En la tertulia literaria a la que asisto habitualmente alguien dejó caer sobre la mesa algo que, por ser contundente y provocador, no dejaba de poner el dedo en la llaga respecto a como utilizamos el lenguaje habitualmente. Dijo que la mayoría de las veces, por no decir todas, como hablamos sin pensar previamente sobre lo que decimos, lo que decimos son tonterías. Las caras se ordenaron alrededor de diferentes geografías, pero nadie dio un paso al frente para pararle los pies al impremeditado "insolente".
Lo que dejó claro la anécdota fue lo que en clave clínica sería algo así como tener en blanco el historial médico. De otra manera, el paciente adulto en cuestión no se ha hecho nunca ningún chequeo sobre su salud. Igualmente, decir tonterías al hablar delata esa falta de preocupación sobre la revisión periódica de nuestra manera de usar el lenguaje. Lo usamos constantemente y nos preocupa una higa si lo hacemos adecuadamente, significativamente, o si ya nos decimos nada con lo que decimos. Es decir, si se ha convertido en algo mecánico, en un lugar común, en un tópico. Vamos, que desde hace bastante tiempo no nos preocupa si decimos o no tonterías. El caso es que las decimos y ya está. Basta con observarnos hablando, pongamos, un jornada laboral corriente. Fijarnos con atención en lo que decimos y para qué lo decimos. Lo demás es una cuestión de suma y sigue.
Siempre he pensado que, hoy mas que nunca, hacen falta espacios donde poder hacer ese chequeo periódico de nuestro uso del lenguaje. Tanto del oral como del escrito. Espacios donde poder llevar a cabo la diálisis pertinente que lo limpien de todas las impurezas con que lo ensuciamos en el trato con la vida, y que nos lleva, mas pronto que tarde, a dejarnos llevar por la molicie y a hablar o leer de cualquier manera. Espacios donde poder entender que leer y hablar sobre lo leído no es decir y hacer lo que a uno le apetezca en cada momento, lector ególatra, sino llegar a obtener la perspectiva que nos permita hacer lo necesario para leer y hablar de ello, comunicandolo lo mejor posible, lector transitivo.