sábado, 21 de abril de 2018

¿ENSEÑAR A GOLPE DE OFERTA?

De la profesora C, compañera tuya en el instituto, me dices que es una gran conocedora del mundo antiguo, sobre todo del mundo de los griegos y los romanos. ¿Cómo se puede seducir a un grupo de estudiantes con las peripecias literarias, filosóficas e históricas ocurridas hace más de dos mil años? Enseñar con la intención de agradar al alumno siempre ha sido considerado impropio del verdadero maestro o profesor. Incluso ha llegado a ser interpretado como un agravio de orden moral. Quizá radique en una forzada nostalgia del abandono ideal griego de la educación que inspiró al mundo antiguo - entendida a partir de entonces como un instrumento de imposición del orden moral católico que cogió su relevo (ahora, a su vez, relevado por el orden moral de la ciencia) - de dónde venga la propuesta de seducción cultural y educativa que ofrece el cronista del capitalismo digital, como salida al colosal atasco que en esos ámbitos padecemos quienes vivimos en la parte occidental del planeta. ¿Que te parece a ti como profesor en excelencia? Sin embargo, lo que en un primero momento se llamó economía de la oferta ha acabado por extenderse, urbe et orbi, como única atmósfera saludablemente respirable. De esta manera, el desarrollo cultural y educativo debía buscarse mediante el impulso de condiciones que despertaran la atracción de un mayor número de consumidores de eventos. Fíjate que en este giro, dar e ir a clase han quedado incluidos dentro de este nuevo paradigma. Dar clase e ir a clase no dejan de ser otra cosa, por tanto, que un evento para el profesor y para el alumno. Los éxitos y los fracasos de su papel en cada uno de esos eventos en que coinciden, o no (eso ya no es importante), cada día, no son transitivos ni tienen valor de perdurabilidad, se miden únicamente por su inserción acertada en los titulares de la actualidad. Fue, entonces, cuando la profesora C empezó a notar que dar clase ya no era lo que hasta ese momento había sido. Me dices, que su mundo profesional apareció de repente ante sus ojos como si le hubiera estallado una bomba de procedencia desconocida. Un droner educativo activado a muchos kilómetros fuera del aula. Iba cada día a dar clase vencida, pero sus alumnos, paradójicamente, fueron adquirieron un tono y un ritmo frente al aprendizaje cada vez más afectados por un imprevisto renacer. No tardaron en surgirle a la profesora C las neurosis propias de la profesión, de las que ella, según me cuentas, se creía vacunada de antemano. Básicamente la obsesión neurótica estaba encuadrada, según ella, dentro de dos coordenadas. Una, los alumnos no me escuchan. Dos, mis compañeros, sobre todo los más jóvenes, no me entienden. Sin embargo, lo que ella no era capaz a su vez de entender, y tú tampoco supiste ayudarla desde tu nueva condición de asesora en el centro de recursos educativos, fue que la neurosis no era nueva sino que estaba ahí desde aquellos tiempos antiguos. Al menos desde que el giro educativo a que me he referido logró imponerse sin posibilidades de vuelta atrás. Que los alumnos no escuchen al profesor y que el ambiente docente esté atravesado por todas las pendencias humanas, es algo que no ha variado un ápice desde que el Vaticano cogió el mando del asunto. Llegados hasta aquí sólo le quedaba a la profesora C echarse en manos de la fórmula del evento. ¿Cómo explicar la Odisea o la Iliada como lo hace, pongamos, Brad Pitt en su versión cinematográfica de una de las obras homéricas? Mira que lo hemos discutido veces, pero no fuiste capaz de advertirla, mientras ya muy degradada moralmente estaba haciendo números para tratar de jubilarse anticipadamente, de que le quedaba una salida digna. Volver a explicar la Odisea y la Ilíada como lo hicieron los antiguos griegos. Volver a contar las peripecias literarias, filosóficas e históricas antiguas siguiendo las trazas que definieron al ideal griego de educación, a saber, paideia y mayeútica. Conceptos a los que sorprendentemente, por cierto, no hace alusión el cronista del capitalismo digital en su manifiesto. Dices que el nuevo director del instituto, que por aquel entonces sustituyó al que habían acusado de pederastia (todo un evento en la ciudad, porque el hecho él lo posibilitó y el lo facilitó, siguiendo sus tesis pedagógicas, mediante la conversación entre todos los miembros que forman la comunidad educativa del instituto), se habría opuesto de inmediato, justamente por ir en la dirección opuesta a lo que él proponía como mejor hoja de ruta en la nueva singladura del instituto. De lo que se trata, dijo el nuevo director en la rueda de prensa que dio, posterior a la asamblea general del instituto, es de no darle la espalda a la actualidad, sino de mirarla cara a cara, pues es lo único que tenemos y de dónde viene lo único que nos pasa. No obstante, lo que yo leí en la prensa escrita local distaba mucho de lo que el señor director del instituto entiende por actualidad. Allí la tinta se volcó en subrayar la doble vida del antiguo director, la única línea con claridad (aunque todo el mundo lleva otras vidas, a parte de la convencional) de todos los artículos y reportajes que publicaron. Todos los demás párrafos fueron un cúmulo de palabras escritas con la única intención de meter el desgraciado acontecimiento, y a su protagonista, en los rincones y hondonadas donde habita el diablo. Después de largas y pesadas gestiones burocráticas, modificadas según la cambiante actualidad legal respecto a situaciones como la suya, la profesora C. consiguió jubilarse anticipadamente sin saber a ciencia cierta cuál de las dos, si la rabiosa actualidad o la añosa antigüedad, la había hecho abandonar el aula contra su voluntad.