miércoles, 21 de noviembre de 2012

SER DIGNOS




La camarera de la cafetería donde desayuno ha decidido aceptar que no le paguen la hora extra que hace cada día, ya que cree que así podrá mantener los otros privilegios que tiene: horario continuo y el puesto de trabajo al lado de donde vive. Una amiga mía, que lleva toda la vida dando tumbos de trabajo precario en trabajo precario, ha decidido remangarse la camisa y montar con otras tres colegas una cooperativa de guías turísticas. Me consta que la camarera y la guía turística no se conocen, pero si sé que asistieron a la última manifestación contra los recortes y todo lo demás.

Aparentemente no pasa nada, pero la gente no deja de moverse. Asiste a las diferentes protestas, pero sabe que la esperanza no viene de ellas, ya que únicamente sirven para satisfacer el momento presente. Luego se mueve en solitario y en silencio, poniendo mucha atención a lo que pasa y a quien cuenta lo que pasa. Fuera no hay nada, ya lo sabemos, pero esa doble actitud, y su correspondiente aptitud, hace que Esto no se derrumbe. Todo depende de como se sepa combinar la inconsecuencia de la protesta colectiva y las posibles consecuencias de las gestiones individuales. De hasta donde se puede vivir inconsecuentemente, y cual es el grado de intolerancia  que adoptemos cuando las consecuencias que habíamos previsto, acaben siendo desbaratadas. En fin, todo depende de lo que entendamos por ser dignos (después de aspirar durante décadas solo a ser ricos) y qué estamos dispuestos a renunciar para conseguirlo. Como en la guerra, y lo es esto en que estamos metidos, es nuestra única salida.