La primera vez que me di cuenta de que la educación pública había entrado en un callejón de difícil, por no decir de imposible, salida o vuelta atrás, fue el día en el que el director de la escuela primaria donde yo hacía unas practicas de bibliotecario escolar me dijo, ante mi propuesta de organizar un club de lectura infantil, que no hacía falta, pues desde el centro de recursos pedagógicos les iban a enviar a un par de expertos en estos asuntos de estimular el hábito de la lectura entre los alumnos de la escuela.