Ethan
Caen, 38 años, editor de libros. Se siente orgulloso de pertenecer a la rama
noble de esta profesión, y se lee todos los manuscritos que le llegan a su
despacho. Todavía espera con nerviosismo encontrar al gran genio de la
literatura, que marque la tendencia del nuevo siglo.
Elisenda
Cañete, 65 años, exinspectora de hacienda. Ninguna franquicia de la pujante industria “pensar siempre en
positivo” le ha convencido de que envejecer tiene su gracia. Está segura de que hacerse vieja es una potente e incuestionable evidencia del acabamiento de todo.
Rasputín
Delclós, 42 años, brillante ejecutivo de la industria anteriormente mencionada.
Defiende su gestión al frente de la misma afirmando, que su éxito consiste en mantener
a salvo el sagrado instinto de no tener teorías.
Leonor
Altamirano, 39 años, abogada laboralista. Alcohólica anónima y divorciada. Vive sola. Se ha vuelto meláncolica y aburrida. Sabe que, se ponga como se ponga,
es así. Es lo que ha descubierto con el hábito rutinario de la sobriedad. Pero
se está pensando seriamente en volver a beber y recuperar el don de la ebriedad
que tantos triunfos le proporcionó.
Tanto en lo personal como en lo profesional.
Ulises
Grande, 51 años, guia de viajes turísticos en una empresa de cruceros de lujo.
Cree ferviente en los atributos del viaje circular: tradicional, clásico,
edípico y conservador. Abominando del viaje rectilíneo que se impuso en el
siglo XX y que, lastimosamente, hemos heredado en el XXI: siempre hacia
adelante, avanzando de forma titubeante en medio de la nada, en dirección hacia
ninguna parte.
Telma
Epidauro, 29 años, broker de bolsa y asesora de una de las agencias mas
influyentes en el mercado financiero internacional. Piensa que una de las
causas de la pertinaz agresividad de los mercados es la falta de inteligencia
económica, política, filosófica e, incluso, artística de la casta política
actual, que secuestrada por una falsa y anticuada inteligencia moral, no ofrece
ninguna resistencia en el combate por la influencia sobre electores y contribuyentes.
Mas bien al contrario, parece una aliada sumisa y necesariamente cómplice de lo que está pasando.
Sócrates
Eliodoro, 47 años, dejó el trabajo hace siete y desde entonces no ha salido de
su habitación. Es un gran admirador de los escritores que cada día emprenden un
viaje hacia lo desconocido sin moverse de su casa. Por ello se ha hecho
escritor y espera regresar de alguno de sus itinerarios con el narrador que sea
capaz de contar la historia verdadera de su vida, y poder salir a contársela al mundo.
Elionor
Delfó, seis meses. Vive un emocionante y cálido momento de gran felicidad, y de
extraordinario entusiasmo por las cuatros cosas que ha descubierto en el tiempo
que lleva con vida. No lo puede saber, pero es un momento en el centro del
mundo, que puede volver a repetirse cuando sea adulta.