lunes, 16 de abril de 2018

LOS MONSTRUOS QUE VIENEN

Contestando con otra pregunta a la pregunta final del escrito anterior, ¿será la ausencia de toda nobleza el tipo de nobleza que le es propio y, sobre todo, propicio a estos inicios de la época digital en la que hemos entrado? Una de las escenas que te sacaban de quicio, antes de decidir abandonar el aula, era la de los saludos del comienzo del día cuando coincidías con tus jóvenes compañeros bien en el aparcamiento del coche bien en el vestíbulo del instituto. Exactamente no lo calificabas de falta de nobleza, sino más bien de la falta de tensión necesaria que demanda la labor docente de cada día. Una tensión que no tiene nada que ver con la que nos inocula el histerismo del ambiente en el que vivimos, me dices mientras señalas nerviosamente el cielo con las dos manos, sino con el desnivel que debe existir entre quienes se introducen, y se exponen mutuamente, en el camino del aprendizaje. Lo que atañe más aún, si cabe, al profesor que a los alumnos, pues es él que verdaderamente sabe antes que aquellos, como dijo Sócrates, que no sabe nada. La nobleza constante que esta horizontalidad de matriz antigua lleva en sus entrañas, sin embargo, ha llegado hasta nuestra sociedad digital totalmente desdibujada hasta ser prácticamente inexistente, debido, a mi entender, al alto contenido de cinismo que la infecta por parte de quienes la manosean. Frente a tu actitud que es decididamente de enfrentamiento contra un sistema que, a tu entender, ha dejado de interesarse por el aspecto público de la enseñanza, yo pienso que tiene que ver más con la decisión y la voluntad de volver a casa. A la casa matriz de la educación y del aprendizaje que es donde sigue existiendo, como decía, la nobleza de esta labor tan propia y tan irrenunciable de nuestra honorable especie humana. Verdaderamente pienso que hemos llegado a este callejón sin salida, en el que por cierto muchos de los compañeros que te saludan a primera hora de la mañana creen estar a punto de tocar con las manos el reino de los cielos educativos, a base de traicionar, una y otra vez, el ideal del ser humano de acuerdo a un tipo de naturaleza fijo de su formación. El cual tiene su mejor justificación para garantizar se “inmovilidad perenne”, ante el hecho del paso inevitable de las sucesivas generaciones, en la forma de aprender socrática. Aprovechando el indiscutible prestigio que da y tiene la horizontalidad del aprendizaje socrático en estos asuntos,  una empresa de software norteamericana - no tengo conocimiento que el acontecimiento forme parte del diseño curricular de ningún plan de estudios estatal o continental - lanzó a uno de sus más prestigiosos predicadores a publicitar sus productos por el mundo de la mano del sabio griego. Y lo hizo con ese impecable estilo del que hacen gala los más conspicuos vendedores de humo, a saber, apoyándose en las más sólidas y canónicas teorías filosóficas. Como si vendieran con semejante arquitectura el más común de los anhelos. Durante la mayor parte de su clase magistral, porque paradójicamente estas apariciones públicas siempre son magistrales aunque no sea esa la imagen que quieran dar, la dedicó el buen predicador a tejer su red de pesca con las mejores alabanza del genio filosófico que tenían los pensadores antiguos. Ese es su más luminoso legado y nuestra más valiosa de las herencias, dijo en un momento para crear un clímax que se pareciera a los del teatro clásico. A continuación, ya más en particular, puso el énfasis sobre la importancia que tenía que los nuevos profesores se confundieran con los alumnos en el proceso de aprendizaje. De tal manera que la preeminencia habitual que el profesor tenía sobre sus alumnos en la educación tradicional, se convirtiera en un presencia más bien ausente. Con ello se conseguía que los alumnos no fueran interrumpidos en el desarrollo de sus ocurrencias creativas, que son continuas y variopintas en los primeros años de la infancia. La horizontalidad del modelo de la empresa norteamericana es indiscutible, pero se diferencia de lo que proponía Sócrates en el desnivel que debe existir siempre entre lo que se quiere aprender y desde donde se aprende, para que el esfuerzo por superarlo tenga algún tipo de beneficio para quienes participan comúnmente en el empeño, tanto sean alumnos como profesores, pues nadie se libra de ello. A punto de acabar su aparición magistral, el predicador en cuestión desveló que las empresas de software de juegos digitales están demandando de forma insistente creadores de contenidos de estos juegos. Y los más competitivos son, al parecer, aquellos diseñadores cuya chispa infantil no ha sido nunca molestada por alguna de las muchas impertinencias adultas a las que se ven sometidos los niños a medida que van creciendo, hasta perderla. Lo que estas empresas piden son tipos que lleguen a los veinte años, por tanto, con la chispa infantil refulgiendo en perfecto estado en su recién estrenado cerebro adulto. Es, según ellos, la condición idónea para producir, tanto en calidad como en cantidad, los juegos digitales que cada vez demanda con más ahínco e impaciencia el mercado de todas las edades. Tú crees que la vieja racionalidad, violenta e impositiva, encarnada en la nueva horizontalidad, hecha sin estridencias ni violencias, ¿produce igualmente sus monstruos?