no pierden el tiempo defendiendo principios inaplicables entre tanta herrumbre, son escepticos pero al mismo tiempo fuertes y decididos. Supervivientes como sus antepasados continentales de hace casi setenta años, son los que mejor se están adaptando a los nuevos tiempos. Superan cada golpe y se hacen mejores con ellos. Como no podía ser de otra manera aprenden a base de hostias. Humildemente, y sin que sea su propósito, nos recuerdan, después de tanta megalomanía, que la vida siempre es así. No tiene solución porque no es un problema.